1/03/2021

centro(s) periferia(s)

 Qué tiene que hacer Argentina en la disputa global entre Estados Unidos y China, la potencia en ascenso 

La política exterior en tiempos de transición hegemónica

La opción más aconsejables para una Argentina frágil es delinear una estrategia de reconstrucción de la base de su poder material e internacional mediante una política exterior, constructiva, pragmática y autonómica, prudente y equidistante entre los polos en tensiones. 


Por Federico Luis Vaccarezza *

Los presidentes Xi Jinping (China) y Donald Trump (Estados Unidos). Se está reconfigurando aceleradamente las relaciones de poder entre los centros y la periferia. Imagen: AFP


El final de la Guerra Fría fue el momento histórico que marcó la transición desde un sistema internacional bipolar flexible (liderado por Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) hacia la cúspide del poder hegemónico estadounidense. Este momento marcó el inicio del fenómeno conocido como la globalización, en el cual se liberaron todas las fuerzas del capital económico y financiero transnacional para moverse sin restricciones a través del mundo.

Algunos países tuvieron la capacidad de aprovechar mejor que otros este nuevo estado de cosas y fueron construyendo o ampliando su poder en base al conjunto de reglas emergentes del nuevo orden mundial, hasta tal punto que están transformando el sistema internacional desde una estructura cuasi hegemónica liderada por los Estados Unidos hacia un multipolarismo relativo.

Durante los últimos treinta años una economía de la periferia ha ganado dinamismo y aumentado su base de poder internacional en términos político, económico, social, científico –tecnológico y estratégico– militar. Lo hizo hasta poner en discusión la hegemonía estadounidense y diversificando los polos de poder en el sistema internacional. 

El emergente de una nación no occidental dispuesta a rivalizar abiertamente por el liderazgo mundial con el poder hegemónico estadounidense está generando una evidente polarización que, como toda construcción de poder, excede ampliamente las cuestiones económicas o materiales. También es simbólica, cultural, militar y científico tecnológica.
Nuevas reglas

Al mismo tiempo, las categorías de “centro y periferia” o “autonomía”, concebidas inicialmente por autores latinoamericanos como Juan Carlos Puig y Elio Jaguaribe en las relaciones internacionales para entender la distribución de poder en el sistema internacional, siguen estando más vigente hoy que nunca.

El centro es donde históricamente se han concentrado las funciones de comando y control del sistema internacional político, económico y militar sobre el sistema en general y sobre la periferia en particular. Su poder reside esencialmente en la capacidad de fijar las normas con las que debe funcionar el sistema. 

Este control se instrumenta especialmente en la órbita económica, financiera y crediticia internacional. Los países del denominado centro (Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Europea y Japón) han poseído el control de manera indiscutida el poder durante los últimos 30 años. Pero Oriente en general y China en particular están creando un sistema económico financiero que, de manera paralela, comienza a rivalizar con Occidente a nivel global.

Este nuevo conjunto de nuevas reglas e instituciones económicas con epicentro en la República Popular de China se manifiesta actualmente a nivel global en la relevancia que ha comenzado a tomar el yuan como divisa internacional, las transacciones comerciales internacionales nominadas en yuanes, el mercado de capitales de China, los préstamos internacionales del Banco de China y la Iniciativa para la Nueva Ruta de la Seda.
Alertas

Estos aspectos, entre otros, están reconfigurando aceleradamente las relaciones de poder entre los centros y la periferia en las primeras décadas del siglo XXI. La transnacionalización asiática que está emergiendo ha encendido las alertas en las economías centrales que habían podido controlar históricamente el proceso de la globalización económica y financiera global.

Al mismo tiempo, en los centros se hizo necesario en los últimos años un replanteo de las reglas de liberalización económica, financiera internacional imperantes desde la década del noventa como mecanismo para contener la erosión acelerada del “status quo”. 

La llegada al poder Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en el Reino Unido o la negación de algunos países de la Unión Europa para poner en vigencia el acuerdo celebrado con el Mercosur en 2019, no son simples virajes de los países centrales hacia el proteccionismo, sino que es una escalada de tensiones globales consecuencia de las transformaciones del sistema internacional desde un modelo de hegemonía hacia una multipolaridad emergente. Esto genera efectos políticos, económicos y sociales en la estructura internacional.

Esta nueva coyuntura internacional también polariza y tensiona los sistemas políticos y económicos de los países de las periferias en Asia, África, de Oriente Medio y América latina, que buscan obtener algunas ventajas de esta situación mediante estrategias muy diversas. 

Estas tensiones tienen efectos también sobre las frágiles estructuras de las democracias latinoamericanas, dado que los Estados Unidos buscará contener la rápida penetración del poder de China en la región latinoamericana, la que considera su zona de seguridad hemisférica.
Elites

La respuesta de las elites en la política local de Brasil y Bolivia son dos claros ejemplos de cómo funcionó la estrategia neoconservadora contemporánea de los Estados Unidos para evitar la penetración de China en la región. 

No es casualidad que toda la región en su conjunto haya virado políticamente hacia las opciones conservadoras como en Argentina (2015-2019), Uruguay, Chile, Paraguay, entre otras. Las elecciones de 2019 en Argentina marcaron un punto de inflexión de la estrategia neoconservadora impulsada por Washington hacia la región.

En los últimos 30 años la Argentina ha venido disminuyendo su poder internacional y ha llegado a la actualidad en una relativa situación de vulnerabilidad tanto económica, social y con una frágil capacidad estratégica y militar. 

La serie de crisis recurrentes que ha atravesado erosionaron su base de poder doméstico como también su capacidad de proyección de sus intereses a nivel regional e internacional. A un año de la llegada de la nueva gestión de la Alberto Fernández queda claro que la opción más aconsejable para la construcción de poder internacional, en esta coyuntura, es mediante una estrategia autonómica de los polos de poder mundial. 

Para ello, se debe orientar los esfuerzos hacia la recuperación paulatina de la base material de poder económico, atendiendo la mayor debilidad de la economía argentina que es la escasez de divisas. Esto es necesario para sostener la estabilidad macroeconómica mediante de fortalecimiento de la competitividad exportadora y el control cambiario. Y en el ámbito político domestico mediante la construcción de consensos con actores políticos, sociales y económicos mediante un diálogo fluido.
Autonomía

La política exterior de la gestión de Alberto Fernández, consciente de esta coyuntura, busca mantener márgenes autonómicos entre los intereses estadounidenses y chinos. Esto tiene el objetivo de no caer en ninguna de ambas órbitas, buscando disminuir las tensiones políticas que puedan surgir en el ámbito regional. Para ello se requiere fomentar el diálogo y la participación en los foros internacionales en los que la Argentina posee membresía.

Si bien el poder de los Estados Unidos pudo haberse erosionado en términos relativos a nivel mundial, esta erosión afecta de manera desigual en los centros que en la periferia. El poder estadounidense se manifiesta intacto en la región hemisférica más que en cualquier otra. Por lo que es prudente y aconsejable orientar la política exterior hacia un diálogo franco, pragmático, constructivo y reservado con los Estados Unidos, evitando cualquier suspicacia innecesaria.

El unipolarismo norteamericano emergido con el fin de la Guerra Fría en la década de los noventa no ha erosionado su base material y simbólica lo suficiente. Ni China ha aumentado su base de poder lo suficiente como para establecer una nueva estructura y un nuevo conjunto de reglas a nivel internacional con eje en Beijing. 

Es un tiempo de transición, de una tensión todavía canalizada parcialmente a través de las instituciones del sistema internacional. Las manifestaciones simbólicas pueden tener tanta importancia o más que los aspectos materiales. 

La opción de políticas más aconsejables entonces, para una frágil Argentina, es delinear una estrategia de reconstrucción de la base de su poder material e internacional mediante una política exterior, constructiva, pragmática y autonómica, prudente y equidistante entre los polos en tensiones. 

En tiempos de transición, los cautos rara vez se equivocan.

* Magister en Relaciones Comerciales Internacionales (UNTreF). Profesor de la Licenciatura en Economía UNDAV. @FeVaccarezza

1 comentario:

octavio e. dijo...

El problema teórico fundamental de la mayoría de este tipo de análisis es que concibe explícita o implícitamente al poder como atributo de los países y no de clases sociales que influyen en los mismos.

O, peor, conciben una identidad entre el país y la clase social dominante, aunque nunca se explicita cuál es esa clase social dominante.

Oti.