Leemos: Es una pena que las autoridades de esta ciudad de estirpe paraguaya y boliviana hayan mencionado a la inmigración permisiva como una de las causas del drama de Soldati. Es una pena en primer lugar porque es un enorme error que incluye varios malentendidos. La Argentina no tiene un problema de explosión demográfica, con una población que crece al 1,1% anual.
Ese modesto crecimiento no está concentrado en Buenos Aires, cuya participación en el total nacional no ha aumentado en los últimos treinta o cuarenta años: la población del área metropolitana creció al 1% entre 1970 y 2001. Aun si ese aumento leve se considerase excesivo, habría que desentrañar cuánto se debe al sesgo metropolitano de las políticas públicas.
Un monto monstruoso de retenciones que se quita al Interior (y que podría generar allí empleo y salarios) se dedica a abaratar los servicios públicos en el Gran Buenos Aires, una combinación de políticas que parece diseñada para concentrar población en esta ciudad tan peculiar. No hay ciudades de 12 millones en países de 40 millones, y no debe haber muchos países en los que la población de las 35 ciudades que siguen a la más importante no alcancen, combinadas, a la más poblada. Eso no es culpa de la inmigración.
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