El 26 de Abril de 1986 explotó el reactor nº 4 de la planta Nuclear de Chernobyl (Chernóbil), impactando al mundo con la mayor tragedia humana y ecológica de todos los tiempos, sólo comparable con la más reciente de Fukushima. Desde entonces, las radiaciones han envenenado la vida de aproximadamente 8 millones de personas de Belarus, Ucrania y Rusia, quienes no conocían con claridad las consecuencias que la catástrofe podía generar en su salud.
“Se acumula y se ensaña, destruyendo las vidas de innumerables maneras. La nueva generación lleva el legado, una desconcertante cantidad de horribles defectos; bebés destrozados, daño cerebral, daño genético, fisiológico y neurológico, daños psicológicos. Ellos llevan las semillas malévolas de Chernobyl que se pasarán a la siguiente generación y otra vez a la siguiente y siguiente” –escribió Paul Fusco, uno de los fotógrafos que documentó, entre 1997 y 2000, la vida en los hospitales e instituciones que cuidan a miles de víctimas jóvenes. “La mayoría de ellos tienen problemas intratables y defectos de nacimiento. Algunos de los más dañados están en Novinki, un manicomio en las afueras de Minsk (actual Bielorrusia). Al nacer, muchos de estos niños son una revelación tan horrible para los padres que son abandonados inmediatamente al Estado y en pocos días se envían a Novinki. No se percibe ningún futuro para ellos. Algunos juegan, pero otros ni siquiera pueden moverse. Muchos viven vidas solitarias –congelados en el tiempo y en el espacio–, que reaccionan en secreto con los fantasmas que habitan en ellos. Cuando los hijos de Novinki alcanzan la mayoría de edad se envían al principal manicomio a vivir el resto de su vida, su futuro allí es un misterio”. Paul Fusco, foto ensayo:
http://mediastorm.com/publication/chernobyl-legacy
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