4/18/2020
la parte más fea acabó ... ?
¿En el corto y largo plazo estamos todos muertos?
Las particularidades de la estrategia argentina frente al Coronavirus.
Por Federico Pastrana 1 y David Trajtemberg 2
Salud vs Economía y el Estado
Desde distintas posiciones se hace referencia a que las autoridades se enfrentan a la disyuntiva de entre privilegiar la salud o la economía, como si esos objetivos fueran incompatibles entre sí. Creemos que estos posicionamientos centralmente tienen implícita la posibilidad o imposibilidad de que el Estado enfrente de forma relativamente exitosa las restricciones ocasionadas para evitar los contagios. En un extremo, se ubica la idea de un Estado “superpoderoso”, donde atender la salud resulta central y la economía pasa a tener un papel secundario. En el extremo opuesto, se cree que la economía tiene que seguir operando normalmente, manteniendo los movimientos de las personas, y que el costo que hay que pagar en materia de salud es menor frente a una depresión profunda de la economía. Esto se asemeja a la opción que tomó Brasil y en un primer momento Reino Unido y EE.UU.
La postura que adoptó el gobierno argentino está relacionada con “poner la salud por delante de la economía”, estrategia que necesariamente requiere contar con un Estado (muy) presente. La cuarentena impuso una suspensión casi completa de las actividades económicas no esenciales. El camino, si bien es dificultoso, a nivel sanitario está mostrando buenos resultados en los primeros índices por lo que tiene grandes niveles de legitimidad. El paso del tiempo y las dificultades acumuladas plantean un desafío mayúsculo a la estrategia que ha tomado el gobierno en torno a las políticas públicas. El presidente ha enfatizado la importancia del apoyo de la población a la cuarentena. Creemos que esto no sólo se refiere al acatamiento de la cuarentena en sí mismo, sino también a la aceptación y legitimización de las políticas económicas que se van implementando. Con el pasar del tiempo creemos que éstas son cada vez más desafiantes, no sólo porque implican la transferencia de recursos crecientes, sino también por los efectos macroeconómicos y sociales y el diseño de esquemas que, buscando un horizonte más lejano, rompen con las políticas tradicionales (y, por qué no decirlo, con altas dosis necesarias de pragmatismo).
A continuación queremos emprender varias discusiones: ¿En qué aspectos la crisis económica originada en las medidas adoptadas para enfrentar el Coronavirus es diferente a otras experimentadas en el pasado? ¿Por qué la crisis económica que se extiende en nuestro país y en el mundo representa un cuestionamiento a los principios esgrimidos por las políticas económicas tradicionales? ¿Cuáles son las particularidades que tiene la crisis en nuestro país y cómo afecta la “salida” de la pandemia a la economía y el mercado de trabajo argentino? Por último, esbozaremos algunas líneas sobre los principales desafíos que enfrenta el gobierno en un futuro no muy lejano.
Navegando en la Pandemia
La crisis económica ocasionada por el Covid 19 es singular por varios aspectos. Por un lado, con diferentes intensidades afectó a muchos países simultáneamente, llevando a una contracción económica de carácter mundial. Por otro lado, inmoviliza los recursos locales de cada uno de los países, con lo que la actividad se contrae producto no sólo de la contracción de las ventas al exterior sino también al interior de las economías. Sin embargo, a diferencia de otras crisis como las ocurridas durante las guerras, no necesariamente se destruye capacidad instalada, por lo que sus efectos pueden ser de corto plazo. El “no necesariamente” hace a un punto central, que es la incertidumbre. No resulta clara la extensión de la crisis, es decir, su duración y profundidad. El hecho de no saber si la pandemia se revierte o se sostiene por mucho tiempo es, tal vez, una de las mayores dificultades a la hora de pensar las políticas para afrontarla.
De todas formas, por otras crisis previas conocemos los efectos en cadena que se suelen generar. Difícilmente una empresa enfrente una crisis de solvencia por la reducción de las ventas en un mes (una caída de -8% de las ventas anuales). Ahora bien, si la crisis de las ventas se extiende en el tiempo y, especialmente, no se revierte esa caída, la situación será distinta. Si durante esa crisis la empresa no tuvo capacidad de hacer frente a sus compromisos monetarios (pago de salarios, alquileres, créditos, proveedores, etc.), entonces se encontrará en una crisis de liquidez (por ej. por la falta del llamado capital de trabajo). Por lo tanto, será importante identificar dos cuestiones: si la crisis se revierte y cuándo (el “horizonte”) y qué pasó durante la crisis (la “flotabilidad”).
En la actualidad, si bien se pueden hacer muchos esfuerzos para mejorar y despejar el “horizonte” (bajar la incertidumbre sobre el largo plazo), sólo se puede actuar sobre la “flotabilidad” (el corto plazo). Esto imponen una resolución rápida de la eventual situación de iliquidez de la empresa (evitar la rotura de la cadena de pagos, mantener el “barco a flote”) para luego ir actuando sobre la sostenibilidad de la actividad de la empresa (hacer que el barco pueda volver a navegar) y mientras tanto hacer todo lo posible para ir “despejando” ese horizonte para ver el “rumbo al que se dirige”.
Otro rasgo de la crisis del Covid-19 es cierta idea de la “horizontalidad” respecto a sus efectos. Por momentos da la impresión de que la crisis impacta “a todos por igual”. Sin embargo, en cada uno de los países, las diferentes medidas que se fueron tomando, se tradujeron en impactos diferenciados en la economía. Si bien la crisis afecta a todas las actividades, los sectores esenciales, al menos en el corto plazo, no se ven perjudicados, incluso pueden verse beneficiados. Además, los sectores con mayor poder adquisitivo sufrirán menos la crisis porque tienen mejores mecanismos para protegerse de la caída en el nivel de actividad.
Esta crisis es más “extensiva” que otras contracciones del pasado, en tanto perjudica a un conjunto muy importante de la población y del entramado productivo. Quienes antes de la crisis no estaban en una situación vulnerable, ahora probablemente lo estén y necesitarán el auxilio del Estado. Quienes estaban en una situación cercana a la pobreza, actualmente están en pasando por una situación muy difícil, imposible de sobrellevar sin políticas de asistencia.
En este contexto, la adopción de políticas anti-crisis tradicionales probablemente no resultarán eficaces si no toman en cuenta las especificidades del momento que estamos transitando. En primer lugar, son necesarias políticas que actúen rápidamente sobre las necesidades de liquidez de las empresas que están en una situación débil para lograr que se mantengan a flote, evitando los efectos acumulativos de la crisis vía la cadena de pagos e intentar diagramar una eventual salida, entendiendo que lo que suceda en el corto tiene efectos en el mediano y largo plazo. Por último, es necesario actuar sobre los sectores perjudicados por la crisis, no solamente sobre los tradicionales sectores vulnerables, sino también por quienes la crisis los volvió vulnerables, dada la extensión de ésta. Eso afecta tanto a la cobertura como al volumen de las políticas.
Las particularidades de nuestro país
A la hora de pensar la estrategia argentina consideramos importante tener en cuenta sus particularidades. Creemos que en parte eso explica la estrategia tomada por el actual gobierno y puede adelantar fortalezas, debilidades y oportunidades hacia el futuro.
En primer lugar, nuestro país tiene un Estado grande y “poroso”. Las políticas englobadas en lo que suele llamarse el Estado de Bienestar son numerosas, fueron construidas a lo largo de los años y gran parte de ellas no fueron destruidas ni siquiera por gobiernos neoliberales. Dentro de ellas ubicamos, por ejemplo, el sistema de protección social (jubilaciones, asignaciones familiares, AUH, planes sociales, etc.) y la educación y la salud pública. Esto dota al Estado de diversas herramientas que, en caso de estar ausentes, harían más difícil afrontar una crisis de estas dimensiones.
En segundo lugar, la Argentina tiene un nivel de informalidad no menor en el mercado de trabajo y el sistema productivo. Parte importante del empleo concentra en actividades que integran el sector informal de la economía (trabajo por cuenta propia de baja calificación, empleo asalariado en condiciones de no registro en pequeñas en microempresas, etc.). Asimismo, el proceso de desindustrialización que comenzó en los setenta, llevó a que una parte importante de la mano de obra pase a estar empleada en el sector servicios. En este sentido, una pausa en las actividades, y en especial en el comercio, tiene un impacto multiplicador importante.
En tercer lugar, existen en nuestro país numerosas instituciones de la sociedad civil que permean en nuestras actividades cotidianas. Algunos ejemplos son los numerosos sindicatos, cámaras empresariales, clubes, organizaciones políticas y otras asociaciones sin fines de lucro. Su existencia no es neutral, dado que una parte importante de la política para enfrentar la pandemia se da en el marco del accionar de estas organizaciones en el marco de la política pública. La forma en que se moldean las políticas tiene mucho que ver con lo que se dialoga con estos actores, en especial en gobiernos que los incluyen en la dinámica política.
En cuarto lugar, si bien Argentina nunca se enfrentó a una pandemia de estas características, por lo que es un escenario inédito, la historia de nuestro país está marcada por la inestabilidad macroeconómica. Lamentablemente, las crisis no son ajenas a la economía argentina y en ellas se refuerzan los comportamientos inflacionarios y de inestabilidad cambiaria.
En quinto lugar, los últimos años fueron muy difíciles. El deterioro de las condiciones económicas y sociales en los últimos años no es menor y acorta el margen de maniobra de las políticas públicas.
La “salida argentina”
La atención de las consecuencias derivadas de la caída de la actividad económica en Argentina requiere de un diseño de políticas que contemple en simultáneo la estructura social y del mercado de trabajo “preexistente” al inicio de la epidemia. El extenso tamaño del sector informal que tiene menos redes de contención frente a una situación excepcional como la que nos enfrenta requiere de una rápida y efectiva intervención del gobierno. Del otro lado, los trabajadores del sector formal están sometidos a un conjunto de regulaciones que podrían demorar los procesos de ajuste del empleo y/o de los ingresos, aunque también necesitan de la presencia del Estado para que estas regulaciones se cumplan y se adapten al contexto, moldeando su impacto.
En un primer momento, aprovechando las herramientas del “poroso” Estado de Bienestar argentino, el gobierno llevó adelante aumentos de la AUH y las jubilaciones, para reforzar los ingresos en los estratos más bajos de la población, como ocurre tradicionalmente en nuestro país en la última década. Asimismo, se anunció el fomento de una línea de crédito al 24% para las PyMES mediante los bancos, otra herramienta anticrisis.
Posteriormente, ante la extensión de la crisis y el endurecimiento del distanciamiento social impuesto, se diseñaron medidas no tradicionales bajo dos nuevas consignas. La primera de ellas, es la amplitud de su cobertura para lograr llegar a la mayor proporción de la población afectada posible, ya sea para
sostener ingresos, empleo o ambas dimensiones a la vez. Esto atiende a la importancia de la informalidad, el trabajo independiente y el empleo en el sector de comercios y servicios. En segundo lugar, el gobierno intervino en la economía transfiriendo ingresos a la población bajo el criterio de no condicionalidad. En base a este criterio cada uno de los individuos afectados son incorporados a alguna de las políticas creadas para atender esta situación. Esto implicó que cuando un sujeto no calificaba para ingresar a una política específica, en vez de ser excluido completamente, resultaba redireccionado para contar con los beneficios de otra política. De ahí el carácter universal de la estrategia que se está llevando a cabo, en particular a través del Ingresos Familiar de Emergencia que llega a 7,8 millones de personas. El Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción, que lleva más de 300.000 empresas registradas, también resulta importante en este sentido, por el giro de recursos directamente a los trabajadores en empresas golpeadas por la crisis.
Otro aspecto de lo que está sucediendo en nuestro país tiene relación con un factor poco destacado: la importancia de las instituciones de la sociedad civil. La extensa red de organizaciones no sólo potenció complementó la política estatal (por ej. con la puesta a disposición de sus instalaciones) sino que ayudó a potenciarla con el fin de llegar a los estratos más vulnerables (por ej. con el sostenimiento y fortalecimiento de los comedores). Los sindicatos y cámaras también son un importante canal de la amortiguación de la crisis, en tanto las negociaciones sectoriales llevan a distintos resultados. La regulación del mercado de trabajo, si bien parte del Estado, tiene un componente fundamental en cómo se van dando los acuerdos sectoriales entre los actores (por ej. con acuerdos para el sostenimiento del empleo, el esquema de suspensiones, el pago de salarios, etc.).
Desafíos por venir
Las particularidades de nuestro país no solamente explican la estrategia adoptada por el gobierno y sus aciertos sino también los desafíos que se deberán enfrentar en el futuro. La extensión de la cuarentena, si es necesaria, intensificará e incrementará las dificultades. En efecto, además del malestar que genera el aislamiento, los sectores que eran vulnerables antes de la pandemia estarán en una situación más crítica, de ahí la necesidad de una ampliación y perfeccionamiento de las políticas realizadas en una primera etapa.
En primer lugar, se puede mencionar la necesidad de fortalecer la política crediticia para que las empresas puedan financiar el capital de trabajo durante la extensión de la cuarentena. Varios economistas hacen mención a las dificultades que existen para que el sistema financiero privado direccione la liquidez hacia las empresas en crisis. El caso argentino no parecería ser la excepción. El perfeccionamiento de esta política pareciera uno de los desafíos en la actualidad. Años de desmantelamiento y desarticulación de la política productiva, sumados a la poca planificación estatal característica del Estado argentino se suman a este desafío. Algunas de las alternativas que se podrían ensayar para fortalecer este instrumento son: ampliación del fondo de garantía, esquemas de financiamiento a distintas tasas de interés y la complementación con políticas de crédito no bancario.
En segundo lugar, algunos individuos no alcanzados por el Ingreso Familiar de Emergencia (en particular, los pequeños comerciantes de sectores no esenciales, monotributistas y autónomos) con el paso del tiempo estarán entrando en una situación de vulnerabilidad. Este sector deberá incluirse en la agenda de las políticas públicas. Dado que se trata de sectores de ingresos medios, la alternativa del crédito a bajas tasas y el giro limitado de recursos pareciera la más adecuada.
Por último, como marcan varios autores en la discusión internacional, los grandes esfuerzos de las políticas anticrisis difícilmente no lleven a tensiones macroeconómicas. Por las características de nuestra economía, tanto estructurales como coyunturales, este punto es muy importante. La historia de Argentina muestra que estas tensiones suelen evidenciarse en la inflación y la volatilidad en el valor del dólar. En el actual contexto, la renegociación de la deuda externa suma un factor más a las históricas dificultades en nuestro país. Pensar las consecuencias macroeconómicas, en particular el destino de los recursos inyectados y la eventual presión en el mercado cambiario y en las cuentas públicas de las políticas anticrisis resultan centrales.
Creemos que lidiar con la crisis implica atender la urgencia pero tendiendo un puente con el futuro que permita ir planeando un nuevo horizonte en materia económica y social. En este sentido, es importante revalorizar el papel del Estado e ir moldeando la distribución del ingreso y la estructura productiva que quedará producto de una situación totalmente novedosa. Los desafíos son mayúsculos, no sólo para el gobierno sino también en el conjunto de la población.
1 Lic. en Economía (UBA) y Profesor Adjunto de la Dinero, Crédito y Bancos (UNDAV)
2 Lic. en Economía (UBA) y Profesor Adjunto de Teoría de las Remuneraciones (UNLaM)
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