Los cambios en el mercado de trabajo argentino frente a la coyuntura local y mundial
Mientras la pandemia pasa, se va la mitad de un mandato y con el riesgo de "perderlo todo" se torna más urgente profundizar la incorporación de valor agregado a nuestra industria.
Por César Mongiovi y Hernán Herrera
Mientras la pandemia pasa, se va la mitad de un mandato y con el riesgo de “perderlo todo” se torna más urgente profundizar la incorporación de valor agregado a nuestra industria, a toda nuestra producción, tanto por la necesaria sustitución de importaciones, frente a los problemas de la balanza de pagos, a la insuficiente disponibilidad de crédito en nuestra situación actual, como por el mercado interno laboral, fragmentado, desintegrado, y heterogéneo que tiene la Argentina.
La Argentina debe combinar cada día un poco más las fuerzas del Estado atendiendo los resortes que le dan basamento a su propio ser, su sentido más fuerte, garantizar los derechos fundamentales de nuestra carta magna, y todo ello no se logra sin empleo, sin consumo, sin más oferta, sin mejores salarios.
En este sentido, para poder avanzar, veamos la foto de situación de fines de 2021. El empleo viene subiendo, y el desempleo bajando. Estos datos del Indec, no son menores. El empleo subió en 650.000 ocupados desde fines de 2019, y el desempleo está en su valor más bajo desde 2015: 7% en el último trimestre de 2021, el mejor registro de los últimos siete años. Además, se registró un crecimiento de 3,5 puntos en la tasa de empleo, que pasó de 40% al 43,6%. Hay en la actualidad 1,5 millones de personas desempleadas en el país.
El desempleo más elevado en términos relativos está en Gran Córdoba (10,1%), Mar del Plata (8,4%), Gran Resistencia (8,4%), Gran Tucumán, Bahía Blanca y los partidos del Gran Buenos Aires (8,2%). La informalidad en todo el país creció tras el fin de la pandemia, porque se recuperaron empleos informales. Este último dato es de máxima trascendencia para un país que viene de 42% de pobreza en 2020 (que podría perforar los 40 puntos a la baja en 2021).
En referencia al empleo visible (formal, público, privado, monotributo, personal doméstico, etc.), el Ministerio de Trabajo en diciembre de 2021 mostraba 2,4% más empleo que en diciembre de 2019, superando la inmensa caída de la pandemia. En términos de empleo privado registrado ya se están viendo niveles similares a los de diciembre de 2019, en el orden de los 6 millones de empleos. El empleo privado industrial formal ya ha recuperado niveles de febrero de 2019.
Por el lado del consumo, el consumo minorista se ha recuperado con fuerza, sobre todo en turismo. Los datos de CAME muestran a febrero 2022 que las ventas minoristas pymes a precios constantes cumplieron 12 meses consecutivos en alza, al subir 20,7% anual en febrero. También frente a febrero de 2020, antes del inicio de la pandemia, se incrementaron 12,9%. Los datos de consumo agregado del Indec, también muestran un marginal por arriba de 2019.
Por el lado del salario y la pobreza, la situación empieza a deslucirse y ahí es adónde ahora debemos mirar. Los indicadores de inflación de estos últimos meses son dramáticos. El salario en febrero de 2022 mostró el mismo poder adquisitivo que en diciembre de 2019, todavía afectado por el shock de la pandemia y de la devaluación que operó entre 2018 y 2020 en nuestro país, en el marco de la crisis de deuda. La pobreza que en 2021 bajará frente al 2020 de pandemia (por más empleo) posiblemente se esté viendo afectada con fuerza frente a niveles de variación de precios promedio superiores a 6,6% en la canasta básica total registrados en febrero.
Como vemos hay un crecimiento heterogéneo en estas variables. Por un lado, se ha recuperado parte del empleo y la actividad, por otro los niveles son muy interesantes, pero finalmente todavía falta mucho salario y jubilaciones, para recuperar los ingresos sobre los niveles de 2015 ó (incluso) 2017, por ejemplo. Y esta brecha no es menor, porque está en el núcleo del proyecto de gobierno, que tiene muchas dificultades para avanzar en mejoras sociales impostergables. Está claro que el principal argumento para dar cuenta de las siete plagas del apocalipsis es la inercia de precios que fue generada por la devaluación de 2018 y 2019 frente a la crisis de deuda, que provocó el gobierno macrista. Pero eso no puede interrumpir nuestras explicaciones o argumentos para delante.
La guerra en el otro extremo del mundo pega de lleno en los precios de la energía y los alimentos, otro cisne negro, con cierres proteccionistas que dificultan la entrada de productos con valor agregado de latitudes como las nuestras, subsumidas en el subdesarrollo periférico desde antaño.
En este contexto, queremos plantear que surge también una oportunidad: el mundo está demandando no sólo cada vez más energía, y apuntando a una transición energética que llama a descarbonizar, a una minería inteligente, además la salida de la pandemia y en el contexto de la guerra la demanda de productos industrializados mejora. Entonces hay una oportunidad de incorporar al mercado formal de trabajo a aquellas fuerzas pujantes, ávidas de aportar al PBI, y para ello se precisa una creación innovadora de herramientas. No podemos pensar que dos generaciones de seres humanos caídos del sistema deban vivir sin otro horizonte que ser únicamente recuperadores urbanos (cartoneros), fumigadores de monoblocks o recicladores de PET, por ejemplo. El desafío es sin menospreciar estas actividades, promover un salto en el tipo de empleo mejorando en consecuencia las rutinas de familias enteras que aguardan por dignidad, y con ello promover la actividad de cara a las siguientes generaciones.
Este tiempo nos impone ir a fondo nuevamente, sólo transformando la realidad de los más necesitados se saldrá airoso. Lo que está claro es que esa realidad no se va a transformar de modo aislado del resto de las actividades productivas. Y ahí, en esa integración es dónde emerge con fuerza la capacidad para la acción política. Ampliando la base de derechos. La realidad de nuestro país es inmensamente heterogénea. Mientras hay sectores que tienen buenos salarios y empleos formales como pueden ser hidrocarburos, automotriz, y minería, hay otros con alta proporción de informalidad, como plomeros, albañiles, electricistas, telemarketing, moto-mensajería, guías de turismo o personal doméstico, entre otros varios oficios, asociados a ingresos que siguen el salario mínimo.
Generar igualdad social, por supuesto tendrá un efecto sobre los ingresos de los sectores informales. Todo lo cual requiere un balance de pagos estable. Nadie dice que sea fácil pero el desafío es ése. Que los trabajos más precarios e informales mejoren, evolucionen, y crezcan, para atender la informalidad, pero también para dar un paso más en igualdad social.
Hubo una época en que los torneros, los matriceros, los soldadores y los carpinteros fueron tan importantes que las escuelas técnicas los producían relativamente en gran proporción. Donde abría una YPF, donde se ponía una estación de Ferrocarril, nacía un pueblo. Parece una frase hecha, pero esto ocurrió en nuestro país. ¿Cuál es la producción que va a generar nuevos urbanismos, mejor actividad, inclusión y mayor productividad para la economía? ¿Va a afectar la robotización de las fábricas a un país como el nuestro? En cualquier caso, el objetivo es igualar para arriba.
Sepamos avanzar desde la capacitación de nuestras fuerzas productivas, desde los convenios con sindicatos, la preparación de distintos actores sociales, los acuerdos tripartitos, la consustancialidad de los trabajadores con la búsqueda de mayor productividad en las fábricas, la puesta en marcha de planes de inclusión, trabajo y salario, que integren sectores que están creciendo, mejoren proveedores locales, tal como se viene haciendo, en relación con aquellos sectores o empresas que están en la crema de los negocios transnacionales hay mucho para hacer con el objetivo de no tener ninguna sorpresa a futuro. Con el objetivo de integrar una reforma estructural, para que nuestra economía pueda sortear cada vez mejor los cuellos externos, mejorando sin pausa los empleos más postergados que tienen los peores salarios. Y así poner en marcha un ciclo de superación, mejorando las oportunidades de toda la sociedad.
No puede haber inclusión sólo pensando en la productividad y en la frontera tecnológica, que sin dudas deben ser prioridad, debe tenerse en cuenta que sin inclusión no hay país, y por eso la construcción debe ser con todos, y todas, con los postergados, los excluidos, los parias, los peligrosos, los olvidados, nuestra deuda interna.
Tomemos el convite de este tiempo que nos toca vivir, levantemos nuestras Pymes con cada vez más beneficios concretos, dotándolas de mayor capacidad para tomar empleo. Sigamos este camino de mejora para nuestras empresas, que se viene dando estos dos últimos años, después de las 25.000 Pymes que murieron entre 2016 y 2019, con un crecimiento industrial récord pero con salarios que se demoran, y vayamos a lo profundo de la cuestión laboral en cada una de ellas, dando una vuelta de tuerca a la heterogeneidad de estos años, para lograr una sociedad más justa.
La solución no es crear homogeneidad entre todos los sectores, porque cada convenio es distinto y cada sector particular. La solución requiere trabajar en la mejora de cada convenio para mejorar la calidad de vida los trabajadores, e incrementar el principio de progresividad en cada sector. Entonces el trabajo es más arduo de lo que puede parecer intuitivamente. Por ejemplo, el sector del neumático está bastante asociado a la evolución del sector automotor. Brigestone por ejemplo logró pagar un bono de más de 700.000 pesos (en dos cuotas) gracias a la participación en las ganancias de los trabajadores. No se podría hacer lo mismo con todas las empresas y trabajadores, quizá con algunas, pero sí que cada caso encuentre un modo de dar una vuelta de tuerca a su contradicción primaria interna.
Esas pymes deberán fundamentalmente acompañar la sustitución de importaciones, realizar productos que importamos y podemos reemplazar, que son objetivos actuales, y que deberán ser los objetivos por muchos años, desde productos de plástico inyectado hasta autopartes. Se está trabajando en estas líneas, pero requiere una profundización de largo plazo, políticas de Estado, sostener este rumbo y mejorarlo todos los días. Lo vimos con FM (Fabricaciones Militares), con nuestros astilleros (se acaban de botar 2 barcos), nuestra fábrica militar de aviones (FMA), Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), etc. Esa Argentina existió en su esplendor, ahora se debe profundizar atendiendo a las necesidades de este tiempo, mientras se disputa un futuro de continuidad.
No ir a fondo atendiendo todas estas necesidades sociales redundará en un regreso al pasado cercano que tanto daño nos hizo. Porque las reformas estructurales requieren cambios muy fuertes, una estructura productiva sustentable debe estar en sintonía con sindicatos y trabajadores que se la apropien, que coincidan con ella, sino los cambios son reversibles. Porque ya quedó demostrado que los cambios sí son reversibles, pero eso se evita con hechos concretos, y es el peronismo el que debe honrar como movimiento de los trabajadores sus tres banderas (soberanía política, independencia económica y justicia social). Con la ley en la mano, sí, pero sin pedir permiso.
La ecuanimidad en política no existe, existen posiciones, existen disputas y negociaciones para poner en marcha un rumbo. El tiempo es hoy, para que mañana miles de argentinas y argentinos no se levanten con los mismos problemas que sufrieron con el macrismo. Es necesario abrir camino en los hechos al principio de progresividad de derechos que consagra nuestro derecho laboral (cada convenio debe superar al anterior en beneficios para el trabajador, no sólo salarialmente), de manera que institucionalmente el recorrido productivo y laboral lejos de quedar subsumido en flexibilizaciones, se complejice tecnológicamente redundando en una mejora social futura. Sólo de este modo se propenderá a acercar el sistema productivo a una solución de largo plazo.
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