7/05/2019

un elemento importante es el principio de autoridad


Comunicar la verdad o comunicar la mentira. Esa es la cuestión – Por Angelina Uzín Olleros

Verdad y mentira juegan un papel importante cuando debemos proteger los derechos, cuando tenemos que cuidar los corazones para enseñar un camino de noblezas y virtudes. En un mundo virtual las fake news, son las estrellas en el firmamento de los medios y las redes pueden utilizar filosofías que advirtieron acerca de las dificultades humanas para hallar las verdades, pero esa operación es hipócrita y profundamente dañina.


Por Angelina Uzín Olleros*
(para La Tecl@ Eñe)

La búsqueda por la verdad involucra tanto a la ciencia como a la moral, algunas posturas han puesto énfasis en distintas cuestiones, una identifica la verdad con las ideas porque entiende que ellas son universales y al mismo tiempo otra perspectiva acentúa la importancia de la experiencia sensible del mundo; alcanzar la verdad puede significar un arduo trabajo de abstracción para elaborar una teoría o, por el contrario, llegar a la adecuación de nuestro entendimiento con las cosas.

Un elemento importante es el principio de autoridad, es dios o es el ser humano el artífice de lo existente, ya sea naturaleza o sociedad, esa autoridad no debe ser desafiada, conocemos historias al respecto, Giordano Bruno o Galileo Galilei por una parte condenados por contradecir el verbo divino; Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud por lastimar el narcisismo del hombre moderno.

En cada bloque histórico, tanto los científicos como los filósofos, trazaron caminos y métodos para hallar la verdad; un humanismo ingenuo creyó en la existencia de saberes desinteresados y un positivísimo cientificista aclamó la tarea de una ciencia neutra necesaria para alcanzar conocimientos objetivos de la realidad.

Las cosas pasaron a ser objetos cuando el individuo se convirtió en sujeto, una cosa ya no es lo que era en sí misma sino que se distancia de su esencia para ser lo que el sujeto cognoscente dice que es. Entre el escepticismo de los que afirman que no hay verdades porque la precariedad de la experiencia sensible imposibilita su acceso, y el dogmatismo que considera que las leyes que rigen la naturaleza y la moral son inconmovibles.

Hay un punto intermedio entre los que dudan radicalmente y los que creen sin dudar jamás, son los críticos que examinan al sujeto que hace ciencia y al mismo sujeto que se constituye como alguien moralmente bueno. El idealismo de fines del siglo XVIII cree en un sujeto universal, en una ciencia universal y una moral universal, ese sujeto acompañado del sueño de la razón cosmopolita imagina un futuro sin guerra por obra y gracia del imperativo categórico: actúa de manera tal que tu acción sirva de máxima universal.

Esta categoría universalista es, precisamente, cuestionada y erosionada en el siglo XIX por los maestros de la sospecha al decir de Paul Ricoeur: Nietzsche, Marx y Freud que en su crítica a la religión lastiman la fe del creyente y lo llevan a reconfigurar su idea de Dios y la relación que con él establece en su interioridad; la sospecha a la que se refería Ricoeur recae fundamentalmente en la imagen del sujeto que la filosofía occidental venía forjando desde René Descartes, imagen que conservaba sus principales referentes de justificación en la ontología platónica como en la metafísica y la moral cristiana.

Encontrar y comunicar la verdad se tornaba cada vez más complicado, a comienzos del siglo XX el giro lingüístico centraba el problema en el lenguaje y desde entonces se abren nuevas puertas, funciones o estructuras, construcciones o deconstrucciones, decir la verdad tenía que ver con una neutralidad lógico-matemática o una complejidad inconsciente que no devela a simple vista o a primera escucha lo que el sujeto no puede saber a pie juntillas.

Pensamiento y leguaje estaban contaminados por un proceso de colonización y dominación que postula verdades convenientes para un sector y profundamente inconvenientes para otro. Hacer el bien sin mirar a quién ya no estaba en los planes de los grandes monopolios, sin embargo hacer el mal mirando a quién es parte de un proyecto que justifica la mentira para su propio beneficio.

Cada uno de estos autores dejó un legado, el nihilismo puede ser traducido de diversas maneras; el materialismo histórico también; la práctica psicoanalítica fue ampliada desde un sujeto singular a un sujeto social. Reconocer que predomina el sinsentido, admitir que la mercancía convierte en efímera materialidad los intercambios y repartos, acceder a un supuesto saber que debe ser revisado en sus límites subjetivos, de ningún modo pueden ser utilizados para crear el contexto de justificación de la mentira.

Si el que habla y en consecuencia comunica una supuesta verdad pero se equivoca por ignorancia, por haber sido estafado en su buena fe, por creer fervientemente en una información que resulta ser falsa, entonces no miente. Admitamos también que en cuestiones de comunicación es cierto que predominan muchos malentendidos.

Pero si el que miente sabe que miente y justifica esas mentiras en lo que cree una causa justa o un objetivo primordial, está cometiendo una falta grave, un delito que debe ser sancionado. La problemática del castigo en estos casos suele ser muy laxa y debemos reconocer la existencia de artilugios de la vieja doctrina liberal que puede presentar la condena a las mentiras voluntarias como un acto de censura.

Verdad y mentira juegan un papel importantísimo cuando debemos proteger los derechos, cuando tenemos que cuidar los corazones para enseñar un camino de noblezas y virtudes. En un mundo virtual las fake news, son las estrellas en el firmamento de los medios y las redes; pueden utilizar filosofías que advirtieron acerca de las dificultades humanas para hallar las verdades, pero esa operación es hipócrita y profundamente dañina.

Una versión renovada en el universo desregulado de las comunicaciones trae un nuevo episodio de «La guerra de los mundos» del legendario Orson Welles, cómo actuará la ley con los mentirosos profesionales y hasta dónde llega el poder de los medios de comunicación en la actualidad es parte de nuestra realidad: todavía no sabemos cuánto pánico puede causar ver que los extraterrestres ya están entre nosotros.

*Dra en Ciencias Sociales. Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora.

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