Plaza de Mayo, tarde del 1 de junio de 1978, mientras se jugaba Alemania-Polonia, el partido inaugural del Mundial de fútbol de Argentina. #24MPorLaMemoria pic.twitter.com/I5ocL33PLn— Roberto Parrottino (@rparrottino) 24 de marzo de 2019
Argentina: Volver a la ESMA
Lila Pastoriza
Lila Pastoriza, militante política, recuerda la primera vez que regresó a la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), el centro clandestino donde estuvo secuestrada entre 1977 y 1978, junto con compañeros de militancia y el entonces Presidente Néstor Kirchner. Fue el 19 de marzo de 2004, más de 25 años después de su cautiverio. Pocos días después se firmó el convenio para que los marinos desocuparan el predio, el primer paso para hacer allí un espacio de memoria. Además, Pastoriza recupera las sensaciones sobre aquel día de sus compañeros Cristina Aldini, Ana Soffiantini, Adriana Clemente, Ricardo Coquet, Martin Gras, Miriam Lewin, Nilda “Munú” Actis, María Milesi y Liliana Gardella.
“Kirchner se emocionó en la vista a la ESMA”, titulaba el diario La Nación el 20 de marzo de 2004. El día anterior, por primera vez después del fin de la dictadura, los ex detenidos sobrevivientes de ese centro clandestino volvimos a entrar al lugar de cautiverio acompañados y convocados por el Presidente. Las crónicas de entonces dieron cuenta de los temores iniciales a no poder soportar el impacto del lugar del horror y la fuerza que generó en el grupo el reencuentro con los compañeros y el reconocimiento por parte del Estado que supuso el gesto del Presidente. Desde el presente y a 15 años de aquella primera visita hoy volvemos a preguntarnos qué nos pasó ese día. “Entré como ex detenida desaparecida y salí como sobreviviente”, escribió Adriana Clemente para esta nota. Una frase que lo dice todo.
Creo que fue a primeras horas de la tarde cuando un grupo de sobrevivientes subimos al micro que nos llevaría hasta la Esma. Estábamos desde hacía rato cerca de la Casa Rosada, en algunos bares de la zona. La espera había sido ansiosa, inquieta, con reacciones diversas que se iban atenuando con cada reencuentro con compañeros, con cada abrazo. Recuerdo vagamente aquel viaje un tanto bullicioso, de voces superpuestas. Así fue hasta que llegamos a la avenida del Libertador frente a la entrada a la Esma. Allí paró el bullicio. Decidimos bajar y entrar a pie. Todos juntos. Creo que sentí, o quizás lo siento hoy, que nos movíamos con lentitud. Me veo levantándome del asiento hablando bajito, descendiendo del micro, caminando hacia la puerta con unas compañeras, tomadas de la mano. Así entramos al predio de la Esma. La primera vez desde el tiempo del cautiverio. Para mí, más de 25 años después.
Es difícil traducir en palabras lo que nos pasaba. Éramos un grupo y como tal seguimos hasta cerca del Cuatro Columnas, donde ya estaban algunas autoridades nacionales y el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Aníbal Ibarra y la Subsecretaria de Derechos Humanos Gabriela Alegre. ¿Habría gente de la Armada en los edificios? No se los veía pero debían estar. Desde afuera, sobre la vereda, tras las rejas, miraban periodistas, algunos familiares nuestros y también otros que protestaban por el eventual fin de los estudios allí. Cuando llegaron Kirchner y Cristina, tras los saludos a cada uno, salimos hacia el ex Casino de Oficiales, el edificio del Grupo de Tareas, donde estuvimos recluidos. La emoción nos desbordaba. Algunxs compañerxs hacían la V de la victoria, otrxs miraban hacia adelante. Caminábamos por la misma calzada usada antes por los coches camuflados en los que nos llevaban secuestrados. Dos días después, yo escribía en una nota: “¿Es esto posible? ¿No estaré soñando? Me lo pregunté de repente en la tarde de aquel viernes cuando caminábamos junto al Presidente hacia el Casino de Oficiales. Íbamos por la calzada del jardín, entre el sol y las flores…” Y es que al principio, todo parecía irreal. ¿O acaso podía ser cierto que nosotros, los ex detenidos siempre sospechados, estuviéramos allí, pisando fuerte, en la primera visita a la emblemática ESMA y acompañados por el presidente de la Nación y autoridades del país?
Al fin llegamos al edificio del Casino. Nos detuvimos en uno de los dos playones que daban al sótano. Me desorienté, no reconocía el lugar. Sabía que a uno llegaban los coches operativos tras los secuestros y que el otro era el de los traslados. ¿Dónde estaba? No alcancé a discernirlo, ya habíamos entrado al sótano, enteramente vacío. ¿Sería el mismo? En instantes se rompió el silencio y nos lanzamos a ubicar los espacios conocidos, los de antes, en una búsqueda casi desenfrenada, eufórica en los hallazgos y desorientada ante los cambios.
Recuerdo que ese día, algunxs buscábamos allí obstinada e inútilmente la escalera. La que atravesaba el Casino desde los altillos al sótano, la que recorrían por última vez los detenidos en fila hacia el traslado, la que usábamos a tientas contando sus escalones y forzando sentidos, la misma donde un compañero vio cómo bajaban al sótano el cuerpo de Rodolfo Walsh. Necesitábamos ver esa escalera. Pero ya no llegaba allí, los marinos habían tapiado ese tramo y ahora recorría el Casino hasta la planta baja. Fue en ese lugar que encontramos la escalera amputada y también vimos el muro, que aún persiste, erigido para ocultar al tramo seccionado. Y sentimos que esa prueba material imprescindible del funcionamiento de la maquinaria represiva tenía mucho que ver con nosotros, con lo vivido.
Vista desde hoy, quizás la excitación de aquellas búsquedas fue, sobre todo al principio, una suerte de defensa para eludir el impacto brutal de ese reencuentro temido, una forma de evitar que el frío del sótano nos paralizara, nos llegara hasta el alma. Pero también pienso que, a la vez, sentíamos necesario ese encuentro, incluso que, aún sin saberlo, de algún modo lo deseábamos. Quizás queríamos confrontar ese lugar con lo quedó del cautiverio en nosotros, y más aún, tal vez buscábamos allí, donde estuvimos desaparecidos, algo que nos pertenecía, nuestro vivir en la Esma, que hace a la memoria de lo ocurrido. “Entramos públicamente a un lugar que antes era clandestino y de alguna forma estamos recuperando pedazos de vida”, dijo Víctor Basterra, al ser entrevistado aquel 19 de marzo del 2004.
Después del sótano recorrimos todos y cada uno de los espacios del ex Casino, desde El Dorado hasta los altillos, desde los baños hasta el pañol y la pecera. No siempre coincidíamos en ubicar un lugar o en describir su uso. Dependía de la época de cautiverio de cada uno, sobre todo teniendo en cuenta las modificaciones edilicias emprendidas a fines de 1978 ante la visita de la OEA y el cambio de jefatura del grupo de Tareas tras el retiro de Massera.
Mas allá de diferencias de este tipo, y de nuestras características personales, historia y mirada, todos compartimos el asombro en descubrir que las instalaciones eran mucho más pequeñas de lo que recordábamos, el fuerte impacto de lugares como capucha y capuchita y el acompañamiento y contención del Presidente Kirchner durante todo el recorrido.
Llegar a capucha fue duro. La misma penumbra terrosa. Y las mismas vigas y travesaños de metal de ese altillo propio de un cuento de terror. Yo no la vi más pequeña de lo recordado, como ocurrió con otros espacios. Seguía siendo interminable, desolada. Creo que me llevaron allí una tarde próxima a mi secuestro antes de recluirme en capuchita por seis meses. Y después de nuevo a capucha donde solo dormía, el día lo pasaba en la pecera y de ahí a la celda, los cuerpos alineados en las cuchetas al costado, y salvo excepciones, el silencio. Cuando en la visita subí a “capuchita” me asombró al principio verla tan desnuda, faltaban los cuartos del compartimento hermético allí instalado, los tabiques y las cuchetas, el piso de baldosas rojas, y, claro, su pequeñez abigarrada. Solo persistían el tanque de agua, las ventanas ¿pintadas?, el aire rancio. Pero allí en esos huecos del vacío estaban mis compañeros, vivos por supuesto. Pablito levantaba el tabique blanco y se lo ponía como vincha, Susana embarazada entonaba con voz finita una canción de Sui Generis, la mirada de Mario Galli hablaba sin palabras, Alcira Fidalgo transformaba la miga de pan en una flor, el Viejo Faraldo escondía un libro guiñándome el ojo, la madre con vestido floreado, que resultó ser Azucena, me impactaba con su fuerza…Y así estaban - y deben seguir estando- todxs lxs compañerxs, muchxs más, resistentes, personas.
El recorrido del ex Casino finalizaba. Siempre con Kirchner y Cristina. Estuve cerca de ella en la caminata y la entrada al sótano, casi siempre callada y apretando su bolso bajo el brazo. Durante el recorrido dentro del ex Casino preguntaba con discreción. La vi hablar varias veces con nuestra compañera Andrea Bello, que le explicaba. Kirchner estuvo muy presente. Oía los relatos de los compañeros, nos contenía si hacía falta (aunque él también fue visto lagrimeando). Creo que fue en capucha donde me preguntó si ésa era la primera vez que visitábamos el lugar. Le respondí que sí, e insistió. “Pero ¿nunca vinieron? ¿Ni con la justicia?” Le dije que no. Que sólo la Conadep [Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas] había entrado, acompañada por un ex detenido y un colimba. “¿Cómo es posible que esto no se haya hecho antes?”, reflexionó en vos alta. Lo recordé días después porque mucha gente me preguntó lo mismo. Y supuse entonces que era un efecto de la naturalización de la impunidad reinante. Hoy le sumaría la “mala prensa”, para decirlo suavemente, que teníamos los sobrevivientes aun en ámbitos no previsibles. Kirchner no se hizo eco ello.
Ya eran las últimas horas de la tarde cuando entramos al edificio de la Enfermería y se pensó ir hasta la Imprenta. Entonces notamos que lo marinos iban apagando las luces de los lugares por donde pasábamos. Y estábamos fatigados. Creo que se decidió dar por terminada la visita y retirarnos en el micro. Cuando salimos a la Avenida del Libertador subieron algunos familiares que abrazaban a los suyos. Recuerdo el encuentro y el llanto de Mariana Gras y su padre. Una etapa había terminado: la que marcaba que la impunidad tendría fin. Que se habría de hacer de la ESMA un espacio de Memoria. Al día siguiente escribía: “Para nosotros fue un regreso en el tiempo, Disparó algo de lo que entonces fuimos y cada uno se armó con los recursos que pudo, como entonces, y se apoyó en el otro casi corporalmente –las manos unidas, los abrazos- del mismo modo que antes nos ayudó a vivir. No fue fácil. Pero creo que no me equivoco al decir que sentimos que hicimos lo que debíamos. Y lo sigo sintiendo”.
Más de un mes antes de la visita, el 9 de febrero de 2004, el presidente Kirchner anunció que la ESMA dejaría de pertenecer a la Armada para ser preservada como Espacio de Memoria de los crímenes allí cometidos. La medida conmovió al país. La ESMA, emblema de la represión ilegal aquí y en el mundo, continuaba en poder de la Armada. Sus instalaciones eran infranqueables. Como si nada hubiera pasado. Ahora esto tendría fin. Kirchner explicitó la decisión tomada al reunirse ese día con 14 organismos de Derechos Humanos que le entregaron un documento en igual sentido. A mí me tocó describir el predio y los distintos lugares en que los detenidos desaparecidos fuimos recluidos, torturados y obligados a trabajar. El presidente dijo que la recuperación sería el 24 de marzo, que no conocía el lugar y que él iría antes con los sobrevivientes.
“Ustedes han llevado adelante una lucha de la historia grande de la Patria. Hay que cuidarla mucho”, dijo Kirchner de entrada a las madres, abuelas, hijos y hermanos de desaparecidos que allí estaban.
Me impresionó. Hacía mucho que yo no escuchaba mencionar así la palabra “Patria” y menos de boca del Presidente. Tampoco era muy frecuente que un gobernante reivindicara a sus compañeros desaparecidos y que insistiera una y otra vez en recuperar la historia reciente. “Nos importa la justicia pero también el reconocimiento social hacia los desaparecidos, dijo. Hay que lograr el imperio de la justicia y que vayan todos presos. Pero no alcanza. Hay que reivindicar a esa generación y trabajar por la verdad histórica para acabar con la doble moral que hemos practicado los argentinos respecto de estos hechos…Y lo vamos a lograr, la sociedad nos acompañará”.
Fue una reunión poco habitual. Mientras cada vez había allí más secretarios y ministros convocados ante cada reclamo (desde la urgencia de preservar la documentación oficial sobre el accionar represivo hasta la adjudicación de viviendas en un barrio del conurbano), Kirchner charlaba con cada uno de nosotros sentados alrededor de una larga mesa, contaba anécdotas, abrazaba a una de las Viejas. Así durante dos horas y media. A esa altura era como si lo conociéramos de toda la vida. Y los allí presentes acordamos seguir con los encuentros.
Hubo uno o dos más en diciembre de ese año. Creo que fue para el tercero, probablemente en enero, que en Buena Memoria decidimos plantear el caso de la ESMA. Hacía tiempo que veníamos trabajando, junto con organismos y gente interesada, sobre la creación del Museo de la Memoria. Hacia el fin de la reunión, y en una charla informal, Marcelo Brodsky dio la patada inicial. “Y con la Esma ¿qué hacemos?”, preguntó a Kirchner al tiempo que otros hablábamos de la cuestión con miembros del gabinete. La respuesta del Presidente fue que estudiarían el tema. Días después se comunicó con Estela Carlotto, para informar a través de ella que estaba interesado en el tema de la ESMA. Y nos pusimos a revisar proyectos. Ya en 2000, y tras varias movidas previas, la Ciudad revocaba por ley la cesión del predio a la Nación y destinaba los edificios del predio a la construcción del Museo del Memoria. En estas condiciones y con Kirchner Presidente de la Nación llegamos al 9 de febrero de 2004. A partir de entonces todo fue vertiginoso. Participó muy activamente la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación encabezada por Eduardo Luis Duhalde y, otros organismos, como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos se entrevistaron con el Presidente y se incorporaron a la preparación de la visita. De la fecha, creo que nos enteramos todos menos de una semana antes.
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La mirada de los compañeros
Para incluir sus voces, pedí a algunxs ex detenidxs participantes en la visita del 19 de marzo de 2004 su respuesta a las siguientes preguntas: cómo vivieron la decisión de participar en la Visita, qué sintió cada unx en la recorrida del ex Casino de Oficiales y cómo evaluó haber participado. Así respondieron:
Me costó tomar la decisión de ir, temía (y me hubiera dolido) que se armara un "circo", no confiaba del todo en los Kirchner. También me inquietaba volver a ese lugar, no por miedo sino por dolor. Pero el hecho de que fuera una convocatoria al conjunto de sobrevivientes me permitía evaluar que lo más difícil sería no estar allí.
Lo que no coincidía con mi recuerdo eran las dimensiones de los diferentes espacios. Sobre todo, el sótano y el Dorado, me parecían muchísimo más pequeños. Sentí un impacto muy fuerte en todo sentido, hasta corporalmente. Había una excitación general, recuerdo que me llamó la atención el volumen de las exclamaciones y la verborragia del grupo. Difícil traducir en palabras esa experiencia. Sólo me rescataba el abrazo de los compañeros, como un cable a tierra.
Cuando salí estaba demasiado impactada (y extrañada de que pudiéramos salir); pero sentí que era un antes y un después en mi vida y en la de "todes", en sentido positivo o negativo, insoslayable. Y con el tiempo lo fui valorando aún más, porque no fue un "gesto" vacío sino el inicio de un tiempo de verdadera voluntad política, aún con contradicciones y limitaciones, de sostener los principios de Memoria, Verdad y Justicia. Jamás lo hubiera imaginado.
Ana Soffiantini: “Compartir aquellas vivencias con los compañeros”
Lo que me interesó sobre todo fue poder encontrarme con otros compañeros y compartir e intercambiar las terribles vivencias, reconstrucciones individuales para construir una memoria colectiva.
En lo personal, no me impactó el lugar: ya el horror había sido derrotado al menos en mí, no me inmovilizó. Solo una constante tristeza e inagotable búsqueda de imágenes pasadas que permitieran armar el espacio físico que ocupaban los desaparecidos.
Valoro la acción gubernamental del momento y pienso que ésta historia se suma a tantas así de duras y sangrientas en la historia argentina. Esto se está construyendo y constituyéndonos. Las victorias no tienen garantía. Debemos seguir luchando.
Adriana Clemente: “Entré como ex detenida desaparecida y salí como sobreviviente”
Andrea Bello me preguntó sí me sumaba a la visita y no dudé. Fue un día muy importante para mí, entré al recorrido como una ex detenida desaparecida y salí como sobreviviente. Una condición que resignificaba el hecho de haber quedado viva y luego me dio fortaleza para dar testimonio en los juicios desde un lugar de afirmación política y no de culpa. La entrada al Casino fue terrible, todavía estaban ahí los olores y las imágenes de nuestros fantasmas. Néstor lloraba como un chico y Cristina nos preguntaba cosas. Todo era vertiginoso. Después que bajé la escalera me di cuenta que lo había hecho teniéndome la panza, como cuando bajaba engrillada los tres pisos con los ojos tabicados, cuidando mi embarazo… recién ahí pude llorar! Más tarde en el recorrido, por un momento, quedé caminando por los jardines junto al Presidente. Ahí le pregunté por qué estaba llevando adelante esta cruzada y él me dijo algo así: “no es por mí, ni por ustedes de modo estricto. Es por nuestros hijos y nuestros nietos... Si no encaramos este tema a fondo, no hay posibilidad de sacar el país adelante”. Y yo sentí que la vida me volvía a poner en el lugar correcto.
Ricardo Coquet: “La euforia del encuentro”
Recibí el aviso de la Vicky: "Néstor recibe a los ex detenidos de Esma en Casa de Gobierno. Al llegar fue la euforia en el encuentro con los compañeros y la gratificación de ser tenidos en cuenta...De ahí a un micro y a la Esma...Llegó Néstor, caminó con nosotros por el lugar: un compañero.
Lo más impactante al entrar y estar en el Casino fue ver a las personas moverse en libertad, sin grilletes, capuchas ni guardias a su lado.
Al salir, la sensación fue que estábamos entrando en un período de justicia real, después del gomazo del punto final y la obediencia debida de Alfonsín. Esto era justicia real e inédita: encarcelar a los genocidas en el propio país. Y lo logramos junto a la conciencia colectiva. Ahora hay que defenderlo.
Martín Gras: “Siento que pese a todo hice bien en venir”
¿Qué recuerdo? Ráfagas. Día soleado. Sensación de marchar en un grupo. (De ser parte de) Reencuentros. Abrazos. Cierta euforia. ¿Mecanismo de defensa?
Entramos/entro al Casino. Todo cambia. Los sonidos se ensordinan. Los colores se ensombrecen. Se van yendo. Ahora soy yo solo, no un grupo. El sótano me parece absurdamente pequeño. Me encuentro buscando " el pedazo que le falta". No está. Nunca estuvo. Yo lo recordaba enorme. Tampoco está la escalera. Todo se ha vuelto gris. Ya no veo colores.
En capucha han emparedado el "camarote" donde estuve los últimos meses. Toco la pared. No tengo aire. Salgo a la escalera y me siento en el último peldaño. Creo que lloro despacio. Me aprietan el hombro. Es Néstor Kirchner (nos conocemos, hemos compartido algún asado, solo nos hemos saludado con un cabezazo). “¿Cómo estás Martín?” A través de los ojos velados me parece enorme. "Esto es muy fuerte ", apenas contesto. Bajamos. En el Dorado se me acerca de nuevo. "Tenemos que hacer que todos los argentinos vean esto. Solo así van a entender". Lo dice con firmeza.
Salimos. Recupero el sol, el aire, los colores, los sonidos. Veo a los compañeros que esperan tras las rejas. Abrazos. Siento que estoy vivo. Que pese a todo hice bien en venir. Que hay cosas para hacer.
Miriam Lewin: “El clima me ganó”
Recuerdo que no quería ir. Me enojó mucho que no se dejara registro del momento con cámaras, como pedían algunos sobrevivientes, porque lo habría justificado si hubiera sido un acto privado, sin el Presidente. Allí sí, cada uno podía reclamar privacidad para llorar a sus muertos. Pero que hubiera un mandatario electo recuperando para la sociedad civil el centro clandestino tenía una dimensión histórica que no podía quedar sin registrarse. Sin embargo, una compañera me convenció de ir por lo menos al punto de reunión previo al ingreso.
Y el clima me ganó. Estábamos todos juntos, viajando en un micro con un clima de estudiantina, celebrando emocionados el regreso al campo en libertad. Entramos abucheados por los familiares de los alumnos de la ESMA del otro lado de la reja, que no querían dejar el predio.
Mientras recorríamos como locos los pasillos y reconocíamos frenéticamente cada pared cambiada de lugar, cada puerta bloqueada para confundir, el presidente y Cristina nos acompañaban con dolor y respeto.
Fue un hito. La evidencia de que el proceso de verdad y justicia se pondría en marcha. Me permitió comenzar a resignificar el lugar aunque todavía hoy me cuesta ir.
Nilda “Munú” Actis: “Entré con los brazos levantados en V”
Yo tenía necesidad de entrar a ese lugar desde al menos tres años atrás. Sentía que nos pertenecía a quienes habíamos estado allí. Por entonces se sabía menos que hoy y su historia era nuestra. Era una necesidad realmente muy fuerte. Ante la posibilidad de entrar yo no dude un solo instante. Y entré al predio con mucha euforia, muchas ganas, por ahí hay una foto donde se ven mis brazos levantados en V. Hablé con compañeros tratando de disipar sus dudas con respeto, claro. Pero, en lo personal, sentía que esto era prioritario.
Ya en el Casino reconocía los espacios, que me parecían mucho más chicos de lo que yo recordaba tal como ocurre cuando uno vuelve a la escuela de cuando era niño. …Creo que allí nos convertíamos en mayores para no ahogarnos. En el sótano, que es donde más meses pasé día y noche, y ahora estaba vacío, trataba de ver hasta donde abarcaba cada lugar. Y al lograrlo era una euforia generalizada entre todos los que estábamos ahí…Tenía la sensación de que éramos como niños descubriendo lo que iba sucediendo. Y recuerdo haber corrido por las escaleras hacia arriba, y allí sí, su construcción y se parecía mucho más al recuerdo.
Creo que fue un gran triunfo haber podido entrar en aquel momento y por supuesto una muy buena decisión política la recuperación de estos espacios para y que todos puedan visitarlos y pasen a formar parte de la historia.
María Milesi: “Sentí que pude aceptar que todo lo vivido allí me había pasado realmente”
Quiero decir que la presencia del presidente Néstor Kirchner en nuestro ingreso a la Esma desvaneció cualquier sentimiento de temor o incertidumbre: el Estado estaba reparando, acompañando, dando luz a la lucha por la verdad y justicia. Estaba sacando de la oscuridad y dando otro lugar a quienes habíamos estado detenidos/desaparecidos y en especial a los compañeros que ya no estaban. Así lo viví, con fuertes emociones, junto a mi compañero y nuestra hija.
Más de 26 años antes, a los tres nos habían ingresado allí por la fuerza. Ahora, contenidos por gente de Derechos Humanos, durante el recorrido fuimos reconociendo cada espacio, dimensionando la magnitud de aquel infierno. El paso por el cuarto de las embarazadas fue el más desgarrador. Salí del predio muy conmovida, con la sensación de haber podido aceptar que todo lo vivido allí años atrás, me había pasado realmente.
Liliana Gardella: “Éramos realmente los protagonistas”
Tardé un par de horas en tomar la decisión. Me angustiaba la idea de volver a estar ahí, pero fue más fuerte el impulso de participar con tantos compañeros de ese momento. Sentía que era una situación irrepetible y así fue. Muy fuerte. El acuerdo tácito de todos los compañeros de avanzar juntos hacia el Casino lo decidimos nosotros, éramos realmente los protagonistas.
¿La entrada? Como un torbellino de desparramarnos por los lugares, y, en mi caso, la sensación de que los marinos se acababan de ir. Y todo el tiempo lo que veía me hacía reencontrar con sensaciones y recuerdos.
Pienso hoy que me conmovió mucho, y sentí que algo había cambiado. Presentí como un antes y un después a partir de esa visita.
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es una periodista, exmilitante de Montoneros y sobreviviente del centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde estuvo secuestrada entre el 15 de junio de 1977 y el 25 de octubre de 1978. Fue testigo durante el Juicio a las Juntas Militares y participante activa de los espacios de memoria luego de la recuperación de la democracia. Junto al escritor argentino Rodolfo Walsh, fue integrante del grupo que fundó y dirigió la agencia de noticias clandestina ANCLA.
http://revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=360
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