Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el FDT
Por Nicolás Vilela
El título de este artículo es, por supuesto, una versión de la famosa conferencia de Mao TseTung llamada “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”, que funciona como referencia cada vez que se discrimina políticamente una contradicción externa y antagónica (habitualmente: contradicción principal) de una interna y no antagónica (habitualmente: contradicción secundaria). Ante la situación política actual del Frente de Todos, el sentido común indicaría que los problemas se deben a que confundimos la contradicción secundaria con la principal, es decir, a que le damos mayor centralidad a la “interna del peronismo” que al antagonismo con la derecha. Pero tal vez se pueda enfocar la situación de otra manera: ¿y si el problema no tiene que ver tanto con el orden de prioridades sino con el “tratamiento correcto” de cada contradicción? En efecto, Mao establece tratamientos diferenciados para cada caso: lucha, en el caso de la contradicción antagónica; análisis, crítica, debate, en el caso de la contradicción no antagónica. Lo que está ocurriendo hoy en el Frente de Todos acaso sea lo opuesto. En lugar de combatir a la derecha, se la analiza y se advierte sobre los riesgos de su ascenso; en lugar de promover un debate interno, se lo combate en nombre de la unidad y “al que no le gusta, que se vaya”. Entonces, el desafío de este momento histórico es producir un tratamiento correcto de nuestras contradicciones, y a eso nos dedicaremos a continuación.
Mao establece tratamientos diferenciados para cada caso: lucha, en la contradicción antagónica; análisis, crítica, debate, en la contradicción no antagónica. Lo que está ocurriendo hoy en el FdT acaso sea lo opuesto.
1. En estos días, la fascinación por el adversario se convirtió en oficio: por todas partes proliferan “especialistas en nuevas derechas”. Analistas políticos, periodistas, pero también dirigentes oficialistas asumen que hoy lo importante es el avance del “fenómeno Milei”. Se destinan páginas, congresos, entrevistas y toda clase de foros a caracterizar y finalmente alertar contra el peligro que entraña el ascenso irresistible de la derecha. Esta compulsión diagnóstica acusa un primer error, y es justamente el tratamiento incorrecto de la contradicción antagónica. No hay que debatir sobre las nuevas derechas: hay que combatirlas. El problema no es Milei, que en definitiva sólo representa el espejo de nuestra provisoria inacción; el problema son los analistas de Milei. Un error adicional es el modo mismo en que se lo analiza y los resultados de ese análisis. A los especialistas en nuevas derechas les falta verdadera desesperación por el avance de la derecha; como si no creyeran que efectivamente fuera a suceder. De otra manera no se explica que la conclusión siempre sea que debemos tener miedo y por tanto moderarnos. ¿Cómo se puede dar un combate a la defensiva y haciendo culto de la moderación? La campaña de Haddad contra Bolsonaro ya demostró la ineficacia de estas pretensiones. En resumen: hasta ahora no hemos hecho más que analizar a la derecha; pero de lo que se trata es de combatirla. ¿Y cómo se la combate? Construyendo un programa político superior y militándolo hasta el cansancio. ¿Y si el programa político no está claro? Propiciando un debate interno.
2. Algo evidente: los errores de tratamiento de ambas contradicciones están asociados. Es precisamente en nombre de la moderación y del miedo por el avance de la derecha que se insiste con evitar el debate interno. Que no haya crítica, se nos plantea, sino unidad. El debate sería ideológico; la unidad, pragmática. Pero a esta altura del partido resulta francamente “ideológica” la insistencia con defender la unidad a toda costa, dado que se convierte en una idea abstracta y testimonial si no se llena de un contenido y de unas políticas públicas que transformen la penosa realidad de los argentinos y las argentinas después de cuatro años de macrismo y dos años de pandemia. Y en cambio no hay nada más “pragmático” que proponer un debate interno sobre la redistribución del ingreso cuando se está por cumplir un año de perder las elecciones intermedias.
A esta altura del partido resulta francamente “ideológica” la insistencia con defender la unidad a toda costa, dado que se convierte en una idea abstracta y testimonial si no se llena de un contenido y de unas políticas.
Volviendo a Mao, la fórmula para resolver las contradicciones internas es “unidad – crítica – unidad”. Y hay que asumir que estamos en el momento de la crítica. La inflación es más importante que la unidad. Una cosa es la “unidad electoral” para ganarle a Macri y otra cosa es la “unidad política” para gobernar la nación. Todavía no está resuelto el debate sobre los motivos de la victoria electoral de 2019. Para un sector del Frente de Todos, el elemento clave fue la unidad de los dirigentes; para el otro, la memoria social del kirchnerismo + la oposición política al macrismo. La derrota electoral de 2021 le dio la razón a estos últimos: si la unidad no garantizaba lo que había garantizado el kirchnerismo, si la unidad no restituía los derechos aniquilados por el macrismo, entonces con la unidad no alcanzaba y de ninguna manera había sido el factor decisivo de la performance electoral de 2019. Hoy es momento de reabrir ese debate no saldado porque lo que está en juego de acá en adelante es si primará la defensa abstracta de la unidad o la defensa concreta de los intereses del pueblo. Unidad – debate – unidad significa partir de la unidad, resolver las contradicciones a través del debate y alcanzar una nueva unidad sobre otras bases. No hay que combatir las críticas sino analizarlas y procesarlas.
3. Las dos contradicciones, en definitiva, apuntan a una misma conclusión: la necesidad de definir un programa político que represente al pueblo. Como marcó Cristina, “tenemos la obligación de debatir y discutir cómo hacemos para devolverle a la gente la esperanza y los anhelos”. La memoria del kirchnerismo es un buen punto de partida –no de llegada–. ¿Y qué significa entonces “memoria del kirchnerismo”? Que Néstor y Cristina construyeron representatividad redistribuyendo el ingreso y ampliando derechos. Y luego convocaron al conjunto del pueblo a empoderarse de esos derechos, incluyendo el derecho a hacer política. Cuando la representación política funciona bien, no solamente no hay insatisfacción democrática sino que además hay incorporación a la militancia.
Las dos contradicciones apuntan a una misma conclusión: la necesidad de definir un programa político que represente al pueblo. A fin de cuentas, en 2019 el pueblo votó una fórmula, no sólo un candidato a presidente.
Se produce entonces un fenómeno curioso: en lugar de que los representantes “quieran parecerse a sus representados” resolviendo sus demandas, son los representados los que, sintiéndose precisamente muy representados, quieren ser como sus representantes. No importa si hoy la derecha es más o menos antipolítica; importa si el campo popular está politizado. Lo que hay que redistribuir, además del ingreso, es la responsabilidad política por los asuntos públicos. A la derecha no la vamos a combatir con la unidad de los dirigentes sino con un debate político de cara al pueblo y con un proyecto nacional de transformación.
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* El autor es licenciado en Letras, docente y secretario general de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), concejal del FdT en Hurlingham. Escribió el libro Comunología. Del pensamiento nacional al pensamiento de la militancia, (Cuarenta Ríos, 2021).
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