Uno de los principales debates en la actualidad se refiere al impacto de los movimientos de precios internos sobre los segmentos socioeconómicos más vulnerables de la población.
La particularidad de la inflación desde 2016 es que se registra mayor dispersión entre segmentos diferenciados de productos.
Afectó en mayor medida a los precios de los alimentos, los mencionados servicios públicos y también a los medicamentos.
En particular, el consumo de bienes y servicios relativos a la salud tiene un carácter distintivo sobre los demás, dadas sus características de baja elasticidad de demanda respecto a la magnitud en las variaciones de sus precios, Esto se debe a que se trata de productos esenciales e insustituibles.
Otro factor no menor tiene que ver con la incidencia de aumentos bruscos de precios sobre poblaciones de riesgo. Sin ir más lejos, la estructura de gastos de los jubilados correlaciona poco con los patrones de consumo definidos según el IPC.
En ese sentido, la principal inconveniencia de la nueva fórmula de ajuste de jubilaciones, como método para indexar ingresos, tiene que ver con la baja representatividad de este índice respecto a las canastas de consumo real de los adultos mayores.
Este debate se da en el marco de un proceso de alta persistencia inflacionaria, donde el nivel general mantiene una tendencia a la aceleración y ni siquiera se atenúa la “inflación núcleo”.
A modo de estudio de campo, en este informe actualizamos los números de nuestro relevamiento sobre más de 120 drogas de consumo masivo, en función al precio de venta de remedios a
consumidor final (neto de descuentos y promociones).
A partir del mismo, se registró un incremento del orden del 130% en los últimos dos años y medio, esto es, un alza 22 puntos porcentuales mayor que el avance que registró la inflación del
índice de CABA.
En el detalle, se destacan las subas más pronunciadas en medicamentos para las tiroides (+284), broncodilatadores (+225%), ansiolíticos (+218), antiinflamatorios respiratorios (176%) y analgésicos (+168%), entre otros.
Otro impacto relevante sobre el gasto familiar en salud, se vincula con los aumentos en prepagas. A pesar de que las empresas se enfrentan a una menor demanda, buscaron compensar vía precios la merma de ingresos. Así, en el acumulado desde febrero de 2016, el aumento en la cuota fue del 110%, esto es, 13 puntos porcentuales por sobre la inflación.
Asimismo, más del 15% de los productos de nuestro relevamiento sufrieron un descenso en la cobertura por parte del PAMI en el año 2017. En cierto grupo de riesgo de adultos mayores, como son aquellos con patologías depresivas, la afectación es de casi un 50% de incremento por quita de cobertura.
No obstante, debido al carácter inelástico de la demanda de estos productos, la industria farmacéutica continuó registrando importantes aumentos en la facturación.
Por caso, el volumen comerciado en pesos aumentó 18% en los primeros tres meses del año. Por su parte, el segmento de reventa de remedios importados creció 28,3% en igual período.
Con todo, el incremento de precios por sobre el avance en el nivel de ingresos determinó que el poder de compra de una canasta representativa de medicamentos decreciera un 25,9% en relación al salario mínimo, un 17,9% en comparación a la asignación por hijo y 15,4% respecto a la jubilación media..
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