El triunfo de la religión: apropiación y sentido – Por Jorge Alemán.
En los años ´70, Jacques Lacan lanzaba en Roma su profecía sobre el triunfo de la religión. Jorge Alemán retoma esa célebre pronunciación y sostiene que sería conveniente que aquellos discursos que reclaman de entrada su laicidad ya constituida, sean más cuidadosos con la supuesta separación del sentido religioso.
Por Jorge Alemán*
(para La Tecl@ Eñe)
El triunfo de la Religión.
Ésta fue una célebre profecía de Lacan proferida deliberadamente en Roma allá por los ´70.
Lacan captaba que dado que lo Real iba a ser colonizado por todos los artilugios de la Técnica y que por tanto las distintas experiencias simbólicas iban a ser incapaces de dotar de sentido a la experiencia de la vida.
Esta profecía de Lacan tenía sus propios antecedentes en su enseñanza, la destrucción por parte del capitalismo de la metáfora paterna y sus distintas encarnaciones en las figuras simbólicas de la autoridad, la ausencia de los distintos anclajes que posibilitaban que un sujeto organice su mundo en el devenir vertiginoso de la desconfiguración de sus propias biografías.
Todas estas posibilidades, según el pensador francés, generaban un campo propicio para que esa gran máquina del sentido de la que dispone la religión ganara su batalla.
No obstante, me permitiría hacer una observación sobre cómo entender el alcance del vaticinio lacaniano.
La religión del sentido que triunfa no está por fuera de los demás discursos, más bien triunfa porque es capaz de impregnar de sentido a todas las experiencias humanas, a todos los discursos, proyectos y teorías, porque cualquiera de esas actividades pueden tender de un modo inadvertido a clausurarse en un sentido último y finalmente trascendente.
De allí que proclamarse ateo de entrada, posicionándose en una de las tradiciones ilustradas, es sólo un mito que colabora con el progreso del sentido. Es posible que alguien se proponga ser ateo y tal vez lo consiga, es una experiencia difícil y que exige un tránsito muy singular en la casa del lenguaje. Pero serlo de entrada, a partir de una mera declaración, es una petición de principios.
De allí la ironía de Lacan; los únicos ateos que conozco son los teólogos.
Tal vez esta broma lacaniana se sostiene en la capacidad de la teología para indagar sin barreras y discutir a la génesis del sentido.
Por todo esto es que sería conveniente que aquellos discursos que reclaman de entrada su laicidad ya constituida, el psicoanálisis, el marxismo, la deconstrucción e incluso las políticas de inspiración emancipadora, deberían ser más cuidadosos con la supuesta separación del sentido religioso.
Ese rechazo puede constituir un retorno de lo reprimido que de un modo inconsciente obtenga lo que Freud llamó en su día «una obediencia retardada». La batalla emancipadora pasa, entre otros puntos, por respetar el refugio de sentido con el que cada sujeto se protegió del real invasor de la apropiación de la Técnica.
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*Psicoanalista, escritor y poeta. Autor de los libros «Capitalismo. Crimen perfecto o Emancipación» y «Pandemónium, notas sobre el desastre». Su último libro publicado es Ideología.
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