Los candidatos a la Presidencia de México, de izquierda a derecha: Ricardo Anaya, Andrés Manuel Lopez Obrador, José Antonio Meade y Jaime Rodriguez. (National Electoral Institute via AP) |
CAMILA MATRERO1
Lic. en Sociología (UBA), maestrando en Estudios Sociales Latinoamericanos (UBA), integrante de OBLAT.
Hoy primero de julio se realizarán las elecciones presidenciales en México para el sexenio 2018-2024. Además, se elegirán 128 miembros del Senado, 500 integrantes de la Cámara de Diputados, gobernadores de 8 Estados, la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y los Congresos y Presidencias Municipales de 30 entidades del país. El padrón electoral alcanza los 88 millones de personas, de los cuales casi el 15% (12.8 millones) son jóvenes de entre 18 y 23 años que elegirán Presidente por primera vez. Estas elecciones se desarrollan en un clima de enardecida violencia política, en dónde los asesinatos de candidatos y militantes se cuentan de a decenas. Finalmente quedaron cuatro candidatos compitiendo por las presidenciales.
Todas las encuestas dan como favorito con amplia ventaja a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato de la coalición de centro-izquierda Juntos Haremos Historia, conformada por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el Partido Encuentro Social (PES) y el Partido del Trabajo (PT).
En segundo lugar, se posiciona Ricardo Anaya, candidato de Por México al Frente, coalición conformada por el histórico partido de derecha Acción Nacional (PAN), el partido de centro-izquierda de la Revolución Democrática (PRD) y el Movimiento Ciudadano (MC).
El oficialismo quedaría relegado a un 3° lugar, con José Antonio Meade, y la coalición de centroderecha Todos por México, conformada por el Partido Revolucionario Institucional(PRI), el Partido Nueva Alianza (PANAL) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
La elección 2018 presenta la novedad que, por primera vez, se podrá votar por Presidente y legisladores nacionales a candidatos independientes. Bajo este formato quedó en carrera el derechista Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como “El Bronco”.
En México el voto es optativo y pueden votar los ciudadanos residentes en el extranjero. El sistema que se implementa es el de boleta única por categoría y urnas diferenciadas por cada cual. Al no existir posibilidad de segunda vuelta, el domingo se conocerá al próximo Presidente que gobernará hasta 2024.
Estas elecciones prometen ser históricas por dos motivos. Debido a que se homologaron calendarios electorales, se elegirá el mayor número de cargos de la historia. Pero lo que ha despertado la atención en el mundo, es la concreta posibilidad de un giro político y económico hacia la izquierda, en un país que durante los últimos 36 años hubo mayores continuidades que rupturas en cuanto al modelo político y económico. La apertura del sistema electoral a las candidaturas independientes o la aparición de una nueva fuerza que -según todas las encuestas- se quedaría con la Presidencia de la República, no necesariamente pone en crisis el sistema de partidos políticos ni muestra una radical modificación de las preferencias del electorado, sino la consolidación de la vertiente progresista.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS DEL MÉXICO MODERNO: ENTRE FRACTURAS Y RECONFIGURACIONES INTERNAS
La llegada de Morena, un nuevo partido de izquierda o progresista en México, se da luego de un período de 30 años de acumulación de fuerzas en el campo popular y construcción de liderazgos políticos con capacidad de convocar a amplios sectores de la sociedad. En este aspecto, la constitución de Morena y la emergencia AMLO, se asemeja con la construcción política del Partido de los Trabajadores (PT) y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, o el Frente Amplio (FA) y Tabaré Vázquez en Uruguay, y se distancia de procesos como el venezolano, boliviano y en menor medida el ecuatoriano, en donde emergieron nuevos actores sociales y fuerzas políticas que -al menos en una primera instancia- tuvieron un carácter más rupturista y movimentista. Morena comparte con el PT y el FA la preminencia de la estructura partidaria, pero tiene la particularidad de provenir de una doble fractura política que se inició en el seno del partido dominante. México, hasta entrados los ochenta, presentaba la particularidad política regional de contar con un sistema de partido dominante/hegemónico, que, sin omitir el cumplimiento constitucional, y presentándose a elecciones metódicamente cada vez que lo indicara el calendario electoral, lograba revalidar su conducción al frente del gobierno.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), es el heredero del Partido de la Revolución Mexicana, cardenista, de 1938, que a su vez se reformula a partir del Partido Nacional Revolucionario, constituido por Calles en 1929. Es el Partido que permitió organizar políticamente a los caciques vencedores de la Revolución Mexicana (1910-1920), primera revolución social exitosa en el continente, que derribó al régimen oligárquico y su estructura normativa. A diferencia del resto de los países de Latinoamérica, el Estado no fue constituido sobre el derecho individual, sino sobre el derecho corporativo y colectivo de los sectores que integraban la alianza social victoriosa: campesinado, movimiento obrero organizado, industriales mercado internistas, dirigencias territoriales (caciques) y el sector militar. Volver hacia la historia de largo y mediano alcance en México, aporta claves analíticas para comprender las fracturas políticas que se fueron sucediendo y están latentes en el mapa de actores y fuerzas que se disputarán la presidencia este 1° de julio.
La primera fractura política al interior del partido hegemónico se produce en 1988 con el desprendimiento de un sector que conformó la Corriente Democrática, liderada por Cuauhtémoc Cárdenas (hijo del ex Presidente). En el plano electoral manifestó la necesidad de democratizar los mecanismos de elección de los candidatos (en potestad del Presidente de la República) y en un plano sustancialmente político expresó la fractura de la alianza social que le daba sustento al PRI, puesto que en el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) comienza la trasformación del Estado posrevolucionario, de carácter benefactor, industrialista, nacionalista y corporativo, por otro de matriz neoliberal, acorde a los tiempos de la mundialización, el acuerdo Thatcher-Reagan, la caída del muro de Berlín, el ascenso de la unipolaridad de EEUU y el consenso de Washington. Durante estos años el PRI cambia el mito fundante de la revolución por el de la modernización, con un anclaje extranjerizante y privatizador.
El frente constituido por Cárdenas generó popularidad espontánea. La marca de fuego de la revolución mexicana en los usos y costumbres de la sociedad llevaba a que las preferencias opositoras se orientaran más a la fractura interna del partido que condujo el Estado y la vida social-económica del México posrevolucionario, que a la opción de derecha que desde 1939 encarnaba el Partido Acción Nacional (PAN). Esta escisión se hizo en nombre de los valores revolucionarios, impregnados socioculturalmente en la sociedad, y contra la burocratización de la elite priísta que los estaba traicionando. Así, fue percibida como una oposición de alto riesgo por el partido dominante y provocó la reactividad de aquel. Luego de la elección de 1988 -y las denuncias de fraude que la envolvieron- en las estaduales de 1989 los miembros de la Corriente Democrática forman su propio Partido: de la Revolución Democrática (PRD), que intentará otorgar representatividad a los actores desplazados de la vieja alianza social. Conforme la inserción del PRD en la vida política nacional, con la conquista de escaños, presidencias municipales y gubernaturas, se agranda su militancia y dirigencia con expriístas que participaron de los primeros años del PRI neoliberal. Se modera su base programática y se constituyen alianzas regionales con el derechista PAN, que terminarán concluyendo en la actual coalición Por México al Frente que competirá por la presidencia de la nación en 2018. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en un municipio y Estado gobernado por el PRD, evidenció la convivencia entre algunos de sus dirigentes y el poder paraestatal. La compleja red territorial de la organización política no condujo a una restructuración o purga interna, sino que derivó en la tercera ruptura política que le dio vida a Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), registrado como partido político en 2014.
En su presentación de principios (ver aquí) declara que se inspira en “la historia de lucha del pueblo mexicano. Son tres las principales transformaciones que ha habido en nuestro país: la Independencia, la Reforma y la Revolución”. Y Morena se propone realizar la 4° transformación social de la historia de México, por medio de la ampliación de derechos sociales y económicos de los jóvenes, los adultos mayores, los sectores de menores recursos y los pueblos originarios, la dinamización del mercado interno, y la revalorización del campo, que permita recuperar el autoabastecimiento alimentario y la industria nacional. Si Morena consigue el triunfo el domingo, sería el primer viraje progresista de la historia electoral de México. Recordemos que el PRI gobernó de 1929 al 2000, año en el cual el partido histórico de derecha Acción Nacional (PAN), gana la presidencia con Vicente Fox, personaje surgido del empresariado y en 2006 revalida con Felipe Calderón.
UN RECORRIDO POR LOS PROCESOS ELECTORALES DE LOS ÚLTIMOS 30 AÑOS
En 1988, fueron las primeras elecciones presidenciales en las que se presentó el frente que dio origen al PRD, primer partido de centro-izquierda competitivo, al cual, según varios analistas, le escamotean ese año el triunfo por la maquinaria del fraude. Lo que fundamenta la denuncia es que, de las 55 mil casillas electorales del país, solo se conocen las actas de 29 mil. Los resultados que mostró el partido oficial le dieron el 50% al PRI, el 31% al PRD, mientras que el PAN fue corrido a un 3° lugar con el 17%. Para tomar nota: la crisis de legitimidad del PRI comenzó con una escisión interna que cuestionó la implementación de políticas neoliberales y que, a su vez, llevaba el apellido Cárdenas como pasaporte indiscutido de fidelidad al proyecto nacionalpopular que expresaba su padre en los años 1930.
El ascenso de Cárdenas aceleró el proceso de convergencia de la elite política tecnocratizada del PRI y el PAN, y le permite a Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) el acompañamiento y legitimidad en sus principales políticas de Estado. Al año siguiente, por primera vez en la historia, un partido de la oposición gana una gubernatura. Al PAN se le reconoce la victoria en Baja California (noroeste del país); mientras en Michoacán (centro-oeste) el PRD denuncia que se volvió a recurrir al fraude para negarle el triunfo. De 1988 a 1994 se produce la caída de la centro-izquierda (PRD) y el ascenso de la derecha (PAN). Desde 1988/89, el PRD consiguió tomar las calles y conducir la movilización popular, pero decreció en caudal electoral. En simultáneo, el surgimiento del zapatismo en el sur lo hermanó con su viejo aliado: el campesinado, razón que también explica su relativa preeminencia en numerosos estados del sur, pero lo alejó de los sectores medios de los centros urbanos, claves para consagrar los triunfos electorales en todo el territorio nacional. En las elecciones presidenciales de 1994, el PRI saca el 49%; el PAN recupera el segundo lugar con el 26% y el PRD queda tercero con el 17%.
De esta manera, Ernesto Zedillo Ponce de León se convierte en Presidente y continúa el doble proceso aperturista, en lo económico y político. En 1996 los cuatro partidos con representación legislativa llegan a un acuerdo de reforma electoral. La normativa desarticula la estructura del régimen político inaugurado con la Revolución, en tanto se rompe la fusión entre el Estado y las estructuras partidarias del PRI, al otorgarle autonomía al Instituto Federal Electoral (IFE- creado recién en 1990). Con la reforma, el IFE pasó a estar controlado por las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, al tiempo que se establecieron condiciones más equitativas de competencia a partir de la regulación del financiamiento público y privado de los partidos políticos, y un acceso más equitativo a los medios de comunicación. Además, se instauró que el Poder Judicial oficie de contralor de segundo grado de los procesos electorales. Por último, se inauguró la elección popular para el Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
En las elecciones de 1997 el PRI pierde la mayoría en la Cámara de Diputados y Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) gana la Jefatura del Distrito Federal. Las elecciones presidenciales de 2000 son las primeras que se efectúan con la legislación de 1996. Los tres partidos preponderantes que se enfrentaron contaban con presencia en todo el territorio nacional y ya gobernaban numerosos municipios. En las elecciones del 2000, el PAN conformó con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) la Alianza por el Cambio. El PRD formó con partidos de izquierda y algunas nuevas escisiones del PRI (todos conformados en la década de los noventa) la Alianza por México, al tiempo que el PRI se presentó como tal. La Alianza por el Cambio salió vencedora con el 43%, le siguió el PRI con el 36%, y el PRD volvió a quedar tercero con el 17%. En el siguiente proceso electoral (2006), el PAN consigue revalidar la presidencia, pero decrece en caudal electoral, superando por sólo medio punto a la coalición Por el Bien de Todos, integrada por el PRD, el Partido del Trabajo (PT) y Convergencia.
El resultado apretado de 35.9 a 35.3 volvió a suscitar denuncias de fraude y la protesta popular. Son las primeras elecciones que llevarán como candidato a AMLO (las tres anteriores habían postulado a Cuauhtémoc Cárdenas). El PRI, por su parte, se presentó como Alianza por México junto al Partido Verde Ecologista (PVEM) y obtuvo el 22%. En 2012 el PRI recuperó la presidencia luego de dos sexenios, con el 38% de los votos, de la mano de la coalición Compromiso por México, que volvió a formar con el PVEM. El PRD conformó la coalición Movimiento Progresista junto al PT y Movimiento Ciudadano y quedó seis puntos abajo con el 32%. El PAN, completamente deslegitimado por la política interior de Felipe Calderón, obtuvo el 3° lugar con el 25%.
Todas las encuestas, postulan la victoria de AMLO en 2018, ya no por el PRD, que lo llevó como candidato en 2006 y 2012, sino por una fuerza nueva MORENA, que es producto de la segunda gran escisión de la familia revolucionaria y aparece en el mapa político recuperando el ideario de la gesta de 1910 y el cardenismo. ¿Marcará el inicio de una nueva oleada progresista en América Latina?
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