7/12/2019

la desconexión

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Los escollos del Macrexit

Martin Burgos Coordinador del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.


Muchos economistas se están preguntando por estas horas cómo hacer el 10 de diciembre de 2019 para empezar a desarmar el modelo financiero instalado por el macrismo y poder reorientar la política económica hacia el crecimiento y la mejora en los indicadores sociales.

Existe toda una serie de trabas institucionales y de trampas económicas que harán que el trabajo sea arduo, ya que algunas decisiones afectarán intereses poderosos y generarán resistencias.

El problema que tiene el gobierno en la actualidad (y que heredará el próximo) es que crecer mejora la situación fiscal pero empeora la situación externa, mientras que la recesión mejora la situación externa pero empeora la situación fiscal.

Eso se debe principalmente a que la recaudación sigue el ciclo económico, ya que los principales impuestos por los que recauda la Nación son por ventas (IVA) y beneficios (ganancias), por lo tanto, a mayores ventas mayores ganancias y mejora de la recaudación.

En cuanto al sector externo, este se vuelve deficitario con el crecimiento porque al mejorar los ingresos de los trabajadores crecen las importaciones, el turismo, la compra de divisas y por lo tanto se llega a la falta de dólares y a la devaluación. Este es el riesgo que nos espera de aquí a fin de año, donde además se suman las dudas respecto a la contienda electoral y la propuesta de los candidatos.

Este esquema es el modelo al que llegó el gobierno al tomar distintas medidas que reforzó el carácter perverso del mismo. Al quitar el cepo, se incrementó la compra de dólares de los argentinos lo que suma más demanda en el mercado de cambio.

Para tratar de contrarrestar ese fenómeno, se subió la tasa de interés a través de las Lebac y ahora las Leliq, destruyendo la cadena de pago y generando un Pymicidio sin precedente desde el 2001. Para peor: ese aumento de las tasas de interés generó una enorme deuda en pesos sin reducir la compra de dólares de los argentinos, sino a lo sumo postergándola en el tiempo.

Para volver a crecer, hay que reducir la tasa de interés sin que eso implique una masiva fuga de capitales. Este ejercicio de alto riesgo es objeto de numerosos debates entre los economistas heterodoxos.

Si bien el cepo es una solución posible, se supone que la población no lo aceptará fácilmente. Pero tampoco las opciones alternativas parecen viables en un contexto internacional complejo.

Por otra parte, a pesar del festejo del gobierno argentino por el Acuerdo Mercosur-Unión Europea, este no pareciera tener efectos positivos en la balanza de pagos a corto plazo: seguramente será una buena oportunidad para la industria agroalimenticia europea para llenarnos de latas de verduras, de vinos, de queso, al mismo estilo de lo que pasó en 2017.

Son los efectos positivos que los europeos pueden lograr según informan públicamente. Frente a eso, las ventajas del acuerdo para Argentina no fueron detallados por fuentes de gobierno, y el Acuerdo sigue guardado bajo 7 llaves. Tendremos que pensar que las noticias son demasiadas buenas como para difundirlas durante la campaña...

La apertura a las importaciones que fue uno de los elementos clave de la política exterior del gobierno se acompañó del desarme de la política de protección a la industria y el aumento de los costos de energía que afectaron la competitividad de los productores.

El cierre de plantas industriales que fueron consecuencia de esa política deja para el próximo gobierno otro desafíoo mayor: de volver al crecimiento, la mejora de los niveles de consumo ya no será abastecida por la industria nacional sino por las importaciones de otros países. Esas importaciones serán por lo tanto más dolores de cabeza para un gobierno que quiera recuperar el sendero del desarrollo.

Por último, el peso de la deuda externa es uno de los problemas más conocidos, la herencia más pesada que nos deja el macrismo. Los pagos de 2020 y 2021 son de más de 15.000 millones de dólares de intereses y capital, mientras que los dos años siguientes se suma el pago de los 50 mil millones de dólares del FMI. Esta deuda es, sin lugar a dudas, impagable si los precios internacionales de los commodities siguen en los niveles actuales.

Tampoco es posible pensar que China podría prestarnos plata para pagarle al FMI. Si bien la presencia de gigante asiático es relevante como fuente de financiamiento, hay que desterrar el mito de los préstamos e inversiones de China que vendrían a salvar la Argentina.

Como solo ejemplo, pensemos que Pakistán y países africanos empezaron pidiendo préstamos a China y ahora están acudiendo al FMI para poder pagar la deuda que tienen con los chinos.

En consecuencia, el próximo gobierno se encuentra con un escenario que podría asemejarse al de Alfonsín, que no pudo crecer debido al peso de la deuda externa tomada por el gobierno militar, en lo que se recuerda como “la década perdida”.


El complejo entramado que fue tejiendo el gobierno de Mauricio Macri con los acreedores internacionales, las corporaciones globales y el poder político de Estados Unidos y la Unión Europea implica que el camino hacia el desarrollo de Argentina necesita desconectarnos de las finanzas globales para recuperar un espacio de decisión soberana mínima.


Pero esta desconexión no se podrá hacer de un día para otro, sino pacientemente, con idas y vueltas entre el sistema político y los intereses de los poderes globales. Así como la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea neoliberal decidida por referéndum popular (llamado “Brexit”) conoce un tedioso camino, la salida del macrismo será difícil y de largo aliento. Tal vez podríamos llamar “Macrexit” a los dificultades mencionadas para llevar a cabo un programa económico de desarrollo con inclusión social.

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