CLAVES DE LECTURA
El mercado de trabajo se vio seriamente afectado en el 2020 por la pandemia y las restricciones a la movilidad. En el segundo trimestre del año 2,5 millones de personas habían perdido –al menos transitoriamente- sus empleos y pasado a la inactividad. De esta forma, las tasas de actividad y empleo se ubicaron en mínimos históricos. En el tercer trimestre (último período con datos disponibles) los indicadores se recuperaron, pero sólo parcialmente. El efecto de la pandemia fue muy dispar entre las distintas categorías ocupacionales, con un mayor impacto en los sectores más vulnerables. Cabe suponer que, en la medida en que la recuperación económica no sea íntegra y sostenida, el empleo se mantendrá por debajo de su nivel pre-pandemia. En particular será difícil esperar buenas noticias del empleo asalariado registrado privado, que mostraba serias dificultades ya desde antes de la irrupción del Covid-19 y que aún presenta un bajo dinamismo. En lo inmediato, los nubarrones que aparecen sobre la economía doméstica tienen que ver con la incipiente aceleración inflacionaria que comenzó a observarse en los últimos meses del año pasado, y que no amainó en enero.De este modo, Argentina ingresa en 2021 con riesgos no menores de estanflación: a la posibilidad de un rebrote doméstico, siempre latente hasta que la vacuna avance y se alcance globalmente la inmunidad, se suma el impulso de los precios de los alimentos y la existencia de presiones para corregir los precios regulados. En un escenario de este tipo, no es imposible que el gobierno se vea obligado a utilizar como amortiguador la mejora en la oferta de dólares, para reducir el ritmo de devaluación respecto de la inflación y lograr condiciones más favorables en -o posponer sin defaultear- la negociación con el FMI. Esto implica resignar, al menos en el corto plazo, dos objetivos importantes del gobierno en aras de lograr la gradual normalización cambiaria: evitar el atraso cambiario y empezar a acumular reservas. En cuanto a la política monetaria, la aceleración inflacionaria también lleva a pensar que el BCRA adoptará una política monetaria más restrictiva, más teniendo en cuenta la necesidad de reconstruir el mercado de financiamiento en pesos y divergencia entre las proyecciones de inflación que muestra el REM respecto de las que plasmó el gobierno en el Presupuesto. Por último, también se avizoran desafíos en el frente fiscal. El 2020 cerró con un resultado fiscal de -6,5% del PIB, inferior al -8,3% pautado en el Presupuesto 2021, pero muy por encima de la proyección pre-Covid19 (-1,5%). Si tenemos en cuenta la dificultad de los ingresos fiscales para recomponerse en el comienzo de 2021, y una inercia de los gastos primarios que se mantiene elevada aún sin considerar los efectos de IFE, Tarjeta alimentar, ATP y el resto de las partidas extraordinarias en respuesta de la pandemia, resulta muy probable que el déficit primario 2021 no resulte inferior al 4,5% proyectado en el Presupuesto. |
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