9/22/2021

la clase política en su conjunto debería entender lo que se juega en este tiempo

Cambios para llegar a noviembre. Llegar a noviembre para cambiar – Por Darío Capelli


Darío Capelli sostiene en esta nota que el objetivo del nuevo gabinete es evaluar seriamente los daños sociales de la pandemia y mitigarlos con ejecución en tiempo récord de los recursos económicos que hasta ahora no se usaron. Pero advierte Capelli que el objetivo, que es gobernar conforme al mandato que le confirió la ciudadanía al peronismo cuando eligió su fórmula presidencial en 2019, no se logrará con este nuevo elenco ministerial sino con otro mucho más representativo de la realidad social argentina y que a partir del primer día posterior a estas legislativas se siente a elaborar un plan que concrete los anhelos de felicidad para el Pueblo y grandeza para la Nación.


Por Darío Capelli*

(para La Tecl@ Eñe)


¿Hay que remontar el resultado de las elecciones? Sin dudas.

¿Puede hacerlo este gabinete? Puede.

¿Alcanza con remontar el resultado de las elecciones para gobernar la Argentina con justicia social, soberanía política e independencia económica? No.

¿Puede este gabinete acompañar a Alberto Fernández en los dos años de gobierno que le quedan y dejar las líneas tendidas para que la Argentina se encamine hacia la justicia social, la soberanía política y la independencia económica? Tampoco. Su horizonte está puesto en noviembre y no va más allá. El objetivo del nuevo elenco -que no es poco pero resulta insuficiente- es evaluar seriamente los daños sociales de la pandemia y mitigarlos con ejecución en tiempo record de los recursos económicos que hasta ahora no se usaron. La carta de Cristina hace pie en este punto: más de la mitad del déficit calculado para este año funesto todavía no fue gastado y apenas quedan tres meses y medio para que finalice. El anterior gabinete -por su visión de la realidad, si no insensible, distorsionada- subejecutó partidas que el propio Congreso Nacional había ya aprobado en la ley de presupuesto. O bien careció de imaginación para expandir el gasto social o bien la línea era no hacerlo. Si se tratase de esto último, estaríamos hablando de un ajuste hecho y derecho. Ahora las piezas se movieron y de aquel gabinete quedó la mitad. El actual levanta mucho el perfil político con algunos Ministros que se caracterizan por su capacidad de trabajo. Corrijo: más que capacidad de trabajo, lo que caracteriza a algunos de los nuevos Ministros es su capacidad de conferenciar a las seis de la mañana y fijar la agenda del día. Ministros que cuiden las espaldas del Presidente, que se muestren activos y que hagan lo que tengan que hacer para “poner plata en los bolsillos de la gente” son iniciativas que tienen un doble fin: aglutinar al Frente de Todxs y hacerlo atrás de un objetivo que ahora puede verse relativamente alcanzable: dar vuelta el resultado de las PASO o acortar todo lo más posible la distancia con la fuerza que entonces triunfó. Se dirá que ganar o al menos no perder el control del quorum en las cámaras es el único modo de no precipitar al desbarranque y de evitar que la derecha pase a ocupar el centro del ring.

De acuerdo.

Pero ¿Y después qué? Si bien lo hecho –o sería correcto decir lo NO hecho- derivó en el desastre electoral del domingo 12 de setiembre, en algunos Ministerios, sin embargo, había una hoja de ruta. Raquítica, sí, pero hoja de ruta. El ejemplo es la cartera de Seguridad: una resolución temprana derogó el protocolo de Patricia Bullrich que habilitaba el gatillo fácil; no se usarían las fuerzas federales para hacer inteligencia interna y se despenalizarían algunas actividades que hasta hoy insólitamente siguen siendo delitos como la tenencia de marihuana para consumo personal, entre otras medidas tendientes a considerar la cuestión securitaria no como un problema policial sino como un problema político que involucra el accionar de las diversas policías. Es evidente que la ex ministra Sabina Fréderic no pudo desarrollar plenamente esta concepción porque, entre otros motivos probablemente vinculados a las ineficacias propias de su gestión, debió ocupar buena parte del tiempo en absorber los ataques pasados de rosca del Teniente Coronel retirado Sergio Berni, exponente de una perspectiva opuesta pero que en el esquema del espacio nacional-popular tiene mucho más espacio del que nos gustaría. Aníbal Fernández no fue designado allí, en lugar de Fréderic, para profundizar las líneas que estuvieran bien ni para corregir las equivocadas. Lo llamaron en su calidad de bombero y no para gestionar el área. Casi podría justificarse porque el incendio es grande, aunque es lamentable que no se continúen políticas de Estado bien orientadas. Un efecto no buscado de su nueva investidura podría ser que quizás termine siendo el tipo que le ponga el cascabel a su par bonaerense.

Pero lo que pueda decirse en un sentido no es aplicable a todos los casos. La gestión de Trotta, para dar el ejemplo más claro, resultó un desastre desde el primer día. Nunca le encontró la vuelta a cómo organizar su cartera de modo que el derecho a la educación estuviese garantizado para todxs lxs argentinxs aun cuando estuviéramos atravesando la pandemia y las escuelas permanecieran cerradas. Respecto de la presencialidad fue errático y lo que decía por la mañana, lo desdecía por la tarde. Un día contradecía los caprichos de Larreta y al otro los conformaba. Llegó a dar una conferencia de prensa junto a Soledad Acuña desde la sede del gobierno porteño, con cartelería amarilla de decorado. Así pues, lo que se haga en Educación de aquí en adelante no puede ser más que mejor de lo que se había hecho hasta ahora. Un buen indicador en el arranque de Jaime Perczyk es que su designación no será mal recibida ni por lxs trabajadorxs de su Ministerio, ni por los gremios docentes, ni por lxs rectorxs nucleadxs en el Consejo Interuniversitario Nacional. Su paso por los distintos niveles de la gestión educativa, ha dejado el recuerdo de funcionario muy activo.

No obstante la salida de Trotta, el PJ de la Capital Federal no resigna su lugar en el gabinete y en una movida entre inesperada y medio incomprensible se va Salvarezza (de reconocida identidad kirchnerista) y entra Filmus en su lugar. En fin. Sin restarle sus méritos al flamante Ministro, parece más un acuerdo para mantener cupos y cumplir con las roscas que una decisión en función de un nuevo plan para el desarrollo científico-tecnológico. Pero no sólo en ese sector falta un plan. En verdad, no se ve plan en ningún lado. La nueva composición del gabinete se ha transformado en un fin en sí mismo. El gobierno debía realizar ese movimiento drástico porque recibió una paliza en las urnas. Los cambios y enroques para dotar de mayor “volumen político” al staff no son, sin embargo, garantías de intervención estatal ni de llamados a la participación popular en la toma de decisiones que auguren un destino nacional emancipado. Son, en todo caso, una demostración de buenos reflejos ante una derrota inédita. Manzur como jefe de todos lxs ministrxs, incluso, no deja de ser un gesto. Fuerte pero gesto al fin. Cafiero no iba más. Clarísimo. Amen de la falta de dirección y de la nula autocrítica pre y post derrota, se le fue de las manos el asunto de renuncias en casacada y hay que sumarle el escándalo del vocero Biondi, a quien después de los traspiés (en el mejor de los casos) o de las operaciones de prensa (en lo que parece ser el caso más probable) no podemos sino considerarlo como un infiltrado de la oposición. Tuvo que prevalecer el estilo frontal de Cristina para que las responsabilidades correspondientes fueran, por fin, asumidas. Sea: eyéctese a Biondi y con él váyase Cafiero de la jefatura de gabinete.

“Meté federalismo y hacele un guiño a los gobernadores, Alberto”, debe haber sugerido alguno.

“Che, pero mirá que en todas las provincias sacamos menos votos que en 2017”, acotó otro.

“¿En todas?”, preguntó un tercero.

“Habremos perdido votos en todas las provincias pero en algunas igual seguimos siendo primeros”, sentenció uno que nunca pierde el optimismo.

“¿En cuáles?”, volvió a preguntar el desinformado.

Alguien contestó: “En San Juan y todas las del NOA menos Jujuy: La Rioja, Catamarca, Salta, Formosa, Santiago del Estero y Tucumán. Bueno… Formosa, desde ya”.

Uno que todavía no había dicho nada se animó: “¡A la pelota! ¿Y entonces a quién nombramos de Jefe de Gabinete? Algunos de esos gobernadores ni siquiera son nuestros puros y otros, al menos vistos desde Buenos Aires, son muy polémicos”.

“¿Y Manzur? ¿No lo nombra Cristina en su carta?”, dijo el más viejo de los asesores.

Quién sabe cómo se cierra un acuerdo político pero la escena no es del todo inverosímil. Su elección, la de Manzur, ha generado inmediatos resquemores. Ciertas posiciones que en un pasado no tan lejano lo ubicaron en un espectro ideológico muy conservador, lo convierten en blanco de miradas con ojos entrecerrados. A propósito y en absoluto para justificar su nombramiento, la abogada feminista y presidenta de la organización “Mujeres X Mujeres”, Soledad Deza, posteó en sus redes una interesante advertencia a tener en cuenta antes de espetar un rápido prejuicio: la Tucumán de Manzur (aun cuando en efecto el ahora Jefe de Gabinete sea muy católico y que haya cometido la aberración de justificar la cesárea a una niña violada) fue, de todas las provincias del NOA y NEA, la que –en proporción- más diputadxs aportó para que se diera media sanción a la legalización del aborto. Y desde que está en funcionamiento la ley se realizaron, según información oficial, 1836 abortos en total acatamiento a la norma, cosa que no sucede del mismo modo en todo el país. Repetimos: no es para justificar a nadie pero sirve para señalar que las cosas no son tan lineales ni siempre se ajustan a lo que se ve desde Buenos Aires.

Foto: Presidencia de la Nación.


Así todo, lo dicho no nos mueve una uña de lo que queríamos plantear: ¿cuál es la estrategia a largo plazo o el plan que llevó a considerar que Manzur sería su mejor timonel y el resto de los ministros designados, los encargados de traducirlo a cada área?

Estos cambios son puro tacticismo aun cuando en algunos casos, como en Educación, pueda esperarse desde los primeros días la proyección de algunas políticas públicas de mayor alcance que las que implementó el anterior Ministro. Pero entre aquellos Ministros de los que se puede esperar algo y los que sólo están ahí para apagar incendios o los que ocupan un lugar para respetar los cupos acordados superestructuralmente, corremos el riesgo de que –como diría el Astrólogo de Los Siete Locos– se termine armando una ensalda rusa que ni dios entendería. En la noche de una nueva crisis política, si sucediera, todos los gatos serán finalmente pardos y pagarán justos por pecadores y tirios por troyanos. Y ya que hablamos de gatos pardos: lo real (o sea la economía, las relaciones de producción, la capacidad adquisitiva del salario y la organización de la fuerza de trabajo) no ha sido tocado. Es decir, no podemos evitar la sensación de que si se modificó algo de aquello otro fue para que, al cabo, nada de esto cambie del todo. Se entiende que si Martín Guzmán fue exitoso en la reestructuración de la deuda con los bonistas privados y además es un joven mimado en el FMI –cosa que lo posiciona bien para negociar la devolución del maldito crédito contraído por el gobierno de Macri; se entiende que si el muchacho es un hábil negociador con los buitres de las finanzas, decíamos, se quede ejerciendo esa función en el gobierno. El país lo necesita allí. Pero el manejo de las variables macroeconómicas no sirven para paliar el hambre, controlar los precios o regular el mercado de trabajo en beneficio del movimiento obrero. Hay tres indicadores que giran alrededor del número 50 y que requieren el mayor esfuerzo del estado para domarlos: 50 % de inflación interanual, 50 % de pobres y 50 % de informalidad laboral. En un juego de póker diríamos que es una “pierna”. Pero esto está lejos de ser un juego y se parece mucho al infierno. Bueno, pues: ni el Ministro de Economía ni el de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, se muestran desvelados por esa troika diabólica que gobierna la vida de lxs argentinxs y que, según creemos, ha sido definitoria en la orientación del voto. Es una bomba que exige la mayor creatividad por parte del gobierno y su intervención urgente en la puja distributiva. Se precisa cirugía mayor en el medio de la batalla: furibundo control de precios y subsidios a los productos de la canasta básica para pisar la inflación; salario básico universal para combatir la pobreza; reconocimiento y derechos a lxs trabajadorxs de la economía popular (cooperativas de reciclado, agricultura familiar, atención de comedores comunitarios, tareas de cuidado, etc.) para ordenar el mercado laboral. No es la agenda de este gabinete económico, más preocupado por el déficit. Se entiende. Pero entonces que no se encarguen de la economía que descalabra el cotidiano de la población sino de los pactos financieros con la banca internacional. Justo donde había que cambiar, si la perspectiva fuera la de encauzar verdaderamente el rumbo de la Argentina, no se tocó nada. Por varias cosas y principalmente porque no hubo mayores reintepretaciones de la política económica, vemos que los movimientos del gabinete –hasta ahora, al menos- son algo pirotécnicos y, más que nada, cortoplacistas. Sirven para proa hacia noviembre y no hay que pedir mucho más. Pero, por otro lado, si en efecto es una bala de plata y el gobierno llegase a malgastarla, todos los ministros recién nombrados terminarán en un mismo lodo. Y Perczyk, entonces, será lo mismo que Aníbal, Aníbal lo mismo que Manzur, Manzur lo mismo que Filmus y, lo que es peor, Cristina será lo mismo que Alberto y Alberto, lo mismo que cualquier otro dirigente de bajo vuelo. Los medios de comunicación (que ya no son sólo tanques de la opinión pública sino la artillería real contra los intentos, por tibios que sean, de darle al orden democrático un carácter participativo y popular) juegan permanentemente con imágenes que se hamacan entre 1989 y el 2001: híper, desabastecimiento, crisis política, movilizaciones y helicóptero.

Por eso, la clase política en su conjunto debería entender lo que se juega en este tiempo. Es Cristina, no obstante, quien más arriesga. Y junto a la de ella corre nuestra suerte como Pueblo porque en la disputa por la conducción del Frente de Todxs, además, representa el interés de las mayorías frente al de los diversos empresariados que representa Massa o el de los caudillos provinciales que pueden alinearse coyunturalmente atrás de Alberto. Esta mujer, como ningún hombre del movimiento, ha sabido encarnar el dictum, tan mentado por estos días, que reza aquello de “primero la patria”. Es por ella y por su visión de futuro, entonces, que aunque haya motivos de sobra para no estar del todo entusiasmadxs, se reforzarán las militancias de base que salgan en busca de los votos fugados en las PASO. Es primordial acortar la brecha y sería ideal ganar. Pero ¡Atención! No es ése el objetivo, sin embargo, sino empezar a gobernar conforme al mandato que le confirió la ciudadanía al peronismo cuando eligió su fórmula presidencial en 2019. Eso no se logrará con este gabinete (ni al cabo es ésa su misión) sino con otro mucho más representativo de la realidad social argentina y que a partir del primer día posterior a estas legislativas se siente a elaborar un plan que concrete los anhelos de felicidad para el Pueblo y grandeza para la Nación.


*Sociólogo, docente UBA-UNLaM, co-editor de la revista El Ojo Mocho.

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