12/14/2011

economía: el fin de la "etapa rosa"...

(*) El video es imprescindible para la lectura del post y nos muestra cómo la sana competencia, es capaz darle darle competitividad a una bazofia.

En su discurso de apertura, Cristina Kirchner señaló como eje central de la política económica para el año 2012 y sucesivos a la inclusión social con competitividad en el marco de un proceso creciente de reindustrialización.

La combinación de dólar caro y costos laborales por debajo de la media resolvió en buena parte el problema de la competitividad de la economía nacional desde el año 2002 en adelante, por caso el actual presidente de la UIA , Ignacio de Mendiguren, de esto sabe bastante y es una buena fuente de consulta al respecto.

Hemos visto en Ramble varias veces, que hoy los costos laborales por trabajador son los más bajos desde el año 2005 y en promedio tras la mega devaluación, son aún ( mucho) más bajos que en el año 2001.

Por otra parte, la alternativa de dólar alto como única vía realmente existente para mantener la competitividad de la economía en general y la del sector industrial en particular, no parece adecuada a costa de desarticular el eje de inclusión social creciente, que el gobierno debe sostener por diversos motivos, no solo económicos vinculados al consumo doméstico como motor central del crecimiento . Sucede además que este es un gobierno peronista y despliega un proyecto histórico, si ese despliegue se suspende, el gobierno ya no gravitaría ...

Las presiones sobre el tipo de cambio recientes y las anteriores ( hubieron cinco según Cristina) se inscriben en la saga - entre otras cosas - de perpetuar la competitividad vía tipo de cambio alto exclusivamente. Complementariamente debe señalarse que otras alternativas menos salvajes de ganancia de competitividad no se han transitado (ay!) con la intensidad deseada .

Por ejemplo, los niveles de inversión privada en el país, no son aún los esperables en una etapa que permitió altísimas tasas de ganancia empresaria , mientras, cerrando el círculo, el sector financiero privado, otro gran ganador de la etapa, no presta a tasas y plazos razonables más que para el consumo y pareciera ya demandar a los gritos una ley de reforma que ordene el volumen, la orientación y costo del crédito.

Para enfocar aún más la problemática que enfrenta en el tercer mandato del proyecto nacional iniciado en mayo de 2003 , un nuevo - viejo artículo del Axel Kicillof, hoy viceministro de economía, permite analizar la extensión del campo del debate y los líneamientos probables de la política económica para un año donde "la etapa rosa" va concluyendo y se demanda "sintonía fina".

Desde luego se trata de "sintonía fina" sobre el gasto público, cómo que no!, pero también sobre la competitividad empresaria, su tasa de ganancia media, costos laborales , montos de inversión , orientación y montos del crédito y finalmente , solo como un componente importante del sistema , el nivel del tipo de cambio " .

El del dólar entonces es un precio de la economía de singular importancia, que no deberá se "alto" sino "competitivo", esto es fijado en el marco de un conjunto de políticas orientadas a darle la deseada "competitividad" a la economía.

Así las cosas, lo que primero debe garantizarce es el sustento político del gobierno, puesto que como señalara Néstor en setiembre de 2003 frente a la asamblea de la ONU " los muertos no pagan" , y está más que probado que "los muertos no compiten". Dice Kicillof:

Para un país pequeño y esencialmente “abierto” a los flujos del comercio exterior, el tipo de cambio, lejos de ser un “precio más”, se transforma en una variable de vital importancia en el proceso económico.

Un ejemplo reciente sirve para ilustrarlo: durante la década de 1990, la sobrevaluación del peso significó la ruina para la producción y el empleo domésticos, ya que el “dólar bajo” abarató consecuentemente todos los productos extranjeros, desencadenando así una avalancha de artículos importados y, al mismo tiempo, encareciendo la producción argentina en el exterior, con la consiguiente pérdida artificial de competitividad.

El desplome de la convertibilidad abrió las puertas a una etapa de crecimiento y algunas tendencias se quebraron. La mejor muestra está en la nueva expansión que dio lugar a la creación de más de 3 millones de puestos de trabajo. Buena parte de esta bonanza puede atribuirse al cambio en las condiciones del mercado mundial: el volumen de las exportaciones pasó de rondar los 25 mil millones de dólares en 2001 a superar los 55 mil millones en 2007.

Los países productores de commodities enfrentan una verdadera oportunidad, aunque no todo es color de rosa. Las ventas externas a precios inéditos generan un formidable flujo de riqueza y muchos de los acontecimientos ocurridos en la región pueden explicarse como el resultado de las pujas para apropiarse de esa riqueza; casos como el de Venezuela y Bolivia lo muestran con crudeza.

En la Argentina, la cuestión del tipo de cambio se encuentra en el centro de este conflicto. El aumento de las exportaciones genera una corriente de dólares que ingresa en la economía y tiende a reducir el tipo de cambio. Sin embargo, desde la devaluación de 2002, el Gobierno ha sostenido, a contramano de esta tendencia, un “dólar caro”.

Esta política favoreció la industria local: los productos extranjeros se encarecieron, fomentando la producción para el mercado interno, y los productos locales se abarataron en el exterior favoreciendo las exportaciones.

Para sostener esta cotización, el Banco Central y el Tesoro deben intervenir comprando dólares que engordan las reservas internacionales. En los debates recientes se pasó por alto que una vez que el tipo de cambio nominal viene fijado por el Gobierno, se produce una modificación de los precios internos que exige la aplicación de otras medidas complementarias para repartir más equitativamente los frutos del crecimiento.

Empecemos por los exportadores. El “dólar caro” multiplica su facturación y sus ganancias en pesos. Sin embargo, si se los deja vender sus productos en el mercado interno al precio internacional, los consumidores locales sufrirían por la elevación de los precios mundiales. Las retenciones sirven para compensar los beneficios creados por la devaluación, evitando que sus costos se descarguen sobre los que ganan en pesos, en particular los asalariados.

También, quienes producen para el mercado interno reciben un “subsidio cambiario”, que los protege de la competencia. El crecimiento de la economía incrementó la demanda dirigida a la industria local, dejando espacio para que los precios aumenten. Estos aumentos deberían incentivar la inversión; no obstante, es preciso implementar el control de los precios domésticos en las industrias concentradas.

Las voces de la ortodoxia rechazan las retenciones por “expropiatorias” y los controles de precios por “distorsivos”. Piden que el Estado deje las cosas en libertad. Pero no ven –o, mejor dicho, pretenden ocultar– que la actual política cambiaria, si no viene acompañada de otros instrumentos de intervención, garantiza sólo beneficios para unos pocos.

La política económica basada casi exclusivamente en el tipo de cambio tuvo indudablemente buenos resultados en términos de crecimiento. Pero su etapa “rosa” está llegando a su fin. Los aumentos de precios fueron limando la competitividad y los beneficios de la protección, porque con una paridad fija reducen el tipo de cambio real. Peor aún, aunque el empleo se expandió, los salarios no lograron siquiera superar, en términos reales, el techo de la década de 1990.

En la actual discusión, la ortodoxia atribuye todas las dificultades a la intervención del Estado y reclama “enfriar” la economía a través de la contracción del crédito, del gasto público y de los salarios. Se equivocan. A todas luces es necesario trascender la simple receta del “dólar caro”, pero para convertir al crecimiento actual en un verdadero proceso de reindustrialización.

5 comentarios:

oti dijo...

No hay ningún sector industrial (ni agropecuario) de los importantes desde el punto de vista de su incidencia en el crecimiento de la actividad económica cuya prioridad haya sido el mercado interno.

Si queremos realmente el bienestar del pueblo hay que desterrar definitivamente ese mito, para poder sí construir la política económica mercadointernista que necesitamos.

Nicolás Alfonso dijo...

No va a ser fácil Artemio. La sintonía va a tener que ser fina porque a los finoli de apellido anglosajón o latino con prosápia les dás un crédito y terminan invirtiendo para que suba el dólar argentino (si, argentino como bien nos señala Kicillof).

La pelea va a ser feróz habida cuenta de este dato: la economía real en el mundo genera € 45 billones, mientras que los mercados financieros (esos que defiende Camerón) mueven € 3.450 billones todos juntitos en un año. Aunque el dato provene de Ramonet, para quien Kadafi era un megalómano, el contraste de magnitudes es acojonante.

Nicolás Alfonso dijo...

Quizá confirmando lo que escribí antes me entero que se acaba de revelar el cuerpo de infantería de la bonaerense...

Pablo A. Chami dijo...

Me parece que el dolar, es decir el tipo de cambio, tendrá que seguir alto. En cuatro años no creo que Argentina cambie y llegue a ser competitiva. Tenemos que pensar más en el largo plazo e insistir en el reparto de otros modos. Ejemplo: participación del trabajador en las utilidades, por ley. Creo que Moyano tiene razón. Nunca se conseguirá por consenso.

em dijo...

Artemio, estás desactualizado. Hace meses que el "think" tank de Kicillof, el CENDA, ajustó el discurso a la nueva etapa. Resulta que hay que "entender la dinámica" intrínseca del modelo, es decir que todo está bien. Acá citamos y discutimos el nuevo discurso de CENDA http://www.ips.org.ar/?p=3559.
Otra cosita curiosa, hasta hace una semanita nomás, en el CENDA podía encontrarse el íncide IPC-7 provincias. Ahora resulta que no está más... casualidad?