Más allá de todas las teorías conspirativas: qué efecto práctico tienen las críticas al ministro de Economía.
Por José Cornejo (*)
Las discusiones dentro del Frente de Todos tomaron estado público a partir de la carta que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner publicara luego de la derrota en las PASO 2021. Desde entonces, las críticas han ido in crescendo y ha sido La Cámpora quién las ha sostenido, tomando como punto más caliente la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque en Diputados nacionales.
Una y otra vez los medios hegemónicos denunciaron el quiebre definitivo del FDT. Una y otra vez erraron. Al punto que Andrés Larroque, el secretario general de La Cámpora, se preguntó durante la marcha del 24 de marzo: ¿cómo vamos a abandonar una fuerza que construimos nosotros?
Ahora bien, si los cuestionamientos arrecian pero el objetivo no es la disolución de la coalición, ¿qué se está discutiendo? Primero, un hecho incontestable. El último dato del INDEC indica que la canasta básica para una familia tipo cuesta 90 mil pesos. Paralelamente, la resolución 4 del Ministerio de Trabajo indica que el Salario Mínimo, Vital y Móvil será, a partir del 1 de abril de este año, de 39 mil pesos. Es decir, si papá y mamá tienen trabajo formal, todavía les falta 12 mil pesos para llegar a fin de mes.
Pero si la epopeya que transita nuestro Pueblo para llegar a fin de mes no fuera suficiente, el escenario es oscuro incluso desde la realpolitik. Ocurre que el voto del FDT se sostiene justamente sobre el segmento más esforzado de la clase obrera. Los sectores de menores ingresos son obviamente quienes menos pueden dolarizar o aumentar sus salarios. Para peor, una buena parte de él se va en alimentos, el epicentro de la inflación.
Por su parte, el gobierno nacional no parece registrar lo que está ocurriendo. Ya en la mencionada carta del 16 de septiembre de 2021, CFK señalaba: “A agosto de este año, a cuatro meses de terminar el año y faltando apenas unos días para las elecciones, el déficit acumulado ejecutado en este año era del 2,1% del PBI. Faltan ejecutar, según la previsión presupuestaria, 2,4% del PBI… más del doble de lo ejecutado y restando sólo cuatro meses para terminar el año… con pandemia y delicadísima situación social.”
Siete meses después, el pasado 21 de abril, Guzmán se jactaba de sobrecumplir la meta de ajuste acordada con el FMI. La sensibilidad social te la debo.
Así las cosas, alguien debía recordarle al gabinete de Economía que estaba ahorrando con el bolsillo de otros. Ya en mayo del año pasado Larroque reclamaba que no se suspenda el IFE. Para la misma época se dio la encendida defensa del kirchnerismo de Federico Basualdo, convertido en una barricada en los gastos de los más humildes.
En la última semana, hubo cambios. Sea el regreso del IFE el 20 de abril, el acto con Basualdo en Vaca Muerta el 21 de abril o los fondos para duplicar el Sistema Alimentario Escolar este 25 de abril, el gabinete económico empieza a hacer los movimientos que el electorado votó en 2019.
A fuerza de críticas, el ministro Guzmán y su superior, el presidente Alberto Fernández empiezan a corregir el rumbo. Ahora bien: ¿hay que llegar a este punto de irritación de las relaciones políticas, con la angustia que además le agrega a nuestro Pueblo?
El rol del Frente de Todos es proteger y mejorar los ingresos de la clase trabajadora. A no llorar como radicales lo que se puede defender como peronistas.
(*) Director Agencia Paco Urondo. Docente UNLP.
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