Por Elda Cantú Senior News Editor, Latin America |
El fin de la pandemia parece estar en el horizonte. |
En la segunda semana de febrero, los nuevos casos del virus disminuyeron un 19 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud. |
Australia, Alemania y Suiza están eliminando sus últimas restricciones pandémicas. Disney World y Disneylandia quitarán algunos requisitos para los visitantes vacunados. El festival Coachella informó que se celebrará sin pedir prueba de vacunación ni cubrebocas. |
“El deseo de volver a la normalidad”, escribía en un ensayo de Opinión el profesor de epidemiología Gregg Gonsalves, “es palpable tras más de dos años de muerte, sufrimiento y penurias”. |
Sin embargo —siempre hay un sin embargo—, la pandemia no terminará igual ni al mismo tiempo en todo el planeta. |
Gonsalvez advertía que, en los años 90, algunas personas declararon de forma prematura el fin de la epidemia del sida y lo que sucedió fue que el VIH terminó por arraigarse en comunidades y países menos favorecidos. |
Por ello, virólogos, historiadores y otros científicos siguen investigando las pandemias del pasado para comprender mejor lo que el futuro nos depara. |
La misteriosa gripe rusa del siglo XIX, por ejemplo, inspira a algunos expertos, pues su comportamiento fue similar al de nuestra pandemia actual; piensan que aquella crisis pudo haber sido causada por un coronavirus. Pero para superar la fase especulativa necesitan, entre otras cosas, ubicar tejido pulmonar de aquella época. |
La peste bubónica también es un referente en materia de cambios sociales. En un ensayo reciente, el novelista M.T. Anderson escribe sobre cómo la peste bubónica cambió las relaciones laborales. Y añade: “Empero, el creciente sentimiento de frustración entre la vasta clase trabajadora de nuestro país nos une con esos campesinos y artesanos medievales que desafiaron las expectativas de la élite para buscarse una vida mejor”. |
Pero tal vez las repercusiones pandémicas que deberíamos abordar con más urgencia son las que persisten en las personas que lograron recuperarse de una infección de COVID-19. |
Un estudio recién publicado sugiere que contraer COVID-19 puede aumentar el riesgo de desarrollar problemas de salud mental. La investigación analizó a 154.000 pacientes y halló que en los meses posteriores a contraer covid tenían un 39 por ciento más de probabilidades de ser diagnosticados con depresión y un 35 por ciento más de probabilidades de que se les diagnosticara ansiedad. |
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“Los marcadores inflamatorios pueden alterar la capacidad del cerebro para funcionar de muchas maneras, incluida la capacidad para producir serotonina, fundamental para el estado de ánimo y el sueño”, explicó Maura Boldrini, profesora de psiquiatría en la Universidad de Columbia. |
Además, la covid prolongada apenas está empezando a mostrar su alcance y todo parece indicar que muchos tendrán que vivir con sus consecuencias. En un estupendo reportaje interactivo, nuestro colega Josh Keller desmenuza las causas de los síntomas que afectan a quienes sufren del síndrome postcovid, conocido también como covid prolongada o persistente. |
Aún tenemos mucho trabajo y cuidados por delante: sin duda seguiremos viendo variantes, secuelas, transformaciones estructurales a nuestro modo de vida. |
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