
Sucedáneo del ladriprogresismo en su variante fresh air, el ladriambientalismo también supone la utilización abusiva de la máscara censora, la denuncia permanente al zocaire a fin de ocultar el bochorno gestivo.
El burócrata ladriambientalista no es capaz de limpiar una pecera, pero denuncia con sagrada furia la contaminación del Mar Caspio. No asume su lugar de funcionario público, sus responsabilidades indelegables, y emprende una lucha absurda por mantener su eterna vocación de fiscal republicano, especie de mega buena conciencia de la sociedad, esta vez del aire puro y de las rías transparentes.
Una farsa más que concluye hoy, y de la que aún quedan vestigios en el gobierno nacional, que deberán ser abandonados más temprano que tarde.
Siga achicando lastre Cristina!