5/05/2020

la ciencia privada no sigue este modelo

Cómo desarrollar una vacuna del Covid-19 para todos


El CSIC trabaja en una vacuna del Covid-19 a partir de virus que ...
Mariana Mazzucato
Els Torreele


Garantizar que nadie quede relegado no sólo require una inversion colectiva sin precedentes, sino un enfoque muy diferente de la innovación.


En las primeras semanas de 2020 comenzó la gente a caer en la cuenta de que el Covid-19 podía ser la ‘Enfermedad X’ largamente temida, pero esperada, una pandemia global causada por un virus desconocido. Tres meses más tarde, la mayoría de la población del mundo está confinada, y está claro que nuestra salud es tanta como la de nuestros vecinos, local, nacional e internacionalmente.

Sólidos sistemas sanitarios , capacidad de llevar a cabo pruebas y una vacuna efectiva y universalmente disponible serán claves para proteger a las sociedades del Covid-19. Pero garantizar que nadie se vea relegado no sólo require una inversion colectiva sin precedentes, sino también un enfoque muy diferente.

Los investigadores de universidades y empresas de todo el mundo compiten en una carrera por desarrollar una vacuna. Y los actuales progresos resultan alentadores: se están investigando 73 proyectos de vacuna o están en desarrollo preclínico, mientras que cinco han pasado ya a a los ensayos clínicos.

Inversión pública

Estos esfuerzos masivos son posibles sólo gracias a una inversión pública substancial, en la que se incluya la de los Institutos Nacionales de Salud norteamericanos y la Coalición de Innovación en la Preparación para Epidemias (CEPI). Esta última, una organización sin ánimo de lucro con financiación pública, se creó tras la epidemia de ébola de África Occidental de 2014-16 para impulsar la investigación y el desarrollo de vacunas que podrían utilizarse durante los brotes de la enfermedad.

El CEPI ha recibido hasta ahora 765 millones de dólares extra de 2.000 millones asignados como financiación para el desarrollo la vacuna del Covid-19 de multiples gobiernos. La Autoridad Biomédica de Investigación y Desarrollo Avanzados, parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos norteamericanos, ha invertido considerablemente en proyectos de desarrollo de vacunas con Johnson & Johnson (450 millones de dólares ) y Moderna (483 millones de dólares ). Y la Unión Europea tiene la intención de movilizar una mayor financiación pública para arrostrar la pandemia en un congreso de compromisos virtual el 4 de mayo.

Pero no basta la inversion por sí sola. Para tener éxito, todo el proceso de innovación de la vacuna, desde la investigación y desarrollo al acceso, deben estar gobernados por reglas de actuación claras y transparentes basadas en metas y métricas de interés público. Eso a su vez exigirá un claro alineamiento entre intereses públicos globales y nacionales.

Un enfoque orientado a objetivos

El primer paso, crucial, consiste en adoptar un enfoque orientado a objetivos que centre las inversiones, tanto públicas como privadas, en alcanzar una meta común claramente definida: desarrollar una(s) vacuna(s) del Covid-19 que puedan producirse a escala global rápidamente y que pueden estar universalmente disponibles de modo gratuito. Realizar este objetivo exigirá reglas firmes en lo que respecta a la propiedad intelectual (IP), precios y fabricación, diseñado y aplicado de modo y manera que valoren la colaboración y solidaridad internacionales, más que la competencia entre países.

En segundo lugar, para maximizar el impacto sobre la salud pública, el ecosistema de innovación debe encaminarse al uso de la inteligencia colectiva para acelerar avances. La ciencia y la innovación médica prosperan y progresan cuando los investigadores intercambian y comparten el conocimiento abiertamente, permitiéndoles construir sobre los éxitos y fracasos de otros en tiempo real.

Pero la ciencia hoy propietaria no sigue ese modelo. Por el contrario, promueve la competencia en secreto, prioriza la aprobación reguladora en países ricos por encima de la disponibilidad amplia y las repercusiones globales en la salud pública y erige barreras a la difusión tecnológica. Y aunque puedan ser de ayuda grupos (“pools”) de propiedad intelectual como el que ha propuesto Costa Rica a la Organización Mundial de la Salud, corren el riesgo de ser ineficaces mientras se permita a las empresas privadas con ánimo de lucro mantener el control sobre tecnologías y datos cruciales, aun cuando estos se hayan generado con inversiones públicas.

Profesora de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres. Es autora de un libro importante y bien conocido, El Estado emprendedor (RBA, Barcelona, 2014). En 2016 codirigió la edición de Rethinking Capitalism: Economics and Policy for Sustainable and Inclusive Growth, que se centra en la necesidad de que el pensamiento económico nuevo impulse medidas económicas más eficaces. Su último libro, publicado en abril de 2018 y titulado The Value of Everything, analiza la necesidad de volver sobre la diferencia entre creación de valor y extracción de valor, y de los problemas que surgen al confundir una cosa con otra.

es directora ejecutiva de la campaña de acceso a medicamentos esenciales de Médicos Sin Fronteras. En 2019 consiguió desarrollar con su equipo un medicamento contra la enfermedad del sueño, el fexinidazol, con un coste de 55 millones de euros, cuarenta veces menos de lo que afirmaban las farmacéuticas que supondría (cerca de 2.300 millones).

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