Ahora que Mendiguren está muy contento por su posición privilegiada en el tablero del poder argento, es bueno recordar que todo fluye y los datos no parecen asignarle razón a su piara, y al menos en el mediano plazo su autobombeada persuasividad a los oídos presidenciales, deberá ser sistemáticamente revisada ....
CFK también dijo que las utilidades de las empresas argentinas “están todas por encima de los estándares internacionales”. Al menos es así entre aquellas que forman parte de la cúpula.
A lo largo de las décadas recibieron subsidios por promoción industrial y reembolsos por exportaciones; contrataron la provisión de bienes y servicios al Estado a precios exorbitantes; se endeudaron en el exterior a tasas bajas y represtaron ese dinero en el país a tasas altas y luego endosaron esa deuda externa al Estado; pagaron monedas por las mejores empresas públicas en el desguace del Estado y las vendieron a precio de oro cuando olfatearon que la convertibilidad no duraría para siempre; con lo que recibieron en pago, compraron campos y empresas agroindustriales y antes del corralito se llevaron el resto fuera del país, a presionar por la devaluación que les concedió el senador Eduardo Duhalde y su ministro de pesificación asimétrica, que entonces tenía más pelo que ahora.
Según los datos de Cifra, las 200 empresas de mayor facturación (sin agro ni finanzas) mantuvieron una tasa de utilidad sobre ventas muy elevada, incluso en la crisis mundial de 2009. En los años de la convertibilidad, 1991-2001, esa tasa de rentabilidad para la cúpula empresarial promedió el 3,1 por ciento y saltó al 8,5 por ciento entre 2003 y 2010.
La presidente dijo que no le molestaba que tuvieran ganancias “en tanto y en cuanto esa utilidad por encima de estándares internacionales” no se fugue a Europa o Estados Unidos, “porque el dinero que no está acá se va para allá”.
En la Conferencia de la UIA, Cristina fue más específica, al mencionar el caso de “algunas empresas grandes” que “habían comprado igual cantidad de dólares o más de la que nosotros les habíamos prestado en pesos a tasa negativa”.
Entre quienes escuchaban con el rabo entre las patas estaba el vicepresidente de la UIA y director de Ledesma, Federico Nicholson, a quien Mendiguren impulsa como ministro de Industria. El presidente de Ledesma, Carlos Pedro Blaquier, varios de sus hijos amantes de los yates de lujo y el propio Nicholson compraron once millones de dólares durante la corrida cambiaria que el gobierno sofocó la semana pasada.
Habían recibido un crédito del Bicentenario por nueve millones de dólares, como parte de la inversión en un criadero de chanchos del viejo Blaquier, por un total de 140 millones de pesos. El gobierno no se quedó en palabras: Nicholson y Blaquier fueron confrontados con la documentación probatoria del uso dado al crédito, cosa que al principio negaron, y debieron comprometerse a reingresar ese dinero e invertirlo en el país.
El año pasado, Nicholson presidió la misma conferencia y fue uno de los críticos más severos de “la excesiva intervención estatal”. Este año guardó prudente silencio. Cristina también mencionó el caso de otra “gran empresa” que en 2010 obtuvo utilidades superiores en un 31 por ciento a las de 2008 (cuando contó con apoyo estatal para mantener la ocupación), pero invirtió “un 35 por ciento menos que en el 2008”. Se refería a Siderar, de la transnacional italiana Techint, cuyo principal accionista, Paolo Rocca, también estaba en la sala. Rocca también asumió compromisos de inversión, que aún no son públicos y cuyo cumplimiento el gobierno verificará.
En la historia de las relaciones con el Estado siempre los reclamos y las exigencias provenían de las grandes empresas. Ahora también se recorre el camino inverso. Por primera vez, los interlocutores gubernamentales del holding milanés con sede corporativa en Luxemburgo no están en la lista de las “prestaciones de sede” de Techint, como llama su financiera cautiva, Santa María, a los pagos inconfesables a funcionarios.
O dicho con las palabras con que CFK comparó en la UIA la situación argentina con la de Europa: “Hay que respetar a los mercados, pero los que gobiernan son los elegidos por el voto popular. Esto lo tengo muy claro”.
Completo acá.
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