cooke 40 años: cuando la emoción se va o la desdicha de gobernar urbi et orbi

Se cumplen este mes 40 años de la muerte de John William Cooke, el 19 de setiembre de 1968. La visión de Cooke fué tal vez el punto de mayor desarrollo teórico y político surgido al interior del movimiento peronista de la primera y segunda etapa resistente. Resistencia peronista que , a sólo fin de intentar un posible señalamiento temporal va en su primera fase desde setiembre de 1955 con el golpe dictatorial hasta el episodio de los Uturuncos en 1959, donde inicia su segunda etapa que se extiende hasta los acontecimientos de Taco Ralo en 1968 con la aparición de las FAP, desembocando en la tercera etapa, a partir de 1970, con el bautismo público de Montoneros, ya en plena dictadura de Onganía . En el post se transcribe un fragmento de Cooke extraido de su breve pero muy agudo texto Apuntes para la militancia, en el que caracteriza los días finales del peronismo inaugural, la burocratización de las estructuras partidarias y sindicales del justicialismo ya a mediados del siglo pasado y los límites del estilo de conducción de Juan Perón, en la agonía de su segundo gobierno. Cobra actualidad la problemática de la burocratización de las estructuras sindicales, administrativas y partidarias, y en especial - muy actual en momentos de márketing caniche galopante - el trágico malentendido de persistir en el intento siempre fallido de representar a aquellos sectores sociales que no reconocen representatividad alguna tanto a una estructura partidaria como a un liderazgo circunstancial. En fin, the thrill is gone advertía Cooke en 1955 y sugería entonces reforzar lo efectivamente propio. Sin embargo, a pesar de la actualidad de muchos señalamientos de Cooke, hay otras más lejanas en el tiempo, en especial su reflexión sobre las milicias obreras. En estos casos , antes que la sonrisa o indignación , una lectura situada en perspectiva histórica, es siempre recomendable.

"Sin embargo había un lugar donde pudo haberse planteado todo eso, el partido, pero lo que ocurre es que también el partido , la administración gubernamenltal y gran parte del sindicalismo sufrieron un proceso de burocratización. Allí donde debía haber existido un campo de desarrollo ideológico se transformó en una esclerotizada estructura burocrática, donde cualquier recomendado por él mismo, podía ir de gerente de una empresa a interventor del partido.

Se identificaron las tareas administrativas con las tareas políticas y lógicamente en estos casos se produce una cierta degeneración: Cualquier burócrata firma un decreto y cree que ha contribuido a la grandeza de la nación, dice tres palabras de obsecuentes y cree que es artífice del triunfo peronista, murmura una arenga patriótica y cree que la República le está en deuda. El mal proceso de selección, determinó ante esa coyuntura a que me estoy refiriendo, que el salto cualitativo no podía haberse tomado como medida técnica, debía haber sido resuelto desde el punto de vista de la política.

Se produce por consecuencia un enfrentamiento con una tremenda coalición interna e internacional, en la que el peronismo actuaba como en el caso de un general que creía que tiene determinadas divisiones que están en el campo adversario y no en el campo de él, y todos los lamentos póstumos sobre las milicias obreras, para mí son simples especulaciones fantasiosas. Porque no se puede armar a la clase trabajadora para que defienda al régimen y al otro día decirle: Bueno m’hijo, devuelva las armas ahora y vaya a producir plusvalía para el patrón.

La milicia obrera y la defensa del régimen implicaba cambios sociales y cuando se quiso formar ya era tarde, porque el régimen peronista se vio entre la contradicción de que el paso de su respaldo militar profesional a un respaldo compartido por la clase obrera armada, hubiese significado perder ese aparato militar tradicional, y en ese desajuste, también hubiese caído irreversiblemente.

El régimen fue vendido el 16 de julio ( de 1955), porque casualmente Perón proclamó que era el presidente de "todos los argentinos" , y en ese momento ya no era más que el presidente de la clase obrera, nadie más lo reconocía. Sin embargo, siguió pidiendo la pacificación como la había pedido en el ’52, creyendo que le acababan de dar el último golpe contrarrevolucionario, y en realidad acababan de dar el primero, un golpe prematuro de una coalición de fuerzas que seguiría inconmovible "