Infames, horribles e ignorantes – Por Jorge Giles
El periodista y escritor Jorge Giles responde a Beatriz Sarlo, hoy figura de la derecha antipatriótica, quien desde los medios hegemónicos de comunicación afirmó que «las Malvinas son territorio británico, que se asemeja al sur de Escocia”. Giles escribe: Señora, esta vez fue muy lejos: ofendió la sangre derramada en suelo patrio de Malvinas. Y con eso no se juega.
Por Jorge Giles*
(para La Tecl@ Eñe)
Todo el año 2020 estuvo signado políticamente por la infame campaña del macrismo, y la oposición en general, contra las medidas sanitarias del gobierno nacional en defensa de la salud pública. Quemaron barbijos, arrojaron bolsas mortuorias frente a la Casa Rosada, tildaron de veneno a las vacunas contra la Covid, convocaron a marchas de repudio amplificadas y estimuladas por el poder mediático concentrado. La lista sigue y todos y todas lo sabemos.
Felizmente esa batalla del desaliento social y a favor de la muerte, los opositores la están perdiendo por amplio margen. Como simple prueba de esa derrota, allí están las selfies de decenas de miles de compatriotas luciendo orgullosos y felices en el momento preciso de su vacunación. Los pueblos se expresan como pueden en cada encrucijada.
No conformes con semejante desatino, la oposición ataca de nuevo en este 2021 por dos frentes de combate:
Uno: Disparan con munición gruesa contra la figura presidencial, en el vano intento de horadar la confianza de la población en sus gobernantes justo cuando parece ser que estamos saliendo de la pandemia; para instrumentar este ataque recurren esta vez al montaje de operaciones mediáticas que denigran, ofenden y humillan a conocidas mujeres “sospechosas” de simpatías políticas con el kirchnerismo. Toda nuestra solidaridad con Florencia Peña y toda nuestra vergüenza ante un patriarcado que se torna más fascista cuando se siente más acorralado.
Dos: Disparan contra la línea de flotación de nuestra identidad como Nación, mancillando la larga lucha por la soberanía en nuestras Islas Malvinas.
Los cipayos son así. Siempre fueron así. Infames, horribles e ignorantes. Desprecian la vida, exaltan la muerte. Desprecian la patria, exaltan a sus enemigos.
En el siglo XIX promovieron la invasión anglo-francesa contra nuestro territorio y nuestros ríos. Viajaron incluso en los buques invasores junto a los enemigos de la patria que pretendieron consolidar su efímero paso por la Vuelta de Obligado. Tuvieron que rendirse tiempo después ante la resistencia criolla.
Recordemos estas advertencias de la historia pasada y presente antes de cada ejercicio electoral de la democracia; para que no olvidemos que siempre fueron así de soberbios, mentirosos y traidores a la idea de una patria soberana.
En estos días una desencajada señora que supo ser un cuadro de la izquierda “maoísta” en el siglo pasado, devino en patética figura de la derecha más salvaje y antipatriótica, disparando desde las azoteas de los poderosos medios de la incomunicación contra la idea de patria que tenemos la mayoría de los argentinos y argentinas. Esta vez fue muy lejos: ofendió la sangre derramada en suelo patrio de Malvinas. Y con eso no se juega.
Atacó nuestra idiosincrasia y nuestra cultura como pueblo desde un pedestal oligarca que ni siquiera le pertenece; en todo caso pertenece a sus mandantes.
Diremos brevemente un puñado de cosas que muestran y demuestran la profunda ignorancia y mediocridad de estos cipayos que se autodenominan “republicanos”.
La Primera Junta del gobierno criollo firmó el 30 de Mayo de 1810, apenas cinco días después de la Revolución patria, un decreto por el que asumía su potestad soberana, sus derechos y obligaciones, sobre las Islas Malvinas. Agarre los libros que no muerden, señora.
Diez años después, en 1820, el gobierno criollo ordena a David Jewett al mando de la fragata “Heroína”, izar la bandera argentina en Malvinas y ejercer autoridad legítima sobre todo el territorio marítimo y continental argentino. Agarre los libros, señora; aprenderá que no sólo fue un ejercicio de soberanía sino una temprana defensa de nuestro ambiente y nuestros recursos naturales, esos que hoy están gravemente bajo el asedio del calentamiento global.
Después fue nombrado como Comandante de las Islas un soldado que había peleado junto a Manuel Belgrano. ¿Sabe cómo se llamaba? Pablo Areguatí, un indio guaraní.
Finalmente llegaron los hermanos Vernet, Luis y Emilio, y con ellos un numeroso grupo de criollos, indios, gauchos, afros y europeos, hombres y mujeres que se propusieron crear un pueblo en Isla Soledad y lo llamaron Puerto Luis. La documentación atesorada en el Archivo General de la Nación acredita que en ese pueblo se construyeron, además de la Comandancia, casas, corrales, muelles, caminos, puertos, huertas, saladeros, almacenes para aprovisionarse durante el año.
Fue contra ese pueblo que a fines de 1831 dispararon los cañones de la Lexington, buque de guerra de los EE.UU., facilitando la invasión de las fuerzas británicas en los primeros días de 1833. No todos se rindieron como lo hizo el coronel de Marina, José María Pinedo. El Gaucho Antonio Rivero, nacido en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, Entre Ríos, resistió la usurpación inglesa durante casi un año junto a sus compañeros, tan gauchos como él.
Durante muchos años el diplomático argentino Manuel Moreno, hermano del prócer Mariano Moreno, consagró sus días a la defensa de la soberanía argentina sobre Malvinas y denunciando al usurpador colonial.
En el siglo XX, señora, un intelectual francés llamado Paul Groussac, escribió su libro Las Islas Malvinas donde concluye sin ambigüedad alguna que fueron, son y serán argentinas. ¿Sabe quién promovió su lectura en las escuelas públicas a través de una ley de su autoría? Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América.
En 1965 el aviador solitario Miguel Fitzgerald aterrizó en Malvinas, difundió una proclama que refirmaba nuestra soberanía y regresó a casa.
En 1966 un grupo de jóvenes peronistas encabezados por Dardo Cabo y Cristina Verrier, (periodista, dramaturga, escritora) volaron a Malvinas, desplegaron siete banderas argentinas, proclamaron nuestra soberanía bautizando a Puerto Stanley como Puerto Rivero, en homenaje al Gaucho, y finalmente fueron detenidos por la guardia inglesa y entregados a la dictadura de Onganía.
No quiero extenderme en estos datos históricos porque excedería el tamaño de esta nota y el de mi justa indignación. Voy a sumar sí, un solo dato geográfico que hace añicos el argumento cipayo: las Malvinas pertenecen a la plataforma continental argentina; para ser más claro: el territorio argentino que usted menoscaba, señora, no termina en las frías costas de Santa Cruz y Tierra del Fuego, sino que continúa extendiéndose bajo el mar y emerge nuevamente en esas dos grandes Islas llamadas Soledad y Gran Malvinas.
Cuando en 2011 la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner nos encomendó la noble misión de construir el guión museológico del Museo Malvinas, dialogamos y trabajamos con los científicos del CONICET, región patagónica, para certificar cada uno de los capítulos de nuestro andamiaje soberano. Así fue como confirmamos y aprendimos que las Islas comparten la misma fauna y la misma flora con el continente, desmintiendo aquello de que “se parecen a la Patagonia”; debemos afirmar, señora, que las Malvinas son Patagonia. Algunos ejemplares de Elefantes marinos, de Albatros, de Petreles, de Ballenas Francas fueron seguidos en forma satelital y se comprobó que no sólo compartimos las mismas especies, sino que compartimos los mismos ejemplares que van y vienen del continente a Malvinas y vice versa.
¿Ha visto usted, señora, algún Albatros que haya llegado desde Malvinas a las costas de Inglaterra así como llegan a Rio Gallegos, por ejemplo?
Haría bien, señora, en aceptar la invitación pública que le hiciera el actual director del Museo para aprender lo que evidentemente no sabe, y de paso, darse un baño de humildad y de argentinidad.
Sigamos. La Constitución argentina consagra que:
“La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.
La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.
Debe ser feo que te digan “gorila”, pero mucho más feo que te digan “golpista” por no respetar siquiera la Constitución Nacional.
Y dejamos para el cierre el desagravio a nuestros Héroes de Malvinas.
Nunca nos confundimos como pueblo, señora. La Plaza de Mayo gritaba en esos días de guerra en plena dictadura: “Galtieri, prestá mucha atención, Malvinas es del pueblo, la Plaza es de Perón”. Los que no tuvimos la posibilidad de ir a ninguna plaza entonces, porque éramos presos políticos de la dictadura, torturados y apaleados por los guardias de esa dictadura, hicimos fuerza igual y nos ofrecimos para colaborar con nuestros soldados enviados por la dictadura a las Islas usando una causa que nos atraviesa, como ya le conté, toda el alma de la patria desde su nacimiento hasta nuestros días. Y sabíamos que esos soldados no morían vivando a Galtieri, ni a Videla ni a la dictadura, sino vivando a la patria. La Causa Malvinas es la Causa mayor del pueblo y la nación argentina, no de ninguna dictadura ni de ningún iluminismo gorila del cipayismo local.
Usted ofende esa sangre derramada en las Islas y en el mar argentino con el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano y ofende a sus familiares.
Usted ofende a los cientos de soldados que se suicidaron luego de la guerra.
Usted ofende a los veteranos y ex combatientes que supieron atravesar con dignidad muchos años de “republicanismo” desmalvinizador y negacionista. Los republicanos de la Argentina son fascistas cuando no tienen la pasión que nos nace a los que nos sentimos orgullosos de haber nacido en estas tierras.
En definitiva, Usted ofende al pueblo argentino. ¿Es tan cerrada la nube en la que viven que no saben ver este sentimiento y esta convicción que se expresa en los cánticos populares, en las canchas de futbol, en los clubes de barrio, en los murales y monumentos construidos a lo largo y ancho del país, en las etiquetas de los automóviles, en los nombres de las plazas de los pueblos?
Mire, muchos presos políticos festejamos cada gol argentino de nuestra Selección Nacional. Y lloramos la derrota y la muerte de nuestros soldados en Malvinas. Está en nuestra cultura y en nuestra idiosincrasia. Y nunca, jamás, nos olvidamos de que nuestro aliento estaba prisionero de los genocidas. Seguíamos resistiendo. Pero eso es muy difícil de explicar; se siente aquí, en el pecho, o no se siente. Como habrá sentido aquella Madre de Plaza de Mayo, Delia Giovanola, que portaba un cartel en plena dictadura que decía: “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.
Qué me van a hablar de amor, señora.
*Periodista, poeta y escritor.
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"Hacia el final de la dinastía Ch’in, Mo Tun de la tribu de los Hsiung Nú, asentó su poder por primera vez. Los Hu del Este eran fuertes, y enviaron emisarios para parlamentar. Dijeron: ‘Queremos comprar el caballo cíe mil li de T’ou Ma. Mo Tun consultó a sus consejeros, que exclamaron: ‘¡ El caballo de mil li ! ¡ El objeto más valioso de este país ! No les entreguéis esto !’ Mo Tun respondió: ¿ Por qué negar un caballo a un vecino ?’ Y envió el caballo. Poco después, los Hu del Este enviaron delegados, que dijeron: ‘Deseamos tener una de las princesas del Khan. Mo Tun requirió la opinión de sus ministros. Todos dijeron encolerizados: ‘Los Hu del Este son cínicos. ¡ Ahora se atreven hasta pedir una princesa ! Os suplicamos que los ataquéis !’ Mo Tun dijo: ‘¿Cómo se podría negar una joven a un vecino?’ Y les entregó la mujer. Poco después los Hu del Este volvieron y dijeron: “tenéis mil li de tierra que no utilizáis y los deseamos’. Mo Tun consultó a sus consejeros. Algunos dijeron que sería razonable ceder la tierra, otros, que no. Mo Tun se encolerizó y dijo: ‘La tierra es el fundamento del Estado. ¿Cómo podría cederse?’ Todos los que habían aconsejado que se entregase fueron decapitados.”
Sun Tzu (El arte de la guerra)
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