11/22/2020

la crisis continúa




La ministra porteña de Educación, Soledad Acuña, se educó en Bariloche en el colegio que regenteaba el jerarca del Tercer Reich. De sus continuos ataques a los docentes y el cierre de escuelas a la sistemática percusión a estudiantes. El repentino crecimiento económico junto a su marido Diego Kravetz, funcionario macrista de Lanús. La sospechosa consultora Signica que la Justicia Pro no investigó.

Comenzaba el otoño de 1975 cuando la máxima autoridad educativa del país era el ministro Oscar Ivanissevich, un médico fascista cuya designación había sido impuesta por José López Rega para desatar una oleada persecutoria sobre estudiantes y docentes de todos los niveles. Quiso la Divina Providencia que ella naciera el 23 de marzo de ese año en Bariloche, fruto de la unión marital entre un policía y una ama de casa. Un capricho del calendario.

De modo que al finalizar la última dictadura –que resumió su estrategia pedagógica en un cuadernillo titulado Subversión en el ámbito educativo– ella ya cursaba allí el tercer grado del ciclo primario en el Instituto Primo Capraro, donde también atravesó la enseñanza media, egresando a fines de 1992 con el título de Bachiller en Gestión Empresarial. Quiso la Divina Providencia que aquel establecimiento fuera administrado por un hombre del cual la ex alumna –así como aún hoy confiesa entre sus íntimos– guarda un excelente recuerdo: el criminal de guerra nazi, Erich Priebke. Cosas de la vida.


Ya se sabe que esta mujer, la actual ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, acaba de dar la nota al expresar que los docentes son pobres, viejos, fracasados, de bajo nivel cultural y encima bajan línea a los alumnos. En este punto no se privó de pedir que sean denunciados por los padres.

Claro que tamaño pronunciamiento fue un semillero de repudios. Desde sindicalistas a legisladores y funcionarios nacionales, pasando por dirigentes políticos, figuras de la cultura y organismos de derechos humanos, se pusieron en fila para denostar a su autora.

Tal efecto hizo que, en una reunión de gabinete del Gobierno porteño, la susodicha dijera: 

– Bue… si tengo que pedir perdón, pido perdón…

En su voz se deslizaba un dejo de malagana.

Horacio Rodríguez Larreta, algo contrariado, meneó la cabeza antes de responder con sequedad:

– Por ahora no abras más la boca.

Para Soledad Acuña, la delación, el punitivismo y el vaciamiento de la enseñanza pública constituyen una política de Estado.

A su vez, los diputados de Juntos por el Cambio (JxC) en la Legislatura rechazaban el pedido de otros bloques para interpelarla.

En definitiva, la respuesta del PRO y sus aliados ante el asunto fue nada menos que el silencio. Una sordina únicamente quebrada por dos mensajes de apoyo publicados en sus cuentas de Twitter por Patricia Bullrich y la escritora Pola Oloixarac, una especie de Andahazi con pollera.

Más allá de aquellos chisporroteos, no está de más resaltar que la señora Acuña en realidad protagonizó un sincericidio al admitir que, en lo que a ella respecta, la delación, el punitivismo y el vaciamiento de la enseñanza pública constituyen una política de Estado.

Bien vale entonces reparar en este personaje.

Los emprendedores 

El pasado 5 de abril, ya bajo el imperio de la cuarentena, el semanario Gente publicó un artículo para exhibir el rostro humano de esta mujer al presentar a su segundo hijo, nacido unos días antes. “Ser mamá en este momento reforzó mi compromiso con la educación del futuro”, asegura en el primer párrafo.

En esas mismas páginas también aparece su esposo, el jefe de Gabinete y secretario de Seguridad del municipio de Lanús, Diego Gabriel Kravetz. “Es un papá baboso”, lo describe Soledad, chorreando dulzura.

Pero su licencia por maternidad no fue duradera.

A partir de entonces fracasó una y otra vez en sus intentos por el regreso a las clases presenciales en escuelas bajo su órbita durante la expansión del virus, aunque sus desacuerdos al respecto con su par nacional, Nicolás Trotta, le otorgaron cierta gravitación en la agenda de los medios.

Y Kravetz, paralelamente, supo mostrarse ante las cámaras con droga incautada durante algunos allanamientos en su jurisdicción.

No se puede decir que el de ellos haya sido un amor sin barreras. Porque ese tipo de mirada huidiza y dentadura de roedor era visto con recelo hasta en las filas del PRO. Eso lo supo la propia Acuña, quien en 2011 vio naufragar su sueño de conducir el Ministerio de Desarrollo Social porteño, justamente por su vínculo sentimental con Kravetz. Ni Mauricio Macri tenía buena impresión de su persona, y pese a que desde su alianza electoral con Jorge Telerman ya jugaba a favor del heredero de don Franco. Tanto es así que, en 2008, cuando intentaba perfilarse como referente del Frente para la Victoria (FpV), Néstor Kirchner fue tajante: “Ojo con Kravetz, que labura más para Macri que para nosotros”. No se equivocaba.

Acuña-Kravetz escrituraron en 2016 un departamento en Barrio Parque, la mitad de otra propiedad en el mismo barrio, una cochera y un terreno de 900 metros cuadrados en el Conurbano.

Pero, a fines de 2015, la transición institucional que posibilitó el salto de Kravetz a Lanús y la designación de Acuña en el gabinete de Rodríguez Larreta coincidió con una etapa floreciente para ellos en términos económicos. Por lo pronto, a principios de 2016 escrituraron un hermoso departamento en el edificio de la calle Cabello al 3300, en Barrio Parque. A su vez, la ministra acababa de adquirir el 50 por ciento de otra propiedad en el barrio de Núñez. Y en el transcurso de aquel año, con su marido también adquirió una cochera y un terreno de 900 metros cuadrados en el Conurbano.

Es que entre las virtudes de Kravetz brillaba su faceta de emprendedor. Al respecto es necesario remontarse al 4 de noviembre de aquel año, cuando Néstor Grindetti –ya intendente electo de Lanús– anunció la designación del marido de Soledad en su equipo. A la semana, el Ministerio de Hacienda de la Ciudad –todavía en manos de Grindetti– hizo un pago de 896 mil pesos a la ignota consultora Signica SRL por un supuesto estudio sobre “satisfacción de contribuyentes”. Y el viernes 20 efectuó otro pago de 972 mil pesos a dicha empresa, esta vez por un presunto estudio sobre “satisfacción de proveedores”.



El titular de Signica SRL no era otro que Kravetz, además de haber sido el gran recaudador de Grindetti en su campaña electoral.

Así el esposo de Soledad llegó a su cargo en el sur bonaerense.

La asombrosa movilidad social del matrimonio Kravetz-Acuña, junto al papel que le cupo a Grindetti en el asunto, les valió al trío una denuncia penal por asociación y enriquecimiento ilícito, negociaciones incompatibles con la función pública y lavado de dinero. Pero la correlación de fuerzas judiciales en aquella época –era el invierno de 2018– no era favorable en el edificio de Comodoro Py para una causa de esta clase, por lo que el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi terminó por archivar las actuaciones casi sin leerlas. Puro instinto de supervivencia.

“Ojo con Kravetz, que labura más para Macri que para nosotros”, advirtió Néstor Kirchner en 2008.

Desde luego que aquellos avatares no frenaron sus carreras políticas. Al respecto conviene retornar a los albores del régimen macrista.

El fin del Estado ausente

Fue el 9 de diciembre de 2015 cuando Soledad juró como ministra en la Usina del Arte bajo el tenue vitoreo de un puñado de adláteres.

Aquella mañana Diego también asumía en Lanús.

Desde ese instante, los logros ministeriales de “Sole” –así como le gusta ser llamada– no fueron escasos. Ella no vaciló en exhibirse intransigente en la austeridad de sus ofrecimientos para las tratativas paritarias. También le puso garra a la UniCABA, su iniciativa de crear una universidad ad hoc y el cierre de los 29 institutos de formación docente. Asimismo supo descollar con otra bufonada: la “Secundaria del Futuro”, un engendro pedagógico cuyo carácter espantoso ya se desliza en su enunciado: “Formar al ciudadano del siglo XXI, talentoso, emprendedor, creativo, cooperativo y adaptable”. Una bella frase para resumir la anulación de los contenidos curriculares del quinto año y su reemplazo por prácticas laborales no remuneradas en empresas.

Esta cuestión en particular ocurrió en septiembre de 2017. La respuesta de los estudiantes fue la toma simultánea de 30 colegios. La ministra entonces tuvo la ocurrencia de esgrimir un protocolo que exigía a los rectores denunciar ante la Justicia porteña aquellas ocupaciones bulliciosas pero pacíficas.


Tamañas iniciativas le valieron críticas tan impensadas como lapidarias. Basta con evocar una entrevista que le hicieron por radio Continental.

– ¿Usted dio clases alguna vez en aula?

– Jamás. Yo no soy docente –admitió Acuña, con una pizca de pudor.

– Se nota que no da clases. Solamente alguien que no es docente puede decir esto que usted dice.

– ¡Pero yo recorro escuelas todos los días! –replicó ella, ya sin pudor. 

– Parece que no lo hiciera –fue el remate del entrevistador.

Otra de las penosas epopeyas de Acosta fue la clausura definitiva de 14 escuelas comerciales nocturnas.

Éste no era Domingo Faustino Sarmiento sino Nelson Castro. Pero hasta él la trataba de “insensible e ignorante” en referencia a una de sus epopeyas: la clausura definitiva de 14 escuelas comerciales nocturnas.

¿Acaso es posible que dicho protocolo se la haya sugerido su marido? Porque Kravetz ya se perfilaba como un tenaz benefactor de la niñez, entre cuyos hitos se destacaba el furioso ataque policial que encabezó en el comedor infantil Los Cartoneritos, de Villa Caraza, y la infame extorsión a un pibe de 11 años para que confiese crímenes imaginarios en el programa televisivo de Jorge Lanata. Así era él. Pero ella no le iba a la zaga.

Madre ejemplar, una vez se espantó al ver ante la escuela del hijo mayor un pasacalle con su nombre y un reclamo gremial. Una afrenta inadmisible. Y sin perder el tiempo difundió un texto de su autoría en uno de cuyos párrafos señalaba: “La Argentina ha entrado en los últimos meses en una nueva etapa, en donde el autoritarismo y las persecuciones han cedido el paso al diálogo, al consenso. Pero en caso de que haya disenso, que se exprese en la mesa de diálogo permanente que llevamos adelante con los representantes docentes de nuestra Ciudad”. Sabias palabras.


Un ejemplo de esta idílica etapa ha sido el ataque policial del 9 de abril de 2017 a los maestros que armaban la Escuela Itinerante en la Plaza de los dos Congresos. Mientras en los colegios secundarios afloraban hostigamientos e intimidaciones. Únicamente en aquel mes hubo las siguientes escaramuzas represivas: la amenazante irrupción –el 20 de abril– de seis policías armados con Itakas en la Escuela Normal “Mariano Acosta”, del barrio de Balvanera (el delito de los alumnos fue la realización de una clase pública); el ingreso de uniformados, todos con armas largas en posición de tiro –el 31 de abril–, a la Escuela Técnica Nª 27, del barrio de Monte Castro (transcurría una asamblea); la virulenta incursión –el 16 de mayo– de una patota policial al Colegio Nº 3 “Mariano Moreno”(había una sentada del alumnado). Y –tres días más tarde– el apriete de efectivos con ropa civil a dos estudiantes de 13 años al salir de la Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini”, dependiente de la UBA. Así la ministra logró revertir aquella creencia del Estado ausente.

Pero el 15 de septiembre la jueza porteña Elena Liberatori, no dudó en abortar el protocolo penal ante las tomas.

Aquel día –en vísperas de otro aniversario de La Noche de los Lápices– los estudiantes marchaban hacia el Ministerio de Educación porteño. En esos momentos su titular, visiblemente ofuscada por el revés judicial, se prestaba a una entrevista telefónica para la radio La Red; entonces, soltó: “Hay adultos que, de forma absolutamente inescrupulosa, están haciendo política adentro de las escuelas e incentivando a los chicos”

En aquella transmisión radial se filtraba desde la calle un ensordecedor estribillo: “¡Estudiantes, unidos adelante!”.

Ahora la ministra insiste con idéntica burrada.

Y su jefe político repite: “¡Por favor, Soledad, no abras más la boca!”.

Finalmente se difundió una carta exculpatoria con su firma, cuyo texto fue minuciosamente revisado y corregido por especialistas en Comunicaciones del Gobierno de la Ciudad. Pero la crisis continúa

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