1/14/2013

el riesgo de default argentino y el negociado de los credit default swaps





La verdad de la milanesa entonces de todos estos pronósticos alarmistas está en algo bastante más prosaico: en la medida en que se logre convencer a los tenedores de bonos de la deuda argentina, de que hay posibilidades concretas de que el país entre en defáult y se queden sin cobrar, mayores son las chances de algunos bancos y entidades financieras (que son a su vez las que solventan a las calificadoras de riesgo y a los gurúes pesimistas) de venderles costosísimos seguros que los cubran del riesgo.

Cosa que sucede cada vez que aparecen estos rumores, que demuestran por un lado la tenaz persistencia de los propaladores en hacer el ridículo; tanto como la de algunos de los tenedores de bonos (que vienen cobrando puntualmente los vencimientos desde el 2005) en ser esquilmados.

Pero, como se suele decir, en el capìtalismo cada uno hace lo que quiere con su plata.

O como dicen en el barrio, no se le puede negar a nadie el derecho a ser todo lo pelotudo que quiera ser.




Los CDS se emplean desde 1990 y fueron establecidos como un aseguramiento para las grandes corporaciones petroleras tras el derrame del Exxon Valdez, en 1989. Su facilidad de empleo y la inexistencia de regulación lo convirtieron en el más popular de los instrumentos en el mercados de derivados. Sin embargo, durante la primera década, permanecieron practicamente desconocidos, y el volumen de operaciones no alcanzaba los 200.000 millones de dólares anuales. Hacia fines de los años 90, se manejaban en estos instrumentos montos cercanos a los 500.000 millones de dólares. El despegue de los CDS, como muestra la gráfica de The New York Times, se produce el año 2003, en una forma tan acelerada que al año 2007 alcanzó la suma de 45.500.000.000.000 dólares (US$45,5 billones, casi todo el PIB mundial), superando con creces las alternativas tradicionales. El año 2008 alcanzaron su nivel máximo: 65 billones de dólares (trillones en Estados Unidos), 1,35 veces la producción económica mundial.
Estos derivados de incumplimiento crediticio, constituyen un mercado grande pero oscuro, y es lo que se ha dado en llamar el “mercado en las sombras”. Se les culpa de la desaceleración económica por apostar a profundizar la crisis tras el estallido de la crisis subprime de julio de 2007. Pero lo más relevante, es que los CDS se alejan de los conceptos tradicionales de “cobertura de riesgo”, al precipitar y acelerar el colapso. Además, producto de su caracter desregulado y su total falta de transparencia, se han mantenido en una caja negra imposible de cuantificar. Son usados por un puñado de inversionistas y han duplicado año a año su volumen desde 2003. El monto mínimo de cada operación ( o apuesta) es de 10 millones de dólares y la gran mayoría de especialistas ignora su funcionamiento. El problema más grave con los CDS, es el enorme volumen que han tomado y que es mayor a toda la economía mundial, lo que plantea enormes riesgos sistémicos y provoca gran volatilidad en el mercado al hacerlo depender de un auténtico casino. Para muchos, estos instrumentos son la génesis de los “activos tóxicos” y las armas de destrucción masiva, dado que son un verdadero monstruo creado, a lo Frankenstein, y que se tornó imposible de controlar.
Esta es la razón por la que muchas autoridades han comenzado a exigir su regulación. Y es parte de la reforma financiera que se busca para Wall Street. Hasta el momento, no hay nada resuelto frente a losCDS. Sólo que sus inversionistas han sido los grandes beneficiados de la crisis.

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