Por Emmanuel Rossi
Cuando Pandora, mujer de Epimeteo (el de “pensamiento tardío”), abrió el ánfora que le había sido otorgado por los dioses, todos los males se esparcieron por el universo quedando sólo dentro de la caja la “esperanza” o “la espera”, según se debate.
Los griegos tenían una concepción negativa de la esperanza, pero el mito de Pandora llegó hasta nuestros días con otra mirada, más ligada al decir popular del estilo “la esperanza es lo último que se pierde”. Sin embargo, la esperanza de la Caja de Pandora era un mal más, cuya traducción más atinada es la de “espera”.
El ¿concepto? de esperanza es un significante vacío en nuestra política vernácula, un cliché que todos los espacios suelen utilizar, principalmente en campaña, para pedir el acompañamiento de los votantes ante la dificultad o imposibilidad o innecesariedad de mostrar razones concretas y verificables para solicitar el sufragio.
El Gobierno de Mauricio Macri ha hecho un culto de la esperanza, y no sólo en el marco de la compulsa proselitista. A casi 3 años de gestión, con datos fácticos poco alentadores en todos los órdenes, el oficialismo continúa poniendo el foco discursivo en el futuro, un futuro que nunca llega, pero que hay que esperar… Aquí se ve la espera -más que la esperanza- con toda su carga negativa. Se viene esperando algo que no se concretó ni se concretará.
En el macrismo la concepción griega de esperanza vuelve con todos sus bríos. Es uno de los tantos males de la Caja de Pandora.
Sucede que Cambiemos conoce bien que la generación de un horizonte de futuro tiene fuerza sobre los sujetos a pesar de no estar acompañada de condiciones empíricas que sustenten esa mirada. Y así pasamos de las promesas de campaña (todas incumplidas) a las supuestas mejoras en el “segundo semestre” del primer año de gobierno, hasta “lo peor ya pasó”, llegando a “estamos en medio de una tormenta pero vamos por el camino correcto”, entre otras frases hechas destinadas a mantener las esperanzas y llegar con vida a 2019, a pesar de la crisis económica y social que sufre la enorme mayoría de los argentinos.
La espera (o esperanza, si se quiere ya a esta altura del texto) basada en un relato ornado pero sin sustento ni lógica ni razón demuestra que los griegos estaban en lo cierto. La espera mantiene el statu quo con la ilusión de un mañana mejor. El macrismo lo sabe y lleva hasta el paroxismo esta idea. El último de los males de la Caja de Pandora ha llegado hasta nuestros días para que, inertes e inermes, esperemos un futuro que, a plena vista, no será más bienaventurado que el presente.
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