11/25/2019

oposición: una racional, sensata, mesurada u otra de corte antichavista?




La caja de resonancia sigue haciendo ruido
Unidad y fidelidad

Pablo Papini

Van dos sesiones de Diputados desde que Alberto Fernández ganó la presidencia y en ambas el interbloque Cambiemos mostró, por decirlo suave, fisuras. Se trata de la negativa de quienes no integran el núcleo duro de PRO a seguir bancando los caprichos de Mauricio Macri. Cuando el presidente mandato vencido tenía la lapicera, todo fluía. Sin ella, ya no hay elemento ordenador. El calor oficialista ahora está en otro lado, y acercarse a esa nueva fogata puede proveer comodidades sobre las que el PRO ya no dispone, fundamentalmente si se empeñan en encerrarse en el liderazgo único e indiscutible del dueño de la segunda alianza “porque es el que más mide”. Esa obstinación se expresará el #7D, despedida del derrotado en la última elección.

Nada que sorprenda, lo mismo sucedió en el peronismo tras la derrota de 2015, hasta que CFK se abrió a un juego más negociado, que coronó con su corrimiento vicepresidencial. Mientras su indiscutible mayor caudal electoral en relación al resto de los compañeros fue el concepto excluyente de construcción kirchnerista, el ex Frente para la Victoria no hizo más que desgajarse. Diego Bossio y los diputados de los gobernadores primero, los sub-bloques misionero y santiagueño después, el Movimiento Evita por último. Ni hablar de reconciliarse con Sergio Massa. Bastó el ya mítico video del 18 de mayo pasado, 12 minutos, para apilar todo (y más) de nuevo. Los ruidos en el oficialismo saliente inducen a pensar que allí está por repetirse aquella película.

Con mayoría holgada en el Senado, pero aún en minoría en Diputados, el Frente de Todos le dedica mimos a Emilio Monzó para operar en función de no sólo conseguir las manos levantadas que hacen falta en la cámara baja, sino de ayudar a la construcción de otra alternativa. Siendo que resulta inevitable que haya oposición, el dilema pasa por optar entre una racional, sensata, mesurada --como la que podría vertebrar el vindicador de la rosca--, u otra de corte antichavista.

Y es que el problema del segundo gobierno de Cristina Fernández no fue tanto que la sociología gorila ganara las calles como la traducción partidaria-electoral de aquel descontento a partir de la convención del radicalismo en Gualeguaychú y la edificación de Cambiemos.

No disponiendo aquí la futura oposición de Fuerzas Armadas a las que acudir, si Fernández y compañía consiguen evitar que al menos una parte de sus futuros rivales se tienten con representar el programa bolsonarista que se olió, entre otros episodios, en la gira #SíSePuede, podrán apostar al desgaste de, si fuera el caso, un ataque irracional y violento que no tomase en cuenta la gravedad de la situación que deja la gestión que apoyó ese segmento poblacional.

Es por ello que también se apuesta sin pausa a un nuevo quiebre del peronismo, la otra condición del balotaje de hace cuatro años, presentando como dramáticos topetazos normales de toda negociación política. Finalmente, hubo orden porque, además de que nadie tiene hoy margen para rebelarse contra la fórmula presidencial proclamada, de que la segunda de dicho binomio ha cedido esta vez más que nadie allí (dando ejemplo al resto en tal sentido) y de que la repartija legislativa ha sido equilibrada, porque sería tonto echar a perder el trabajo realizado desde 2018 por una pequeñez parlamentaria cuando hubo consenso al tope de la boleta, nada menos. La unidad y la fidelidad ideológica son el mejor antídoto contra la anomia que hoy muestra la región.

1 comentario:

Michel Wiñasc dijo...

Habituados al perenne desasosiego de vacilante perplejidad, nos preguntamos por estos días, cual personajes de Roberto Gómez Bolaños: “¿Pos´ora, quién podrá defendernos?”.
Es que en breve no estará en el sillón presidencial de Balcarce 50 o en su reposera predilecta de Avenida Maipú y Villate, nuestro héroe providencial, quien con la satisfacción del deber cumplido, está a punto de convertirse en el primer no peronista en culminar su mandato desde la dupla de virreyes antik, Olaguer y Feliú, que gobernara el Plata entre 1797 y 1799.
Durante la campaña electoral, este columnista no ha tenido comezón alguna en tipificar a Alberto Fernández como un sicario judicial del kircho-bolchevo-anarco-narcotraficantismo populista.
Enunciada que fue por mi esa objetiva categorización, sin menoscabo alguno del respeto republicano que profeso hacia la envestidura presidencial de modo sacramental y deificado.
Y precisamente por dicha hierática reverencia, es que me permití a mi vez, dejar entreabierto un leve intersticio relictual de la esperanza, si se quiere candorosa o porfiada.
En la credulidad de que esa mujer dejaría de tener predicamento, en un armado de poder que la excluyera para siempre.
Empero, una vez más he sido defraudado por la cruel dinámica de la abjuración apóstata de los más elementales principios constitucionales.
Y el insidioso besamanos cristo-chavista perdura en Uruguay 1306, 5° piso. Allí una cohorte de autoritarios impusieron el nombre de Máximo Kirchner como titular del bloque de diputados. La propia Cruella del populismo se confirmó a sí misma en el cargo de vicepresidenta, pese a encontrarse procesada en 57 causas por el honorable e inatacable de parcialidad, Juez Bonadío.
Esa señora también tuvo el toupet de imponer a Mayans como jefe de una única bancada peronista en el Senado. Además de ungir a su secretario Parrilli como presidente provisional del Senado, pese a haber sido éste, objeto de violencia de género por parte de la déspota absolutista.
Recuérdese esas grabaciones que Majul encontrara por azar en una de sus sesiones de footing por Palermo, y las diera a conocer. La autócrata le espeta a Parrilli un improperio de baja calidad institucional: “Soy yo, samborotudo”, le dice en la cúspide exacerbada de un omnímodo poder bullygneezante.
Y eso no es todo, Zannini será jefe de los abogados del estado. Sin óbice de haber estar en el baño del fiscal Bisman y endrogarlo con ketamina. Y aquí el peligro mayor radica para la honra y el buen nombre de ciudadanos reputados, como Gianfranco Macri, delatado por el insidioso terrorista Verbitsky, quien fisgonamente plasmó de mala fé su blog de resentido ultrak.
¿Su crimen? Declarar 600 o 700 de sus millones ganados en buena ley, que reposaban a salvo de las incertidumbres argentinas en bancos con vista a los mares turquesas de la civilización off shore. Con coraje, Gianfranco no repatrió pero sí declaró esa suma, acogiéndose al decreto de blanqueo, que su hermano presidente debió firmar para impedir que intervenga el INADI, al ser discriminado y no poder tener los mismos derechos que cualquier ciudadano de a pie a blanquear.
Y cuán perversa ruindad sería, que esa familia tras haberlo dado todo, sea perseguida por los extremistas que se preparan para detentar su regreso.
Perdida toda quimera en un gobierno que se rija por sacrosantos principios civilizatorios, solo queda el submundo pesadillesco, donde la anomia se enseñorea en una república que ha dejado de serlo.
Donde las pesadillas propagadas se corporizan en la vuelta de la monstruosidad populista.
“¿Pos óra? ¿Quién podrá defendernos?” Nos preguntamos, invocando al mejor de los nuestros. El que por imposición de los violentos debió ceder a traspasar, no en la ceremonial Casa Rosada sino en el turbulento Congreso, sus atributos de mando y el chipote chillón.