Salvo contadas excepciones, la mayoría de presidentes del mundo no alcanzan una aprobación del 50%.
La imagen de un presidente del gobierno capaz de unir a una gran mayoría de los ciudadanos de su país, ya sean o no de su tendencia ideológica, parece, hoy en día, más una utopía que una realidad verdaderamente alcanzable, lo que ha creado un amplio debate alrededor de si el mundo está en una crisis de liderazgo.
Prueba de esto es que en la actualidad son muy pocos los líderes mundiales que logran obtener la aprobación de su gestión ya no solo de la mitad de los ciudadanos, sino incluso de un tercio de ellos. Sin ir más lejos, según la reciente encuesta de la consultora Mitofky, el promedio de Latinoamérica en este indicador está hoy en el 34%, y en el 36% en toda América.
En Latinoamérica, se podría decir que tan solo Andrés Manuel López Obrador en México (67%) y Martín Vizcarra en Perú (56%) cuentan con datos realmente positivos de aprobación.
Eso sí, algo que vale la pena resaltar es que esta crisis de mala imagen entre los líderes mundiales golpea a representantes tanto de derecha, como de izquierda. En Latinoamérica, según la consultora mexicana, se puede encontrar presidentes como el venezolano Nicolás Maduro (15%) o el ecuatoriano Lenín Moreno (30%) con baja popularidad y más afines a sistemas socialistas, y también representantes del espectro contrario, como el argentino Mauricio Macri (19%) o el guatemalteco Jimmy Morales, con un 16%.
“Todo esto no es en realidad una crisis por falta de liderazgos, sino un cambio. Se está pasando a una era de liderazgos centrados en una persona, y ya no en partidos o en movimientos”, explica Carlos Charry, profesor de sociología de la Universidad del Rosario.
Otro aspecto a resaltar es que, pese a que en décadas pasadas lo líderes carismáticos lograban mantener una alta aprobación durante un periodo prolongado, ahora este tiende a esfumarse rápidamente. Incluido el de los políticos populistas que, en un primer momento, despiertas grandes apoyos en los países.
Por ejemplo, el francés Emmanuel Macron inició su mandato con el 65% de apoyo entre sus ciudadanos. Ahora lucha por no bajar del 25%. Asimismo, Jair Bolsonaro es un caso más cercano: a pesar de lo controvertido de su perfil, inició su gobierno en enero con el cerca del 70% de apoyo, el cual cayó casi 20% en tan solo un mes.
“Para llegar al poder los gobiernos centrados en figuras carismáticas, entre ellos los populistas, prometen cosas que en la práctica no son viables o que tienen un costo social y político muy elevado”, dice Charry.
Y como se ha visto, esta tendencia no es exclusiva de Latinoamérica (aunque en el continente es especialmente pronunciada), sino que se extiende a nivel mundial. Theresa May en Reino Unido (28%), Shinzo Abe en Japón (26,7%) o Recep Tayyip Erdogan en Turquía (40%) son ejemplos de líderes que no logran conquistar a sus ciudadanos.
Como en todo, también hay excepciones que confirman la regla y, en este tema, tiene una especial relación con figuras totalitarias. Este es el caso de Rodrigo Duterte de Filipinas, que puede ser el líder mundial con un 81% de aprobación, al igual que el ruso Vladímir Putin, que a pesar de las caídas mantendría una popularidad del 64%.
Ante esto, ¿qué está pasando con los líderes mundiales? En palabras de Luis García Tojar, profesor de ciencia política de la Universidad Complutense de Madrid, “en primer lugar existe una crisis de gobernabilidad, en el sentido de que cada vez más las políticas que hay que afrontar superan los límites de los gobiernos. Y, por otro lado, unos sistemas políticos más o menos impotentes que han sido sometidos al campo mediático. Los medios de comunicación consumen líderes con la misma velocidad que héroes del deporte, es lo que algunos llaman política pop”.
Además, como agrega Tojar, entre las razones que han impulsado esta tendencia en los últimos años, lo que va unido al surgimiento de soluciones ‘populistas’ son varias, aunque principalmente “la crisis económica y el cierre de soluciones políticas redistributivas, que ha impuesto recortes sociales dolorosos en casi todos los países.
Sin embargo, el experto de la Universidad Complutense de Madrid aclara que, desde su punto de vista, “no creo que exista una ola populista. En su lugar, yo diría que en realidad toda política es populista”.
CAMBIO DE RELACIÓN
Todo lo anterior pone de relieve un hecho más notorio y estructural: que la relación entre los ciudadanos y los políticos, ha cambiado.
Ejemplos de ello también son fáciles de encontrar. De acuerdo con el Latinobarómetro, en la región existe el promedio de que tan solo el 22% de los ciudadanos de los distintos países confían en su gobierno. El dato más elevado, el de Uruguay (39%) no llega ni a la mitad de la población.
Y esta ‘desafección’ se extiende al resto de instituciones, como es el caso de que solo el 28% de los latinos confíen en los tribunales electorales, solo el 13% cree en los partidos políticos y tan solo el 21% tiene confianza en los parlamentos o congresos nacionales. El poder judicial, con el 24% de apoyo, no corre mejor fortuna.
La corrupción, los altos niveles de pobreza y desigualdad, así como políticas públicas que para muchos no tienen el objetivo de beneficiar al conjunto de la ciudadanía, son otros aspectos que, según el Latinobarómetro golpean la percepción que los ciudadanos tienen de los poderes públicos y los gobierno.
Y esta desconfianza también se ve traducida en otras latitudes, como ocurre en la Unión Europea. En el bloque, según el Eurobarómetro, el apoyo que tiene la UE entre los ciudadanos de los distintos países oscila entre el 26% o 31% en Grecia o Reino Unido, hasta un tope de 60% o 65% en Dinamarca y en Lituania.
Pero, al final, el promedio de la UE no logra el aprobado pues solo el 42% de sus ciudadanos tiene confianza en las instituciones comunitarias.
“Hay varias razones por las que la relación entre estados, gobiernos y ciudadanos ha cambiado en las últimas décadas. En primer lugar, los países cuentan con ciudadanías más informadas y exigentes, y tras años de frustración, hoy los ciudadanos se han involucrado más en asuntos públicos. Igualmente, hoy se habla más de gobernanza que de gobierno, pues hay un énfasis fuerte en la búsqueda de nuevos espacios de participación por parte de los ciudadanos”, apunta Pablo Sanabria, profesor y Director de Posgrados de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes.
En esta tendencia, según Sanabria, han sido aspectos clave la existencia de redes sociales y medios de comunicación, los cuales han facilitado que los ciudadanos opinen, se movilicen y expresen acuerdos y desacuerdos de forma más directa. “La forma en que la política y la democracia se han transformado, ha hecho que el ciudadano sea más susceptible a información casi automática, a veces incompleta o sesgada, que altera positiva o negativamente sus valoraciones de lo que hacen los gobiernos”, dice el expertos de la Universidad de los Andes.
Por ejemplo, al revisar algunos de los ‘escándalos’ políticos que se han conocido en el último año, las nuevas tecnologías y las redes sociales, como ocurrió con Cambridge Analytica o con la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses han tenido un gran impacto y, en algunos de esos casos, las ‘fake news’ han sido factores determinantes. De hecho Facebook o Twitter están bajo una alta presión para evitar ese tipo de interferencias de cara a los próximos procesos.
Sorprendentemente, a pesar de la controversia que siempre acompaña a Donald Trump, el mandatario de Estados Unidos tiene una aprobación de 44%, un dato decente comparado con las tendencias internacionales. Según Mitosky, en Colombia el presidente Iván Duque tiene un apoyo de 43% hoy en día.
Rubén López Pérez
rublop@eltiempo.com
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