Israel ha utilizado su empresa de espionaje, NSO, contra sus propios ciudadanos
Chiara Cruciati
Desde un principio quedó claro que la empresa israelí NSO no estaba siendo nada transparente al cerrar filas en torno al escándalo de Pegasus. Ahora, otra investigación ha desmontado la defensa de sus actividades hecha por la empresa, la cual ha suministrado durante años a regímenes de todo el mundo programas de espionaje que se han utilizado para piratear los teléfonos de políticos, activistas, disidentes y periodistas, desde Asia hasta América Latina.
De acuerdo con una investigación del sitio digital israelí Calcalist, Pegasus también se ha infiltrado en los teléfonos móviles de ciudadanos israelíes, una posibilidad que siempre habían negado los fundadores de NSO ("Decidimos no operar contra números de teléfono de ciudadanos israelíes y estadounidenses", declare el director general Shalev Hulio en julio).
Fue la policía israelí la que entró en escena y comenzó a utilizar el programa espía durante casi una década contra alcaldes, líderes de las protestas contra Netanyahu (que durante varias semanas del año pasado convirtieron la dirección del entonces primer ministro en Jerusalén en estrado de una rebelión anticorrupción) y ex-funcionarios del gobierno. Para que quede claro, no se estaba investigando a nadie por nada. Todos ellos fueron objeto de espionaje sin que se aprobara legalmente: no se pidió permiso a ningún tribunal, no hubo autorizaciones; toda esta vigilancia se realizó al margen de la ley.
El castillo de naipes está empezando a temblar con el viento: durante meses, NSO se ha escudado en la afirmación de que Pegasus fue diseñado para descubrir y acaso prevenir actividades terroristas, y en que el hecho de que los regímenes a los que se vendió lo utilizaran contra disidentes no podía achacarse a la empresa.
Esta línea defensiva fue plenamente asumida por el gobierno israelí, que luego trató de montar un espectáculo abriendo una investigación interna, tratando de eludir el simple hecho de que Pegasus sólo puede venderse con autorización gubernamental, al igual que las armas en general. Desde hace tiempo, se habla de las tecnologías de vigilancia israelíes como caballo de Troya de la ciberdiplomacia: forjar alianzas políticas con regímenes con los que mantiene bastantes diferencias (como los árabes), a cambio de proporcionar herramientas de control social.
Después de que Forbidden Stories y varias publicaciones internacionales rasgaran la cortina de humo con una mega-investigación rebautizada como "Proyecto Pegasus", ahora Israel se ve obligado a mirarse en el espejo.
No es que la vigilancia sea algo nuevo, dado el amplio uso que se hace de ella contra los palestinos (de Pegasus a la unidad especial "8200" del ejército, pasando por la última aplicación de este tipo que se ha identificado, Blue Wolf), quienes han sido durante décadas "enemigos" políticamente ideales, pero también ratas de laboratorio para probar armas y tecnología.
Pero ha salido a la luz que también se espía a ciudadanos israelíes. Y lo han sido durante mucho tiempo: según el diario israelí Haaretz, la policía compró la versión básica de Pegasus en 2013 por 2,7 millones de shekels (760.000 euros), y se gastó después millones más en los años siguientes en actualizaciones. En 2013, Yohanan Danino era jefe de la policía, pero fue su sucesor, Roni Alsheich, quien en 2015 impulsó el aumento del uso del programa espía.
Los que infectaron con ello los teléfonos de sus conciudadanos constituían una unidad especial de la policía, la unidad cibernética Sigint, formada -no es ninguna sorpresa- por antiguos miembros del "8200". No los servicios de inteligencia internos, el Shin Bet, los únicos autorizados por la ley a piratear teléfonos de otras personas sin que dé luz verde un juez. El Shin Bet ni siquiera precisa de Pegasus: lleva décadas siendo el número uno en espionaje contra los palestinos, y utiliza ya las tecnologías más avanzadas.
Ahora la policía intenta justificarse: dice que actuó "de acuerdo con los poderes reconocidos por la ley", pero no quiere "hacer comentarios sobre los instrumentos utilizados". Seguramente seguirán las investigaciones y las pesquisas. Pero, a estas alturas, el castillo de naipes ha saltado por los aires (las víctimas, al fin y al cabo, ya no son "únicamente" palestinos): Pegasus no se utiliza para combatir el crimen, al estilo de Minority Report, sino que sirve para mantener a raya la disidencia, tanto la real como la presunta. Los Estados Unidos -en una pequeña descortesía hacia su viejo aliado- ya lo incluyó en su lista negra en noviembre.
En la UE, los liberales de Renew Europe piden que se haga lo mismo aquí: se ha descubierto Pegasus en los teléfonos de opositores al régimen, periodistas y abogados de Hungría y Polonia. Estos países constituyen la mitad del grupo de Visegrado, un aliado incondicional de Israel (mientras que a nadie le importa que estos países estén dirigidos por líderes antisemitas).
colaboradora del diario italiano “il manifesto” especializada en Oriente Medio, es redactora jefa de la agencia de información Nena News. Ha publicado con Michele Giorgio “Israele, mito e realtà. Il movimento sionista e la Nakba palestinese settant’anni dopo” (Alegre, 2018) y “Cinquant’anni dopo. 1967-2017. I territori palestinesi occupati e il fallimento della soluzione dei due Stati” (Alegre, 2017).
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