Martin Hart-Landsberg
Según Bloomberg News, analistas de las instituciones financieras más importantes ven “cada vez más evidencia” de que se avecina una recesión.
En cierto modo, tal afirmación no sorprende demasiado. La expansión actual, que empezó en junio de 2009, ya dura 99 meses, y se sitúa como la tercera recesión más larga de la historia de los EEUU. La superan únicamente las expansiones que fueron de marzo de 1991 a marzo de 2001 (120 meses) y de febrero de 1961 a diciembre de 1969 (106 meses).
Signos de alerta
Los analistas financieros citados por Bloomberg News no basan sus advertencias tan solo en la duración. Lo que les inquieta, más bien, es el comportamiento de los beneficios, específicamente su tendencia a la baja. Históricamente, las expansiones llegan a su fin porque la caída de beneficios provoca que las empresas recorten el gasto en inversión y esto, a su vez, lleva a una disminución del empleo, más tarde del consumo y, finalmente, a la recesión.
Tal y como explica el artículo de Bloomberg, “el valor añadido bruto de las empresas no-financieras descontando la inflación – como medida del valor de los bienes después de ajustar por los costes de producción – se sitúa ahora en números negativos, en términos interanuales”. Concluye así un analista de la Oxford Economics Ltd.: “La evolución del ciclo de los beneficios reales de las empresas muestra un cambio suficiente como para que pase a ser potencial fuente de preocupación en los próximos cuatro trimestres”.
El valor añadido bruto de las empresas es un indicador de los beneficios. Su caída reciente, como muestra el gráfico de arriba, significa que la rentabilidad de las empresas ha ido disminuyendo progresivamente. Cuando la curva permanecía en los números positivos (la línea roja por encima del cero), los beneficios de las empresas continuaban creciendo, aunque no tan rápido como en el año anterior. Sin embargo, ahora ha pasado a ser negativa, lo cual implica que los beneficios totales están cayendo. Y, tal y como podemos observar, cada vez que esto ha ocurrido en el pasado, se ha visto sucedido pronto por una recesión.
La razón principal por la que las recesiones ocurren después de la caída en los beneficios es que las decisiones de inversión son muy sensibles a los cambios en el beneficio. Una caída en los beneficios tiende a producir una caída mucho mayor en la inversión, lo cual conduce a la recisión. La conexión entre la inversión y la recesión queda patente en el siguiente gráfico, publicado en un post del blog del economista Michael Roberts. En él se muestra el cambio en el consumo personal y la inversión durante el año anterior a la recesión. Como podemos observar, es la disminución en la inversión lo que lidera caída y ocurre cuando el consumo todavía está creciendo.
El artículo de Bloomberg destaca otros estudios que llegan a la misma conclusión sobre la dirección de los beneficios y la creciente probabilidad de entrar en recesión. Por ejemplo, como se muestra debajo, “EEUU se encuentra en la fase madura del ciclo – ha recorrido ya un 80% de la trayectoria desde su comienzo – basado en el patrón que siguieron los beneficios desde los años cincuenta, de acuerdo a Societe Generale SA”.
Como podemos ver, la caída en los márgenes de beneficios de la expansión actual reproduce la caída durante otras expansiones cuando se acercaban a su final. Parece que se le acaban los días a la expansión actual.
Otra variable que apunta en la misma dirección es la caída en las recompras de acciones de las empresas. Lo explica William Lazonick:
“La recompra de acciones han pasado a caracterizar las estrategias de 'inversión' de muchos de los negocios más grandes de EEUU. El gráfico 1 (debajo) muestra la emisión neta de acciones de las empresas norteamericanas desde 1946 hasta 2014. La emisión neta de acciones es una variable definida por la nueva emisión de acciones menos las acciones retiradas del mercado mediante actividades de recompra y de fusiones y adquisiciones. Desde mediados de los ochenta, las empresas, en conjunto, han financiado el mercado de valores y no lo contrario (como se asume convencionalmente). Durante la última década 2005-2014 la emisión neta de acciones de las empresas no financieras se ha situado, de media, en menos 399.000 millones de dólares por año.
En otras palabras, las empresas han sido actores principales del mercado de valores, comprando y retirando acciones con tal de hacer subir los precios. Por la naturaleza del proceso, los que se sitúan en el extremo superior de la distribución de ingresos han salido enriquecidos. También ha servido para estimular el gasto en consumo y, por extensión, a la expansión. Sin embargo, la promoción corporativa de los precios de las acciones parece haber llegado a su fin. Como informa un artículo de Forbes Magazine:
El gran boom de recompra de acciones puede estar en declive, socavado por la caída de los ingresos empresariales.
La recompra de acciones de empresas norteamericanas ha caído un 21% en los primeros siete meses de 2016 en comparación con el mismo periodo del año anterior, según TrimTabs Investment Research y que se produce, en parte, por cinco trimestres consecutivos de disminución de los ingresos interanuales de las acciones del índice S&P 500.
Las recompras, que retiran acciones del mercado y, por lo tanto, hacen aumentar los ingresos por acción, han jugado un papel crucial en sostener el mercado de valores desde que se produjo la crisis financiera, pues favorecen los ingresos incluso para las empresas con ingresos estáticos o en disminución.
Junto a los dividendos, las recompras generan efectivo para los accionistas; un proceso que a menudo es facilitado por el endeudamiento.
Se puede esperar, pues, una caída en los valores bursátiles, lo cual añadiría presión a la baja en la actividad económica.
Consecuencias Sociales
El ciclo de negocios es una característica inherente de las economías capitalistas y la economía de los EEUU ha experimentado muchas subidas y bajadas. Pero las expansiones y las recesiones no se compensan para dejar la economía en una trayectoria estable en el largo plazo. Desafortunadamente, los últimos ciclos han resultado en un enriquecimiento de los de arriba mientras que los trabajadores han generalmente experimentado un deterioro de las condiciones de vida y de trabajo. La tendencia en la creación de empleo es un ejemplo de ello.
La proporción de empleados respecto a la población es una de las medidas utilizadas para medir el empleo. Se calcula dividiendo el número de personas con empleo por el total de la población en edad de trabajar. El siguiente gráfico, de un informe del Chicago Political Economy Group, muestra el empleo relativo o la fortaleza de la creación relativo de cada periodo expansivo en periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Como se puede ver, la expansión de noviembre de 2001 finalizó sin restaurar el empleo anterior a la recesión. La tasa de empleo estaba un 2,48% por debajo del nivel anterior al comienzo de la recesión. Esto significa que la expansión no fue suficientemente fuerte o no estuvo adecuadamente estructurada como para asegurar una creación de empleo conveniente. Y, a pesar de su duración, el nivel de la tasa de empleo respecto a la población de la actual expansión permanece un 5% por debajo del nivel anterior a su inicio. Además, esta medida del empleo no toma en cuenta que una creciente parte de los trabajos creados durante la actual expansión han sido precarios y con remuneraciones bajas.
En resumen, hay razones de peso para esperar una recesión a lo largo del próximo año. Muy probablemente, además, va a golpear duramente a una clase trabajadora cada vez más vulnerable. Dada la tendencia en la que los tiempos de bonanza pasan inadvertidos para la mayoría de la población mientras que los malos tiempos castigan más aquellos que ganan menos, se hace evidente la necesidad de una transformación radical de nuestra economía.
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Catedrático emérito de Teoría Económica en el Lewis and Clark College, Portland, Oregon
Fuente:https://mronline.org/2017/08/29/recession-on-the-horizon
Traducción:Laura de la Villa
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