Entrevista con el 'número dos' de Podemos
"A Rajoy le vendría mejor un Podemos arrinconado en la izquierda de protesta""Antepongo las cuestiones políticas a las personales y organizativas. La gente exige un pacto pero para mí no vale cualquier acuerdo""Se acabó que al ganar laminas la pluralidad porque ésta ha venido para quedarse y es cambiante. No hay que verla como una amenaza"
ÁLVARO CARVAJAL
Madrid@alvaro7carvajal
Después de un año de encontronazos con Pablo Iglesias, Íñigo Errejón da un paso al frente para forzarle a «corregir el rumbo» de Podemos de una deriva más radical y de «protesta». El secretario político y número dos de la formación urge a recuperar la iniciativa, transmitir «orden» y cambiar el estilo
¿Cuáles son las mayores diferencias con las tesis de Iglesias?
Sobre todo, en qué momento estamos y, por tanto, en nuestras tareas. Nosotros interpretamos que hay un Gobierno débil, sin agenda, sin mayoría, que ha comprado tiempo pero no ha cerrado las oportunidades. De ahí se deduce la segunda diferencia: qué Podemos necesitamos. Ellos plantean hacer músculo y fortalecerse en la resistencia para esperar a las siguientes elecciones. No podemos hacer eso. España no puede esperar tres años y tampoco debemos, porque se pueden ir avanzando posiciones y conquistas que permitan derrotar al PP y prepararte para ser fuerza de gobierno. Esto último no se construye en una campaña electoral, sino antes. Hay diferencias políticas sustanciales y otras más puntuales como la relación con IU o temas organizativos.
¿No son rumbos antagónicos?
Creo que no. Estamos recuperando una parte del espíritu y rumbo de Podemos desde las europeas a las elecciones del 20-D. Ése es el correcto. Hicimos cosas mal, por eso abordamos de forma muy honesta la autocrítica. No estamos planteando cuestiones antagónicas, pero hay que elegir. No se puede ir a dos sitios a la vez porque uno se queda dando vueltas sobre sí mismo. Creo que no hay nada más radical que aspirar a construir gobierno y poder para transformar las cosas. Pedimos recuperar la iniciativa y ser útiles desde ya. Hay que anticipar el trabajo. Antes están los ayuntamientos del cambio, a los que no podemos dejar solos, o las comunidades autónomas donde sostenemos gobiernos. No son cuestiones contradictorias pero sí creo que hay que discutir. Se puede encontrar una síntesis. Eso no lo hace uno, se hace colaborando, ya que somos una organización plural.
Su texto hace una crítica demoledora a la gestión política de Iglesias en 2016. ¿Quién ha dejado a quién? ¿Iglesias a usted o al revés?
El documento hace una autocrítica de un rumbo que hemos firmado todos. Del que me corresponsabilizo y firmo en primera persona. En 2016 algunas veces hemos cometidos errores y eso explica una parte de los límites que hemos encontrado. Nos hemos equivocado al valorar la resistencia del entusiasmo de algunos sectores sociales y la apreciación por el orden. Una parte de la gente valoraba que hubiera fuerzas políticas que les mostraran certezas, que no sólo dijeran lo que no queríamos o lo que no funcionaba. Sino que nos mostráramos como garantía de la posibilidad de un orden alternativo, pero de un orden. No nos podemos equivocar; al pensar la transformación política en España hay que pensarla en un país donde el Estado funciona, las administraciones públicas funcionan... Las posiciones son muy complejas. Uno no gana sólo diciendo 'que se vayan todos', sino teniendo la capacidad de ofrecer orden a quienes querrían que las cosas fueran diferentes. Es verdad que el bloqueo político de 2016 ha pasado más factura a las fuerzas del cambio que a las fuerzas conservadoras. Hay que analizarlo para no repetir el error.
Pero hay errores que se citan como la «obsesión» con el PSOE, la «soberbia», la «inmadurez»... Críticas que sí se han personalizado desde fuera de Podemos en Iglesias. Hay una crítica expresa a su liderazgo.
A quien en esas críticas las intente poner sólo un nombre propio como Pablo, que es mi secretario general, yo me pongo al lado, porque yo formé parte de todas aquellas decisiones. A lo mejor no teníamos la suficiente información o no analizamos suficientemente bien todos los pasos y eso explica algunos errores, pero no son de una persona, sino de una dirección. Los firmo igual. Una vez que entramos en el Parlamento y hubo la posibilidad de formar gobierno deberíamos haber prestado más atención a las jugadas de largo plazo que a los golpes de efecto inmediatos. No puedes vivir pensando sólo en la semana siguiente, tienes que hacer apuestas más sólidas.
¿Por qué no se quejó entonces y se ha callado hasta ahora?
Porque las cosas se ven mejor con perspectiva, evaluar el impacto cuando el efecto se produce. Perdimos empuje del 20-D al 26-J. No fue por la confluencia con IU ni la campaña, lo habíamos perdido antes de las elecciones. Nos olvidamos de que Podemos es una fuerza política nacida para ser locomotora y no tiene que confiar su suerte a que le vaya mal a los demás, sino a hacerlo mejor. Sería una locura que Podemos viva obsesionada con otras fuerzas. Queremos recuperar las instituciones. Para eso hay que desalojar a los partidos tradicionales, pero no se hace obsesionándose con ellos, sino representando mejor la posibilidad de un país más justo. La construcción de mayorías se hace en positivo para no hablar fundamentalmente a los tuyos. Queremos ofrecer un horizonte a los que no piensan votarnos.
Por lo que plantea, el rumbo de Iglesias repite esos mismos errores.
No me queda muy claro en su documento, pero creo que nos hemos desviado del rumbo. Ha habido una parte de quienes simpatizaron con nosotros que han podido tener cierta desconexión y no han entendido cosas que hemos hecho. Hay que hacer cierta autocrítica. No para fustigarse, sino para hacerlo mejor.
¿Entonces incidir en esos errores profundizaría esa desconexión?
A Rajoy nada le vendría mejor que un Podemos arrinconado en la izquierda, exclusivamente de protesta pero que cede la conducción de su país. Las riendas del país no te las dan porque ganes con un voto. Te la da primero la cabeza de la gente si, cuando aún no gobiernas, imaginan que eres capaz de construir un país más justo. Eso se gana ahora. El proyecto de la restauración de intentar devolvernos al bipartidismo tiene un objetivo: mostrar a Podemos como fuerza folclórica que fue resultado de aquellos años en que vivimos peligrosamente. Por tanto, hay que hacer lo contrario. Es una tesis legítima, pero yo no comparto que Podemos sólo puede ganar en la excepción y que si la vida vuelve a normalizarse no puede ganar. Hay mucho por avanzar, no podemos regalar tiempo.
Pide una síntesis. Vistas las posiciones enfrentadas, ¿de verdad hay opciones de llegar a un acuerdo?
Creo que sí, por la experiencia previa. Nuestro documento recuerda al de Vistalegre I y al estilo de Podemos hasta el 20-D. Por tanto, no es nada ajeno ni extraño. Es un rumbo que recupera la orientación que permitió convencer a cinco millones. Es posible el acuerdo pero nos merecíamos este debate. Creo que puede haberlo. Es un clamor y para nosotros no es el resultado de que todos digamos lo mismo. Es expresar lo que pensamos y demostrar que somos una fuerza madura que aprende a lidiar con la diversidad y no ve en ella una amenaza. Vamos a trabajar para que salga un proyecto compartido.
¿En qué está dispuesto a ceder y en qué no?
Le diría que en prácticamente todo. No es un listado de exigencias pero queríamos que estas ideas circulasen. Estoy firmemente convencido de que Podemos tiene que ser útil ya y que no podemos replegarnos ni esperar o de que la posibilidad de convertirse en partido de gobierno se anticipa demostrando iniciativa política o de que no hay que encerrarse ni tropezar con los errores tradicionales de la izquierda, sino que abrirse y mantener la transversalidad.
Eso choca con Iglesias...
No lo sé, hay indicios de las dos cosas. Hay indicios de compartir estas tesis y en algunos puntos que habría otro análisis y otras propuestas. Hay que verlo, pero estas ideas que presento estoy firmemente comprometido con ellas y honestamente creo que sin esto no se gana.
¿Es mejor un mal acuerdo que ir al congreso por separado?
En las cuestiones políticas es fundamental para mí fijar un Podemos ganador. Si nos conformáramos con ser una fuerza que habla sólo a una parte de la izquierda a mí me parecería que sería un proyecto con mucho menos recorrido. Antepongo antes las cuestiones políticas a las personales y organizativas. La gente exige un acuerdo pero al mismo tiempo retomar el rumbo que le hizo vibrar. Lo más seguro es que no haya que elegir pero tenemos que ponernos de acuerdo en el objetivo. No cualquier acuerdo vale.
¿No habrá entonces un cierre en falso de todo este debate?
Pablo y yo tenemos una larga historia de entendimiento. Evitamos cualquier tipo de caricaturización. Un acuerdo entre varios no es una macedonia en la que extractes trozos porque el resultado puede ser un Frankenstein. Podemos tiene que decidir. Yo tengo muy clara cuál es mi apuesta y hace falta tomar una decisión valiente. Creo que se pueden conciliar las cosas, soy optimista.
¿Puede Podemos sobrevivir a un duelo entre papá y mamá?
Es peligroso. La mayor parte de la gente no quiere que le obliguemos a elegir entre uno y otro. Yo no les voy a hacer elegir porque Pablo es mi secretario general, porque nos complementamos bien juntos. Hay que anteponer la responsabilidad.
Cuestiona el rumbo de Iglesias, pero se niega a rivalizar con él por la Secretaría General. ¿Hasta qué punto está dispuesto a aceptar su liderazgo si no comparte su proyecto?
Pablo tiene que ser el secretario general y tiene que tener la capacidad de llevar la iniciativa. Lo que pongo sobre la mesa no son cosas ajenas, han guiado nuestra iniciativa durante 2014 y 2015...
¿Pero no hay una contradicción en que usted pida que una persona lidere un rumbo en el que no cree?
Ha pasado el momento en el que el rumbo político lo marcaba uno o dos. Tiene que ser el resultado de procesos democráticos amplios. Lo tiene que marcar la gente. Los dirigentes tenemos que estar a la orden. La maduración de Podemos es hacerla menos dependiente de una o dos personas, que anteponga el proyecto y no que el proyecto dependa de cómo se encuentra o qué le parece a una persona o a dos. Asumiendo que todos estamos de paso, estamos a la orden del rumbo colectivo.
¿En qué posición quedaría Iglesias si hay una competición y una buena parte de los militantes respalda otro proyecto? ¿No tendría un liderazgo que saldría desgarrado?
No, pero la consulta de diciembre ensaya algo. Ésta volvía a llevar a Podemos a la lógica del plebiscito y creo que la participación de la gente señaló que lo del todo o nada, del conmigo o contra mí, se terminó. Hay que tomar nota. En Vistalegre I salieron nuestras tesis por un 82% y en Navidades sacamos un 41% él y un 39% nosotros. Se acabó el paquete cerrado y el plebiscito. Podemos es una organización plural y el rumbo se construye con acuerdos. Eso no es uniformidad ni un todo o nada. Hay que reconocer la diversidad y a partir de ahí construimos. Eso no amenaza a nadie. Queremos que Pablo esté al frente pero también queremos tener un debate sobre esto.
Pero en algo clave como el liderazgo, una victoria sólo numérica puede suponer una derrota política.
Sólo si se plantea como un todo o nada tiene esa traducción directa. Pablo ha de estar por encima de eso. Lo que queremos discutir no es de la tripulación, sino de cómo se gobierna el barco y de qué rumbo lleva.
¿Existe también una lucha por el poder en Podemos?
Las posiciones políticas se traducen también en posiciones de influencia, pero nosotros anteponemos las primeras. Asumo que puede tener consecuencias en términos orgánicos para mí. Todos estamos anteponiendo las cosas en las que creemos. Es posible que eso tenga luego reflejo en el organigrama. Lo estamos aceptando, yo por lo menos.
¿Está intentando recuperar la influencia que ha perdido?
Estoy siendo honesto con mi proyecto. Ser leal es seguir poniendo sobre la mesa las mejores ideas, no conservar los títulos.
¿Se siente listo para tomar ahora las riendas de Podemos?
No está en discusión. Las riendas tienen que colectivizarse y desconcentrarse. Hay que salir del modelo ultrapresidencialista que diseñamos, ojo, diseñamos. No fue un capricho de Pablo, fue una decisión compartida. Ahora toca convertirse en una organización más compleja y desconcentrar el modelo. Pablo tiene que seguir siendo secretario general pero no de la misma forma. No es una discusión sobre su persona, sino que el poder esté más distribuido.
Da la sensación de que algo personal se ha roto con Iglesias.
Diría que algo se ha complejizado. No es lo mismo ser compañeros de un colectivo y amigos que ser secretario general y secretario político. No siempre es sencillo conciliar las dos lógicas pero hemos ido aprendiendo. Tenemos derecho a tener nuestra historia de complicidades y diferencias pero por encima de eso está nuestro país. No podemos someter a España a una suerte de atención permanente de si hay un momento de más afinidad o menos. Claro que nos queremos y somos compañeros, pero por encima de nuestras cabeza está otra cosa: que somos militantes del cambio. En algún momento se nos evaluará por las condiciones en las que hemos dejado Podemos y el país.
¿Es su relación personal una ventaja para el acuerdo o, dado el conflicto, es un inconveniente?
A veces hace más duras las cosas en lo personal pero en términos políticos asegura que siempre hay un canal abierto, que hay respeto y cariño. Y, por tanto, que hay la capacidad de anteponer las cuestiones de fondo más importantes.
Si pierde, ¿se quedaría en la primera línea o se marcharía?
Donde haga falta y sea más útil, me quedo a disposición del proyecto colectivo. Sea primera o cuarta fila. Si pedimos a cada militante estar disponible, sólo se puede hacer con coherencia si dices: yo lo mismo.
¿Y sería compatible ser portavoz en el Congreso y secretario político si hay confrontación y pierde?
Según los resultados y cómo nos entendamos. No viene el Armageddon. Al día siguiente seguimos conviviendo todos. Se ha acabado esa forma de funcionar por la cual si ganas por un voto laminas la pluralidad. La pluralidad ha venido para quedarse y es cambiante. Es un elemento del nuevo Podemos. Los cargos no es lo que más me preocupa. Si alguien hubiera hecho cálculos exclusivamente personales diría 'para qué me la voy a jugar, firmo cualquier papel'. Pero ese es el mecanismo que ha convertido al PP y al PSOE en fábricas de mediocres.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario