El año 2005 fue una gran bisagra. Dicho muy esquemáticamente, consolidó el poder político de Néstor Kirchner tras la victoria de Buenos Aires y el despido del estelar Doctor Lavagna (El Pálido) que desalentaron al interior del Justicialismo toda ilusión de poder bifronte, o como se dice ahora “no hegemónico”. Por otra parte, con el 40% de los votos nacionales Kirchner logró gran fortaleza o como se dice ahora “hegemonía” con respecto a la oposición, situación que permitió observar este año por primera vez con gran nitidez la dilución de liderazgos anteriores a la gran crisis de 2001 como Menem, Duhalde y López Murphy, al tiempo que caducaban también figuras que cobraron fortaleza en medio de la gran crisis como Zamora y Carrió. En sentido contrario se consolidaron referencias post crisis, propias de un país en gran crecimiento que reorganiza sus representaciones políticas y sociales: El propio Kirchner figura central pero no única junto a nuevos liderazgos por centro derecha e izquierda como los pares Macri/Sobisch y Binner/Sabbatella, todos con proyección distrital y nacional disponible. En el terreno de las representaciones sociales, los viejos aparatos sindicales previos a la crisis no logran recobrar iniciativa, el movimiento piquetero surgido en la crisis cede día a día capacidad de convocatoria y movilización, en tanto se consolidan nuevos espacios sindicales post crisis, cuyo ámbito de práctica dominante son aún mayoritariamente las asambleas de trabajadores que como se observó en los conflictos del Garraham, Ferrocarriles , Aerolíneas, Telefónicos muestran componentes de fuerte cambio generacional y de modalidad de reclamo, así como ausencia o pluralidad de alineamientos políticos en sus dirigentes, rompiendo con la vieja tradición de partido único en las formaciones sindicales. En fin, nos es mucho, pero es lo que hay.
Artemio López
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