CLAVES DE LECTURA
Según nuestro Indicador Mensual de Actividad (IMA), en junio se mantuvo un nivel de actividad prácticamente idéntico al del mes anterior (-0,2% desestacionalizado), a pesar del aumento en los casos de COVID-19 y las restricciones a la circulación establecidas por el gobierno. De este modo, la actividad se encuentra amesetada en torno a los niveles prepandemia.
Al analizar el consumo, se observa una dinámica muy diferente. Luego del fuerte –y lógico- repunte tras el cimbronazo que provocó la pandemia a principios del año pasado, el consumo mostró una tendencia declinante que se mantiene hasta la actualidad, sin haber logrado nunca recuperar los –magros- niveles prepandemia.
En el plano laboral, de acuerdo a los datos del SIPA, en abril se recuperaron casi 55 mil puestos de trabajo y la serie acumula cuatro meses en alza. Así, en lo que va del año se sumaron 143 mil ocupaciones, en todas sus modalidades. Si bien todavía hay 89 mil menos que en febrero 2020, antes de la irrupción de la pandemia, la recuperación es muy significativa.
La noticia más auspiciosa es que el empleo asalariado privado consolida su recuperación. El empleo registrado acumula 84 mil puestos de trabajo nuevos en lo que va del año y sólo en abril se crearon más de 40 mil puestos, lo que representa el mayor crecimiento intermensual de toda la serie. Resta ver si el crecimiento de la cantidad de contagios durante la segunda ola y el consecuente aumento de las restricciones a la circulación y a ciertas actividades económicas podría haber detenido la recuperación del empleo formal en los meses siguientes.
Por el lado fiscal, la primera mitad del año finalizó con un déficit primario de 0,5% del PIB, un resultado que desde 2015 solo es mejorado por el primer semestre de 2019. Ahora bien, una constante del ejercicio fiscal es el deterioro hacia el segundo semestre, el cual se profundiza particularmente en el último mes del año. A menos de dos meses de las PASO no se destacan importantes anuncios que lleven a tensionar el resultado fiscal, pero no se debe olvidar que ya en el presupuesto se contempla una importante aceleración del gasto de capital.
En función de lo anterior, estimamos un déficit primario de -3,5% del PIB para este año, teniendo en cuenta la inercia que dejaron algunos componentes del entramado de políticas para morigerar los efectos de la pandemia, así como también las tensiones propias de un año electoral que movió la agenda hacia el último trimestre del año.
Así, la economía argentina ingresa en el típico escenario pre-electoral en el que cíclicamente se repiten tres elementos: a) estímulo fiscal, b) apreciación cambiaria y c) tensiones sobre el dólar. Esto llevó a que a partir principios de julio -y en respuesta al mayor volumen que estaba operando el mercado de Contado con liqui- el BCRA y la CNV reforzaron los controles de cambio, lo cual presionó sobre las cotizaciones paralelas y aceleró las tensiones sobre el mercado de cambios, poniendo otra vez sobre la mesa la necesidad de nuevas medidas paliativas.
El momento de definir una macroeconomía para la post pandemia se hizo presente y los tiempos son acuciantes. La renegociación de pasivos con el FMI será un elemento transversal a este proceso, y si bien es necesario que esta negociación llegue a buen puerto no es condición suficiente, tal como lo demuestra la experiencia de Cambiemos. No debe perderse de vista un aspecto de la situación doméstica que hoy resulta crucial: una nueva devaluación sería el golpe de gracia del régimen de inflación moderada que hoy todavía detenta la Argentina. |
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