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10/10/2022

nos mudamos


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por la calle candombeando (1975)

  

Roque Narvaja


Mario Roque Fernández Narvaja, más conocido por su nombre artístico Roque Narvaja (Córdoba, 10 de febrero de 1951), es un cantautor y guitarrista argentino. 

Es reconocido tanto en su país de nacimiento como en España, donde obtuvo gran popularidad durante la década de los 80's. En su país natal es muy conocido por su participación en La Joven Guardia, grupo de notable éxito entre 1968 y 1972, año en el que Narvaja se embarca en una carrera solista en una primera etapa argentina con letras, discos y sucesos surgidos de su marcada postura política. 

Durante la última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983) decidió exiliarse en España, donde desarrolló la segunda etapa de su carrera como compositor y solista, con mucho éxito.
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ahí están de nuevo

Bueno, hay formas más y menos sofisticadas de deshacerse de Cristina. Esta es muy "pipí-cucú". La terminal, obviamente es Facundo Manes. En fin, siempre hay un demócrata dispuesto a salvar la república. https://t.co/QoTBpSgrgx pic.twitter.com/SE7C2oCseo

— Artemio López (@Lupo55) October 10, 2022

 

¿Civilizar el neoliberalismo?


Albino Prada 


“Lo que nos debemos unos a otros”

Minouche Shafik (Paidós, Barcelona, 2022)


Minouche Shafik dirige desde 2017 la London School of Economics (LSE) y desde allí un programa de investigación denominado “Beveridge 2.0”. En este ensayo refiere como W. Beveridge, que dirigiera la LSE entre 1919-1937, fue el padre del contrato social derivado de la post-guerra mundial: el Estado de Bienestar. Con un informe que en 1942 concretó un sistema nacional de salud, de pensiones, seguro de desempleo e ingresos mínimos (sería el “Beveridge 1.0”).

Claro que entre W. Beveridge y M. Shafik por la LSE pasó también pasó un tal F. Hayek –corría el año 1950- que con su colega M. Friedman impulsaría[1] el “liberalismo y la economía de libre mercado” según la autora.

Creo que lo mucho que Shafik concreta de este “liberalismo” (que otros llamamos “neoliberalismo”, término que ella rehúye), explicaría que “nuestro contrato social vigente ya no funcione”. Siendo de entrada más que preocupante que nuestra autora no impute a esta ruptura “liberal” la situación crítica que motiva su ensayo.

Y ello a pesar de que en una crucial gráfica de la página 223 nos presenta la herencia de buenos alumnos “liberales” -como Reagan y Tatcher- en forma de desplome de los tipos máximos marginales del impuesto sobre la renta entre 1979 y 2002, o en la página 230 del impuesto de sociedades. Un vaciado de los recursos disponibles para Beveridge 1.0 –todo un tratamiento de shock neoliberal- que Shafik se cuida muy mucho de rotular así. Quizás porque en su paso previo por el Banco Mundial, el FMI o el Banco de Inglaterra se lo haya enseñado, o quizás porque su Beveridge 2.0 no quiere ser más que un piadoso liberalismo inclusivo.

Esto que podría parecer un detalle terminológico o formal no lo es. Porque, como veremos, nuestra autora en su propuesta Beveridge 2.0 se limita a asumir y acomodarse a la catastrófica herencia económica neoliberal: desempleo, corrosión de la clase media, trabajos atípicos, digitalización monopolista, colapso climático, agotamiento de recursos, desigualdad. Una herencia que para ella son retos, presiones o desafíos, algo así como un marco incuestionable para su propuesta de contrato social.

*

Repasemos aquí brevemente como se concreta esa sumisión, y sus consecuencias, en los diagnósticos y propuestas de su ensayo sobre infancia, educación, salud, empleo, vejez y perspectiva intergeneracional.

En un mundo con desempleo en aumento y con un crecimiento de la población insostenible es penoso comprobar como la pulsión natalista de la autora deforma su análisis. Una pulsión que no tiene otro motivo de fondo que el de disponer de “mano de obra” abundante que facilite la subordinación de los trabajadores al capital. De ahí las medidas de permisos de natalidad y de guarderías públicas pero no de reducción de la jornada laboral para todos (que podría caer hasta las 5 horas diarias). Porque no duda que las jornadas para las mujeres que quieran trabajar y tener hijos serán de 8 horas o de 4 (a tiempo parcial con sueldo parcial). Todo en aras del PIB y la productividad.

La educación también se considera como habilitadora de la “mano de obra” y del PIB y no como gran niveladora social, con la excepción de su cobertura hasta los 3 años en la medida en que facilita la entrada de las mujeres en el mercado laboral.

Y sobre esto pocas bromas se permiten en el nuevo contrato social. Pues, por un lado, “las personas que desearían trabajar a tiempo completo tengan que conformarse con hacerlo a tiempo parcial”. Y así en vez de reducción de jornada para todas estaremos unas a 8 horas y otras a 4 (nominales) ganando menos de la mitad. Y, por otro, la economía actual “obligará a que la próxima generación trabaje más años”. Con lo que en el mundo hiper tecnológico del siglo XXI no se trabajará menos cada día y, vaya por dios, se trabajarán aún más años.

Si se busca un culpable de todo esto no será la voracidad del capital: será el envejecimiento. La esperanza de vida creciente es, en este relato, una factura inasumible. Más años percibiendo una pensión y más años generando costes sanitarios y geriátricos. Solución: trabajar más años y ahorrar para la vejez. De nuevo nada de reparto del trabajo sino mayor concentración, y nada de financiar la seguridad social en base a todo el valor añadido y no sobre solo los salarios.

Esta es el mundo feliz de la adaptación Beveridge 2.0: “los trabajadores de edades más avanzadas…percibirán una pensión pública mínima, una pensión voluntaria de empresa, ahorros personales o un trabajo a tiempo parcial”.

En todos los casos ser mano de obra es la base para detectar necesidades y para financiarlas. Las rentas no salariales parecieran no tener nada que ver con todo esto. Y es por tal motivo que se descarta una Renta Básica Universal: por ser demasiado cara. Mejor, si acaso, un ingreso mínimo.

*

Lo que se asume y a lo –mucho- que se renuncia en su propuesta de contrato social en todo caso debiera enfrentarse a una factura colectiva y a un esquema de financiación. Pero también en este caso el marco neoliberal hegemónico impone unas líneas rojas que la autora se cuida de desbordar. Para empezar no dedicándole un capítulo completo a esta crucial cuestión transversal.

Y así mientras se constata que el tipo máximo del impuesto sobre la renta se desplomó del 70 % a menos de 50 % entre 1980-2000, se asume que será muy complicado hacer que en los países ricos el presupuesto público supere el 40 % del PIB retrotrayendo aquel declive. Algo que también se comprueba para el Impuesto de Sociedades. Como quiera que propuestas como las de Piketty se consideran casi anecdóticas, lo que nos queda es la anorexia fiscal neoliberal tan bien trabajada desde 1980 hasta la actualidad. Que, por cierto, explica una deuda pública ilegítima que dejaremos a las espaldas de las próximas generaciones. Algo que la autora se cuida de aclarar en su apartado intergeneracional del contrato social.

Así las cosas en el ensayo no puede menos que reconocerse como en Estados Unidos (faro y guía mundial para casi todo) “mientras el tipo fiscal efectivo para las rentas del trabajo asciende al 26 %, las rentas de capital soportan un 5 %”. Difícil se hace edificar un contrato social para el siglo XXI con estas premisas. Más bien estamos en una guerra social.

Una guerra de clases en la que los muchos vamos perdiendo por goleada: 26 a 5. Siendo así que si no se iguala este marcador[2] diseñar un contrato social será un brindis al sol, un irreal consuelo para ingenuos o –aún peor- un engaño estratégico.

*

Cuando uno se plantea diseñar un “Beveridge 2.0” debiera tomar muy en serio estas palabras[3] del propio W. Beveridge (1945):

“garantizar que cada ciudadano del país, con tal de que trabaje y contribuya en lo que pueda, reciba un ingreso que lo mantenga a cubierto de sus necesidades”.

Y hacerlo sin asumir el mantra neoliberal (lo que Shafik hace al ni siquiera nombrarlo) y su herencia de líneas rojas (fiscalidad, productividad, competitividad, etc.). Solo entonces se podría dar acomodo cabal –y no retórico- a los criterios redistributivos de J. Rawls del velo de la ignorancia o al de las capacidades de A. Sen que ritualmente cita la autora.

Shafik, al contrario, se decanta hacia un programa habilitador de capacidades dirigidas al crecimiento frente a un programa compensador centrado en la redistribución. Lo que simplifica con esta dicotomía: tres cuartos de hucha, frente a un cuarto de Robin Hood. Primando el crecimiento económico frente al desarrollo social. Por una razón simple: “si el pastel aumenta, habrá un mayor trozo a repartir”.

De manera que se limita a garantizar un mínimo en las transferencias sociales (pensiones, ingresos, desempleo) e invertir al máximo en habilidades educativas que dinamicen el crecimiento del PIB. Para ella el norte del contrato social debe ser la productividad, de la que saldrán aquellos crecientes trozos a repartir. Aunque para tal fin, enigmáticamente, no se nombren los esfuerzos públicos en I+D+i, ni las inversiones públicas en infraestructuras (transición energética o digital).

Por eso descarta una RBU y por eso ni se nombra una reducción de jornada semanal favorecedora de un más igualitario reparto del empleo. Bien al contrario se asume una digitalización sin barreras y que los ocupados trabajen cada vez más años.

Aunque quizás no sea el andar con pies de plomo, en cuanto a la financiación de este contrato social Beveridge 2.0, lo que más ponga de manifiesto su subordinación profunda al mundo neoliberal (sociedad de mercado) que los Hayek-Friedman sembraron en los Reagan-Tatcher y sus seguidores a lo largo del mundo (China incluida), sino la ausencia de un capítulo relativo a la perspectiva internacional global (siendo incluso escasas las referencias a la UE).

Porque la lógica neoliberal de igualar a la baja todas las restricciones al capital (incluso cualquier contrato social) impide una fiscalidad, regulación y desprivatización del capital mientras engorda los paraísos fiscales. Y así “los nuestros” serán como mucho los de una misma nación, nunca los ciudadanos del mundo. Y así en este ensayo solo se hace una tibia referencia a una propuesta de la OCDE de gravar los resultados empresariales a escala global, mientras la propuesta de Piketty de gravar a escala mundial el capital y la riqueza apenas se cita a escala nacional y como un camino problemático.

Siento concluir que, con estas premisas, un contrato social global será siempre un brindis al sol. Asunto grave en sí mismo pero más si reparamos en que, de no hacerlo así, las fuerzas que van ganando la lucha de clases por goleada (W. Buffet dixit) a escala global, no nos dejarán a escala local más que las migajas del destrozo del modelo Beveridge 1.0, ni siquiera un descafeinado Beveridge 2.0.

Y ahí están de nuevo. Después de predicar el final de la historia y de las ideologías, visto lo visto y con semejante cosecha, ahora quieren convencernos de que es posible refundar un liberalismo inclusivo civilizando el neoliberalismo. Una ilusión alimentada por Minouche Shafik en este ensayo o por Francis Fukuyama en su reciente “El liberalismo y sus desencantos”.


Notas

[1] Todas las cursivas entrecomilladas son citas textuales del ensayo reseñado, solo “neoliberalismo” es la excepción, pues Shafik nunca lo usa.


[2] Y otros muchos (desigualdad de rentas, concentración de capital,…) como muy bien ha precisado la reciente obra de Piketty.


[3] En este caso citado por Bauman (1999: 77); actualizar significa aquí que ese “trabaje y contribuya” pueda serlo tanto en un decreciente tiempo asalariado-contratado, como en tiempo dedicado al pro-común o colaborativo y ese ingreso bien podría ser una RBU. Bauman, Z. (1999): Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Gedisa, Barcelona.

 

Albino Prada 
 
Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo, fue miembro del Consejo Gallego de Estadística y del Consejo Económico y Social de Galicia; colabora en medios como Luzes, Tempos Novos, Sin Permiso o infoLibre.​ Es miembro del Consejo Científico​ de Attac España. Su último ensayo publicado es “Trabajo y Capital en el siglo XXI” (2022).
Fuente:
www.sinpermiso.info, 9-10-2022
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la campaña de lula no logró movilizar a los militantes tanto como lo hicieron los bolsonaristas

Brasil: Balance provisional después de la primera vuelta electoral. Dossier

Gilberto Maringoni
Valerio Arcary
Raúl Zibechi
Israel Dutra 



Todavía es posible ganar. ¿Pero cómo?

Gilberto Maringoni

1. El resultado de las elecciones del 2 de octubre está impactando en varios aspectos. La primera y más evidente es el flagrante fracaso de las encuestas: no captaron la fuerza del bolsonarismo y sus agregados en la sociedad brasileña.

2. Brasil es mucho más conservador de lo que nuestra vana filosofía suponía. Para cualquiera que se guíe por un pensamiento democrático y progresista, resulta chocante ver que personas como Hamilton Mourão, Sérgio Moro, Deltan Dallagnol, Ricardo Salles, Mario Frias, Damares Alves, Magno Malta y otros similares sean consagrados por el voto popular. Tenemos aquí el arraigo social de la extrema derecha tras los casi 700.000 muertos de la pandemia, los 33 millones de hambrientos, la apología de las armas y todo lo demás. El fascismo ya no es un cuerpo extraño para nosotros; se ha naturalizado. Al mismo tiempo, este es el país que genera el fenómeno Guilherme Boulos, que transita en dirección contraria, con un millón de votos (electo diputado federal por el PSOL: ndt).

3. Entender cómo y por qué ocurre esto es una tarea ardua y larga. Es interesante saber cómo el embrutecimiento de la vida social se vuelve atractivo para millones de personas.

4. Somos un país tremendamente desigual, con la mayoría de los trabajadores fuera del mercado formal, sin derechos laborales (ni de ciudadanía), mal formados (por la exclusión educativa que proporciona la precariedad de la escuela pública), mal informados (por las redes sociales y por unos medios de comunicación que no están para eso), sin tiempo para el ocio, embrutecidos por la dura batalla diaria y sin perspectivas de futuro. Somos, además, una colectividad fragmentada, marcada por un individualismo atroz, en la que hay pocos incentivos para establecer lazos de solidaridad.

5. Somos, en fin, una sociedad en la que el campesinado tiene un enorme peso en su composición y en la que el favor, el amiguismo y el odio son manifestaciones habituales de las relaciones humanas. Esta ruptura comunitaria, potenciada por el desmantelamiento del mundo del trabajo a lo largo de cuatro décadas de neoliberalismo, nos hace susceptibles de un tipo de liderazgo salvacionista e inorgánico -una especie de neopopulismo, capaz de dirigir voluntades y de transformar la ira social en fuerza política. Este es el resumen del caldo cultural que permite el ascenso del Bolsonarismo. Y nosotros -alineados a un pensamiento democrático y progresista- aún no lo sabemos del todo.

6. ¿Qué sociedad es ésta cuyas voluntades no son captadas por las encuestas de diversos institutos? O más bien, ¿qué son esas encuestas que no son capaces de aprehender y tabular las preferencias inmediatas? Cómo es posible que se siga repitiendo el fenómeno constatado en las elecciones de 2018 en Río de Janeiro, que hizo posible que un candidato desconocido se convirtiera en gobernador hasta la última semana de la campaña? La situación se generaliza, con el cuadro de São Paulo, que invierte la cómoda ventaja medida a favor de Fernando Haddad en su disputa con Tarcísio de Freitas unos días antes de la votación.

7. El bolsonarismo oculto -o avergonzado- es un fenómeno que desafía las estadísticas. Junto a la arrogancia de los que exhiben armas en la cintura están los que sienten vergüenza de declararse votantes de Bolsonaro fuera de la soledad de las urnas. ¿Por qué ocurre esto?

8. En situaciones normales -es decir, en un estudio académico y al margen de las elecciones-, estas conclusiones podrían generar copiosas tesis doctorales. Aquí se trata de evaluar los resultados de las encuestas con un propósito definido: ganar en la segunda vuelta.

9. Si se equivocaron en la mayoría de las contiendas estatales, las encuestas acertaron en el voto nacional de Lula. Los pronósticos daban entre el 47% y el 51% de los votos al ex presidente. Terminó la contienda con el 48,43% de los votos válidos. ¡Le faltaba el 1,57% de los votos para una victoria perfectamente posible en la primera vuelta! El equívoco de las encuestas estaba en segundo lugar. Según los institutos, Bolsonaro tendría entre 37% y 41%. Terminó con un 43,2%, es decir, un 5,23% por detrás del ex presidente. En números redondos, casi 6,2 millones de votos menos.

10. La segunda vuelta es una nueva elección. La ventaja de Lula lo coloca de salida en situación de ventaja. La suma del electorado de Ciro y Simone Tebet asciende al 7,2%. Se desconoce hacia dónde se inclinarán estos casi 7,6 millones de votantes, lo que será decisivo para el resultado final. Si las encuestas -todas- son correctas, Lula vencerá a Bolsonaro.

11. Al examinar las ayudas estatales, la ventaja se invierte. Los partidarios de Bolsonaro ganaron en nueve estados (Acre, Distrito Federal-Brasilia, Goiás, Minas Gerais, Mato Grosso, Paraná, Río de Janeiro, Rondônia y Tocantins), que suman 49.115.309 votantes. Los partidarios de Lula lideraron en 6 (Amapá, Ceará, Maranhâo, Pará, Piauí, Río Grande del Norte), donde viven 23.592.589 votantes. La comparación demuestra que el bolsonarismo no es un fenómeno de los grotescos. En 12 estados, la contienda se resolverá en la segunda vuelta (Alagôas, Amazonas, Bahía, Espirito Santo, Mato Grosso do Sul, Pará, Pernambuco, Santa Catarina, Sergipe, Sâo Paulo, Rondônia y Río Grande do Sul). En este último grupo habrá una feroz campaña de los candidatos presidenciales con los candidatos locales. No se sabe cómo se comportarán los demás, donde se decide el resultado local.

12. La lucha será muy dura. Es posible que Lula gane el día 30 de octubre. Para ello, la campaña tendría que cambiar de tono.

13. Lo primero sería abolir el pasado y los tacos altos en los discursos. Se acabó el "En mi gobierno el pueblo tenía esto y aquello". Lo pasado, pasado está y ahora es el momento de decir claramente lo que se va a hacer. ¿Habrá comida para todos? Si es así, ¿será barato? ¿Habrá puestos de trabajo? ¿Con un sueldo de cuánto? ¿La gasolina será barata? ¿Se pagarán mis deudas? ¿Tendré buena salud? ¿Cómo se resolverá? No es el votante quien tiene que responder, sino la campaña.

14. ¿Tendremos una campaña con mítines que parezcan espectáculos de Rock in Rio, donde el público mira, disfruta y se va a casa? ¿O habrá un mínimo llamado a la movilización? ¿Habrá material? Anunciaron un comité para estas cosas. ¿Lo habrá? ¿Se alejará la campaña televisiva del sentimentalismo cursi del principio, o mantendrá el tono de lucha de los últimos días? ¿Seguirán repitiendo como un disparate que Bolsonaro tiene 51 propiedades compradas con dinero en efectivo o un equipo periodístico irá tras al menos dos o tres y mostrará el valor, dónde están, si son de lujo o no? En otras palabras, ¿se mantendrán en la conversación o harán como Globo en el caso del sitio Atibaia, atribuido a Lula? Allí se mostraron los pedales, las torres de los cables de internet, así como el estanque doméstico. ¿La campaña será concreta o doctrinal?

15. Por encima de todo, debemos tener un jornada que incentive, que llame a la gente a luchar por más votos. Lamamos nuestras heridas este fin de semana para la batalla que se avecina. Será duro, pero valdrá la pena.

Correio da Cidadania, 3-10-2022



“Estamos en una situación de máxima gravedad. Pero es posible vencer”


Valerio Arcary

Para el historiador Valério Arcary, el resultado electoral de la primera vuelta debe ser analizado desde una perspectiva histórica, teniendo en cuenta las disputas políticas en curso en el país desde 2016. "Es en este contexto que debemos valorar las victorias en el Nordeste y el apoyo mayoritario a la candidatura de Lula entre las mujeres, los pobres, los negros y los jóvenes", dijo. Por otro lado, subraya en la siguiente entrevista, la elección de gobernantes de ultraderecha en la primera vuelta indica que la "ultraderecha, en general, y el bolsonarismo, en particular, han revelado que tienen implantación social, capilaridad nacional y que se apoyan en una base social compuesta fundamentalmente por camadas de las clases medias que se han radicalizado a la derecha por diversas razones". Le entrevistan para la revista IHU Online Joao Vitor Santos y Patricia Fachin

- ¿Qué luces se desprenden de los resultados de las encuestas?

La principal luz que emerge del proceso electoral es que debemos mirar los resultados de la primera vuelta con una perspectiva histórica. Veamos la situación reaccionaria que se abrió en 2016, con el impeachment de Dilma, en condiciones dramáticas de un golpe parlamentario legal, apoyado por movilizaciones que llevaron a las calles a millones y millones de personas y que dieron fuerza a la articulación de Eduardo Cunha con Michel Temer en el Congreso Nacional. Creo que hay que recordar 2018, con Lula preso y la presentación de la candidatura Haddad poco antes de la primera vuelta y equiparar la evolución de las coyunturas desde entonces, con el impacto de la pandemia, que revirtió la trayectoria del gobierno de Bolsonaro y abrió la posibilidad de que hayamos ganado la libertad de Lula y la victoria electoral del domingo, que fue importante. Seis millones de votos son seis millones de votos.

Es en este contexto que debemos valorar las victorias en el Nordeste y el apoyo mayoritario a la candidatura de Lula entre las mujeres, los pobres, los negros y los jóvenes. Las victorias estaduales de gobiernos como los de Rio Grande do Norte, Ceará, Piauí, la importancia de la disputa que se producirá en Bahía, con Jerônimo [Rodrigues] en condiciones de ganar las elecciones, la sorpresa de tener a Décio Lima en la segunda vuelta en Santa Catarina, el aumento de las bancada parlamentaria de la izquierda liderada por el PT, eligiendo 80 diputados federales, y la federación liderada por el PSOL, eligiendo 14 diputados federales, son elementos que indican que hay una batalla en curso y que continuará en la segunda vuelta, que, en gran medida, será una nueva elección en la que tenemos las condiciones para buscar la victoria.

- ¿Cuáles son las sombras que aparecen de estas elecciones?

Las sombras resultan del hecho de que el bolsonarismo tuvo una derrota electoral, pero tuvo una victoria política, es decir, consiguió ganar la segunda vuelta que estaba amenazada y la extrema derecha consiguió elegir a [Cláudio] Castro, [Romeu] Zema y Ratinho en la primera vuelta y llevó a Tarcísio [de Freitas] a la segunda vuelta como favorito en São Paulo.

Por tanto, estamos ante una situación en la que la extrema derecha, en general, y el bolsonarismo, en particular, han revelado que tienen implantación social, capilaridad nacional y que se apoyan en una base social compuesta fundamentalmente por camadas de las clases medias que se han radicalizado a la derecha por diversas razones. Uno de ellos es el económico, por la carga de impuestos, la inflación de los servicios privados como la sanidad y la educación, y lo que interpretan como una pérdida de prestigio social. Pero no es sólo la economía.

Estas capas medias se han atrincherado en torno a la defensa de un modo de vida y albergan fuertes rencores contra las transformaciones positivas que se han producido en los últimos 35 años, desde el final de la dictadura. Hay una guerra que es también una disputa de valores, con una visión cultural del mundo. En este marco, la extrema derecha se atrinchera en el mundo de la agroindustria, donde se ha producido una relativa prosperidad. La fracción burguesa vinculada al agronegocio tiene un mayor peso social y arrastra a los nuevos sectores medios surgidos como consecuencia de la valorización de las materias primas en el mercado mundial. Es en este contexto donde tenemos que considerar la cuestión de las perspectivas.

- ¿Cuáles son las perspectivas de futuro que se desprenden de los resultados de las elecciones?

En cuanto a las perspectivas, estamos en una situación de máxima gravedad. El peligro que representa Bolsonaro es la dramática amenaza de una derrota histórica para las fuerzas populares, para la clase trabajadora, para los oprimidos, para las mujeres, los negros, los LGBTQIA+, para los ecologistas. Un segundo mandato de Bolsonaro tendría un efecto catastrófico y sería una amenaza para las libertades democráticas, por lo que debe ser detenido.

El reto que abre la segunda vuelta, ante unas elecciones que comienzan fundamentalmente indefinidas, es levantar la cabeza. Hay un desánimo transitorio y comprensible; será una contienda terrible. La campaña será la más difícil desde el final de la dictadura, pero es posible vencer. Tenemos que creer que vamos a vencer y esto se apoya en un análisis frío de las relaciones de fuerzas. Sabemos que debemos ser conscientes de que subestimar al bolsonarismo ha sido el error más grave de la izquierda brasileña hasta ahora. Pero también es cierto que una experiencia práctica, después de casi cuatro años de gobierno [de Bolsonaro], ha llevado a cientos de millones a sacar conclusiones. Hay que partir de esas conclusiones y, por supuesto, los peligros son los mismos desde el inicio de la campaña electoral, que resumo en tres.

El primero es el "ya ganó". Es una disputa incierta. Es imprescindible luchar con furia, con voluntad, con decisión, ir a los barrios populares, hablar en los centros de trabajo, dialogar con las familias. El segundo peligro es reducir la disputa electoral a una romantización del pasado. Es necesario presentar propuestas concretas que cambien la vida de las personas: qué se hará para garantizar la erradicación del hambre, el derecho al trabajo, la recuperación de los puestos de trabajo, la defensa de la educación pública, el fortalecimiento del SUS (Sistema Único de Salud), la protección de la Amazonia, la ampliación de los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTQIA+. Por último, la tentación de "girar hacia el centro". El "giro al centro" es cuando la izquierda pierde su autenticidad. La izquierda gana cuando defiende valientemente su programa. Si bien es legítimo buscar el apoyo a la candidatura de Lula en esta segunda vuelta, debe haber integridad y dignidad en la defensa de los cambios que corresponden a los intereses de la mayoría explotada y oprimida.

Revista IHU Online, 4-10-2022

Nota de Correspondencia de Prensa: La entrevista colectiva con otros investigadores y académicos, puede leerse integra en portugués: https://www.ihu.unisinos.br/622697-eleicoes-2022-em-debate-as-urnas-conf...

Salto adelante del bolsonarismo

Raúl Zibechi

Lo obtenido por Bolsonaro mostró que la ultraderecha tiene más arraigo del esperado –una implantación capilar a escala nacional–, aunque lo tiene muy difícil para derrotar a Lula en el balotaje.

El 43 por ciento obtenido por el presidente Jair Bolsonaro el domingo 2 no admite explicaciones simplistas. Después de cuatro años de tropelías antidemocráticas, de coquetear con el recuerdo del golpe de Estado de 1964, de amenazar a la Justicia, al parlamento, a los partidos de oposición y de haber hecho una pésima gestión de la pandemia, que se cobró la vida de 700 mil brasileños, el resultado obtenido es una bofetada a todos los que se posicionan contra la ultraderecha.

Entender lo que ha sucedido, las razones por las que el bolsonarismo tiene semejante arraigo en la sociedad supone saltar por encima de las tradicionales excusas que achacan las derrotas del progresismo y de las izquierdas al papel de los grandes medios de comunicación. En esta ocasión, muchos de los principales medios tomaron partido contra Bolsonaro, como lo hicieron la Red Globo, Folha de São Paulo y otros medios masivos, aunque el bolsonarismo tuvo como aliado a una parte de los potentes medios evangélicos.

«Por todo el mapa brasileño lo que se vio fue el crecimiento furioso o la confirmación de una base amplia y aparentemente sólida que oscila entre la derecha y la ultraderecha», señala el periodista brasileño Eric Nepomuceno (Véase artículo “Una victoria de Bolsonaro y la ultraderecha”). En caso de vencer Lula da Silva en la segunda vuelta, el líder petista deberá gobernar a contracorriente, ya que la mayoría del Congreso y la mayor parte de los gobernadores son partidarios de Bolsonaro.

Ideología y economía

En una reciente publicación de la Universidad de Vale do Rio dos Sinos, el economista y profesor del Departamento de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Río Grande del Sur Róber Iturriet Avila sostiene que «la extrema derecha está arraigada y mucho más fuerte de lo que se pensaba. Tiene un tamaño inédito en la historia brasileña, impulsada por empresarios, productores rurales y organismos internacionales» (IHU, 3-X-22).

Para el economista, los bolsonaristas de hoy «son los mismos que se opusieron a Getúlio Vargas y Juscelino Kubitschek en la década de 1950 y a João Goulart en la de 1960» y tienen la fuerza suficiente como para detener reformas progresistas a la vez que «persisten en amenazar las instituciones democráticas, incluso si Lula gana la segunda vuelta». Iturriet Avila pone la lupa en los grupos radicalizados de extrema derecha que pretenden desmantelar la institucionalidad democrática de 1985 y la Constitución de 1988, que se tradujeron en la ampliación de los derechos sociales y de los servicios públicos.

Este tipo de análisis hace hincapié en las ideologías y los valores conservadores, así como en el antirracionalismo que defiende la ultraderecha. Pero, a renglón seguido, Iturriet Avila reconoce que «el sector primario ha logrado ganancias con el gobierno de Bolsonaro y ha habido un aumento en las políticas de transferencia de ingresos» a los sectores populares, aunque las clases medias urbanas perdieron poder adquisitivo y acceso a servicios deteriorados como la educación. En los dos últimos meses, hubo una mejora de la economía y el gobierno decretó una rebaja de 40 por ciento en el precio de los combustibles, por recorte de impuestos.

En efecto, solo el discurso de Bolsonaro contra el comunismo y el Partido de los Trabajadores, los valores conservadores como «Dios, patria y familia» y el rechazo a una supuesta ideología de género no resultarían suficientes para conseguir 50 millones de votos. Por otro lado, la bandera contra la corrupción resultó ser una fachada, ya que los votantes de la ultraderecha hicieron la vista gorda ante la corrupción del gobierno. En efecto, pasaron por alto los escándalos que sacuden al clan Bolsonaro, desde la compra irregular de inmuebles hasta la connivencia de uno de sus hijos con los asesinos de Marielle Franco, entre otros.

Lo que sí le funcionó al bolsonarismo fue la polarización, instalada en el Palacio de Planalto en 2018. Todos los análisis sostienen que Brasil profundizó ese fenómeno, como se refleja en los resultados del domingo, con la derrota de la pretendida tercera vía y la práctica desaparición del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) de Fernando Henrique Cardoso.

Desigualdad y odio a los pobres

Los mercados saludaron los resultados de la primera vuelta con un aumento de casi el 5 por ciento de la Bolsa de San Pablo y una caída de 4 puntos en la cotización local del dólar. Ambas cifras son las mayores en esos rubros en mucho tiempo y, según la columnista de O Globo Miriam Leitão, los grandes empresarios celebran «que Lula será obligado a caminar hacia el centro» (O Globo, 3-X-22). Para el gran capital, no es suficiente la moderación creciente de Lula al colocar de vice a un defensor del neoliberalismo como Geraldo Alckmin.

Es evidente que una parte considerable de la sociedad brasileña rechaza a la izquierda, a la que considera la única fuerza corrupta, al mismo tiempo que adora a los militares y a la cuestionada Policía Militar. Pero también se registra un creciente odio a los pobres, en particular a la población negra y favelada. «Desde que el gobernador Cláudio Castro defendió la violencia policial en las favelas, creció en las encuestas», reflexiona el geógrafo y profesor de la Universidad Federal Fluminense Timo Bartholl.

El profesor en Derecho Ricardo Evandro Santos Martins asegura que «lo que escandaliza a los bolsonaristas, más allá de su pauta moralista cristofascista, es la disminución de la desigualdad social, el horror a la presencia de las clases más pobres en los espacios que antes eran solo de los privilegiados (desde los aeropuertos hasta las universidades). Se trata de un verdadero rechazo a los pobres, de una fobia» (IHU, 3-X-22).

Río, espejo de Brasil

La necesidad de mantener la distinción social y económica, asociada a un apartheid racial, parece caminar pareja con la defensa a ultranza de la violencia de aparatos represivos, como la Policía Militar. Los resultados en Río de Janeiro, una de las ciudades más violentas del continente, se relacionan con esta segregación racial y de clase. Casi el 60 por ciento de los votos para la gobernación se los llevó Castro, aliado de Bolsonaro y heredero del gobernador Wilson Witzel, destituido por causas de corrupción al cumplirse el primer aniversario de su gestión.

Es posible que el estado de Río y la propia ciudad sean un espejo del nuevo Brasil que se va cocinando a fuego lento desde el fin de la dictadura militar. El sociólogo José Cláudio Alves, dedicado al estudio de los grupos parapoliciales, sostiene que las actuales milicias cariocas son herederas de los escuadrones de la muerte. «Cinco décadas de grupos de exterminio dieron como resultado un 70 por ciento de votos a favor de Bolsonaro en la Baixada Fluminense», afirma.

La Baixada es la enorme periferia de Río poblada por 4 millones de personas, que viven en ciudades dormitorio, con graves problemas de vivienda, saneamiento, educación y salud. Las milicias ya controlan, al menos, el 57 por ciento del territorio de Río, lo que equivale a tener casi a 6 millones de personas a merced de organizaciones paramilitares, según una investigación del Grupo de Estudios de Nuevos Ilegalismos de la Universidad Federal Fluminense y el Observatorio de las Metrópolis de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Por eso, Alves sostiene que «en Río de Janeiro la milicia no es un poder paralelo. Es el Estado» (Público, 28-I-19). «El asesino es elegido, el miliciano es elegido. Tiene relaciones directas con el Estado. Es el agente del Estado. Es el Estado. Entonces no me digas que hay una ausencia del Estado. Es el Estado el que determina quién operará el control militarizado y la seguridad en esa zona.» En suma, el miliciano puede ser diputado, alcalde o secretario de Medioambiente.

Este Estado miliciano o paramilitar, similar, quizá, al que gestionó y apuntaló Álvaro Uribe en Colombia, parece ser el modelo que los bolsonaristas están expandiendo a todo el país como forma de mantener los privilegios, con apoyo de amplios sectores del empresariado y de las fuerzas armadas.

Una buena síntesis la ofrece el sociólogo José de Souza Martins, para quien Brasil dejó de ser un país capitalista emergente para retornar al papel de subalterno y dependiente: «País partidizado pero no politizado, Brasil es histórica y políticamente un país con tendencia de derecha, donde la izquierda siempre fue minoritaria» (IHU, 4-X-22). Remata: «Aquí no es derecha o izquierda como en Europa, sino entre más derecha y menos derecha».

Brecha, 7-10-2022



¡Volver a las calles para ganar el 30 de octubre!

Israel Dutra

Lula venció la primera vuelta con el 48,4 % de los votos (57.259.504) frente al 43,2 % de Bolsonaro (51.072.5040, es decir, una ventaja de unos 6 millones de votos. Sin embargo, lo que marcó el resultado - contra la expectativa creada por todas las encuestas-, fue que Bolsonaro lo hizo mucho mejor de lo previsto. Con respecto a Lula, los sondeos se mantuvieron dentro del margen de error, con un 1,6% para que Lula ganara en la primera vuelta, pero se equivocaron en los votos para el actual presidente y, sobre todo, en las contiendas de los estados para gobernador y el Senado.

Lo que explica, en algunos aspectos, es la migración de votos hacia Bolsonaro en la última hora, una especie de voto útil inverso de los sectores más atrasados que estaban con Ciro Gomes y Simone Tebet; además de una intensa movilización de los bolsonaristas para el día de la votación, en las redes y en las calles. Por lo tanto, Bolsonaro ya tuvo una votación en la primera vuelta donde movió (casi) el máximo conjunto de sus fuerzas. Por eso la importancia de caracterizar bien lo que pasó. Lula tendrá que atenerse a ganar al 4% de Simone Tebet y Ciro para consolidar su victoria, además de la necesidad de promover un fuerte movimiento en las calles, del que hablaremos más adelante.

El fenómeno de resultados en contra de las encuestas ya se ha dado en otras elecciones en las que ha actuado la extrema derecha, como con Trump en Estados Unidos y el voto al Brexit en el Reino Unido, entre otros.

El mapa electoral también muestra un país dividido. En el Norte y el Nordeste, el escenario fue de victoria para Lula y sus candidatos; en cambio, en el Medio Oeste y en el interior del país, el bastión del bolsonarismo ganó por bastante margen. De todos modos, en capitales como São Paulo y Porto Alegre Lula ganó con importantes votos para el PSOL en el terreno legislativo.

La lucha continúa para las próximas semanas y nuestras victorias electorales estarán al servicio de la derrota electoral de Bolsonaro, decisiva para los próximos años en el país.

Semanas que valen años


Ante este escenario, más que cualquier otra tarea, es necesario ampliar el esfuerzo en la base de la sociedad, convocando y coordinando acciones políticas y electorales que dialoguen con la mayoría del pueblo que rechaza el gobierno de Bolsonaro. Para ello, nuestros resultados electorales sirven de punto de apoyo a la acción de la clase obrera, la juventud, las mujeres, los negros y los pobres en su conjunto. Debemos articular un frente antifascista para disputar la fuerza social movilizada sobre el terreno, en las periferias y entre los jóvenes.

La primera ronda estuvo marcada por una cierta apatía y poca movilización de la sociedad. A diferencia de otras elecciones pasadas, no hubo conmoción ni grandes concentraciones, ni siquiera en las universidades, aunque sí ocurrieron actos fuertes en algunas ciudades como Porto Alegre, Curitiba y Salvador, así como concentraciones en el sur y el este de São Paulo.

En el espíritu del "vira-voto" (dar vuelta votos) llamamos a toda la militancia, especialmente al electorado del PSOL, a ser la vanguardia voluntaria en las actividades de expansión y disputa para asegurar el esfuerzo final para la elección de Lula. Sólo en las calles podremos enfrentar y frenar cualquier escalada de violencia política -que ya tuvo episodios lamentables en la primera vuelta-, y el relato golpista del bolsonarismo en sus redes. Tenemos que dialogar abiertamente con la gente, debatiendo cuestiones concretas en relación con la vida cotidiana. Este es el reto urgente e inmediato.

Dónde se ha fortalecido la extrema derecha

Bolsonaro creció en la recta final, como se ha dicho, apelando a todos los esfuerzos y, aun así, tendrá dificultades para vencer a Lula en la segunda vuelta. Sin embargo, hubo importantes victorias de la extrema derecha, que queremos señalar y comprender.

Las más relevantes fueron las victorias para el Senado, donde se postularon ex ministros y primeras figuras del bolsonarismo, empezando por el vicepresidente Hamilton Mourão (Río Grande do Sul), Marcos Pontes (São Paulo), Rogério Marinho (Río Grande do Norte), Tereza Cristina (Matto Grosso), entre otras figuras abyectas, elegidas con el apoyo de Bolsonaro, como Damares Alves (Distrito Federal), Magno Malta (Espíritu Santo), Claitinho (Minas Gerais), Seif (Santa Catarina). A nivel de gobiernos, Bolsonaro también tuvo importantes victorias con Ibaneis Rocha (Distrito Federal), Claudio Castro (Río de Janeiro) y Romeu Zema (Minas Gerais), liquidando en disputas de primera vuelta en estados estratégicos. Los buenos resultados de Onyx Lorenzoni (Río Grande do Sul) y Tarcísio de Freitas (São Paulo) -en contra de las encuestas- también ilustran el complejo panorama.

Estos resultados corroboran que existe un movimiento social de una capa importante que va desde sectores de la clase media que ganan entre dos y cinco salarios mínimos y que se extiende a la clase media más rica y a la burguesía. Un movimiento social que se mueve por debajo de las superestructuras de comunicación y o de organización tradicional, que tiene una ideología consolidada de extrema derecha (antifeminista, racista, anticientífica, anticomunista) muy similar al trumpismo y al resto de movimientos de derecha en Europa. Que tiene sus propios mecanismos, beneficiándose del aparato estatal, con sus propias redes de comunicaciones que difunde sus verdades paralelas (los llamados "hechos alternativos" de Steve Bannon, ex asesor de Trump).

En las clases medias más pobres, este movimiento está muy regimentado por las iglesias evangélicas. Este movimiento fundamentalista mostró una gran capacidad de movilización el 7 de septiembre y se mantuvo vivo en todas las actividades de campaña de Bolsonaro y los bolsonaristas. Y esta movilización fue sin duda contagiosa, impregnando a este sector social de forma silenciosa, de tal manera que el fenómeno no apareció en las encuestas con su verdadera magnitud. Este movimiento contó con la ayuda de una relativa mejora de los índices económicos. La baja del precio de la gasolina, y la relativa disminución del desempleo.

No podemos definir que el gobierno de Bolsonaro haya sido un gobierno fascista, porque no se enfrenta a situaciones de ofensiva revolucionaria de los trabajadores, como hizo el fascismo europeo en los años 20 y 30. No es que Bolsonaro no haya tenido ganas de hacerlo, pero hubo resistencias democráticas que lo impidieron desde las calles y también de fracciones de clases que defienden las instituciones que constituyen el régimen democrático-burgués. Pero el bolsonarismo como movimiento contiene todos sus elementos potenciales, que pueden desplegarse de forma diferente en este periodo en el que vivimos, o mejor dicho, ya está apareciendo como un neofascismo. Se vuelven más y más reaccionarios a medida que renuevan su mandato, y esto sucederá en Brasil si gana Bolsonaro. Si esto sucede se iría a una gran posibilidad de un cambio de régimen político hacia un totalitarismo de derechas como ya sucede, por ejemplo, en Hungría.

Nuestras elecciones

El PSOL experimentó un importante crecimiento electoral, superando la cláusula de barrera y situándose entre los partidos más votados en importantes ciudades y estados. Crecimos en la bancada, alcanzando 12 escaños en la Cámara de Diputados como partido y 14 en nuestra federación. El PSOL tuvo más votos que el PSDB y el PDT, consolidándose como segunda fuerza de la izquierda y presentando nuevas figuras protagonistas de las agendas centrales que han cobrado fuerza en los últimos años. Es, más que eso, un partido que sigue -por el momento, como alternativa minoritaria- a pesar del rumbo adaptado hacia la izquierda reformista por el que ha optado la dirección. El PSOL sigue manteniendo su propia personalidad y perfil.

También eligió 22 diputados estaduales, y el Movimiento de Izquierda Socialista (MES) obtuvo importantes victorias en este contexto. En primer lugar, por formar parte del PSOL y la lucha sin cuartel contra el bolsonarismo. Se renovó la bancada federal con Sâmia Bomfim (226 mil votos) y Fernanda Melchionna (200 mil); con cuatro diputados estatales con Luciana Genro (111 mil votos) en RS, Mônica das Pretas (106 mil) en SP, el profesor Josemar (28 mil) en RJ, y Fábio Felix (51 mil) en el DF.

Vivi Reis en el estado amazónico de Pará amplió enormemente su votación en relación a 2018, saltando a 52 mil votos y siendo la más votada del Partido en el estado; con una campaña combativa, que movilizó a la juventud la negritud y las mujeres. Lamentablemente, como resultado del desgaste de la propia dirección del Partido en el estado, no pudimos renovar el escaño que el PSOL Pará tenía hasta hoy en la Cámara Federal.

Ponemos como ejemplo el hecho de que el PSOL es el partido más votado en Porto Alegre y en RS, con Luciana Genro como portavoz, siendo la segunda diputada más votada en el estado, y Fernanda Melchionna consiguiendo un récord de votos, a pesar del fortalecimiento de los conservadores; que Fábio Felix fue el diputado estatal más votado en la historia del Distrito Federal; Sâmia obtuvo 226 mil votos con una elección "orgánica", en la contienda más competitiva del país, con nombres muy importantes; y Josemar y los Pretas son un salto adelante, especialmente por la negritud y por el trabajo de base entre la periferia.

El PSOL obtuvo casi cuatro millones de votos, sumando el 3,57% para los diputados federales a nivel nacional, quedando por delante de partidos como Podemos, PDT y PSDB, en número de votos. Teniendo a Boulos, obteniendo más de un millón de votos en São Paulo y, como dijimos, siendo el Partido más votado en Porto Alegre, sumando casi el 20% de los votos válidos en la ciudad.

La corriente del PSOL MES y otros sectores están fomentando la construcción de liderazgos femeninos y negros. Esto ya forma parte del crecimiento de la corriente y de su balance electoral. Como no limitamos nuestra acción a las luchas por los derechos civiles que ayudan, pero no reemplazan los intereses universales del proletariado, no absolutizamos este criterio, por supuesto. Pero es un criterio fundamental para nuestra construcción y debe ser fortalecido porque refleja una cuestión estructural de la formación social de la clase trabajadora brasileña y es parte del desarrollo de la conciencia de cientos de miles e incluso algunos millones que apuestan por esta construcción. Estos sectores -aunque no tengan una conciencia anticapitalista ni defiendan un programa revolucionario- han llegado a tomar conciencia de la importancia de defender las luchas de las mujeres y de los negros.

Las causas antimachistas y antirracistas llevadas a sus últimas consecuencias juegan un rol importante para desmoronar el sistema capitalista, ya que el capitalismo se estructura bajo la opresión de la mujer y en el caso de Brasil también de la negritud, y deben marcarse como causas decisivas para la defensa universal de los intereses del proletariado y son parte esencial de nuestro programa. Y en este punto nuestro programa se encuentra con una conciencia de masas embrionaria que debe ser reforzada y disputada en una perspectiva socialista.

En este sentido, cabe destacar la elección de Josemar como diputado estadual de Río de Janeiro. Es uno de los pocos dirigentes negros del PSOL, el único negro de los diputados elegidos que vive en la periferia, en la poderosa y convulsa São Gonçalo que puede tener un apoyo mucho mayor para él una vez que se le conozca en su nuevo cargo. En un estado en el que Marcelo Freixo sufrió una aplastante derrota, tras un giro oportunista tan profundo como su derrota, quizás se abra una brecha mayor para la construcción de nuevos liderazgos. Hay que superar la fase de líderes blancos de clase media sin formación marxista de Río de Janeiro.

En São Paulo, los más de 100.000 votos otorgados a la candidatura de Mónica Seixas, de los Pretas, reelegida ahora en formato de mandato con siete mujeres negras y periféricas (Ana Laura, Rose, Leticia, Pollyana, Najara, Karina), en línea con el papel estratégico del mandato de la concejal Luana Alves en la capital. Fabio Félix, también reconocido por causas LGBT y negritud, entró en la historia del Distrito Federal como el diputado distrital más votado, con casi 52 mil votos, multiplicando por cuatro la votación de 2018. Un salto para el PSOL y el MES en la capital del país.

También cabe destacar a candidatos que apoyamos y/o forman parte del campo de la izquierda del PSOL, con importantes victorias, como Glauber en Río de Janeiro, Renato Rosseno en Ceará, Hilton en Bahía y Camila Valadão en Espírito Santo.

Saludamos a la bancada federal del PSOL elegida. Además de Fernanda y Samia: Boulos, Erika, Sonia y Erundina por SP; Tarcisio, Taliria, Chico, Glauber y Henrique por Río; Celia por Minas Gerais; además de los diputados y diputadas estatales Livia por Pará, Linda (SE), Hilton (BA), Camila (ES), Dani (PE), Matheus (RS), Giannazi, Bancada Feminista, Ediane y Gui Cortez (SP), Renato (CE), Renata Souza, Flavio, Dani Monteiro y Yuri (RJ), Marquito (SC).

La polarización se expresó en las bancadas electas del PT y el partido de Bolsonaro

El PT y el PL (Partido Liberal por el cual concurrió Bolsonaro) crecieron en la legislatura, mientras que el llamado Centrão (centro derecha) mantuvo sus posiciones. Fue una elección marcada por la contradicción del multimillonario fondo electoral y una menor participación de la sociedad, como ya se mencionó. Es importante señalar algunos elementos más generales del marco legislativo: el crecimiento de los negros en las nuevas expresiones parlamentarias, en las que el PSOL es uno de los principales agentes aunque no el único; la elección de mujeres trans como respuesta a la reticente LGBTQfobia de los bolsonaristas (Erika, Duda y Linda Brasil); la elección de cuadros del MST, con dos diputados nacionales y cuatro estatales; la entrada de líderes indígenas, como Sonia Guajajara (SP) y Célia Xakriabá (MG)

La extrema derecha eligió a los suyos, con Carla Zambelli, Eduardo Bolsonaro y Eduardo Pazuello y Ricardo Salles, todos del PL, como estrellas del bolsonarismo en la Cámara de Diputados. También hubo delegados y policías "surfeando" el discurso agresivo.

El PSDB tuvo su peor elección, quedando fuera de la segunda vuelta en São Paulo, cayendo de 22 a 13 diputados federales, anunciando un capítulo más de su agotamiento como principal proyecto de la burguesía liberal brasileña. Así lo demuestra la derrota, tras numerosos mandatos, de José Serra, además de la dificultad de la disputa donde las siglas compiten en la segunda vuelta. Es importante señalar que partidos importantes no llegaron a superar la cláusula de barrera. Partidos significativos como PTB, Solidaridad, PROS y Novo tuvieron menos votos que la federación PSOL/REDE, lo que demuestra la fuerza de nuestro partido

El papel de Lula y el PT

La campaña de Lula no logró movilizar a los militantes tanto como lo hicieron los bolsonaristas durante la primera vuelta y, especialmente, el 7 de septiembre. 
Como decíamos, hubo importantes actos en las calles, pero esta no fue la tónica de la primera etapa de la campaña. El PT logró elegir 68 diputados federales, acercándose al PL como mayor bancada, pero lejos de su pico en 2002, cuando tuvo 81 diputados federales electos. En 2022, el partido ganó importantes estados en el Nordeste, como Rafael Fonteles (PI), y Fátima Gomes, reelegida en RN. El partido también consiguió derrotar a Ciro Gomes (PDT) en Ceará, que eligió al gobernador Elmano Freitas (PT). En la segunda vuelta, todavía hay disputas para los gobiernos de SP, SC, BA y SE, después de ver a los aliados ganar en Pará, Amapá, Maranhão, ya en la primera ronda.

Sin embargo, ante la situación de pasividad general y la falta de movilizaciones de masas, el PT no puede movilizar por sí solo a amplios sectores, debido también a su burocratismo y al debilitamiento del aparato sindical

Desde el principio de la campaña, Lula se presentó como un salvador de la Nueva República. Por eso ganó el apoyo de importantes representantes del capitalismo, especialmente Henrique Meirelles, pero el crecimiento de Bolsonaro planteó más dudas y más exigencias. Al fin y al cabo, si gana por votos y no por un golpe de Estado, no es necesario que los grandes empresarios rechacen a Bolsonaro, entre otras cosas porque sus políticas neoliberales están garantizadas sin la inestabilidad política que generaría un golpe de Estado. Como el capital internacional prefiere a Lula, la tendencia de la alta burguesía sigue siendo negociar con el PT. Pero una parte importante de la base social burguesa que estaba con Bolsonaro se ha reforzado, especialmente con la victoria de Tarcisio en Sao Paulo.

Una orientación para luchar y ganar el día 30


Hay una conciencia mediatizada en el movimiento de masas, que es capaz de comentar, lamentar, denunciar pero que no hace, no produce reacciones fuertes contra la brutalidad reaccionaria, racista, misógina, anticomunista; no produce todavía grandes movilizaciones. Esto cambiaría si hubiera un golpe de Estado, pero no parece la perspectiva más probable.

Dentro de este complejo cuadro, del que debemos hacer una amplia evaluación y debatir en profundidad la situación política, empezando por el plano internacional, nuestra orientación es decidida: salir a la calle con amplitud y combatividad para asegurar la victoria de Lula el día 30. Unir fuerzas en todo tipo de iniciativas para que esto se haga realidad.

Tenemos que ponernos al frente: animar a que surjan nuevos espíritus para continuar la campaña, ganar las calles a partir de mañana; salir a hablar con la gente: sin miedo, sin complejos, sin esperar sólo reuniones cumbre

El reto es votar contra el fascismo. Para ello, todo apoyo es bienvenido, debe buscarse y debe ser acogido. No lo hacemos buscando puestos en un posible gobierno de Lula. Al contrario, nuestro partido nació para ser una izquierda independiente y defendemos que siga siéndolo. No podemos limitarnos a comentar nuestros resultados. Son buenos en un contexto en el que existe el peligro de un mayor avance de la ola reaccionaria que se profundizará si gana Bolsonaro. Y esto se puede evitar.

El PSOL debe aprovechar su capital político acumulado para actuar de forma unitaria. Como referencia importante de la izquierda radical, el partido necesita estar en primera línea contra la extrema derecha en esta segunda vuelta, dando un ejemplo de movilización que colabore en la derrota de Bolsonaro y haciéndolo ver como una alternativa de construcción para los amplios sectores que buscan una izquierda coherente tanto en la lucha antifascista como en la lucha contra el neoliberalismo.

Apostamos por la fuerza del pueblo y nos dedicaremos a los grupos de trabajo en los territorios, buscando ganar la vanguardia social para el PSOL, realizando también una amplia campaña de afiliaciones.

Ahora está en juego el destino de los próximos años, y la militancia del MES no faltará a la cita.
Gilberto Maringoni 
 
periodista y profesor de Relaciones Internacionales en la Unifesp (Universidad Federal de San Pablo).
Valerio Arcary 
 
militante de Resistencia, corriente del PSOL, y columnista de Esqueda Online (https://esquerdaonline.com.br/) Es Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica de São Paulo - PUC-SP y doctor en Historia Social por la Universidad de São Paulo - USP. Es profesor jubilado del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de São Paulo - IFSP. Es autor de Nadie dijo que sería fácil (São Paulo: Boitempo, 2022).
Raúl Zibechi 
 
(1952) Antiguo militante del Frente Estudiantil Revolucionario uruguayo, exiliado en España en los años 70, donde militó en el Movimiento Comunista. Editor de internacional en el seminario Brecha, es autor de una numerosa obra sobre los movimientos sociales en América Latina.
Israel Dutra 
 
secretario general del PSOL y dirigente del MES.
Fuente:
Varias
Traducción:
Correspondencia de Prensa
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brasil: cómo conciliar la promesa de un país mejor sin confrontar con la tierra prometida neopentecostal ?

La derecha de Dios






Una clave escamoteada en los análisis sobre la consolidación del Bolsonarismo en Brasil, es el papel que juegan las iglesias evangélicas asociadas a las milicias parapoliciales y el narcotráfico. Una expresión neocristiana que no es el opio de los pueblos, pero tiene adversarios e intereses comunes con los enemigos de la democracia.


El fenómeno de la emergencia de las iglesias evangélicas (porque no es una aunque tengan características y logísticas de penetración territorial comunes) en América Latina y particularmente en Brasil, no es tan novedoso ni carece de narrativas por parte de cientistas sociales, políticos y periodistas. Pero, en líneas generales, se lo confina a una guerra de religiones por captación de feligreses, por la legítima representación de quienes creen que Dios existe y los beneficios derivados del “gobierno de las almas”, básicamente las articulaciones con el poder económico y el político de coyuntura –porque los gobiernos pasan, pero las iglesias quedan- para la captación de fondos destinados a financiar su sostenimiento más allá del diezmo que aportan sus adeptos.

Mirando con crudeza la realidad de las favelas brasileñas, podemos revisar un par de frases caras al marxismo clásico (enemigo declarado de las religiones y punto de coincidencia de neopentecostales y las derechas neo fascistas). La religión ya no es el opio de los pueblos, no porque descarten la dogmática para el disciplinamiento social, les impidan tomar consciencia de las estructuras de dominación capitalista o colisionen con otras prácticas alienantes y esclavizantes (como el consumo problemático de estupefacientes), sino porque a las granjas y casas de recuperación de adictos, los cultos cristiano-evangélicos les sumaron la conversión de grupos narcotraficantes operativos en barrios marginales, de sus líderes encarcelados, para desplazar la sociedad existente hasta mediados de los ochentas, entre el narcotráfico y las religiones afrobrasileñas (como Umbanda y Candomblé). Hacia fines de 1990 las iglesias evangélicas conformaron una red de una capilaridad ejemplar, mucho más ágil y profunda que la de los cultos tradicionales y entre 2000 y 2010 incrementaron su presencia territorial en un 60%.

La abundante presencia evangélica para la conversión en las penitenciarías brasileñas logró que las tres fracciones dominantes del narcodelito fundadas en las cárceles (Comando Vermelho, Terceiro Comando y el Primero Comando da Capital), cuenten con militantes y comandancias que abrazan la fe neopentecostal. Una subfacción del Comando Terceiro (el Bonde Jesus) es responsable de la vandalización de templos umbandas y católicos en favelas de San Pablo y Río de Janeiro, como así también de la expulsión de sus sacerdotes. Para semejante operación, establecieron acuerdos con el verdadero poder militar en ésos territorios, las milicias parapoliciales y paramilitares que controlan barrios enteros y son una rémora viviente (además del actual presidente brasileño y muchos funcionarios del Partido Liberal) de las dictaduras militares.

Hay otra frase que nuestras izquierdas y populismos pronuncian con entusiasmo cada vez que triunfa una revuelta obrero estudiantil en América Latina (como la Primavera Chilena) o gana elecciones un presidente nacional y popular (como va a suceder con Lula en pocos días): “un fantasma recorre Latinoamérica”. Lejos del color rojo, ni siquiera rosado, el fantasma que recorre el continente del que el progresismo espera tanto, es el del neopentecostalismo. Ahora bien, qué piensan? Cómo articulan políticamente? Y sobre todo…pese a ser absolutamente capitalistas, promueven algún cambio social?

Es con las religiones adentro


Los redactores suelen escuchar a sus lectores mientras escriben, de hecho ahora mismo puedo oír con claridad algunas objeciones: por reduccionista, parcial y anticlerical. Reduccionista seguro, hay que presentar un problema complejo en no más de 1200 caracteres, parcial también (la verdadera objetividad es la honestidad ideológica), pero no anticlerical. La religiosidad, la humana y apasionante necesidad de creer en algo superior trascendente que le dé sentido a una existencia finita, antes de que estructuraran los relatos salvíficos y sus instituciones administrativas, es un atributo notable. Dicho claramente: los cultos evangélicos son parte de un cambio civilizatorio que excede las particularidades nacionales y continentales y sacude a los populismos tradicionales y sus prácticas alfabetizadoras. Hoy el gran alfabetizador político y proveedor de oportunidades de movilidad social (incluso para las mujeres, como pastoras lideresas) no son ni la política tradicional ni el catolicismo, son las iglesias pentecostales, una novedosa expresión del capitalismo que viene a salvar al capitalismo. Sin comprender esto, no puede entenderse ni la realidad brasileña, ni la magnitud de los desafíos que enfrentará Lula de imponerse el 30/10, ni se puede consolidar sobre bases reales ningún proyecto político en América Latina.

Es cierto que –con matices- les pentecostales coinciden en un puñado de características: promueven la prosperidad económica como un fin divino, desarrollan un marketing multimedial de la fe, practican las curas divinas o sanaciones espectaculares y colectivas, colectan adeptos en las clases populares con un discurso aspiracional clasemediero (en alineación perfecta con el neoliberalismo), el iglecrecimiento (llevando la apelación del Evangelio de Mateo “id pues y haced discípulos en todas las naciones” a un nivel superior, con novedosas formas de proselitismo y organización territorial) y militan una “guerra espiritual” contra el Diablo por el destino de la humanidad, contra los feminismos, el comunismo ateo, el populismo de izquierda, la diversidades sexuales “enfermizas” y –en algunos casos- el semitismo imperialista.



Buena parte del 43,50% de votos obtenidos por el PL, provienen del apoyo explícito de las iglesias evangélicas brasileñas. Claves en la segunda vuelta.

Son además anti-intelectuales, escasamente ecuménicos y abusan del coaching emocional. Desprecian los estudios teológicos o histórico-políticos y dan batallas culturales a todo nivel con apelaciones simples y desafiantes, reñidas con toda prueba o dato científicamente construido, pero accesibles para cualquiera. Según una encuesta de Datafolha de 2019, los evangélicos representaban el 31% de la población brasileña contra un 50% de católicos autopercibidos. Pero se prevé que en 2032 se conviertan en el grupo mayoritario en Brasil.

Brasil fue colonizado por tres olas pentecostales, separadas y consecutivas. Es la segunda (1950-1970) la que inaugura un evangelismo popular con gran penetración en la radio y la televisión, basada en un modelo americano de telepastores carismáticos, en la multiplicación de templos de adoración y curas divinas. Hoy los templos evangélicos duplican a los católicos en cantidad y los superan ampliamente en presencia territorial.

Son una de la mayores fuerzas parlamentarias, aglutinados en torno del Frente Parlamentario de Seguridad Pública (FPSP) y el Frente Parlamentario Evangélico (FPE), aliados estratégicos de Bolsonaro pero cuyo mayor crecimiento se dio precisamente durante los gobiernos del PT. Hacia fines de 2019, el 66% de los diputados brasileños pertenecía a alguno de los dos frentes, montados en la frase que se convirtió en norma durante los últimos 30 años: "el hermano vota por el hermano". También es cierto que luego fueron determinantes en el impeachement a Dilma Roussef, pese a las concesiones y acuerdos celebrados. Retomando el hilo del comienzo, desde el parlamento proveen de inmunidad a los negocios ilegales con que algunas expresiones evangélicas se asocian a narcos y paralimitares en el territorio, como en el caso del Complejo Israel, dirigido por Aaron Rosa, hermano bíblico de Moisés.

Sigue pendiente dimensionar éste fenómeno sin esquematismos ni prejuicios, elaborar una cartografía de sus variantes, la magnitud y las modalidades que asumen en diferentes países y de las características de penetración que hoy los convierten en parte del poder real que asedia a los movimientos emancipatorios latinoamericanos. No existe estudio serio que no se proponga adentrarse en sus fuentes de financiamiento, en el modo en que –superando pruritos del culto católico- se articulan territorialmente con quienes administran negocios ilegales (y el rol de las iglesias en el lavado de dinero).

De cara a la segunda vuelta, Lula ya les prometió tres cosas: tolerar el control territorial de las milicias (el 57% del total en Río de Janeiro), no tocar la legislación vigente sobre cultos e impuestos religiosos, ni promover ninguna despenalización del aborto. Hacer algo diferente con ésa argamasa política, con ésas correlaciones de fuerzas, conciliar la promesa de un país mejor sin confrontar con la tierra prometida neopentecostal y un discurso plagado de exclusiones y odios focalizados.

Un desafío enorme para cualquiera, incluso para Dios, que exista o no, es invocado por derecha e izquierda y está en todos los detalles.
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país de boludos: brasil y el horizonte de conflictos

  

El triunfo de Lula en las elecciones presidenciales de Brasil. Gran elección de la derecha concentrada en Jair Bolsonaro. Cómo quedó configurado el congreso. 

La importancia del CENTRAO y el horizonte de conflictos para el PT. 

Cómo repercute la elección en Argentina, enn el Mercosur pero sobre todo en las enseñanzas que uno puede sacar con las similitudes del caso.
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lulismo y bolsonarismo : dos respuestas tal vez antagónicas, a un mismo proceso estructural

 

 

El mensaje de la elección de Lula para la política argentina

A pesar de ser poderosa, la ultraderecha en el país vecino fue derrotada en la primera vuelta y seguramente lo será en la segunda, lo que muestra que los proyectos de país nacionales y populares siguen siendo electoralmente muy potentes.


Artemio López


La elección de Lula demuestra que las opciones populares son competitivas.


El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se mantiene como favorito para el balotaje del 30 de octubre, tras haber conseguido una de sus mejores elecciones: superó por más de seis millones de votos al actual mandatario Jair Bolsonaro y le sacó cinco puntos de distancia. Un balotaje que, a mi entender, ya está definido a favor del líder del Partido de los Trabajadores.
La desindustrialización que sufrió Brasil fue clave en el diseño del nuevo mapa electoral: el eje de Lula se corrió del obrero industrial de San Pablo al Nordeste del país, un electorado más pobre y que quiere satisfacer sus extremas carencias de hambre y educación. Por otro lado, la reprimarización también propició el factor Bolsonaro. 

El lulismo y el bolsonarismo son dos respuestas diferentes, tal vez antagónica, a las tranformaciones de la estructura económico-social de Brasil en los últimos 40 años.


En la Argentina, los procesos de desindustrialización que provocaron la dictadura militar y el neoliberalismo hicieron que la ultraderecha empezara a florecer y tenga competitividad electoral.

La buena noticia en Brasil es que, a pesar de ser poderosa, esa ultraderecha fue derrotada en la primera vuelta (y seguramente lo será en la segunda) por una opción nacional y popular. Es decir que, incluso en una situación compleja, este tipo de proyectos de país nacionales y populares siguen siendo electoralmente muy potentes.

Tomemos nota hacia las presidenciales de 2023: el centro y la moderación desaparecieron en Brasil, solo quedaron dos liderazgos fuertes que son los que definirán la contienda.

Lula sigue como favorito para el balotaje, según las encuestas

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se mantiene como favorito para el balotaje del 30 de octubre y el actual mandatario Jair Bolsonaro está a cinco puntos de distancia, según las primeras encuestas del instituto Datafolha.

Lula tiene una intención de voto del 49% contra el 44% de Bolsonaro. Hay un 2% que no sabe qué votar y 6% que optará por votar en blanco o anular el sufragio. Es decir que, en votos válidos, Lula logra el 53% contra el 47% de Bolsonaro.

El margen de error es de dos puntos porcentuales, con lo cual el resultado más ajustado en el sondeo podría ser de 51% a 49%.

De cara al balotaje, el líder del PT obtuvo eel apoyo de la tercera candidata más votada, Simone Tebet, del Movimiento de la Democracia Brasileña (MDB), que recibió 4,1%, y del cuarto, Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT), con 3%.

Mientras que Bolsonaro logró el apoyo de los gobernadores de San Pablo y Minas Gerais, los dos principales distritos electorales del país.

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10/09/2022

tinta roja (1941)

 

 

Aníbal Troilo

Roberto Goyeneche

Tinta roja 


Relacionado - Malevos que ya no son -

La responsable de este desborde y alteración de la paz es CFK, que nuevamente atropella las instituciones, creyéndose por encima de la ley. Se victimiza para promover el caos. Envío mi apoyo a las fuerzas de seguridad y al Gobierno de la Ciudad y mi solidaridad con los vecinos.

— Mauricio Macri (@mauriciomacri) August 27, 2022

Mi repudio absoluto al ataque sufrido por Cristina Kirchner que afortunadamente no ha tenido consecuencias para la vicepresidenta. Este gravísimo hecho exige un inmediato y profundo esclarecimiento por parte de la justicia y las fuerzas de seguridad.

— Mauricio Macri (@mauriciomacri) September 2, 2022

Jajajaja pic.twitter.com/JGytSd2gut

— R E P L I C A N T (@Roybattyforever) October 8, 2022
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brasil: nadie se aburre


¿UN LULA PENDULAR Y DISCIPLINADO?


Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont

Las urnas no son para depositar odios, son para depositar esperanzas
(Lula)

La eficacia comunicacional de medios convenció a la población de Brasil, y a gran parte de la población mundial, que un evento de escasa probabilidad de ocurrencia se tornara un suceso de expectativas ciertas de materializarse. Esto es, que el Partido de los Trabajadores de Brasil ganara las elecciones presidenciales en primera vuelta.

Esta fabulosa idea, como confirman las estadísticas históricas de las votaciones en primer turno del PT desde 1989 (véase cuadro anexo), empañó lo que debería haberse marcado como una fiesta. En 33 años, en esta elección Lula obtuvo la mayor cantidad de votos de su historia, 57.294.504, y en porcentaje solo en dos elecciones el PT alcanzó más del 48% de los votos, en 2006 y ahora. Empero, se dio alas a la algarabía bolsonarista, que ciertamente realizó una gran elección, acompañado de los errores de las encuestadoras que lo perjudicaban abiertamente, y que estimaban un rango de diferencia con Lula entre 7 y 14% de los votos. O sea, cualquier votación por encima del 35% hubiera resultado exitosa.





Fuente: El Tábano Economista en base a datos oficiales

Por lo tanto, el análisis debería de dividirse en dos, la gran elección de Bolsonaro y su porqué, y en caso de Lula, qué probabilidades tendría de gobernar en caso en que de llegarse a repetir en la segunda vuelta la ventaja que tuvo en la primera y fuera elegido presidente de la república. Según los números, su vida no será fácil con la Cámara de Diputados. Los partidos aliados a Bolsonaro acabaron eligiendo un número mucho mayor de diputados, esto es, no tendría mayoría al inicio de su mandato. Se rompe así el tipo de hegemonía que, en la mayoría de los casos, desde la redemocratización, se ha verificado.

El Partido Liberal (PL), el partido de Jair Bolsonaro, eligió el mayor número de diputados federales (99). La Federación Brasileña, coalición del PT (incluye PT, PV y PCdoB) eligió 80 diputados. El PSB, el partido del vicepresidente de Lula, Geraldo Alckmin, eligió 14 diputados. La Federación Psol/Rede otros 14. Una suma inicial para Lula de 108 diputados como se ve en cuadro.

En caso de una eventual victoria de Bolsonaro, el resultado de la Cámara le daría una mayoría inicial un poco más holgada. Tras el PL, el PP, del actual presidente de la Cámara, Arturo Lira eligió a 47 diputados. Los republicanos, otros 41. Sumarían 187 parlamentarios a la bancada inicial de Bolsonaro.





Fuente: elaboración propia en base a TSE.

Ambos dependerán mucho, entonces, del comportamiento de las bancadas que apoyaron a otros candidatos o que se mantuvieron neutrales en las elecciones presidenciales. El partido de União Brasil (tiene como senador al juez del Lava Jato, Sergio Moro, y de diputado al fiscal Deltan Dallagnol), eligió 59 diputados. El MDB con 42 diputados, antes PMDB ahora MDB, es el partido político brasileño que más sobornos recibió de Odebrecht y dará, se supone, el voto a Lula.

Veamos el panorama. El Movimiento Democrático Brasileño (MDB) apoyó el proceso de destitución de Dilma Rousseff. Pertenecían a sus filas Eduardo Cunha, quien orquestó el golpe, ahora preso por corrupción, evasión fiscal y lavado de dinero. El ex presidente Michel Temer, vice de Dilma y Henrique Meirelles, entre otros. Este último fue presidente del Banco Central de Brasil con Lula y Ministro de economía con Temer, o sea realmente de temer. Por el lado de Bolsonaro con el apoyo de União Brasil tendría el 48% de la cámara, con el Partido Social Democrático 42 obtendría el 56% de la cámara. Quedaría PDT de Ciro Gomes, 17, PSDB con 13, Podemos 12, y aun acompañado el MDB el PT llegaría al 37%.

Algo parecido sucede en el senado, el presidente Jair Bolsonaro fue el gran triunfador en las elecciones al Senado. Su partido, eligió al mayor número de senadores y, a partir de enero de 2023, tendrá la bancada más numerosa de la Cámara. Además, Bolsonaro vio ganar la disputa a aliados como el vicepresidente Hamilton Mourão, la exministra de la Mujer Damares Alves ambos de los republicanos, y la exministra Tereza Cristina o el general Eduardo Pazuello diputado por el PP, quien dirigió la cartera de Salud en una de las peores fases de la pandemia con 650 mil muertos. De los 27 senadores elegidos, ocho son del PL, el doble de los senadores elegidos por el PT

Los resultados consolidan al PL de Bolsonaro como el partido con mayor bancada en la Cámara, integrada por 81 senadores. En caso que União Brasil (11) el PSD (11) y el PP (6) apoyen a Bolsonaro tendría más del 50% de la cámara.





Fuente: elaboración propia en base a TSE

Dado este panorama, y descontando, según mi parecer, que Bolsonaro abandonará la presidencia de Brasil, y lo hará con mucho más poder que cuando entró, de hecho y dependiendo de sus movimientos, la gran fuerza de oposición, que imposibilite, dificulte y condicione las políticas del nuevo gobierno será una corriente neofascista de masas, apoyada por el congreso, militares y una parte importante de los medios, evangelistas y la burguesía brasileña.

La gran pregunta, y dada las similitudes con Argentina, es cómo se llegó hasta esta instancia. Después de la crisis de la deuda y la década perdida en Latinoamérica, el advenimiento del neoliberalismo provocó una crisis estructural de sus economías generando una reorganización económica que eliminó el vector central del desarrollo, la industria. Los países se convirtieron otra vez en productores de materia prima y productos agrícolas. Eso implica, particularmente en los países que habían alcanzado un grado más elevado de industrialización, como con Brasil y Argentina, un deterioro y una degradación de su aparato industrial y, por ende, de la perdida de participación salarial de los trabajadores que agravó sus condiciones sociales.

El progresismo, o una tímida “izquierda”, pudo capitalizar ese malestar durante los primeros diez años del siglo veintiuno, pero como veremos, por obvias razones las mejoras fueron temporales. La descomposición social del neoliberalismo fortaleció a los movimientos progresistas, pero este progresismo es líquido, no es rupturista ni cambiante, no es revolucionario, no quiere modificar al sistema, no le interesa cambiar la matriz productiva, distributiva, social, porque no tiene otro modelo en su carta que el neoextraccionismo para echar a funcionar.

Se trataba ahora de llegar al gobierno por la vía institucional y cambiar desde adentro con una estrategia muy gradualista, un capitalismo humano, comprensible, justo, o sea, nada más lejano al capitalismo. Esos gobiernos lograron en algún momento mejorar la situación del pueblo sin introducir cambios estructurales. Simplemente se amplió la demanda mejorando el poder adquisitivo de las mayorías. Pero eso tiene un límite, porque solamente funciona cuando el mercado está en su fase de expansión a nivel global. La interpretación de Breno Altman es la realidad misma: “cuando se modifica la expansión económica, como sucedió a partir del 2008, ocurre que esos factores utilizados como resortes por los gobiernos progresistas pasan a ser para la burguesía gastos que hacen crecer sus costos de producción y reducen su tasa de ganancia. Entonces comenzaron a presionar por una agenda ultra liberal para reducir los sueldos, rebajar derechos y de ahí para adelante. Esa es la base material que acá en Brasil lleva a la burguesía a dar un giro en dirección al golpe en 2016.”

Según Altman, el PT hizo una cosa muy rara: una alianza entre los más pobres y los súper ricos, la misma comunión del kirchnerismo. Los millonarios, los industriales, ganaron plata como jamás lo habían hecho, porque no se alteró su stock de riquezas, ni la estructura impositiva, ni su renta, ni la matriz productiva. Los más pobres crecieron en su poder de compra y participación del ingreso, gracias a las transferencias que tenían como fuente los impuestos que salían de las capas medias y de las retenciones en Argentina. Eso hizo que los sectores medios se sintieran doblemente presionados, alejados de su sueño de formar parte de la burguesías y acosados, en el caso de Brasil, por ser alcanzados por los 40 millones que salieron de la pobreza, lo que generó nuevas demandas, y en Argentina, tras el colapso de la economía en 2001-2002, el 54% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, una cifra que el gobierno logró reducir en 2013 al 5,4%.

Cuando la economía mundial entró en crisis y comenzó a mermar la exuberante rentabilidad, la puja por los beneficios se transformó en costo para el establishment, entonces llegaron los ajustes en Brasil y el estancamiento en la Argentina. La publicidad de hechos de corrupción, que no han cesado aun hoy, sin prueba alguna o inventadas en ambos casos, expone al PT como un nido de corruptos al igual que al kirchnerismo. Una parte de los ciudadanos empezaron a ser atraídos por un discurso de extrema derecha que puso en el centro la lucha anticorrupción. Dos protagonistas secundarios de la política, Bolsonaro por un lado y uno de los dueños de la Argentina por el otro, podían ser los marginales que combatan los actos deshonestos. La ecuación es simple: la plata que pagas en impuestos se la roban los políticos. ¿Qué hacen los partidos burgueses desde 2013, cuando se desatan las grandes manifestaciones contra Dilma? Se abona el golpe, o se desprestigia, como en la Argentina a la actual vicepresidenta.

Altam utiliza una expresión para describir a Bolsonaro: él es liberal-fascista, es alguien a quien no invitarías a comer a tu casa, pero sirve para pelear contra los movimientos nacionales y populares. Sus ideas son ultraliberales en términos económicos, como el establishment argentino. Pero su lógica es fascista en términos de la organización del Estado. A ambos, poniendo a Patricia Bullrich como representación de Cambiemos, les encantaría modificar el régimen político por alguna forma de Estado policial, pero su modelo no son las viejas dictaduras. Su ideal es la Colombia de Uribe, o sea una pantalla institucional donde todo parece funcionar muy bien pero, por abajo, hay un Estado policial que mata mucho más que la dictadura argentina. Los falsos positivos.

Entonces, ¿qué hacer? El periodista brasileño da una idea de las pujas internas del PT, que no se dio en el Frente de Todos, en su entrevista con la revista Crisis. Cuenta que “dentro del PT muchos propusimos otro camino. En la primera vuelta tener un programa y una alianza de izquierda, construir fuerza social, había espacio político por el aislamiento de Bolsonaro y el colapso de los partidos de centro, y si hubiera una segunda vuelta ahí sí hacer un frente amplio. Pero sin crear la misma gran coalición del proceso anterior. Claro que había riesgo en lo que nosotros proponíamos. Y Lula que es un pragmático dijo: ‘No, ese camino tiene riesgos porque quizás la burguesía reconstruye el centro político y en vez de ir a una segunda vuelta contra Bolsonaro tenemos que ir contra ellos. En ese escenario perdemos. No podemos correr el riesgo. Tenemos que neutralizar cualquier chance’ ¿Y cuál es la forma de neutralizar? Irse al centro.”

El centro se transforma en derecha y esta en la aceptación de un gradualismo tímido que termina siendo funcional a la concentración del ingreso y es amigo silencioso de la pobreza. Lula se enfrentará con un escenario del Congreso ya descrito, al que hay que agregarle un mundo que está ingresando a una nueva guerra fría, o ya entró, con el ascenso de China. ¿La vocación brasileña es occidentalista? O sea, ¿forma parte de un vagón en el tren que tiene como cabeza a los Estados Unidos y que la política del PT puso a Brasil fuera de ese tren? ¿Puede tener una vía autónoma de desarrollo con el nuevo gobierno o es una idea fracasada?

El problema, en ambos lados de la frontera, es que los que tienen hambre tienen prisa, las mayorías populares no pueden tener paciencia y esto ayuda a la oposición y limita la gobernanza. El 2023 está a la vuelta de esquina para Lula y para el Frente de Todos con elecciones en Argentina. La llamada Bolsa Familia de 2003 a fines de 2021, el programa creado por el expresidente y ahora candidato Luiz Inácio Lula da Silva, mutó en manos del opositor Jair Bolsonaro a Auxilio Brasil y fue aumentado en vísperas de las elecciones, en agosto, de R$ 400 (U$S 77) a R$ 600 (U$S 115).

El aumento de valor, sin embargo, no significa la extensión de esa renta básica para el próximo año, ya que la previsión dada en el Proyecto de Ley de Presupuesto Anual la reduce, como el presupuesto 2023 en Argentina, donde el gasto social cae considerablemente. El hambre es una agenda. Se deben implementar varias políticas públicas para solucionar el problema, no solo el Bolsa Familia o Programa Nacional de Alimentación Escolar, entre otros, un conjunto de políticas sociales donde tienen un papel central las políticas económicas; no puede haber un debate para asegurarse ¡que el hambre existe!

Este Lula reformateado, seguramente pendular, acosado por derecha y por izquierda, con 76 años, que opera con la lógica del pueblo, hará que seguramente veamos a varios Lulas. Como dice Altman, Lula es un encantador de serpientes, el problema es que trabaja con serpientes, y viendo la osadía americana en atacar los gasoductos Nord Stream I y II, se puede estimar a dónde puede llegar asociado con la burguesía brasileña, la no alineación activa con afinidades regionales será compleja. Lula tendrá mucha más presión que al inicio del siglo, pero como sostuvimos en el escrito anterior, también en la grieta hay un abanico de posibilidades que antes no existía.

Nadie morirá de aburrimiento de los dos lados de la frontera en el 2023.

Relacionado

Del Petismo, al Lulismo. Del proletariado industrial paulista al sub proletariado nordestino. Cuatro décadas de neoliberalismo y desindustrialización creciente.
https://t.co/AexXQhnMT8

— Artemio López (@Lupo55) October 8, 2022
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