11/24/2012

el 20n y las nuevas modalidades de administración del conflicto social


Con el telón de fondo del 20N,  la dinámica y complejidad de la nueva coyuntura de fragmnentación sindical abierta en el país debe ser reconceptualizada como nuevo dato, sin ideologismos anacrónicos ,  que nada aportan al análisis. 

 
Así como el análisis político se pregunta si la fragmentación partidaria es más eficaz que la unificación para que la oposición argentina maximice su cantidad de votos en las próximas elecciones legislativas, es válido preguntarse si la existencia de muchas “centrales sindicales” incrementa la conflictividad laboral. Ya tenemos un primer dato: a partir de que se ha fragmentado el mapa del liderazgo sindical, y manteniendo relativamente constantes las demás variables, el pasado 20 de noviembre el kirchnerismo sufrió su primer paro laboral nacional.

Esto, cabe aclarar, ocurrió después de casi diez años de gobierno kirchnerista sin paros –a excepción de la huelga simbólica en protesta contra el asesinato del sindicalista docente Carlos Fuentealba en Neuquén, A diferencia del resto de los presidentes democráticos desde 1983, Alfonsín, Menem y De la Rúa, los Kirchner nunca habían sufrido paros generales. La explicación puede ser muy simple: sus gobiernos fueron los más cercanos al sindicalismo y sus reclamos.

La alianza entre kirchnerismo y sindicalismo no terminó. Es cierto que, a partir de la ruptura con el líder sindical Hugo Moyano, la conducción sindical está más dividida. En lo formal, sigue habiendo solo dos centrales sindicales reconocidas por el Ministerio de Trabajo: la histórica Confederación General del Trabajo (CGT), y la más joven Central de Trabajadores Argentinos (CTA), una escisión surgida en los primeros tiempos del menemismo.

Pero en los hechos, como sabemos, ambas centrales sufren sendas crisis de gobernabilidad, atravesadas por la cuestión de la adhesión vs. el rechazo al kirchnerismo. Así, tenemos cinco polos sindicales: tres dentro de la CGT –liderados respectivamente por Antonio Caló, Hugo Moyano y Luis Barrionuevo- y dos dentro de la CTA –liderados, a su vez, por Hugo Yasky y Pablo Micheli. Caló y Moyano en la CGT, y Yasky y Micheli en la CTA, reclaman ser los legítimos secretarios generales, aunque el estado avala a los primeros en cada caso; Barrionuevo, por su parte, lidera una suerte de “corriente interna rebelde” de la CGT pero no pretende personería jurídica.

Decíamos que las variables siguen relativamente constantes, porque la ruptura con el moyanismo no incrementó en forma sustancial el volumen del sindicalismo disconforme, que ya existía con anterioridad. Como vemos en el gráfico adjunto, los polos oficialistas (CGT Caló + CTA Yasky) hoy representan al 71% de la masa de trabajadores afiliados, y los opositores (CGT Moyano + CGT Barrionuevo + CTA Micheli) al 29%. El más importante de los sindicatos de este sector, que es UATRE –el gremio que más creció en cantidad de afiliados durante la etapa kirchnerista-, ya formaba parte de la oposición al kirchnerismo por lo menos desde el año 2008, y antes también; tampoco es nueva la posición antikirchnerista de los líderes de La Bancaria –el único sindicato importante que hoy está conducido por un militante radical.

Sin embargo, y esto se puso de manifiesto en el paro de esta semana, con el pase de Moyano a la minoría antigobierno y la emergencia de la conducción disidente de Micheli, este sector sumo a dos líderes con capacidad de acción pública, algo de lo que carecía. Asimismo, ahora encontramos a algunos de los sindicatos con mayor "poder de fuego" en los conflictos. De hecho, buena parte del impacto del paro no residió en el ausentismo voluntario, sino más bien en el inducido por los 160 cortes y bloqueos de rutas y caminos que, según datos de la Policía Federal, se registraron en todo el país. Fue también importante la adhesión al paro de la Federación Agraria. Y un protagonista no menor de la jornada fue la izquierda más dura, como la del Polo Obrero y otros grupos piqueteros vinculados a partidos trotskistas, que son débiles en las urnas pero se desenvuelven con eficacia en las calles; algunos de los accesos más importantes a la Capital fueron bloqueados por ellos.

¿Qué fue lo que cambió, en noviembre de 2012, para que se concretase esta primera acción gremial contra el kirchnerismo, en manos de grupos tan heterogéneos? En la respuesta, hay más política que economía.

Uno de los temas principales de la protesta fue el rechazo al pago de impuesto a las ganancias por parte de los trabajadores con salarios más altos. Se trata de un reclamo justo pero, hay que aclarar, no es un tema nuevo. El timing del reclamo hay que asociarlo más al hecho de que los sindicalistas opositores ahora encontraron mejores referencias políticas, y que el rechazo al kirchnerismo logró unir a socios impensados.

Volviendo a la pregunta inicial: ¿la fragmentación incrementa o diluye el conflicto laboral? Una posición conocida, que de hecho es uno de los fundamentos del modelo sindical argentino, sostiene que los trabajadores agremiados tienen mayor capacidad de acción -y de presión sobre sus empleadores- cuando se encuentra unificado. Sin embargo, para el tipo de protesta sindical que tuvo lugar el 20N, la fragmentación resultó funcional: de otra forma, todos estos sectores tan diferentes, no hubieran podido coincidir. Hay que ver, de todos modos, cómo impacta esta mayor fragmentación del liderazgo sindical en las negociaciones salariales de principios de 2013. Recordemos que los manuales dicen que la coordinación, y no la fragmentación, sube la pauta de aumentos salariales. Veremos.

1 comentario:

corto dijo...

solo ATE tiene 220 mil...