CLAVES DE LECTURA En el cuarto trimestre de 2021, la tasa de empleo se ubicó en 43,6% y alcanzó un máximo desde que el INDEC publica la nueva serie de la EPH (2T16). La desocupación, por su parte, llegó al mínimo del 7%.
A diferencia de lo sucedido durante la salida de la pandemia, no se trata de una caída de la tasa de desocupación por personas desalentadas que pasan a la inactividad, sino de personas que efectivamente consiguen empleo.
¿Podrá el empleo seguir creciendo en 2022? En principio, resulta poco probable que se pueda sostener el alto dinamismo de 2021. Actualmente la cantidad de personas desocupadas está en valores mínimos y, como señalamos en los informes anteriores, para 2022 vemos un escenario en el que la economía podría crecer entre 3% y 3,5%, donde la mayor parte de ese crecimiento (cerca del 3%) se explica por el arrastre estadístico que deja la recuperación del segundo semestre de 2021.
Esta previsión de una menor generación de empleo para 2022 traslada el foco de atención hacia el poder adquisitivo del salario: La tan postergada recuperación del ingreso real será el factor decisivo para que el crecimiento pueda sostenerse más allá del arrastre estadístico.
A pesar de que las paritarias en el segundo semestre del 2021 lograron defender el nivel de salario a fin de año, en el arranque de 2022 la aceleración de la inflación compromete nuevamente la perspectiva de una recuperación real.
Para lo que resta de 2022, el BCRA va a tener un importante desafío. Más allá de la aceleración reciente de la inflación, fiscalmente el año puede ser más complejo de lo previsto debido al efecto negativo que los precios de la energía pueden tener en el nivel de subsidios económicos. Esto quiere decir que el objetivo de déficit primario de 2,5% del PBI podría no cumplirse, lo cual tiene dos posibles implicancias en materia de fuentes de financiamiento: o bien el Tesoro emite por encima del 1% del PBI previsto en el acuerdo con el FMI, con los respectivos efectos que esta expansión puede generar en materia cambiaria, o bien deberá incrementar la colocación de deuda en pesos, tensionando el programa financiero del año entrante.
En este sentido, con el refuerzo del FMI en materia de reservas, incluso en un escenario moderadamente negativo en los términos de intercambio, el año 2022 parece relativamente cerrado en materia cambiaria. El problema que emerge para la macro argentina es otro: el foco de preocupación no serán los dólares del presente sino los pesos del futuro.
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