Muchos mexicanos temen que el próximo domingo sea convertido en la fecha en la que un pestilente "chavista" ganó unas elecciones en México. El candidato anti-establishment muestra diferencias y similitudes con el maléfico Chávez
ADRIÁN ESPALLARGAS. MÉXICO D.F.
“AMLO va a convertir México en Venezuela”, machaca Luis en Facebook. Sin descanso, día y noche, el cibervoluntario de Ricardo Anaya -candidato por el PAN- dedica su cuenta a atacar constantemente a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a base de memes y posts. Ya no cuenta su vida, ni siquiera alaba a Anaya. Su único objetivo es demonizar a AMLO, su principal enemigo y líder indiscutible en las encuestas. “No es su edad el problema sino sus ideas viejas. ¡No entiende el mundo!”, “AMLO si es un peligro para el país, AMLO el espanta inversiones”, repite incansablemente con posts que sella siempre con los hashtags #AnayaPresidente #JuntosConAnaya #Anaya.
Muchos mexicanos, como Luis, temen que la llegada del 1 de julio sea convierta en la fecha en la que "un chavista" -según ellos- ganó unas elecciones en México. Ese día, todas las empresas huirán del país. Y las pocas que se queden serán expropiadas. El peso se depreciará a niveles nunca vistos. Será, además, el fin de la democracia porque AMLO se perpetuará en el poder hasta el infinito, argumentan. A su vez, las ya maltrechas relaciones con EEUU se irán al garete sumidas en un combate de arengas populistas entre López Obrador y Donald Trump. Adiós también al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, eso por descontado.
Con cerca de un 50% de intención de voto, según las últimas encuestas, López Obrador es el claro favorito para ganar las elecciones del 1 de julio, fecha en la que los mexicanos elegirán a su nuevo presidente hasta 2024. Y, aunque resulta tentador buscar similitudes entre la ideología de Hugo Chávez y el exconductor de autobuses Nicolás Maduro con la del "siempre-ha-sido-político" López Obrador, el contexto social -y el candidato anti establishment dispuesto a desbancar del poder a las élites- guarda sus diferencias con aquellas históricas elecciones venezolanas de 1998, año en que el chavismo llegó para perpetuarse 'sine die'.
¿Quién es Obrador y qué propone?
El candidato izquierdista, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, durante un acto de campaña el estado de Veracruz, México. (EFE) |
El camaleónico López Obrador, de 64 años, a quien bien podrían apodar "El Irreductible", es un viejo conocido de la política mexicana. Empezó en el PRI a finales de los 70. Como su ambición no tenía cabida el PRI, fundó con otros políticos el PRD a finales de los 80, partido con el que llegó a ser alcalde de la Ciudad de México (2000-2005) y, posteriormente, candidato en las elecciones presidenciales de 2006 y 2012. Tras quedar segundo en ambas citas electorales, en el PRD ya no le iban a dejar seguir siendo candidato, así que una vez más "El Peje" -como apodan al escurridizo político- creó en 2014 Morena, un nuevo partido con el que presentarse a las elecciones por tercera vezconsecutiva.
Líder supremo de la izquierda en México, tendencia política que no gobierna el país desde la década de los 30, el López Obrador de 2018 incluye en su programa afirmaciones como que “las grandes empresas gozan de privilegios fiscales y casi no pagan impuestos”. No obstante, en esta campaña ha guardado un tono más conciliador y pragmático que se diferencia de aquel combativo AMLO de 2006 y 2012, con el objetivo de no asustar a los votantes de centro aburridos de ‘La Mafia del Poder’, como define al PRI y el PAN, los dos únicos partidos que han gobernado México durante casi 90 años.
AMLO sabe que el voto de castigo contra PRI-PAN es la gasolina de su campaña electoral. Hastiados de elevados niveles de corrupción y violencia, los mexicanos exigen un cambio radical en el país. Por eso, López Obrador ha centrado todo su discurso de campaña en atacar "La Mafia del Poder" y promete que acabará con la corrupción en un santiamén. ¿Cómo? Siendo un presidente honesto.
“Si el presidente es honesto, los gobernadores y presidentes municipales serán honestos”, repite hasta la saciedad en debates y mítines, evitando así meterse al detalle en asuntos más complicados como cuál será exactamente su relación con Estados Unidos o las principales medidas que llevará a cabo más allá de “transformar el modelo de desarrollo imperante, por uno que frene la decadencia y garantice el bienestar y la felicidad”, reza su programa económico.
Los otros dos candidatos con posibilidades, Anaya y José Antonio Meade, por el PRI, han evitado explicar detenidamente su programa de gobierno para centrarse en repetir que AMLO es un corrupto y un enemigo de la inversión privada. Pero es que el ambiguo y contradictorio discurso de "El Peje" hacia el capital privado -un día alaba al empresario Salinas Pliego (222ª fortuna del mundo) y al día siguiente fustiga a Germán Larrea (72º hombre más rico)- genera el efecto menos deseado por los inversores: la incertidumbre. Sobre todo con dos temas que tienen en ascuas a cientos de empresas que han invertido millones en México.En sus cinco años como jefe de gobierno del entonces DF, no se caracterizó por el despilfarro ni demonización de la empresa privada
Primero, la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México(donde FCC, Acciona y Slim forman parte de un consorcio para construir la terminal por casi 4.000 millones de dólares) y, segundo, la reforma energética aprobada en 2013, cambio legislativo con el que se han adjudicado decenas de millonarios contratos para explorar y extraer petróleo en México. El futuro de estos dos proyectos serán el termómetro para medir el nivel de chavismo que habita en Andrés Manuel López Obrador, eso sí, si es elegido presidente de México. Hasta entonces, todo es pura especulación.
¿Qué hay de Chávez en Obrador?
López Obrador, por mucho que se insista, no es Chávez, ni el México de 2018 es la Venezuela de hace veinte años. Los orígenes de estos carismáticos políticos latinoamericanos son diametralmente opuestos. Chávez era un militar totalmente desconocido para el públicovenezolano hasta que dio aquél fallido golpe de Estado en 1992. Tras ser indultado, ganó popularidad y se metió en política para arrasar en las elecciones de 1998. AMLO, en cambio, lleva casi cuatro décadas en política e incluso fue alcalde de la Ciudad de México durante cinco años, un pasado que permite radiografiar el tipo de gobernante que es.
En sus cinco años como jefe de gobierno del entonces DF (ahora CDMX), López Obrador no se caracterizó por el despilfarro ni demonización de la empresa privada. De hecho, la inversión extranjera se mantuvo a niveles similares a anteriores y posteriores, mientras que la deuda creció un 26,3% entre 2000 y 2005, un aumento considerable pero dentro de unos límites normales. Es más, Moody’s y S&P daban calificación AAA a la deuda del DF, su nota más alta, en el último año de AMLO como alcalde. Y, para más inri, en 2004 fue elegido segundo mejor alcalde del mundo por la organización City Mayor, la misma que eligió a Iñaki Azkuna, fallecido edil de Bilbao, mejor alcalde en 2012.
Los programas sociales fueron el mayor logro de AMLO. Su gran éxito fue la creación de una pequeña pensión de para mayores de 70 años, una medida que al poco tiempo fue adoptada a nivel nacional. Dio ayudas a madres solteras y personas de bajos recursos. También hubo desarrollos de infraestructuras de transporte público, el Metrobús, y construcción de carreteras de peaje.
Andrés Manuel López Obrador durante un acto de campaña el estado de Veracruz. (EFE)
Chávez y López Obrador, sin embargo, sí que guardan ciertas similitudes como su discurso dirigido a las clases menos pudientes. Primero, el continuo uso de figuras históricas para venerar un pasado glorioso. Para Chávez y Maduro, el héroe es Simón Bolívar. Para AMLO ese es Lázaro Cárdenas, quien en 1938 nacionalizó los activos petroleros en manos de empresas extranjeras y los dejó en manos de Pemex.
Segundo, la defensa a ultranza de la propiedad pública de los recursos naturales del país. Chávez expropió activos petroleros de ExxonMobil y ConocoPhillips. AMLO se posicionó radicalmente en contra en 2013 de la reforma que permitía inversiones extranjeras en México. Hoy, en cambio, tiene un enfoque más suave y aboga simplemente por revisar los contratos que ya han sido otorgados. Repsol, por cierto, se ha adjudicado seis contratos de exploración en México en el último año.Al igual que Chávez, López Obrador promete acabar con la corrupcion sin explicar con argumentos sólidos cómo logrará esa meta
Y, tercero, el momento electoral mexicano tiene una similitud importante con Venezuela 1998. Chávez centró su campaña en romper la baraja del puntofijismo, esto es el acuerdo entre los partidos AD y Copei para turnarse en el poder durante cuatro décadas. Precisamente, poner fin a la dualidad PRI-PAN es uno de los mensajes clave de la campaña electoral de López Obrador, el acabar con las élites extractivas de ‘La Mafia del Poder’ que -según él- son el principal enemigo de México. El hartazgo de la sociedad mexicana con el 'establishment' y la división del mundo entre los buenos (el pueblo que él dice representar) y los malos (los empresarios y los corruptos) es una destacable similitud con los comicios de Venezuela de hace dos décadas.
Asimismo, Chávez prometió entonces que su presidencia significaría el fin de la corrupción en Venezuela. Veinte años después de aquella victoria y gobiernos chavistas, la percepción de corrupción en el país sigue siendo de las más elevadas del mundo. Ahora, López Obrador en México promete conseguir lo mismo sin explicar con argumentos sólidos cómo logrará esa meta.
México, en apenas dos semanas, es el próximo campo de batalla de la guerra entre los candidatos alternativos con los partidos tradicionales. AMLO no es un recién llegado a la política mexicana, pero se nutre de ese cansancio del pueblo con las élites para lograr al fin la victoria en su tercer asalto a Los Pinos, residencia oficial del presidente de México. Si no logra ganar los comicios, ya ha asegurado que se irá a La Chingada, nombre de su finca -y que en mexicano significa "irse a la mierda".
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