Como en tierras argentas los medios opositores y los políticos por ellos editorializados señalan una y otra vez, leemos ahora a Antonio Mercader en El País, reiterar los argumentos típicos de la opo argenta, pero esta vez ay! en más que tranqui y casi bucólico paisito...
El sectarismo de la vieja izquierda
Jean Francois Revel escribió alguna vez que la izquierda es lo más parecido que existe a una religión porque cree tener las respuestas a todo lo que sucede y sucederá en el mundo. De ahí su sectarismo, es decir su intransigencia ante sus oponentes, una característica que el Frente Amplio ostenta desde su fundación y que se agudizó en estos últimos años con su llegada al poder.
Se nota sobre todo en sus líderes en activo, por lejos los más viejos del espectro político nacional, forjados durante los años sesenta, tiempos de la Guerra Fría, la revolución cubana y la eclosión guerrillera. Septuagenarios como Mujica, Astori y Vázquez, aparte de su experiencia le aportan al Frente Amplio un estilo de actuación condicionado por los hábitos de aquella época de radicalismos.
Entre ellos resalta un marcado sectarismo según el cual los de izquierda, son los buenos, y los demás son, necesariamente, malos.
Para apreciar esa visión bipolar basta leer los comentarios increíblemente despectivos con que un veterano sesentista como Mujica pretendió lapidar en la última edición del semanario “Voces” a Lacalle Pou y Bordaberry, representantes de una nueva generación de políticos merecedora de un mínimo respeto. Esa actitud nacida de quienes se creen dueños de la verdad inspira la suficiencia con que Astori y su equipo salen al paso de los críticos de una orientación económica que tras casi una década de bonanza deja al país con un déficit del 3% del Pbi, una inflación conque amenaza llegar a los dos dígitos y una presión fiscal que asfixia al ciudadano común.
Asimismo, la reacción del gobierno ante el documento de las cámaras empresariales confirmó esa intolerancia ante cualquier objeción.
Lo mismo pasa con el sectarismo que se descuelga detrás de la beatífica sonrisa que nos prodiga Vázquez cuando comenta que el auge delictivo y la violencia circundante son consecuencias del manejo de los gobiernos de blancos y colorados (y no, por ejemplo, de los desvaríos de sus dos inolvidables ministros del Interior, José Díaz y Daisy Tourné). El que no está conmigo está contra mí parece decir Vázquez cuando predica que la oposición carece de un plan de gobierno alternativo, una actitud descalificadora que se contagia a frentistas convencidos que quienes discrepan con ellos y su religión izquierdista son los malos de la película o simplemente “fachos”.
Esa nefasta visión trasciende a otros planos, en particular al mundo de la cultura en donde el mismo sectarismo hace de las suyas promoviendo mediocridades, exaltando pensadores y artistas de dudoso talento y, sobre todo, ninguneando a quienes recelan de los que mandan y financian los emprendimientos culturales. Una parte importante de ese proceso es la reescritura de la historia reciente, su manipulación y el intento por traficar a los tupamaros como luchadores por la libertad y la democracia. En el mismo sentido corre el constante afán por desvalorizar las fiestas patrias y los símbolos nacionales.
El sectarismo, así contagiado (pongamos por caso el que esgrimió burdamente el canciller Almagro para contestar las críticas del doctor González Lapeyre a los manejos con Argentina), no le hace bien al sistema político ni al propio Frente Amplio. Eso debieran entenderlo y trasmitirlo hacia abajo sus principales dirigentes antes que tanta intransigencia termine por minar la convivencia democrática.
En fin, todos bipolares y crispados. A la pipeta!
En fin, todos bipolares y crispados. A la pipeta!
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