La escritora e investigadora oriunda de esa ciudad ha dedicado parte de su obra a relatar el desarrollo de este lugar de veraneo con sus escenarios característicos, sin dejar de lado el trabajo, la política y los relatos nostálgicos.
Por Paula Viafora
“Mar del Plata se instala entre las ciudades argentinas más visitadas, más fotografiadas, filmadas, descriptas y narradas”, sostiene Elisa Pastoriza en las primeras líneas del libro Un mar de memoria, una compilación de trabajos de investigación del cual es directora, publicado en 2009.
Nacido de un proyecto de investigación del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, el texto abarca la trayectoria histórica de Mar del Plata, desde su fundación en 1874.
Con buena parte de los aportes desde la historia oral y fotografías compartidas por los entrevistados, la memoria atraviesa cada una de los ejes que se desarrollan: el mar, que impregnó de sentido su identidad y que además de estar integrado a la vida cotidiana de los marplatenses, genera su impronta turística de atractivas playas.
La ciudad material que muestra los contrastes entre la modernidad generada por nuevos paradigmas de diseño y planificación y las reminiscencias de un pasado con grandes residencias, parques y paseos. El consumo y el ocio, describiendo como ese lugar nacido para el descanso y entretenimiento de las élites sociales de mayor poder económico, durante el siglo XX fue abriendo sus puertas a nuevos sectores sociales.
La sociabilidad, ya que constituye un espacio privilegiado para la observación del comportamiento y el lenguaje de la vida cotidiana. Completando la obra con una mirada sobre el trabajo, como un centro constante de atracción con esos fines y la política que con sus tensiones sociales, controversias sindicales y luchas reivindicativas que crean un escenario que invita a la participación ciudadana.
En 2019, junto al sociólogo Juan Carlos Torre, publicó Mar del Plata, un sueño de los argentinos, seis capítulos unen la historia de sus fundadores con la explosión de los años 60. A fines del siglo XIX el veraneo era un concepto nuevo en estas tierras. La llegada del tren y la apertura de los primeros hoteles selectos y majestuosos, cuyo mayor exponente fue el Bristol inaugurado en 1888, implicó para los veraneantes el imperioso aprendizaje de una etiqueta que incluía distintos modos de saludar, de vestir, de socializar, de ver y ser visto. Al mismo tiempo, comienza el asentamiento permanente de inmigrantes que encontraron trabajos como albañiles o empleados en puestos relacionados con el turismo.
A medida que avanzaba el siglo XX, la prosperidad económica multiplicó la cantidad de veraneantes que llegaban a Mar del Plata. La clase media profesional y comercial también accedía a las vacaciones. La llegada del socialismo al gobierno municipal en la década del 20 sumó para el cambio de perfil de la ciudad que era promocionada como destino de vacaciones para la gente de condición modesta y el pueblo trabajador. Naturalmente esto motivó resistencias por parte de la aristocracia tradicional, reticentes a abandonar la exclusividad.
La construcción de la ruta 2 y la inauguración del complejo rambla-hotel casino en 1940, le cambiaría para siempre la cara a la ciudad. Contrariamente a lo que en general se cree, la llegada del peronismo continuó los proyectos que ya se venían desarrollando en las décadas anteriores, marcando su impronta con el turismo social. Resultó un cambio novedoso la sanción de la ley de Propiedad Horizontal en 1948, que de la mano de los créditos del Banco Hipotecario, hizo posible el sueño de la clase media de tener un departamento en Mar del Plata. Los autores mencionan algunas medidas que intentaron resguardar a sus primitivos veraneantes de la masividad, como la elección de ciertas playas o balnearios y una sala especial en el casino para jugadores de más poder adquisitivo. Con los años terminaron abandonando este destino estival, irreconciliable con la distinción, concomitantemente a la aparición de un nuevo modelo de país, que marcaba desigualdades más profundas y persistentes.
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Grande Arte Mio
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