POSTEMILLAS: El fallo y la llaga – Por Vicente Muleiro
Los sobreseimientos de la causa del Memorándum con Irán implican una reparación que no anula los efectos de un operativo que entre lawfare y fake news produjo tremendos padecimientos psicológicos, irreparables pérdidas de la libertad y muerte. Su gran logro sigue flotando en la vida social: la restauración conservadora de cuño neoliberal.
Por Vicente Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
Postemilla. 1 Absceso que supura. 2. Punta visible de un tumor
El daño ya está hecho. Ya serpentea en la vida política el fallo que exculpa a quienes fueron acusados hasta de traición a la patria por el famoso Memorándum con Irán. La fábula se acabó. Pero sirvió para que el Estado fuera ocupado por una mafia y para matar a un hombre probo como Héctor Timerman. Complicó también la vida y la acción política de mujeres y hombres capaces y honestos. ¿Los redime este fallo? No, porque el daño buscado fue eficaz al entregarle el poder a una mafia colonial. El fallo reivindicativo es “un triunfo moral”, ese que en términos deportivos se les regala sin costo a quienes merecieron ganar pero se quedaron sin nada entre las manos.
Duele. Hay en este fallo algo que podría denominarse un triunfo de la verdad, pero se trata de algo difícilmente capitalizable. Ninguno de los malnacidos que hoy podrían saberse derrotados sienten que los sobreseimientos de Cristina Kirchner, de Timerman post-mortem, de Zanini ed altri, anula el olor cloacal que esparcieron.
¿Se cura la llaga? Claro que hay que celebrar el fallo pues sirve, al menos, para reponer la certeza de los hechos, una ética del dato verdadero. Pero ¿cómo curar la llaga infringida hasta la muerte y los efectos de una mentira que les sirvió a los garcas para robarse un país, encima, disfrazados de justicieros?
La onda expansiva. El poder, dejó escrito Baruch Spinoza, necesita producir tristeza para reinar. Y, entre nosotros, la produjo, en el caso del Memorándum, a partir de una mentira atroz. Se supone que tal mentira fue finalmente desactivada. Pero el poder que la echó a rodar, no. Y las consecuencias políticas que generó tampoco. En ese punto radica la tensión política de hoy.
Cosas que quedan lejos. Hay que celebrar la impronta de reivindicación con que carga este acto de justicia. Pero no mucho más. Nos hace bien haber confiado sin vacilar en los dirigentes en los que confiábamos y seguimos confiando. Pero ¿Cómo avanzar para derrotar a los productores de tristeza y miseria? La respuesta a este interrogante todavía nos queda lejos.
Además y finalmente. La justicia es, en este caso y por lo menos, incompleta. Por lo tanto no es justicia. ¿Cómo pagarán los que pergeñaron un guión miserable y criminal? Es necesario que paguen. ¿Pagarán?
*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.
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