Argentina: La esperada victoria de la Ley del aborto. Dossier
Estela Pereyra
Azul Cordo
Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven
Estela Pereyra
Para muchas de nosotras, este 30 de diciembre quedará registrado como un día histórico: la ley de interrupción voluntaria del embarazo es un triunfo que pasará a formar parte de las jornadas gloriosas de nuestro pueblo pero, en particular, de nosotras, las mujeres.
Cayó uno de los velos que nos impedían ser visibles: el de la hipocresía y aunque haya muchos más para develar y hacer caer a jirones, éste tiene una importancia trascendental en nuestras vidas: la libre decisión sobre nuestros cuerpos.
De todos los fenómenos sociales de los últimos tiempos, el de la lucha de las mujeres ha sido, sin dudas, el que calara más profundo en una sociedad que parece anestesiada ante los grandes conflictos con los que convive, incapaz de dar una respuesta colectiva masiva y duradera en el tiempo.
La transversalidad del fenómeno penetró hasta en los espacios políticos más conservadores dividiendo aguas y, paradojalmente, los mejores argumentos para defender el proyecto fueron las miradas autocríticas a la falta de respuestas del estado ante la problemática de las más pobres, las que menos pueden afrontar un aborto en condiciones de asepsia y que son las que terminan envueltas en una mortaja. ¡Un argumento de clase en una sociedad lumpenizada que ha perdido conciencia de la ineludible y siempre presente lucha de clases!
Es que el sometimiento e invisibilización de las mujeres sostenidos por siglos se rompieron cuando los femicidios proliferaron. El “ni una menos” fue, en apariencia, el puntapié inicial que pariría, poco después y en un proceso en ascenso, la marea verde que se fue solidificando con contradicciones, errores y aciertos. El feminismo llegaba para quedarse y, en su camino, se desataron mil discusiones, se hiló finito y grueso, se contrapusieron posturas, ideas, ideologías y costumbres. Y si bien el feminismo no nació con “las pibas” porque en el país ya muchas habíamos comenzado, hace décadas, con los reclamos de derechos, es justo reconocer que se hizo masivo con las más jóvenes que le pusieron consecuencia y perseverancia.
El reclamo por el aborto legal y gratuito es antiguo, sin embargo, jamás fue escuchado como en los dos o tres últimos años. Si algo demostró la marea verde es que nada se consigue sin salir a la calle, sin organizarse, sin trabajar y sin hacer esfuerzos para mantener la unidad. Y lo invisible se hizo visible porque a pesar de las divergencias pudieron mantenerse en el tiempo, movilizadas y acorralando al poder político con el reclamo, especialmente si se tiene en cuenta que todas ellas votan y son miles a lo largo y ancho del país.
La hipocresía perdió su ropa cuando quedó a la vista que los abortos sólo estaban reservados para las mujeres que pudieran pagar una intervención en una clínica que preservara su vida y su salud; que los mismos que defendían las dos vidas fueron y son parte de gobiernos que desfinanciaron la salud pública, desmantelaron los hospitales e impidieron y siguen impidiendo la implementación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas; que son las más pobres las que, después de prácticas de barbarie, terminan desangrándose en un hospital o muertas en el trayecto; que los abortos clandestinos son un excelente negocio del cual jueces y políticos son cómplices; que TODOS estamos enterados que existen las clínicas aborteras a la vista que se dedican a practicarlos y que jamás fueron un secreto para nadie; que los derechos constitucionales que deberían garantizar salud, educación y vivienda sólo existen como letra muerta en una Constitución de la que se intentaron aferrar los defensores de las “dos vidas” tomando solamente lo que les venía bien para argumentar su negativa, pero no cumpliendo ninguna de todas las demás premisas; que defendieron con uñas y dientes la vida de “la persona” en gestación en detrimento de la vida de la gestante; que el punitivismo nunca impidió el aborto clandestino y sólo sirvió para acrecentar la discriminación hacia las más pobres; que el papel de las iglesias, tanto católica como evangélica, fue y es un freno a todo avance en la defensa de derechos fundamentales de las mujeres porque están asentadas en todo un andamiaje patriarcal muy funcional y conveniente para el sistema como medio de control social. Todo cayó y quedó al desnudo. Y fuimos las mujeres las que les arrancamos los harapos que muchos creyeron que eran vestimentas suntuosas.
Sí, fuimos nosotras, con nuestras idas y venidas, nuestras discusiones y debates que siguen en curso y seguirán hasta vaya a saber cuándo o que, quizás, no terminen nunca. Pero fuimos ejemplo de unidad y solidaridad de género, al que ahora llaman sororidad. Y no importan las palabras si lo que nos une es una lucha justa, un mismo objetivo, un deseo ancestral de terminar con nuestra opresión, con las diferencias que nos impusieron, con los mandatos que nos inculcaron, con el avasallamiento de que decidan qué hacer con nuestros cuerpos. Porque legalizar el aborto va mucho más allá de preservar la salud y la vida de las más pobres, las más vulnerables. Legalizar el aborto es un paso hacia nuestra verdadera libertad de elección. Le estamos arrancando nuestros cuerpos a las garras del patriarcado, le estamos diciendo que NO, que BASTA, que no queremos más, que nos dejen vivir como cada una de nosotras ELIJA, DECIDA.
Faltan muchos más derechos por conquistar, como que dejen de matarnos, que no seamos más la variable de escape donde se cuela la violencia social y se descargan las impotencias de las postergaciones, la falta de futuro, la carencia de educación, la penuria de no tener trabajo. El estado tiene que garantizar nuestras vidas no sólo para abortar, sino para que salgamos a la calle como seres libres sin temer que seamos atacadas, violadas, abusadas y asesinadas. El estado tiene que garantizar refugios, trabajo y guarderías para los hijos de las mujeres que padecen violencia familiar. El estado se tiene que hacer cargo…
Es justo que terminen todas las desigualdades, que obtengamos igual salario por igual tarea desempeñada por un varón; que nuestros embarazos no vengan con un telegrama de despido en nuestros trabajos; que los hombres dejen de explicarnos el mundo como si fuéramos un hato de retardadas, para dar paso a que hagamos nuestras experiencias sin nadie que venga a darnos lecciones, a descalificarnos, a imponernos qué pensar, cómo hacer, hacia dónde ir y cómo “debemos” ser.
Y el logro de esta jornada victoriosa que sólo marca que hemos ganado una batalla no se lo debemos a ningún político, a ningún senador ni senadora, a ningún gobierno. Este triunfo es legítimamente NUESTRO le guste a quien le guste, porque fue nuestra presencia en las calles la que les arrancó esta ley. No le debemos nada a nadie, porque fuimos las mujeres las que impusimos una agenda que no tenían in mente. Fueron nuestros cuerpos verdes, nuestras tetas al aire y nuestros ovarios los que no permitieron que nadie mirara para otro lado, los que obligaron a toda una sociedad a expedirse, a discutir, a pensar, a debatir. Fuimos nosotras y nadie más.
Fuimos nosotras las que denunciamos, las que bancamos a las otras cuando el estado escondió nuestras problemáticas debajo de la alfombra, las que pusimos el cuerpo una con otra para no dejarnos en soledad, las que contuvimos a las abandonadas, las que ofrecimos mucho más que la otra mejilla porque en esa solidaridad siempre supimos que se nos iba la vida misma. Por eso el triunfo es nuestro y de nadie más, aunque ahora lo quieran vender como un logro de un manojo de políticos. No, el triunfo es nuestro.
E iremos por más, porque en el camino descubriremos que el patriarcado es funcional al sistema capitalista. Llegará el día en que no nos conformemos con reformas, en que descubramos que la explotación tampoco es justa, como no lo es el sometimiento. Y, entonces, sólo entonces, seremos enteramente libres como debimos haber sido siempre y gozaremos de la igualdad de derechos que hoy no gozamos.
Hoy, 30 de diciembre, todas lloramos, nos abrazamos, nos hicimos reír y disfrutar. Hemos avanzado y nada será como ayer, porque este presente augura todo lo que haremos juntas. El patriarcado no se va a caer. Al patriarcado lo haremos arder, definitivamente, nosotras.
El avance feminista del año: la interrupción voluntaria del embarazo es legal
Azul Cordo
La marea verde logró que el aborto sea ley y consagró un derecho que es un reclamo histórico del movimiento de mujeres.
Se siente el mormazo, hay amenaza de tormenta, pero aunque lloviera torrencialmente como el 8 de agosto de 2018, la votación en el Senado no sería igual. “Volvimos para ser mejores” es el lema de gobierno de Alberto Fernández y pareciera que también tocó a la promesa de campaña de lograr el aborto legal, que alcanzó 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención en el Senado. En el caso del movimiento feminista, “volvimos” fue sinónimo de crecer, no de retornar, porque nunca se fue de la plaza como espacio público por excelencia para disputar los derechos de las poblaciones negadas, de aquellas tratadas como ciudadanas de segunda, hasta este martes.
Detrás de la votación del 29D hay 15 años de Campaña Nacional por el Aborto Legal Seguro y Gratuito sostenida en Argentina, con crecimiento de redes como la de las Socorristas, que asesoran y acompañan abortos en todo el país, y se conjugan con la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, que sortean el mandato del poder médico hegemónico, entienden que un aborto seguro es una cuestión de salud pública, garantizan derechos y cumplen con el juramento hipocrático. Detrás de la votación del 29D está la Red de Docentes por el Derecho al Aborto que entiende que el aborto es parte de la Educación Sexual Integral (ESI) que cada niña y niño debe recibir. Y están las pibas con glitter y las legisladoras sororas y las periodistas feministas. Todas juntas por esta causa común de garantizar el derecho al aborto como parte del derecho al goce para una vida digna de ser vivida.
La política sin cuerpo es burocracia. En las jornadas previas para llegar a la votación verde celebrada en todo el mundo hubo mucha real politik. Reuniones del presidente Fernández viajando a convencer indecisos en distintas provincias, senadoras jóvenes y sus asesoras dándolo todo para un debate transversal, pero sobre todo pibas y pioneras llenando de nuevo calles y plazas para impedir la indiferencia.
¿Por qué se palpita así la votación de una ley, como si fuera un mundial? La transmisión del debate parlamentario se siguió por seis pantallas gigantes afuera del Congreso en Buenos Aires: tres pantallas para el sector verde, las otras para los antiderechos. En otras 60 localidades del país, miles y miles se encontraban, en una noche de luna clara, reparando todo un año de distancia.
Había corazonadas en medio de una paridad “inestable y desconcertante”, como definió Marta Alanís, de Católicas por el Derecho a Decidir, a la diaria horas antes de la votación. Pero recién a las 4.12 el resultado fue verde esperanza.
Oleaje regional
La aprobación tiene un sabor multiplicador en la región. Hasta este martes, América Latina y el Caribe tenía seis países donde el aborto es legal sin causales durante las primeras semanas de gestación, según el plazo establecido por cada ley: Uruguay, Cuba, Guayana, Guyana Francesa, Puerto Rico y México (en Ciudad de México y Oaxaca). Con Argentina suman siete.
Con “persistencia alerta”, como escribió la escritora cordobesa Tununa Mercado, los feminismos populares en Argentina “lograron sacar del clóset el aborto de una vez por todas, construyeron un amplio consenso y la conciencia colectiva del derecho a decidir”, afirma la periodista Florencia Alcaraz en su libro ¡Que sea ley! (Marea, 2018), y “ampliaron los imaginarios de la región en torno a las legislaciones posibles sobre aborto”.
Desde El Salvador, país centroamericano donde este derecho está totalmente penalizado, con decenas de mujeres presas por abortos espontáneos, Laura Aguirre –directora del medio digital Alharaca– dice que este logro argentino es un “espaldarazo” y “un recordatorio de que, a pesar de que el camino es largo y dificultoso, se puede alcanzar con paciencia, con sororidad, con lucha, con apoyo entre nosotras”. Tica Moreno, de la Marcha de las Mujeres de Brasil, describió esta victoria como un avance para todas las feministas internacionalistas, asumiendo que no es fácil: “Se precisa de mucha organización, educación popular, movilización, compromiso, osadía, diálogo, rebeldía, simbología, barullo, cuerpos en movimiento y lucha colectiva contra la ofensiva reaccionaria, neoliberal y heteropatriarcal en la región”.
Desde los pasillos del Senado que se hacen eco de su voz, Alanís dice que no puede proyectarse “un efecto dominó” de leyes a favor del aborto legal en América Latina, pero “hemos hecho tanto ruido verde que esta ley de avanzada va a impactar según el marco político de los países. En medio de una región donde la derecha campea derechos, cada movimiento, en cada país, tiene que generar condiciones porque es posible que se legalice”.
El deber político de estar a la altura
A las 16.08 comenzó el debate en la cámara alta, con 34 de 72 senadoras y senadores presentes en el recinto, tanto en sala como desde sus despachos; dos ausentes (José Alperovich de licencia por denuncias de violación a su sobrina y el ex presidente Carlos Menem internado con coma inducido) y el resto sesionando de manera virtual desde sus provincias; 59 anotados como oradores, seis de los cuales figuraban como “indecisos” en sus votos. Finalmente, hablaron 58. Además de vigilias feministas, miles siguieron las exposiciones por el canal de Youtube del Senado (con picos de 51.400 espectadores) y otras miles se repartían en las retransmisiones que hicieron radios, diarios y canales de televisión. 12 horas más tarde, era ley la regulación del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) hasta la semana 14 de gestación y la atención posaborto.
En la apertura de la sesión, con el aviso de la miembro informante oficialista Nancy Durango, se conocía que habría un acuerdo de veto parcial presidencial y modificación en la reglamentación de la ley en la referencia a la salud “integral” en las causales de las interrupciones legales del embarazo, no en el texto del proyecto (por lo que no cambia el plazo de 14 semanas para la IVE), evitándose de esta manera que vuelva a discutirse en Diputados. El texto vetaría el término “integral”, mantendría las causales como hasta ahora y la reglamentación expresaría que “el peligro para la vida o la salud deberá ser evaluado y establecido por el personal de salud interviniente”, según el documento de propuesta al que pudo acceder la diaria en ese momento. Parte de este contenido también fue compartido por el senador Alberto Weretilneck en su exposición, sobre las 2.15 de la mañana. Este acuerdo consiguió que él y otros “indecisos” votaran a favor del aborto legal.
A medida que pasaban las horas, se reforzaba como argumento a favor entre los indecisos el acceso al aborto como un problema de salud pública urgente reconociendo, desde el respeto a la autonomía en las decisiones, que mantenerlo en la clandestinidad no detiene la práctica: sólo profundiza riesgos de vida y criminalización. Así fueron adelantando su voto afirmativo y “deconstruido” Silvina Larraburu (Frente de Todos, FDT), Stella Maris Olalla (Juntos por el Cambio) y Sergio Leavy (FDT). El detalle de posiciones a favor y en contra está en la crónica sobre el debate parlamentario publicada este martes. Una síntesis de los cambios a favor fue la explicación de la neuquina Lucila Crexell (Interbloque Federal), quien en 2018 se había abstenido de votar: “No cambié mi postura, cambié mi enfoque: el aborto clandestino es una causa silenciosa que muchos todavía se niegan a ver. No me es indiferente este drama. Esta ley no le cambia en nada a los que se oponen, pero sí a quienes necesitan que el Estado las asista”.
Pasadas las 22.30, el poroteo sumaba 37 votos a favor, 32 en contra, dos abstenciones y un indeciso. Un partido que se juega hasta el último minuto.
Ana Almirón (FDT), que viajó diez horas en auto para llegar al Senado desde Corrientes, calificó al debate como un momento “hermoso y transversal” y brindó uno de los discursos más celebrados en redes sociales. Crítica de su provincia, declarada “provida” en 2011, recordó que allí no hay “voto joven, es decir, no autorizamos a las jóvenes de 16 años a votar, pero sí las obligamos a parir a los 10, 11, 12 años. Eso es lisa y llanamente la idea de la mujer incubadora. 18% de los nacidos vivos en mi provincia son paridos por menores de 18 años. ¿Las vamos a dejar abortar, o las vamos a acompañar a la comisaría o a la morgue?”, interpeló a sus compañeros de bloque, mientras levantaba su pañuelo verde con la consigna “Niñas, no madres”. Las provincias del noreste argentino son las que tienen las tasas de fecundidad materna infantil y adolescente más altas del país: coinciden con el mapa de la mayor pobreza estructural.
Otra argumentación fuerte a favor, que podría ser un adelanto de la discusión para separar a la Iglesia del Estado, fue la de Gladys González (Propuesta Republicana) asumiendo que no puede imponer una doctrina religiosa: “¿No será hora de entender por qué nuestras mujeres que creen en Dios abortan? [...] Hemos llegado tarde a entender la importancia de la educación sexual, del uso de anticonceptivos. El castigo y la culpa sólo traen más dolor y muerte”.
El pañuelo verde, código infinito que atraviesa fronteras y traza una genealogía de luchas con las Madres y Abuelas, una contraseña abierta en muñecas, cuellos, pins, corbatas, se lució toda la jornada. La senadora fueguina María Eugenia Duré (FDT) tenía sobre su escritorio, como otras legisladoras millennial, un triángulo de tela que decía “Aborto legal, libre y feminista”. Detrás de ese escudo recordó: “Las mujeres no pedimos permiso para hacer historia. Nos atraviesa estar a la altura de la ampliación de derechos. Este proyecto viene a devolvernos dignidad a las mujeres y personas gestantes”.
“Porque, aun penalizado, siempre existió. La cuestión es garantizar menos complicaciones, más salud, más vida”, dijo el santafecino Roberto Mirabella al argumentar a favor desde el recinto. En las últimas horas había sido presionado hasta con visitas de obispos en su casa de Rafaela. No fue una excepción: el fueguino Matías Rodríguez abrió su exposición solidarizándose con colegas que recibieron amedrentamientos por parte de “fanáticos”.
Los antiderechos amenazan, aburren y atrasan con argumentos irrespetuosos, mentirosos y discriminatorios, como decir que se abortarán niñxs con síndrome de Down o que “el proyecto nada dice del niño por nacer”; “nosotros no podemos salvar las equivocaciones que otros cometieron”; “qué pensará un feto de la semana 13 si cruza la frontera de un país a otro”; incluso aludiendo a situaciones del año 500 a. C. o de la sequía inglesa en 1315, como hizo Dalmacio Mera, del FDT por Catamarca.
Para la 1.15 algunas periodistas aseguraban que había 38 votos a favor. Se revertía el resultado de 2018.
Comenzaba a saldarse una deuda de la democracia: 3.040 mujeres murieron por abortos inseguros entre 1983 y 2016. A quienes dudan de esta cifra, la chaqueña María Inés Pilatti (FDT) cuestionó: “Me hacen acordar de cuando dudan si hay 30.000 [desaparecidos]”.
Qué viene después
La objeción de conciencia y de ideario institucional, algo que en Uruguay ha sido claramente diagnosticado como el principal desafío en ocho años de implementación de la ley IVE, es parte de los obstáculos que “vamos a tener que derribar”, dijo Alanís. “Tenemos un trabajo muy fuerte por delante”, reconoció, pero con una despenalización social avanzada, con la marea verde “intacta y firme para lo que venga”, como las demandas judiciales que la antiaborto Silvia Elías de Pérez prometió presentar ante la Corte Suprema. Pareciera que la senadora quiere profundizar la penalización existente: desde 2012 se registran 1.532 causas de aborto y 37 posibles eventos obstétricos criminalizados en 17 provincias, según una investigación del Centro de Estudios Legales y Sociales.
En otras plazas, socorristas se encontraron con socorridas. Dice una de ellas: “Cuando se votó estuve estupefacta un rato. Después de unos minutos me vino como un desfile de caras a la mente, de situaciones que acompañé, de otras que me cambiaron la cabeza y la vida. Y ahí sí, no pude parar de llorar. Con todo lo racional y crítica que puedo ser de la ley, igual lo más fuerte era esa sensación de que esto era justicia, un poco de reparación”.
Militantes expuestas durante años en pueblos conservadores no paran de recibir felicitaciones desde distintas latitudes. Cada mensaje es un abrazo. “Toda la vida luchando para esto y sucede. Es muy abrumador y es a la vez algo de justicia, belleza y amor de nuestro lado”, dice Dahiana Belfiori, autora de Código Rosa, relatos de aborto, desde Rafaela.
El peso político de lo que conseguimos es enormemente conmovedor.
https://ladiaria.com.uy/
Periodista y feminista, colabora con la revista Socompa.
Periodista y feminista argentina, residente en Uruguay.
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