Un Guasón a palazo limpio
(Foto de portada: Manuel Cortina)
Poco se habla de él, pero se ocupa de cerrar escuelas, lotear los mejores lugares de la CABA, romper calles a lo bobo y dejar los subtes como están. Ahora ocupa sus mejores esfuerzos en desalojar a vendedores ambulantes, reprimir cualquier manifestación y mandar a atacar fotógrafos. Rodríguez Larreta es un señor feudal que hace lo que quiere y le reditúa en la ciudad ante el silencio y a veces la connivencia de una oposición desganada. .
Allá lejos y hace tiempo, cuando el desarrollismo embelesó a cierta intelectualidad y a jóvenes que saltaban a la arena política tras la caída de Perón, Arturo Frondizi se rodeó de un núcleo de veinteañeros que fueron definidos como “jóvenes brillantes”. Uno de ellos era Horacio Rodríguez Larreta. Tenía 23 años cuando el líder de la UCRI llegó a la presidencia. Se mantuvo en un segundo plano como funcionario y siguió su vida política en el MID, la continuación del frondizismo en el llano, como uno de los hombres cercanos a Rogelio Frigerio, la eminencia gris de los desarrollistas. Rodríguez Larreta tuvo un hijo, al que puso mismo nombre y Frigerio fue su padrino. Muchos años más tarde, Mauricio Macri apeló al mismo adjetivo destinado a los desarrollistas de pantalón corto para referirse al vástago: brillante.
Con raíces en el desarrrrrrrrrrrolllllllio
En una entrevista con Perfil, Rodríguez Larreta Jr., Horacito para los que trataron al padre, rememoró: “Todas las tardes había reuniones y yo me colaba por ahí y los veía. Tengo muy presente la creación del Frejuli en 1973, cuando el desarrollismo acompañó la vuelta de Perón, primero con Cámpora-Solano Lima y después con Perón-Perón. Mi padre se ríe mucho con una anécdota mía, con 6 o 7 años, un día le pregunté a Frondizi cómo podía ser que él, siendo presidente, no fuera de vicepresidente con Perón. Recuerdo que todos se reían y yo no entendía de qué. Esa historia es la prueba que mi inquietud, mi pasión por la política viene desde muy chico. Me explicó que él ya había sido presidente y ahora lo quería acompañar desde otro lugar. Pero se tomó el trabajo de contestarme, que fue lo lindo. Un nene que le hace una pregunta casi impertinente, sobre todo en esa época, y Frondizi que se toma el trabajo de explicarme que se podía acompañar a alguien sin tener un cargo. Esa fue mi primera relación con la política”.
Será por eso que el actual Jefe de Gobierno porteño se define como “desarrollista”, si bien se ha encargado de decir que la Argentina de hoy no es la de 1960, que los contextos son diferentes, el peronismo no está proscripto, etcétera, aunque admite una “visión ideológica común” con el actual mejor equipo de los últimos cincuenta años, que vendría a ser la continuación del otro. No abundó en la respuesta, quizás se refiriese a su vocación represiva.
Del menemismo al PAMI
La relación del hijo brillante de un joven brillante con la función pública arrancó en los dorados años 90, cuando en tiempos de Domingo Cavallo recaló en el ministerio de Economía. Llegó luego de estudiar en Harvard, antes se había graduado en la UBA como economista. Casi al mismo tiempo pergeñó la Fundación Sophia, que nutriría a la nueva camada política de cuadros de la talla de María Eugenia Vidal y Carolina Stanley. Rodríguez Larreta II pasó luego por la Anses y la secretaría de Desarrollo Social. El salto de la Anses a la secretaría lo dio de la mano de Ramón Ortega, el Palito que en los 60 competía en popularidad con los Beatles y en los 70 con Leni Riefenstahl. Por los pasillos de la secretaría se habrá cruzado con otro funcionario, más joven que él, llamado Sergio Massa.
Terminó el menemismo y llegó la Alianza. El PAMI era una de las cajas negras de la política y Fernando De la Rúa, con su discurso de cartón pintado, que aun tenía cierto nivel de convencimiento, decidió apostar a un triunvirato para poner la obra social en orden. Fue uno de los ejemplos más nítidos de partidocracia que se hayan visto desde el 83, porque los triunviros respondían a familias políticas bien delimitadas: Cecilia Felgueras por la UCR, Ángel Tognetto por el Frepaso y Horacio Rodríguez Larreta, el brillante bis. No por el MID, sino por el PJ. Cosas vederes. Felgueras arribó al cargo por ser miembro del grupo sushi, la posmoderna jabonería de Vieytes que Antonio De la Rúa montó obnubilado por los consejos marketineros de Dick Morris, precursor de Jaime Durán Barba. Tognetto apenas tenía como antecedente ser cuñado de Graciela Fernández Meijide y a las pocas semanas lo salpicó un caso de corrupción, mientras que el marketing ubicó a Felgueras como candidata a vicejefa de gobierno de Aníbal Ibarra a menos de tres meses de haber desembarcado en la obra social.
La etapa de Rodríguez Larreta como interventor en el PAMI por el PJ culminó en diciembre de 2000. “Ya se cumplieron los objetivos que planteó Fernando de la Rúa hace un año. La misión está cumplida. Hace cuatro meses que el PAMI está saneado, con un ahorro de 360 millones de pesos anuales. Se planteó el tema de la transparencia y así fue que todos los contratos se licitaron en forma abierta y pública”, aseguró al dejar su cargo.
Foto: Joaco García Conde
La misión estaba cumplida, había transparencia y el PAMI estaba saneado, según el hombre que pasaba a integrar las huestes de Carlos Ruckauf en la gobernación bonaerense. En el medio se había producido el hecho más traumático de la intervención: el 29 de julio de 2000, René Favaloro se pegó un tiro en el corazón, dejando cartas en las que denunciaba, entre otras cosas, la deuda del PAMI con su fundación, y que el ahogo económico lo llevaba al suicidio.
El interventor del PJ con desarrollismo en sangre dijo que no había deuda verificada, pero admitió un “viejo reclamo” en base a facturas que no estaban consignadas en los libros contables de la obra social. Conviene recordar un pasaje de una de las cartas de despedida del cardiocirujano: “Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente)”.
María Eugenia Vidal ya se desempeñaba entonces como asesora del interventor.
Hola, Mauricio
Tras la etapa con Ruckauf, Rodríguez Larreta volvió al gobierno de la Alianza, esta vez con un cargo en la AFIP, más acorde a su función de economista. Pasó al llano con la caída de De la Rúa y se cobijó en el proyecto político de Mauricio Macri.
Así llegamos a 2003, a Compromiso para el Cambio, la primera apuesta electoral de Macri, que buscaba saltar de la presidencia de Boca a la jefatura de gobierno. Optó por Rodríguez Larreta como compañero de fórmula. Batieron a Aníbal Ibarra en primera vuelta, pero el ballotage postergó los festejos.
El 30 de diciembre de 2004 ardió el boliche República de Cromañón, y de sus cenizas renació el macrismo fortalecido. En la Legislatura, el bloque fogoneó el juicio político a Ibarra. Rodríguez Larreta se convirtió en una de las principales caras de la oposición porteña en los medios, sin tener cargo público y sin siquiera integrar la lista de diputados que encabezó Macri en 2005 o la de legisladores porteños, a cuyo tope fue puesto un longilíneo licenciado en Ciencias Políticas de 28 años: Marcos Peña. La alianza PRO, formada por Compromiso por el Cambio y Recrear, de Ricardo López Murphy, ganó en la Ciudad. Pocos meses más tarde, cayó Ibarra.
Foto: Manuel Cortina
Macri dilató su decisión respecto de si competería en la Ciudad en 2007 y eso abrió la posibilidad de un plan B: Rodríguez Larreta. Se daba por supuesto que Daniel Scioli iba a ser el candidato del kirchnerismo en la Ciudad, pero todo cambió cuando desde la Rosada lo enviaron a competir a la Provincia, Kirchner no acordó con Jorge Telerman (que completaba el mandato de Ibarra) y ungió a Daniel Filmus, y los conservadores vieron la posibilidad del voto dividido en sus rivales. Entonces Macri se lanzó en un basural y salieron de circulación los videos de Rodríguez Larreta que se pasaban en el subte, con el hombre de ojos saltones y poca gracia proponiendo ser él el hombre que mejoraría la vida en la Capital.
Macri optó por no repetir compañero de fórmula y eligió a Gabriela Michetti, que había logrado notoriedad en el juicio político a Ibarra. Horacito no ligó ninguna candidatura a nada. Y se conformó con la promesa de ser jefe de gabinete porteño. Ocuparía ese cargo en los dos mandatos de Macri al frente del Ejecutivo porteño. Mientras, alimentaba resquemores contra Michetti.
La interna se saldó menos de un año y medio más tarde cuando, ante la ausencia de cuadros presentables, y para descomprimir cierto mal clima con su jefe de gabinete, decidió que Michetti dejara su puesto para ir al Congreso como diputada. Para muchos, fue un triunfo del “brillante”.
El triunfo de la voluntad
Habría que esperar a abril de 2015 para que esa disputa se resolviera en las urnas. Ambos se postularon para suceder a Macri. Ella venía de ganar la elección de senadores, pero no gozaba del beneplácito de Mauricio. La interna se enturbió cuando aparecieron afiches que recordaban el suicidio de Favaloro. La interna la ganó el delfín de Macri y la sangre no llegó al río.
El 10 de diciembre de 2015 comenzó la era de Rodríguez Larreta en la Ciudad. Previo a ello debió pasar un susto mayúsculo: la segunda vuelta contra Martín Lousteau. Nadie dudaba del triunfo macrista, que en el primer turno había logrado más de veinte puntos de distancia. Lo que nadie esperaba fue que se impusiera por apenas cuatro puntos, una ventaja exigua.
En los últimos tres años, se profundizó el modelo del Metrobus, no se invierte en subterráneos, se quiso cerrar escuelas nocturnas, se desarticuló a los profesorados, reventaron la avenida Corrientes, donde falta una baldosa destrozan toda una cuadra, los negocios inmobiliarios están a la orden del día en la zona del Tiro Federal, se quiere acaba con 600 metros cuadrados del Parque Rivadavia para abrir una calle donde antes había puestos de libros y mesas para jugar ajedrez. Entre otros logros notables. Que también incluyen los descalabros en materia de seguridad en el River-Boca de la Copa Libertadores, que le costaron el cargo a Martín Ocampo, el ministro compadre del presidente xeneize.
Y, por supuesto, esa vieja costumbre desarrollista de la mano dura. Ya no el desalojo del frigorífico Lisandro de la Torre, sino la represión al Verdurazo. Ya no el Plan Conintes, sino marcar al autor de la foto emblemática de esa protesta para llevarlo a la cárcel. La Legislatura votó rodeada de vallas la creación de la UniCABA, el engendro que desarma 29 profesorados. Curiosa manera de ejercitar la democracia.
Claro que el peronismo no está proscripto y, justo es decirlo, a nivel porteño no se caracterizó por llevar adelante una oposición enjundiosa, sino que supo acompañar unas cuantas iniciativas.
Algo así como aquello de la historia como tragedia y luego como farsa. Aunque el Horacito brillante de hoy tiene más poder y ambiciones (sueña con ser la continuación de Macri en la Rosada) que el brillante de su padre.
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