9/29/2020

los soldados y el material de Estados Unidos seguirán estando desplegados en lugares donde no deberían

 

Provocación en alta mar: aventuras navales estadounidenses cerca de las costas de Rusia, China e Irán




La guerra contra el terrorismo está apagándose lentamente. El ejército de Estados Unidos tratará de mantener sus bases en Irak y Afganistán, pero con la salida de la mayoría de las tropas en los próximos años, las vidas de las pocas unidades que queden en ellas estarán en riesgo constante. La presión aumentará para sacar a esos soldados. Pero los burócratas y los altos mandos del Pentágono son maestros en las luchas internas institucionales y, aparentemente, ignoran las órdenes presidenciales que no les gustan, así que, ¿quién sabe que pasará? Una cosa es segura: el enfoque de los militares se ha desplazado, de Oriente Medio a Rusia y China. Eso significa que los soldados y el material de Estados Unidos seguirán estando desplegados en lugares donde no deberían, en cantidades cada vez mayores, a saber, el Mar Negro y el Mar del Sur de China.

A menos que tema que la paz pueda estallar en Oriente Medio, siempre existe la posibilidad de un ataque estadounidense a Irán. Esa posibilidad aumentó enormemente con el error monumental del régimen de Trump de denunciar el tratado nuclear con Irán. Trump claramente pensó que su denuncia prepotente acobardaría a los iraníes. También se equivocó. En un ataque de aparente de rabia, aumentó las sanciones, las amenazas, los insultos y luego, ordenó un asesinato, cuya conclusión lógica era la guerra, si Trump no hubiera entrado en razón. Desde entonces, las cosas se han calmado un poco, aunque no lo suficiente como para evitar que el régimen de Trump interfiera en el comercio petrolero de Irán con Venezuela o de hacer acusaciones absurdas sobre los complots iraníes contra el embajador de Estados Unidos en Sudáfrica, un funcionario sin relación con Irán, conocido principalmente por su negocio de bolsos de lujo y por sus donaciones a la campaña electoral de Trump.

Lo que ha logrado sobre todo la política absurdamente belicosa de Estados Unidos hacia Irán, incluidas las nuevas sanciones impuestas, es un cálido abrazo entre Irán y China. Y ese no es un asunto susceptible a la piratería en alta mar, el enfoque preferido de Estados Unidos para los petroleros que llevan combustible iraní a Caracas. Tampoco afectarán a esta relación las acusaciones descabelladas sobre asesinatos planificados de burócratas estadounidenses desconocidos y aleatorios. El régimen de Trump ha fanfarroneado, amenazado e insultado hasta hacer que la gran amistad entre Irán y China arraigue y florezca. Probablemente lo hubiera hecho de todos modos, pero Trump seguramente merece el crédito de haber contribuido a ello.

Como informó la revista Time el 29 de julio, Irán está negociando un acuerdo a 25 años con China, por "miles de millones de dólares en inversiones chinas en energía, transporte, banca y ciberseguridad en Irán". Así como el "desarrollo de armas e intercambio de inteligencia y ejercicios militares conjuntos". En resumen, este acuerdo de $ 400 mil millones es enorme y las campanas de alarma repican frenéticamente en Washington. No deberían. Si el régimen de Trump hubiera prestado atención, lo habrían visto venir, porque es el resultado lógico de su absurda hostilidad hacia ambos países.

Pero el analfabetismo cultural con respecto a Irán es una característica de la política republicana en Oriente Medio. Después de todo, el régimen de Bush invadió, conquistó y destruyó Irak, crímenes de guerra cuyo principal beneficiario fue Irán, que no amaba, por decir lo mínimo, a Saddam Hussein y estuvo más que feliz de cimentar su hermandad con los nuevos jerarcas chiíes iraquíes que dominaron el gobierno de Bagdad. Este es el tipo de cosas sobre las que cualquier estudiante de secundaria podría haber advertido que pasaría al régimen de Bush. Pero, por desgracia, los genios geopolíticos del Partido Republicano no echaron mano ni siquiera de algo del sentido común de cualquier escuela secundaria. Para asegurarse de que todos entendiéramos de que hablaba, el régimen de Trump se abalanzó rápidamente sobre una de las pocas iniciativas decentes e inteligentes de Obama en el Medio Oriente, el tratado nuclear con Irán, y lo denunció.

Aún así, el enfoque del ejército estadounidense ha cambiado. Ese cambio comenzó con el odioso "giro contra China" de Obama. Según el consejero de Estado chino Wang Yi, citado por Russia Today, la intervención estadounidense en el Mar del Sur de China es "el principal impulsor de la militarización en la zona". Actualmente, varios países de la región reclaman territorios en el Mar del Sur de China: China, Vietnam, Malasia, Filipinas, Indonesia y Brunei. Algunas de estas reclamaciones se superponen, lo que provoca disputas entre ellos. Estados Unidos agita las aguas con sus patrullas militares para defender la "libertad de navegación". Naturalmente, esta intervención ha provocado incidentes entre los ejércitos chino y estadounidense. Y algo peor podría suceder en cualquier momento. China considera el Mar del Sur de China como su patio trasero y la presencia de Estados Unidos allí como una provocación. Después de todo, ¿cómo reaccionaría Washington ante patrullas militares chinas en el Golfo de México? Ese es el equivalente territorial de lo que Estados Unidos hace a China, aunque Washington se niega a reconocerlo en su búsqueda por el dominio global.

Lo mismo ocurre con la agresión estadounidense en el Mar Negro, donde el objetivo es Rusia. En agosto, Estados Unidos realizó ejercicios militares en el Mar Negro, en un pasado no muy lejano aún costas de Rusia. Poco antes, Andrei Krasov, del Comité de Defensa de la Duma Estatal, declaró a la agencia Interfax: "Las acciones de los aviones de reconocimiento estadounidenses no quedarán sin reacción". De hecho, a finales de julio, Rusia informó haber interceptado un vuelo de reconocimiento estadounidense sobre el Mar Negro. Muchas de estas cosas podrían conducir a la guerra.

Estados Unidos esta pescando en aguas turbulentas. La OTAN ya casi ha rodeado a Rusia, que ahora cuenta con armas nucleares supersónicas. En respuesta, Trump reveló recientemente que Estados Unidos tiene algún tipo de "súper" arma secreta. Lo que hace que su imprudente política en el Mar Negro sea aún más peligrosa. Ambos adversarios están armados hasta los dientes. Para empeorar las cosas, Trump ha roto todos los tratados nucleares con Rusia excepto START, que también parece condenado a desaparecer.

Una guerra con Rusia, China o Irán sería catastrófica, como sabe cualquiera con dos dedos de frente. Tampoco resolvería ninguno de los innumerables desastres que azotan actualmente a los Estados Unidos: una pandemia fuera de control, con más muertes que cualquier otro país del mundo y sin un final a la vista; el colapso económico, con decenas de millones de personas sin trabajo y millones amenazados por desahucios y la falta de vivienda en unos pocos meses; un cambio climático que se venga del capitalismo de los combustibles fósiles quemando grandes extensiones del globo, incluida la costa oeste de Estados Unidos; otros eventos climáticos extremos inducidos por el hombre en otras partes de EEUU, como la actual costa del Golfo; el crecimiento de milicias radicales de derecha violentas, armadas hasta los dientes, ignorantes; el malestar racial. Y esas son solo algunos de los grandes y obvios problemas que EEUU tiene en su patio delantero. Washington debería seguir el consejo de Voltaire y cuidar su propio jardín. Olvidarse del Mar Negro, del Mar del Sur de China y del Golfo de Omán. No es el momento de un nuevo conflicto. Porque, como todo niño en edad escolar sabe, nunca es buen momento para una guerra nuclear.
 
novelista y periodista. Su último libro es Birdbrain. Colaboradora de la revista de EEUU Counterpunch.