saqueos, tensión y algo más ...

Leemos a Julio Burdman y su mirada sobre los saqueos de la abundancia y ay!,  más armados que el pelo de  Micheli.

Los saqueos que se iniciaron en Bariloche y se extendieron al resto del país (con fuerza en algunos puntos del conurbano bonaerense), reúnen todas las características de algo organizado. Lo dijo la propia Presidenta. Había información previa, los saqueadores actuaron con el rostro cubierto, palos y piedras, e "invadieron" los supermercados con eficacia. Por supuesto, hay que distinguir entre los primeros saqueos, y los que se produjeron después, al amparo contagioso del efecto dominó. La primera ficha es empujada por un dedo y las subsecuentes, simplemente caen por acción de las demás.

En la Argentina, este tipo de vandalismo coordinado tiene un claro significado político. Fueron el "empujoncito" que disparó las caídas anticipadas de Alfonsín en 1989 y De la Rúa en 2001, como también admitió la Presidenta. En ambos casos, ocurrieron en el marco de severas crisis económicas y tuvieron una característica sugestiva: el caos duró menos de 48 hs. Quien quiera que organizó esto, tiene el propósito de activar en la memoria colectiva el recuerdo de aquellas crisis de gobernabilidad. 

Hay un festival de teorías. El gobierno apuntó al sindicalismo opositor: Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y sectores de izquierda que marcharon junto a la CTA en los paros recientes; piqueteros de estos sectores cortaron avenidas de la Capital, reclamando que se les habían dado de baja los subsidios. En Rosario, Agustín Rossi afirma que los saqueos son protagonizados por criminales organizados. Los sindicalistas acusados, por su parte, sostienen que quien organizó todo es el propio kirchnerismo, con el objetivo de desacreditarlos, victimizarse y justificar una represión -algo que no ocurrió-. Otras teorías menores atribuyen el mini-caos a “operaciones” puntuales contra Miguel Pichetto, Sergio Berni o la cúpula policial. Pero nadie, ni nosotros tampoco, cree que los saqueos hayan sido espontáneos, ni motivados por el hambre.

Probablemente, lo que pasó se deba a agendas superpuestas. Hay quienes buscan deteriorar la imagen del oficialismo, y oficialistas que se retroalimentan de estas situaciones. Y sectores de izquierda que aprovechan la disputa en el sindicalismo. Todo, en definitiva, se inscribe en “el clima” que se quiere instalar con vistas a las elecciones de 2013.