PD: Ojo que la letra de Fogerty no ayuda, eh!
Miremos la película o la foto actual, nos va a salir movida.
En el contexto de una economía en fuerte crecimiento desde el 2003, algunos sectores persistían en -y aún agudizaban- la histórica dolarización de sus ganancias -también en expansión- para fugarlas. El fuerte crecimiento vino acercando la restricción externa (falta de divisas), producto último de una estructura productiva desequilibrada (sectores con diferentes grados de desarrollo y competitividad relativos), que todavía no hemos podido superar. Este proceso se manifiesta con mayor ímpetu en los últimos años en el déficit de divisas del sector industrial y el del sector energético, fruto del incremento de las importaciones de combustible necesarias para abastecer el creciente consumo doméstico, de la industria y las familias.
Con un agravante: esa restricción se tensaba aún más por la crisis internacional que hizo perder varios destinos de exportación de importancia y determinó la reducción drástica del comercio internacional. Las mayores importaciones para sustentar el crecimiento con reindustrialización sumado al pago de los compromisos externos, constituían los dos principales canales de salida de divisas. (Recordemos que a partir del año 2010 se decidió el pago de deuda con reservas, para no convalidar las tasas gravosas que se pretendía disciplinar al país en el mercado voluntario, por la prima de riesgo que las calificadoras nos imponían).
Esta tensión culminó en 2011 con la instrumentación de una mayor administración del comercio y restricciones cuantitativas a la compra de divisas para motivos no comerciales, de manera de preservar el uso de las reservas del Banco Central de la República Argentina para las importaciones de insumos industriales que sustentaran el proceso de crecimiento, entre otros fines prioritarios. Desde entonces, la pulseada fue cruenta y se cristalizó en la caída permanente de reservas, más allá de los pagos de la deuda.
La prohibición de comprar dólares para atesoramiento dispuesta en 2012 significó el resurgimiento del mercado ilegal, cuya cotización fue insistentemente utilizada por los sectores dominantes del poder económico y mediático en el intento de instalar este mercado marginal como referencia, afectando expectativas. En un primer momento, no se le dio importancia a lo que ocurría en este mercado por considerárselo de poca relevancia y escaso volumen de operaciones, pero la realidad marcó lo contrario. A medida que las restricciones fueron aumentando, se hizo notoria la brecha con el dólar negro o ilegal, que incentivó todo tipo de especulaciones cambiarias, sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones, triangulación, compras de divisas especulativas con motivo aparente de turismo, etcétera. Diversos intentos fueron realizados para controlar el mercado cambiario ilegal y el llamado “dólar bolsa”, tratando de afectar las expectativas negativas de los mercados. Sin embargo, estas medidas tuvieron resultados efímeros.
El gobierno aplicó medidas correctivas, elevando el piso del pago a cuenta de ganancias para el turismo externo de los argentinos, por un lado, modificando el gravamen interno para los autos de lujo (en su mayor parte importados) e intentando controlar las operaciones de triangulación realizadas por empresas para evitar las operaciones de sub/sobre facturación de exportaciones/importaciones. También se operó a través del mercado financiero con distintos instrumentos de dolarización de cartera para desalentar el mercado ilegal. En los últimos meses se aceleró el ritmo de devaluación del peso, logrando acortar la brecha, pero sólo por momentos, sin poder estabilizar la dinámica decreciente de las reservas ni poner coto a las expectativas de devaluación, asentadas en esa merma de las reservas que se percibe, además, como el momento de oportunidad política para poner en tensión la estabilidad económica y, más aún, la consolidación de un proyecto político, en permanente disputa con el proyecto neoliberal.
La presión creada por el adelanto de las compras de los importadores y la resistencia de los exportadores de granos a liquidar la cosecha retenida, en medio de especulaciones por una mayor devaluación determinó la continuidad de la pérdida de las reservas, haciendo caer el ratio de reservas/importaciones a alrededor de 5 meses.
En los últimos días la autoridad monetaria modificó su estrategia cambiaria, decidiendo menores intervenciones, lo que colocó el tipo de cambio por encima de los 7 pesos. Las operaciones de desestabilización en el mercado cambiario, intentando forzar una devaluación mucho mayor, ameritó la intervención del BCRA hasta retrotraer la cotización a 8 pesos. El nuevo valor determinaba algunas cosas: una mejor posición para las economías regionales que sentían los efectos de cierta pérdida de competitividad; también una mejora de la posición relativa de los sectores exportadores más dinámicos y del agro sojero (el cultivo de mayor rentabilidad) así como de aquellos que están posicionados o tienen rentas en dólares.
Finalmente, el gobierno decidió flexibilizar las restricciones a la compra de la moneda extranjera para personas físicas, en relación con el ingreso normal de los demandantes. Esta posibilidad implica, por un lado, el reconocimiento de la dificultad de pesificar una economía bimonetaria, conjuntamente con la ausencia de instrumentos en pesos lo suficientemente atractivos como para erigirse por encima de la preferencia por el dólar. Reconoce, también, que no son las personas que desean ahorrar en dólares, el sujeto que encarna la voluntad de restitución conservadora del neoliberalismo.
Es inocultable que el gobierno vino aplicando diferentes medidas para no usar la salida devaluatoria porque reconoce los efectos nocivos que tiene sobre los salarios reales y el nivel de actividad. Una devaluación incrementa en forma directa los precios en pesos de los productos extranjeros y de los componentes importados de la producción nacional, que integran una parte de los costos. Por ese canal, también se afectan otros bienes de producción nacional y se alientan comportamientos alcistas en bienes que no tendrían por qué incrementarse por el efecto “aprovechemos la volada”. Por el lado de las exportaciones agropecuarias, también incrementan sus valores en pesos, lo que afecta indefectiblemente los precios de los alimentos de “la mesa de los argentinos”. Aquí aparece la necesidad de ampliar los acuerdos de precios a otras cadenas y redoblar los esfuerzos en el cumplimiento del programa de Precios Cuidados, con la colaboración de los sindicatos, los movimientos sociales y las organizaciones de consumidores.
Del mismo modo, se deberán agudizar los análisis de costos empresarios para el cumplimiento de dichos acuerdos (subsidios y demás beneficios otorgados por el Estado a empresas que no cumplan deberán serles retirados) así como los mecanismos de penalización a través de las herramientas legales con que cuenta el Estado (Ley de abastecimiento, ley de lealtad comercial y defensa de la competencia) . Si, desde la política, el gobierno tiene éxito en estas medidas, conjuntamente con el sostenimiento de la política de ingresos que lo ha caracterizado, habrá sorteado el dilema que plantea el economista Marcelo Diamand: garantizar, tras haber ubicado el tipo de cambio en un nivel compatible con la "viabilidad económica" reponiendo competitividad en los sectores relativamente menos dinámicos (economías regionales, industria), un salario real (o, mejor, un ingreso real) "razonablemente consentido y compatible con la paz social" o, como diría el General Perón, con "la felicidad del pueblo".
Es decir, se reconocen los efectos negativos de la devaluación y se los compensa, a diferencia de los sueños de la derecha que alienta devaluaciones para que operen, a destajo, justamente esos efectos en pos de reconstituir la tasa de ganancia empresaria y disciplinar a los trabajadores a través de un proceso recesivo que incremente el desempleo y la caída de los salarios reales.
Paralelamente, existirá una política monetaria más dura, a través de la decisión del Banco Central de subir la tasa de referencia de 20% a 25%, en busca ofrecer incentivos para permanecer en pesos. Vuelta la calma, dichas tasas deberían volver a los niveles previos. El BCRA también prometió la emisión de letras en dólares para captar las divisas depositadas a plazo fijo en los bancos a una tasa mayor a la que comúnmente opera.
Al mismo tiempo, se profundizan las conversaciones para financiar infraestructura y energía con fondos del exterior. Mientras se continúa con la estrategia judicial en EEUU para terminar con la avanzada de los fondos buitres, surgen negociaciones entre bonistas privados con dichos fondos, lo que permitiría resolver estos litigios; se reestablecieron las negociaciones con el Club de París, y este mismo mes se publicará el nuevo índice de precios. De esta manera, se despliegan iniciativas que apuntan a mejorar las condiciones para el acceso al financiamiento internacional, lo que aliviaría las tensiones cambiarias recomponiendo la dinámica de reservas.
Por otro lado, se apela a la mejora de las exportaciones a través de una mayor diversificación de productos y destinos. Recordemos que, entre los principales desafíos (expresados en el Programa de Aumento y Diversificación de Exportaciones, PADEX), el gobierno se propuso, en articulación con los diversos sectores de la producción, elevar las metas de exportación.
En conclusión, el Gobierno ha implementado medidas que posibilitan recuperar la iniciativa en el mercado cambiario. No es un camino sin espinas, pero es el elegido por el gobierno más eficaz en su política económica desde el primer peronismo, en materia de empleo, inclusión y redistribución. Y aquí radica una diferencia sustantiva con la propuesta de ajuste que se plantea desde las usinas de la oposición: si para ellos el éxito de una devaluación depende de la pérdida de capacidad adquisitiva del salario, la voluntad política del gobierno va en el sentido de impedir que los efectos de la devaluación afecten los ingresos de los sectores populares y medios.
Mientras tanto, controlar el tipo de cambio resulta fundamental para evitar las maniobras especulativas que afloraron con las restricciones y asimismo incentivar las exportaciones de los sectores no tradicionales. De esta manera, se inicia una nueva etapa del proyecto kirchnerista, en la cual es necesario reforzar las soluciones heterodoxas a los problemas distributivos y estructurales, con énfasis en un desarrollo industrial planificado y conducido por el Estado, y seguir construyendo poder político para enfrentar a los poderes fácticos que hoy cristalizan su resistencia al proyecto nacional en una reedición de las clásicas tensiones sobre el dólar. Era sabido que los sectores agroexportadores, que se han más que beneficiado con esta devaluación iban a afirmar –como ya lo están haciendo-que este nivel del dólar no los incentiva para liquidar sus tenencias de granos. Por lo que será difícil que se sienten a negociar una mejor redistribución de esos frutos que les cayeron del cielo. Pero a no equivocarse, porque sabemos que la pelea es larga, viene del 2003.
Podremos haber tomado alguna medida equivocada, o a destiempo, pero tenemos dos certezas: sabemos quién es el enemigo y confiamos en la conducción política de nuestra Presidenta. Desde la graN maKro siempre bancamos este proyecto y lo seguiremos haciendo. Sostenemos que hoy es más que necesario una mayor y decidida participación del Estado para asegurar que se liquide lo que queda de esta cosecha y se aceleren las de las próximas. Hicimos hace poco una propuesta de poner a jugar una empresa estatal en el tablero de las grandes exportadoras. Tal vez haya llegado el tiempo de hacerse de las divisas que, como las vaquitas, hasta ahora han sido ajenas.
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