Reino Unido: Brexit y la peor de las derrotas electorales. Dossier
Michael RobertsRichard Seymour
Andy Stowe
Gary Younge
Leoardo Clausi
La importancia del resultado de las elecciones británicas es tal, que hemos querido recoger en este dossier las opiniones de los diferentes sectores de la izquierda británica, que deben ser material de reflexión para el conjunto de las izquierdas europeas. SP
Una primera reacción tras las elecciones británicas
Michael Roberts
¡Brexit ya! fue el lema de campaña del actual gobierno conservador del primer ministro Boris Johnson. Y fue el mensaje que ganó para los conservadores a un número suficiente de votantes laboristas que votaron abandonar la UE en 2016 s. Un tercio de los votantes laboristas en las elecciones de 2017 querían abandonar la UE, principalmente de la región central y norte de Inglaterra, y en las pequeñas ciudades y comunidades que tienen pocos inmigrantes. Han aceptado la afirmación de que sus peores condiciones de vida y servicios públicos se deben a la UE, la inmigración y la "élite" de Londres y el sur de Inglaterra.
Gran Bretaña es el estado mas dividido geográficamente en Europa. Las elecciones confirmaron esta "geografía del descontento", en la que las tasas de mortalidad varían más dentro de Gran Bretaña que en la mayoría de las naciones desarrolladas. La diferencia del ingreso disponible es mayor que la de cualquier país similar y ha aumentado en los últimos 10 años. La brecha en productividad también es mayor que la de cualquier país comparable.
La propuesta pro-Brexit fue más fuerte entre aquellos que tienen la edad suficiente para imaginar los "buenos viejos tiempos" de la "supremacía" inglesa, cuando "teníamos el control" antes de ingresar en la UE en la década de 1970. Una vez en la UE, tuvimos la volátil década de 1970 y la destrucción de las comunidades industriales y manufactureras en la década de 1980. La ola de inmigrantes de Europa del Este (en realidad a las grandes ciudades) en la década de 2000 fue la gota que colmó el vaso.
En la "capital" de Inglaterra, Londres, el voto laborista se mantuvo, mientras que el partido “pro permanencia en la UE", los demócratas liberales, fueron aplastados. Los DL tuvieron malos resultados, pero a pesar de ello obtuvieron una mayor participación del voto (11%) que en 2017. La proporción conservadora del voto aumentó solo ligeramente desde 2017 (del 42.3% al 43.6%), pero los laboristas cayeron del 40% en 2017 al 32 %. Por lo tanto, las encuestas de opinión y las encuestas a pie de urna fueron muy precisas. De hecho, la participación general cayó del 69% en 2017 al 67%, particularmente en las áreas pro-Brexit. Una vez más, el "partido de la abstención" fue el mayor.
Esta fueron claramente unas elecciones pro-Brexit. El partido laborista tenía el programa de izquierda más radical desde 1945. El manifiesto social y económico de la dirección de la izquierda laborista fue en realidad bastante popular. La campaña laborista fue excelente y la participación de los activistas en ella y en la movilización del voto fue excelente. Pero al final sirvió de poco. La ola pro-Brexit fue dominante y el voto laborista cayó. No todos los votantes querían “Brexit ya", pero claramente una mayoría de los votantes “pro-Brexit" de 2016 estaban hartos de retrasos y dilaciones por parte de la ex primera ministra May y el parlamento y querían acabar con el asunto del Brexit de una vez por todas.
Por lo general, se ganan elecciones según el estado de la economía. Estas elecciones fueron diferentes. Pero aun así, el índice de "bienestar económico" (basada en una combinación del cambio en el ingreso real disponible y la tasa de desempleo) sugiere una mejora desde que la ex PM May perdió su mayoría en 2017. La economía a nivel de inversión y producción puede haberse estancado, pero el hogar medio del Reino Unido se sentía un poco mejor desde 2017, con pleno empleo y una ligera mejora en los ingresos reales. Eso ayudó al gobierno Johnson.
¿Ahora qué? El gobierno Johnson se moverá rápidamente para aprobar en el parlamento la legislación necesaria para que el Reino Unido abandone la UE a fines de enero a más tardar. Y entonces comenzará el tortuoso proceso de firmar un acuerdo comercial con la UE. Se supone que se completará en junio de 2020, a menos que el Reino Unido solicite una extensión. Johnson tratará de evitarlo y ahora puede hacer todo tipo de concesiones a la UE para llegar a un acuerdo sin temor a una reacción violenta de los “pro-Brexit sin acuerdo” de su partido, ya que tiene una mayoría lo suficientemente grande como para echarles si es necesario.
Dado que es probable que el tema del Brexit esté solucionado el año que viene, la economía británica, que ha estado de rodillas (estancamiento del PIB y la inversión), es probable que tenga una recuperación breve. Con el fin de la "incertidumbre", la inversión extranjera puede regresar, los precios de la vivienda recuperarse y con el mercado laboral cerca del pleno empleo, los salarios pueden incluso recuperarse. El gobierno Johnson puede hasta apropiarse de algunas de las propuestas laboristas y aumentar el gasto público por un corto período de tiempo.
A largo plazo, el futuro de la economía británica es pésimo. Todos los estudios muestran que una vez fuera de la UE, la economía británica crecerá más lentamente en términos reales que si hubiera permanecido en ella. El grado de pérdida relativa se estima entre 4-10% del PIB en los próximos diez años, dependiendo de los términos del acuerdo comercial y laboral con la UE. Además, todavía no está claro cuánto afectará al sector de servicios financieros de la ciudad de Londres. Pero todo esto es relativo; implica solo el 0.4-1% menos en la tasa de crecimiento anual proyectada. Si, por ejemplo, el Reino Unido hubiera crecido el 2% anual en la UE, ahora crecería aproximadamente el 1.5% anual.
Y luego está el comodín: la economía global. Las principales economías capitalistas están creciendo al ritmo más lento desde la Gran Recesión. Puede haber una tregua temporal en la guerra comercial en curso entre los Estados Unidos y China, pero estallará nuevamente. Y la rentabilidad empresarial en los Estados Unidos, Europa y Japón está disminuyendo, mientras aumenta la deuda corporativa. El riesgo de una nueva recesión económica mundial está en su punto mas alto desde 2008. Si se produce una nueva depresión mundial, el estado de ánimo del electorado británico puede cambiar bruscamente; y la burbuja pro-Brexit del gobierno Johnson estallar.
Sin falsos consuelos
Richard Seymour
Esta es nuestra derrota, y tenemos que hacerla nuestra. Como si tuviéramos opción. Y sabemos lo que esto significa. El recuento de las víctimas de la austeridad y el ambiente hostil se multiplicarán. Una sociedad ya bastante horrible va a ser más brutal aún. Y es difícil que ello no alimente el racismo y el odio a los extranjeros en una competencia étnica de suma cero.
El voto laborista se ha reducido a poco más que el total de Ed Miliband, pero, gracias a la barrida en el norte y los efectos distorsionadores del sistema mayoritario, ha conseguido menos escaños que Michael Foot. Hay muchos falsos consuelos si queremos. Un poco más de 10 millones de votos es aproximadamente lo que Tony Blair obtuvo en 2001, y más de lo que consiguió en 2005. A pesar de todos los ataques a Corbyn, obtuvimos más votos que Miliband. Muchos de los escaños los perdimos por márgenes muy pequeños y se pueden recuperar. Los desertores centristas se han ido. Jo Swinson se ha ido. Ganamos Putney y mantuvimos muchas circunscripciones marginales. Habríamos ganado más si no hubiera sido por la perdida de votos de los Lib Dems y los Verdes. Y quedan siempre "las calles".
Si nuestro enemigo fuera un Partido Conservador debilitado que buscase el centro del país, los 10 millones de votos laboristas no serían un desastre. Pero nuestro enemigo es un Partido Conservador girado hacia la extrema derecha racista por los “faragistas” y que, como consecuencia, disfruta de un resurgimiento electoral. Y, después de la práctica desaparición de los laboristas en Escocia en 2015, esta es la segunda pérdida importante de los núcleos históricos por una cuestión nacional. El Laborismo lo ha hecho mal en ambos casos. Y las consecuencias son históricas, incluso si es posible reparar el daño y recuperar muchos de los escaños perdidos. En este contexto, el hecho de que el centro político haya sido aplastado por el mismo enemigo es un consuelo raquítico.
Tampoco sirve de nada argumentar que los liberales demócratas y los verdes dividieron el voto. Eso es lo que hacen. Tienen sus propios candidatos, porque son partidos independientes. Los liberales fueron particularmente mentirosos en estas elecciones. Pero nuestro trabajo es persuadir a un sector de sus votantes para que nos apoyen. Nunca es una buena señal cuando la gente comienza a defender el “voto útil" en tiempo de elecciones. Una señal aún peor si en circunscripciones como Blaenau Gwent acusamos a los liberales de nuestra derrota. Al fin y al cabo al menos 3 millones de personas que votaron laboristas en 2017, simplemente no repitieron su voto en 2019. Ese fue el gran cambio. Esos votos fueron a los Tory, no a los liberales demócratas, ni a los Verdes, ni siquiera al partido pro-Brexit. Y perdimos millones por la abstención.
Pensamos que la “campaña puerta a puerta" sería decisiva. Pensamos que teníamos datos bastante buenos, y la campaña sobre el terreno fue prometedora al final. Pensamos que a las encuestas se les escapaba un voto oculto importante. De hecho, la gran campaña puerta a puerta parece haber ayudado en Londres y en algunos de los escaños marginales que ganamos en 2017. Conservamos lugares que normalmente no tendríamos si fuéramos perdiendo, como Enfield Southgate, Canterbury y Bedford. Mantuvimos Battersea y ganamos Putney. Sin embargo, en otros lugares fue el derrumbe. Si hubo “tsunami juvenil", probablemente solo ocurrió en las grandes ciudades y ciudades universitarias. Lo preocupante es lo que podría haber sucedido incluso en esas ciudades si no hubiera habido la campaña puerta a puerta. Sí, camaradas, puede ser peor.
Este es el resultado electoral que hubiéramos tenido hace dos años y medio, si no fuera por el éxito de nuestra campaña y el manifiesto laborista. El laborismo era débil en su corazón histórico, donde ha perdido terreno durante décadas. New Labor no hizo nada para detener una erosión que tiende hacia el colapso de la industria local, los sindicatos, el empleo y los ingresos. El voto pro-Brexit se había reanimado por completo y la derecha reconstruyó su apoyo popular. El voto combinado Tory-Ukip en el viejo cinturón industrial en crisis habría sido superior al 50%. A pesar de lo que concluyeron algunos comentaristas equivocados, el aumento de Jeremy Corbyn en 2017 no fue la prueba de que otro líder hubiera ganado con una ventaja de 20 puntos. Fue una gran excepción de la tendencia establecida de voto de los trabajadores desde 2001, y ahora hemos visto una reversión a esta tendencia política.
Estas elecciones, aunque los centristas detestarán lo que esto significa, no supuso un renacimiento del centro político. Fueron aplastados por el mismo gigante de un nacionalismo catastrofista que atacó brutalmente a la izquierda. Quieren quieren un giro al centro tienen poco de sustancia que defender. No presentarán respuestas coherentes de cómo se puede derrotar al nacionalismo catastrofista, y no ser destrozados por las guerras culturales del Brexit, si no por alguna variación de la fórmula de 2017. Pero todos estarán de acuerdo en considerar las elecciones como un referéndum sobre el liderazgo de Corbyn y, por extensión, de la mayoría de izquierda entre los afiliados laboristas.
No hay duda que "Corbyn", como objeto de los medios, ha sido un problema para algunos votantes dudosos. Sin embargo, eso simplemente devuelve la pelota. ¿Por qué "Corbyn" fue más problema esta vez? ¿Qué hizo cambiar a las personas que no se preocuparon por las acusaciones de haber simpatizado con el IRA y el "riesgo de seguridad" que supondría Corbyn de hace dos años, y que ya habían votado por un programa de izquierda, y que parecían estar de acuerdo con la mayoría de las propuestas políticas? ? ¿Qué había cambiado en el contexto político más amplio? ¿Qué había cambiado en su forma de dirigir a los laboristas? ¿Por qué algunos de estos votantes repentinamente tuvieron problemas a la hora de comprender lo que representaba Corbyn? Predigo que no habrá una respuesta convincente de quienes quieren que el laborismo gire a la derecha. Repetirán los mismos lugares comunes y prejuicios que han estado impulsando desde 2015. No aprenderán nada.
¿Qué lecciones debemos aprender? Para la mayoría de la izquierda laboristas, la línea principal de análisis es que nos equivocamos en el Brexit. Al optar por un segundo referéndum, abrimos con demasiada facilidad un flanco a la acusación de traicionar un mandato democrático. Tras varias semanas de campaña, se notó que personas como Grace Blakeley enviaban mensajes de advertencia sobre el colapso del apoyo de los trabajadores en el norte. Me atrevo a decir que la campaña del partido pro-Brexit ayudó a los conservadores en este tema. No consiguiendo muchos votos laboristas per se, sino amplificando los mensajes tory: a saber, que los laboristas habían traicionado el Brexit.
Deberíamos tener cuidado. No había una posición "correcta" en relación al Brexit. No porque haya un problema significa que hay una solución al mismo. O que hay una a mano. Parte del problema parece ser que las victorias parlamentarias contra Theresa May y Boris Johnson, consideradas como “éxitos sin costes" por los expertos, fueron mal recibidas por muchos votantes pro-Brexit. Entendieron que establishment político quería boicotear el Brexit. La retórica antiparlamentaria iniciada por May, y convertida en un continuo exabrupto por Johnson, se apoyaba en un descontento real. Pero, ¿cómo habría justificado el Laborismo un apoyo al acuerdo de May con la UE? ¿Cuánto apoyo habría perdido? ¿Cuántas personas habrían quedado completamente desmoralizadas y “desengañadas para siempre con Corbyn" en ese momento? ¿Cuántos votantes se habrían ido a los liberales demócratas o los verdes? ¿Nos hubiera salvado el “voto útil"?
Además, esta el tema de cómo se ha comunicado la política. En cierto punto, con respecto al Brexit, la ambigüedad constructiva dejó de ser constructiva. Era necesario diseñar una agenda definida para el Brexit. Los laboristas llegaron a las elecciones europeas casi sin hacer campaña y con la idea reagrupar a un país dividido. Y ese no era el estado de ánimo. Luego fuimos a las elecciones generales defendiendo un segundo referéndum, decidido abruptamente después de tres años de asegurar que no habría un segundo referéndum. Y nos contentamos en aclarar que Corbyn sería neutral, a mitad de campaña. Varios parlamentarios se negaron a decir, cuando se les preguntó, de qué lado estarían, sabiendo que cualquiera de las respuestas sería una trampa.
No hay una solución obvia en relación con el Brexit, que no sea considerada una "traición" por alguien. Por eso los laboristas no querían unas elecciones centradas en el Brexit. Y han tenido éxito hasta cierto punto. A pesar de lo que algunos afirman, la austeridad no ha "terminado". Hay una crisis económica en curso. Y solo el tipo de programa que los laboristas defendían podía socavar las bases sociales del nacionalismo pro-Brexit. El problema es que se convocaron elecciones porque el parlamento no podía tomar una decisión sobre el Brexit, después de tres años de radicalización del voto pro-Brexit. El nacionalismo es un guión tan establecido en Inglaterra que sus abstracciones pueden ser acogidas como concretas subjetivamente. Mientras que las políticas defendidas en el ambicioso manifiesto laborista, cuidadosamente redactado y cuidadosamente presupuestado, que ofrece ayudas específicas, estaban tan alejadas de la experiencia cotidiana, que para muchos votantes parecían abstractas y utópicas.
El nacionalismo catastrofista se acabó imponiendo en los viejos feudos del laborismo y frente a él no existe una solución obvia. Las pérdidas de escaños pueden ser reversibles. Cómo sugiere Momentum en un correo electrónico a sus simpatizantes, los márgenes de la victoria tory son pequeños. Pero las consecuencias han sido enormes, y la ruptura es histórica. Para reconstruir cualquier tipo de izquierda en estos distritos electorales, después de décadas de negligencia y de gobiernos laboristas locales bastante inútiles, hará falta, desgraciadamente, más de un ciclo electoral de seis semanas y una apasionada campaña de heroicos voluntarios movilizados. No es ningún consuelo que probablemente tengamos diez años de gobierno conservador radical para llevar a cabo esa reconstrucción.
Tras el resultado electoral desastroso: defender los logros del corbynismo
Andy Stowe
A nivel emocional, es como si hubiera muerto alguien de la familia.
La victoria tory fue, por encima de todo, el triunfo de un proyecto reaccionario de la derecha extrema que se ha estado incubando en el partido conservador durante muchos años. Se las arreglaron para persuadir a muchos votantes laboristas que la afirmación del nacionalismo inglés es más importante que hacer innecesarios los bancos de alimentos, acabar con la falta de vivienda o asegurarse de que las personas no se mueren en las listas de espera de los hospitales.
Solo quienes no hayan querido escuchar el mono eslogan de Johnson "Brexit ya" pueden creer lo contrario.
Los conservadores ganaron el 43,6% de los votos, consiguieron 66 escaños mas y el porcentaje de voto laborista cayó un 7,8% hasta el 32%, lo que resultó en una pérdida de 42 escaños. Estos fueron principalmente a los conservadores en Inglaterra y al SNP en Escocia. Incluso en muchos de los escaños que los laboristas conservaron, el porcentaje de votos del partido disminuyó, a menudo en un 10%.
Todo esto, a pesar de una campaña laborista que logró que cientos de activistas viajaran largas distancias para participar en las circunscripciones en liza. Al final, la clase dominante actuó en su propio interés de clase, a pesar de su falta de entusiasmo por el Brexit, la clase trabajadora en el norte desindustrializado de Inglaterra ignoró su interés de clase y compró el Brexit y la retórica de "tomar el control en sus manos".
El resultado en Escocia es más prometedor. El SNP tiene ya 48 escaños y ha intensificado su campaña a favor de la independencia en un rechazo explícito de la ola de chovinismo inglés. En el norte de Irlanda, el DUP es superado ahora en número de escaños por los parlamentarios anti-Brexit, haciendo que el dirigente del unionista Partido de la Alianza haya declarado que "es casi inevitable que haya un impulso a favor de un referéndum por la unidad de Irlanda". [1]
Gran Bretaña estará fuera de la UE a fines de enero. Podría ser con un Brexit sin acuerdo y un acuerdo de libre comercio altamente dañino con Donald Trump a fin de 2020. “Brexit ya” fue la mayor mentira de esta campaña electoral Trumpiana post-verdad, que ha ha hecho primer ministro a un flagrante racista.
Dos cuestiones
Como John McDonnell ha dicho con razón, las elecciones estuvieron dominadas por el Brexit, hasta el punto que el programa radical Laborista no pudo hacer mella. Los brexiteers votaron en masa a los Tory. El psefólogo John Curtice escribe [2]:
"La participación de los conservadores aumentó en promedio seis puntos en los escaños en los que más del 60 por ciento votó a favor del Brexit en 2017, mientras que disminuyó en tres puntos en las circunscripciones en las que más del 55 por ciento votó permanecer en la UE.
En contraste, el voto de los laboristas cayó 11 puntos en los escaños más pro-Brexit y cayó solo en 6 puntos en los distritos electorales más anti-Brexit“. [3]
El sentimiento pro-Brexit se había consolidado durante el año pasado con mucho resentimiento contra la posición laborista opuesta a un Brexit sin acuerdo y su promesa de un segundo referéndum si ganaba las elecciones.
El segundo factor ha sido la implacable campaña de vilipendio personal contra Jeremy Corbyn en los dos años y medio tras las últimas elecciones. Ha sido calumniado como antisemita y defensor del terrorismo. Ni siquiera Scargill en la huelga de los mineros tuvo que hacer frente a una campaña de difamación semejante contra el líder laborista. Desde el primer momento como dirigente del Partido Laborista, todos los medios de comunicación y toda la derecha laborista se lanzaron contra él.
Ahora nos enfrentamos a un gobierno conservador con una mayoría parlamentaria estable y un mandato para implementar el Brexit. Muchos en la izquierda laborista se desmoralizaran y la derecha laborista ya está defendiendo que hay que acabar con el corbynismo para recuperar la credibilidad del Partido Laborista [4]. La derecha se está frotando las manos y sin duda presionará para que se expulse a la izquierda corbynista del partido y se produzca un fuerte giro a la derecha, apelando al nacionalismo inglés de los partidarios del Brexit.
No es solo una derrota para la clase obrera británica. Un gobierno laborista de Corbyn habría tenido un impacto global en los movimientos progresistas, los activistas climáticos y la izquierda internacional.
¿Qué se podría haber hecho de manera diferente?
En primer lugar, la decisión de celebrar las elecciones antes que un referéndum fue un desastre, en especial antes de que la lucha en el Parlamento por un segundo referéndum hubiera tenido todo su desarrollo. La iniciativa fue hecha por los demócratas liberales y el SNP que saltaron del barco y dejaron pocas opciones a los laboristas.
En segundo lugar, los laboristas deberían haber apoyado y hecho campaña a favor de un segundo referéndum mucho antes y haber defendido los beneficios de formar parte de la UE al tiempo que exponían sus ideas de cómo reformarla. Los principales dirigentes laboristas no hicieron ningún esfuerzo para contrarrestar la retórica anti-UE. Era difícil para los laboristas cambiar esta percepción, pero una posición clara a favor de permanecer en la UE junto con un programa de reformas de la Unión desde el primer día habría minimizado la escala del desastre.
En el debate que tendrá lugar ahora, la izquierda pro-Brexit nos dirá que la culpa es de quienes defendían permanecer en la UE y de quienes defienden la libertad de circulación de la mano de obra.
Lindsey German, de Counterfire, argumenta que el gran error de Corbyn fue haber apoyado un segundo referéndum, en lugar de apoyar el Brexit [5]. Apunta con dedo acusador a la Campaña del Voto del Pueblo y Otra Europa es Posible del error.
Deberíamos mantenernos firmes contra todo ello y defender la plataforma electoral laborista. El manifiesto laborista buscaba dar respuesta a las necesidades de la clase obrera británica y ha sido un esfuerzo serio de abordar la crisis climática. Apelaba tanto al movimiento obrero como a la nueva generación atraída por el corbynismo. La próxima vez, los laboristas deberían incluir un sistema de votación más democrático para que sus afiliados no se vean obligados a decidir su voto tácticamente.
Corbyn ha anunciado que renunciará como líder después de un período de reflexión en el que el partido pueda extraer algunas lecciones de lo que sucedió. Esa es probablemente la mejor manera de evitar un desastroso interregno. También le da a la izquierda la oportunidad de mantener sus conquistas organizativas y aferrarse a lo que ha ganado en los años de Corbyn.
Johnson no va a tenerlo fácil. Ha levantado una frontera en el Mar de Irlanda y ha desencadenado una crisis constitucional con Escocia que probablemente lleve a su independencia. Su proyecto quiebra los cimientos del estado británico y esto tendrá enormes implicaciones para su partido. También se enfrenta a un futuro inmediato de fragilidad económica que rápidamente restará brillo a su gobierno.
Sin embargo, tenemos que ser realistas. El resultado de las elecciones ha sido una gran derrota para la izquierda y los intereses de la clase trabajadora. El gobierno Johnson tendrá la iniciativa durante un tiempo, mientras la gente crea imposible un cambio radical o incluso defender sus trabajos y condiciones de trabajo. Quién diga que hay una solución rápida para superar esta situación está vendiendo humo, pero en esta nueva década nuestra tarea es reconstruir una izquierda que pueda derrotar a los conservadores y a quienes dicen que los laboristas deben parecerse más a ellos.
Notas
[1]http://www.irishnews.com/news/generalelection/2019/12/13/news/push-for-i... IwAR2lp4Hn5VLigexXOtyjlteVxUdNyj8vLHHF3d96SGNPDJAyiSREWWQcxJU
El laborismo no volverá a vencer hasta que no resolvamos por qué perdimos
Gary Younge
Esto lo cambia todo. Las cuartas elecciones generales en cuatro años han roto el bloqueo parlamentario con un efecto demoledor. Ha sido una goleada. El voto laborista se ha derrumbado finalmente en sus bastones tradicionales. Los lazos demográficos, geográficos y sociales que mantenían unida su coalición se han desatado. Está todavía por ver que puedan recomponerse de nuevo. Gran Bretaña ha elegido el gobierno más a la derecha desde hace decenios, otorgando al líder con menos principios del que haya memoria una mayoría tan masiva que podríamos tardar una década en deshacernos de él. La noche pasada fue mala. Lo peor está por llegar.
La izquierda debe ahora encontrar un espacio en el que afligirse y pensar simultáneamente. Porque esto no se refiere a nosotros. Tiene que ver con esa sociedad más esperanzada que queremos crear, con la gente con la que queremos crearla y con la distopía que los tories están en proceso de crear. Y no estaremos en situación de vencer hasta que resolvamos por qué perdimos. En esto las respuestas más fáciles son también las más inadecuadas. Echarle la culpa de todo a Jeremy Corbyn, al Brexit, a los medios, al programa o al fracaso del voto táctico supone negarnos una visión más amplia, más completa. Por supuesto, el Brexit tuvo un papel destacado. El laborismo tuvo tres años para aparecer con una oferta coherente que contrarrestara las fanfarronadas tories y no lo logró. Dado que sus mayores pérdidas se registraron en zonas que votaron a favor de la permanencia, no tiene sentido la noción de que debería presentarse como inequívoco partido de la permanencia y de un segundo referéndum. Eso, desde luego, no le hizo ningún favor a los liberal-demócratas.
El laborismo sabía que el Brexit sería la cuestión dominante y se propuso desviar el debate a los servicios públicos y el medio ambiente. También en eso fracasó. El problema no era el programa. Los planes laboristas de nacionalización, gasto público y redistribución de la riqueza fueron populares, realizables y no habrían dejado a Gran Bretaña en un lugar radicalmente diferente del de muchos otros países europeos. Pero si vas a prometer algo así de ambicioso, tienes primero que preparar políticamente a la gente y asegurarles que puedes de verdad llevarlo a cabo. El laborismo no hizo ninguna de estas dos cosas de modo eficaz, prometiendo cada día más cosas, desplegando una falta de disciplina en el mensaje que parecía metáfora de una potencial ausencia de disciplina fiscal.
Corbyn ha sido profundamente impopular. De partida, la mayoría no sabía decir por qué no le gustaba. Sencillamente, no le gustaba. Había quienes o bien pensaban que estaba demasiado a la izquierda, o que era antisemita o era amigo de los terroristas. Evidentemente, los medios, que no han salido nada bien librados de estas elecciones, tienen mucho que ver en ello de televisión y radió, que se retroalimentaba en un bucle que sólo podía romperse con los hechos.
Pero no se lo inventaron todo. El desempeño de Corbyn fue pobre. Tuvo ocasión una y otra vez de pillar a Boris Johnson en sus mentiras y su duplicidad, pero se negó a hacerlo. Dijo que no era su estilo. Pero su estilo no funcionaba. Su negativa a disculparse ante la comunidad judía a causa del antisemitismo cuando lo entrevistó Andrew Neil fue desconcertante, sobre todo considerando que se había disculpado varias veces anteriormente, y así lo hizo después de nuevo con Phillip Schofield. Y los medios no llevan poco tiempo en esto. Atacaron a Gordon Brown, a Edward Miliband y también a Neil Kinnock – si bien nunca con tanta ferocidad – y quienquiera que sea el próximo en dirigir el Partido tendrá que habérselas con ellos.
Quienes piensan que el giro a la izquierda del laborismo se basaba sólo en Corbyn, nunca lo han entendido, francamente. Corbyn fue simplemente el contenedor, improbable, sin preparación y en muchas cosas inadecuado, de un momento político que aún no ha terminado. Surgió después de varias guerras y de una época de austeridad en la que los partidos socialdemócratas de todo el mundo occidental estaban fallando y agitándose. Su elección no produjo la crisis del Partido Laborista, fue producto de ella, y este resultado electoral la ha exacerbado ahora. Su sólido desempeño en 2017 constituye la razón por la que todavía no hemos avanzado más por el camino del Brexit y por la que los tories han prometido incrementar el gasto público y acabar de hecho con la austeridad.
Hay formas de contextualizar este resultado que podrían proporcionar solaz en un momento de desespero. Con Corbyn, el laborismo se hizo con una porción del voto mayor que la de Miliband y también que la de Brown. Perdió menos escaños que Brown y dispone de más de los que tenían los tories en 2005, desde donde se recuperaron hasta formar un gobierno de coalición en 2010. Esa racionalización debería evitarse. Hemos perdido, y hemos perdido estrepitosamente. La autocrítica no se desprende fácilmente de una postura defensiva. En palabras del gran activista y escritor afronorteamericano W.E.B. Du Bois: “Se ha puesto de relieve nuestro peor lado tan desvergonzadamente que negamos tener o haber tenido alguna vez ese lado peor. De cualquiera de las maneras, estamos acorralados”.
Corbyn hace lo correcto al anunciar su marcha. Su decisión de permanecer y dirigir la discusión sobre el futuro del Partido no tiene sentido. No puede dirigir un debate que en una parte no pequeña tiene que ver con él. Su presencia será una distracción de la tarea inminente. La izquierda no debería hacer de su postura un fetiche. Tiene su importancia quién dirija el Partido, pero no es la única cosa que importa. Durante los últimos cuatro años, casi toda la energía de la izquierda ha ido encaminada a defenderlo. Teniendo en cuenta la mayoría de Johnson, muchas de las luchas clave por venir tendrán lugar fuera del parlamento.
La salida de Corbyn le crea un problema a los centristas. Llevan prediciendo este momento desde antes de que lo eligieran líder. Cuando los hechos no se avenían – cuando el Partido lo reelegía con una mayoría más abultada o el país le otorgaba más escaños y votos – esperaban al siguiente acontecimiento. Hasta un reloj parado da la hora correcta dos veces al día. Él problema es que, ahora que se va, tendrán que elaborar una agenda y un candidato propio, y ofrecerlos luego a un partido que ha crecido en tamaño, aunque haya disminuido momentáneamente en confianza.
Tendrán que enfrentarse al hecho de que el electorado no abandonó el laborismo por el centro. Se fue a la derecha extrema en Inglaterra y Gales, o a la alternativa nacionalista socialdemócrata en Escocia. No se fue a los liberal-demócratas ni apoyó a Change UK [reciente escisión por la derecha del laborismo]. Chuka Umunna, Dominic Grieve, David Gauke, Anna Soubry, Jo Swinson y Luciana Berger [figuras principales de Change UK] han perdido todos.
No le oí a un solo votante preguntar por Owen Smith o echar de menos a Yvette Cooper [rivales de Corbyn en el liderazgo laborista].Sea lo que fuere que venga a continuación, no supondrá volver a abstenerse en la ley de Bienestar o respaldar una política medioambiental hostil. Los votantes querrán que el laborismo sea más eficaz en la oposición, pero lo querrán para presentar oposición.
Los centristas tendrán que arrostrar el hecho de que los miles de personas que han viajado por el país durante estas últimas semanas para hacer campaña entre el frío y la nieve no van a abandonar ni sus ideales ni el Partido. Y los que tanto han invertido en esta particular versión del laborismo tendrán que encarar el hecho de que su convicción no ha bastado por sí sola para convencer a otros de sus ideales.
The Guardian, 13 de diciembre de 2019
¿Antisemitismo en el Partido Laborista?
Leoardo Clausi
La cuestión lleva arrastrándose desde hace al menos tres años, desde que Jeremy Corbyn tomó inesperadamente las riendas del Partido en medio de una general consternación, iniciando una revolución copernicana de la teoría y la praxis, tan radical como para ser percibida como avanzada de una profunda transformación antropológica. Hablamos por supuesto de la cuestión del antisemitismo en el Partido Laborista: tan innegable como fácil de manipular de modo tóxico.
Los episodios de denuncia pública —con deserciones de diputados laboristas, cartas abiertas de intelectuales, incontables acusaciones en los medios de comunicación y en las redes sociales — son verdaderamente innumerables, un goteo regular tan inexorable como la cercanía de la jornada electoral en el Reino Unido, el 12 de diciembre.
La más notable de las últimas salvas es, desde luego, la del Rabino Principal de la comunidad judía británica, Ephraim Mirvis, que escribió un artículo en el Times— propiedad de Rupert Murdoch— el 25 de noviembre, en el que, básicamente, llamaba a la comunidad judía a no votar por un partido en el que “una nueva ponzoña — sancionada desde lo más alto — ha echado raíces”. El Rabino Principal apremiaba a la gente a no votar por Corbyn, pues esta cuestión le convierte en “inadecuado para altas responsabilidades”.
Un ejemplo de libro de confusión entre las esferas respectivas de un Estado y una comunidad religiosa, en el siglo XXI, nada menos. Por no mencionar los incontables, obsesivos, casi patológicos ataques dirigidos contra Corbyn por el Jewish Chronicle, el diario judío más antiguo del mundo (fundado en 1841), periódico automáticamente proisraelí, cuyo redactor jefe, Stephen Pollard, que tiene serios problemas de objetividad después de haber trabajado en cada uno de los peores periódicos del país con Daily en la cabecera (Daily Mail, Daily Express, Daily Telegraph): diarios propiedad de individuos de tendencias derechistas que están sudando la gota gorda ante la idea de un gobierno de Corbyn. Vale la pena recordar que Mirvis, cabeza de una comunidad que incluye sólo a una parte de los judíos británicos, muchos de los cuales son felizmente no religiosos, es además —no se sorprendan— alguien de reconocidas opiniones “centristas” y “moderadas”.
Corbyn está siendo constantemente escarnecido por los medios de comunicación, que le exigen que denuncie, se disculpe, se prostre ante sus acusadores. Ya se había disculpado, pero el artículo de Mirvis dio abundante pábulo de nuevo a los intentos de los medios de retratarle como alguien sólo ligeramente por debajo de Reinhardt Heydrich en tanto que enemigo de los judíos.
Tendría que tranquilizarse todo el mundo. Las credenciales antifascistas y antirracistas del líder laborista son irreprochables, y nada tiene que temer siquiera del MI6 [el servicio interior de la Inteligencia británica]. Sus acusadores ignoran por completo sus iniciativas como diputado por Islington North junto a la comunidad judía local. Se le acusa de ser amigo de los “terroristas” de Hamás y Hezbolá, aunque se dirigió a sus representantes como “amigos” sólo en encuentros públicos destinados a hacer progresar el diálogo árabe-israeli, en una época en la que existía amplio convencimiento de que debían recibir trato de interlocutores. Otro tanto vale para su “amistad” con el IRA. La mayor parte de estas acusaciones buscan evidentemente tener efecto retroactivo: como en cualquier campaña electoral de hoy en día, y hay que filtrar lo que sobre ese blanco han transmitido en el pasado las redes sociales para encontrar esas perlas que pueden describirse como puro sinsentido o villanía.
Precisamente esto es lo que sucedió con la acusación lanzada a Corbyn, que se remonta a 2012, de haber defendido un mural supuestamente “antisemita” en el East End [londinense], que retrataba a seis banqueros caricaturizados como explotadores de los hambrientos del mundo, y de los cuales solamente dos —Warburg y Rothschild— eran en realidad judíos. Corbyn condenó la retirada del mural en nombre de la libertad de expresión, posiblemente sin haber visto nada del mural, como habría hecho cualquier liberal que se hubiera indignado, por ejemplo, por la censura de las caricaturas satíricas danesas de 2005.
Pero hay algo más en esta historia. La página digital Media Lens, que analiza la propaganda que pasa por información neutral en los medios del Reino Unido, encontró que hasta en los diarios más retadores de la verdad, como The Sun—propiedad del mismo Murdoch, al igual que el Times—nadie se había referido jamás a Corbyn como antisemita o racista con anterioridad ente a 2015, año en el que surgió casi milagrosamente para ocupar el liderazgo del Partido Laborista. Si se buscan términos como “Jeremy Corbyn” y “antisemitismo” en la base de datos periodística de ProQuest con anterioridad al 1 de mayo de 2015, ésta arroja solo 18 resultados, en ninguno de los cuales se apunta con esa acusación al entonces diputado. Sin embargo, si cambiamos la fecha de búsqueda a después del 1 de mayo de 2015, aparecen, en cambio, 12.000 resultados.
Por no mencionar que los medios de comunicación ignoran por completo a los diversos grupos judíos de izquierda que han expresado su solidaridad con el Partido Laborista, y cuyas voces han quedado ahogadas en la cortina de fuego del supuesto peligro que plantea Corbyn, en el que la deprimente hipocresía de The Guardian y The New Statesman logra incluso eclipsar lo peor de los “Daily”s. En el relato de los medios, organizaciones tales como Jewish Voice for Labour, Jews for Justice for Palestinians, el Jewish Socialists’ Group, Jewdas e Independent Jewish Voices se han de tratar como si no existieran, cuando todas ellas han puesto en solfa las acusaciones de antisemitismo dirigidas al Partido Laborista, que, en su opinión, se están utilizando como arma para neutralizar cualquier crítica de Israel, así como el liderazgo del mismo Corbyn.
Mientras siguen corriendo ríos de tinta, el fundador de Momentum, Jon Lansman, judío él mismo (es una vergüenza tener que señalarlo, pero a esto hemos llegado), ofreció un diagnóstico del problema que acaso se acerque más y ofrezca una descripción mejor de la realidad de las cosas. En 2017, identificó tres categorías de antisemitismo en el Partido Laborista: “comentarios xenófobos de poca monta” (“No creo que haya mucho de eso”), el antisemitismo a la vieja usanza del “libelo de sangre” (que resulta “extremadamente raro”), y el antisemitismo que surge de los debates sobre el conflicto palestino-israelí, en los que “todos entendemos que cuando el conflicto se acalora, acaba en un desagradable antisemitismo”. Resulta, por tanto, innegable que hay algo de antisemitismo entre las bases del Partido. Sin embargo, en otros partidos se encuentra una proporción similar, si no mayor, como muestra una encuesta de YouGov de 2015, que halló el segundo porcentaje más bajo de antisemitismo en el laborismo, después de los liberal-demócratas.
El núcleo de la cuestión a la que nos enfrentamos, una vez más, estriba en la ambigüedad —a veces tolerada, a veces maliciosamente explotada —entre antisemitismo, odio a los judíos en tanto que judíos, y antisionismo, a saber, crítica de la política expansionista del Estado de Israel contra el pueblo palestino. Llega todo ahora cuando, por primera vez en la historia, el Reino Unido —un país institucionalmente monárquico y moderado en lo que se refiera a su política interna, imperialista y pro-EE.UU./Israel/Arabia Saudí en política exterior y favorable al mercado en política económica — podría acabar dirigido por un primer ministro de fuertes simpatías republicanas y socialistas, en el verdadero sentido de la palabra: crítico de los EE.UU., pro-palestino, estatista y adalid del sector público. El “establishment” económico y financiero siente pánico a todos los efectos al contemplar el riesgo de ver su mundo patas arriba. Resulta difícil describir la magnitud de dicho cambio: la palabra “revolución” no puede hacerle, sencillamente, justicia en nuestra época, en la que el “no hay alternativa” es un lugar común ya aceptado, y la palabra “extraño” es parecidamente incapaz de hacer justiciar al mundo que seguiría.
il manifesto global, 11 de diciembre de 2019
es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
(1977) es un escritor y conferenciante marxista norirlandés, residente en Londres, activista y autor del blog Lenin's Tomb (la tumba de Lenin). Es autor de libros como The Meaning of David Cameron (2010), Unhitched (2013), Against Austerity (2014), Corbyn: The Strange Rebirth of Radical Politics (2016) y The Twittering Machine (2019).
destacado periodista del diario británico The Guardian, hoy en funciones de editor general (“editor-at-large”). Su último libro es Another Day in the Death of America.
periodista independiente italiano afincado en Londres, es autor de Uscita di insicurezza. Brexit e l'ideologia inglese (Esplorazioni). Mantiene una bitácora digital en leonardoclausi.com.
Varias
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