9/23/2016

américa latina y el crecimiento a largo plazo



Crecimiento Económico: América Latina y los países del sudeste asiático

Horacio Rovelli aborda en esta nota escrita para La Tecl@ Eñe las reflexiones de dos grandes pensadores de la región, Celso Furtado y Gabriel Palma, que bajo la sombra de de John M. Keynes explican la cotidaniedad de nuestras vidas y las diferencias en el crecimiento económico entre los países asiáticos y la región latinoamericana en sus años de gobiernos porgresistas-populistas.

Por Horacio Rovelli*
(para La Tecl@ Eñe)

En nuestra región a fines de la década de 1940 se realizó un replanteo de cómo podían nuestros países alcanzar el desarrollo, entendiendo como tal, la capacidad de una sociedad para crear riqueza a fin de promover y mantener la prosperidad o bienestar económico y social. Uno de los principales investigadores y pensadores ha sido el Profesor Celso Furtado de Brasil, quién trabaja en una visión que extiende la evaluación de un proyecto y sus externalidades positivas y negativas, ampliándolo a toda la sociedad, con lo que va hablar de la “rentabilidad social” que define como “la evaluación cuantitativa de los resultados sociales, cualitativos, de una inversión pública, privada o mixta en un proyecto definido y en un grupo objetivo específico".

La producción incorpora y combina el conocimiento técnico y su impacto social, impulsando el crecimiento económico con ampliación del consumo, que se basa en una relación positiva de poder adquisitivo de la población y mayor producción, elevando la productividad. Esa relación óptima de crecimiento económico se llama Desarrollo, y si ese desarrollo se logra respetando y preservando el medio ambiente se trata de un Desarrollo Sustentable.

“Cuando la capacidad creativa del hombre se aplica al descubrimiento de sus potencialidades y al empeño de enriquecer el universo, se produce lo que llamamos Desarrollo. El Desarrollo sólo aparece cuando la acumulación conduce a la creación de valores que se esparcen en la colectividad. La teoría del Desarrollo alude a dos procesos de creatividad. El primero tiene que ver con la técnica, con el empeño del hombre por dotarse de instrumentos, por ampliar su capacidad de acción. El segundo se refiere al significado de la actividad humana, a los valores con los que el hombre enriquece su patrimonio existencial”[1]

Para Celso Furtado, para lograr el mayor “Desarrollo” se requiere la presencia de un Estado consciente de lo que quiere y de adónde va, que actúe intencional y premeditadamente en preservar los recursos naturales, el mercado interno, el trabajo y la producción, generando instituciones y medidas con ese fin; esto es, le confería al Estado dicha facultad y dicha potestad.

El Estado debe impulsar el crecimiento económico sostenido con equidad en el esfuerzo, incorporando la mayor mano de obra posible para producir con mayor valor agregado y a su vez, que la remuneración de los trabajadores sea la mejor que se pueda, siempre en el marco de que los empresarios se guían por la tasa de ganancia y su perdurabilidad en el tiempo, y que el Estado debe intervenir para garantizar el desarrollo con inclusión y sustentabilidad.

Las necesidades sociales deben ser cubiertas no solo por un fin moral o ético, sino y desde el punto de vista económico, también porque permiten la reproducción ampliada, en un circuito virtuoso que se retroalimenta. En América Latina estas necesidades comprenden la transformación de las condiciones de producción y de los productores en el campo y en la ciudad, de los trabajadores informales en formales, en la universalización de la educación y de la capacitación, en el progreso técnico, y con ello en mejorar la salud, el bienestar social y elevar el nivel de vida de toda la población.

Es clara la influencia sobre los pensadores latinoamericanos que impulsan el desarrollo de John M.Keynes y la teoría de la “Demanda Efectiva” y la política del bienestar, que en nuestros países implican tareas propias del crecimiento y del desarrollo y que debe obrarse para tal fin. Para todos ellos, la ciencia económica tiene la llave para amalgamar otras ciencias y técnicas y hacer que la demanda agregada y la oferta global crezcan juntamente y superen las restricciones, y que a su vez inteligentemente deben interactuar para preservar el hábitat

La relación entre consumo, oferta, técnica y capacitación, rentabilidad social y desarrollo, retroalimentándose, con lo que se amplía la capacidad productiva y distributiva, en una sociedad que sigue construyéndose en base a la tasa de ganancia y productividad, pero regulada por la rentabilidad social que el Estado debe imponer, medir, ponderar e impulsar, en lo que ellos denominaron Desarrollo con Inclusión. Desarrollo que paralelamente y por esas razones conforma una sociedad más participativa, más igualitaria, y más democrática.

Las conclusiones que deriva Keynes del modelo analítico presentado en su “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero” se resume en una apología y propuesta de la intervención pública directa en materia de gasto, que permita cubrir la brecha o déficit de demanda agregada. En diversas partes de su libro, manifiesta la defensa de poner la economía en manos de las autoridades públicas, quienes sí tienen medios y posibilidades de realizar un cálculo más racional y ajustado de la eficiencia marginal del capital, las decisiones de inversión de la sociedad.

John Maynard Keynes en el Capítulo 24 de su “Teoría General” lo formula del siguiente modo:

“Las consecuencias de la teoría expuesta son moderadamente conservadoras en otros aspectos, pues si bien indica la importancia vital de establecer ciertos controles centralizados en asuntos que actualmente se dejan casi por completo en manos de la iniciativa privada, existen importantes sectores de actividad que no resultan afectados. El Estado tendrá que ejercer una influencia orientadora sobre la propensión al consumo, en parte a través de la política fiscal (incluida la tributaria), en parte fijando la tasa de interés, y quizás también por otros caminos.

Además parece improbable que la influencia de la política bancaria sobre el tipo de interés sea suficiente para determinar una tasa de inversión óptima. Creo, por tanto, que una socialización en cierto modo global de la inversión resultará ser el único medio de garantizar un elevado nivel de empleo; esto, sin embargo, no excluye forzosamente cualquier tipo de compromiso y de acuerdo por el cual las autoridades cooperen con la iniciativa privada”.
Keynes plantea la necesidad de disminuir la tasa de interés para que sea menor que la Eficiencia Marginal del Capital (EMgK), entendiendo como tal la rentabilidad de la inversión en el tiempo. El mismo Keynes preveía la posibilidad que la EMgK descienda y que a su vez la tasa de interés no pueda descender lo suficiente, o que se encuentre con la llamada “trampa de liquidez” donde no desciende más, de allí que sostiene que el Estado debe actuar para garantizar que se siga produciendo, utilizando todas las herramientas que tiene a mano (las políticas económicas: Fiscal, Monetaria, Cambiaria, Comercial, de Ingresos, etc.) asumiendo el rol de orientador de la economía.

Es el Estado el garante del crecimiento, como lo es de expandir la “Demanda Efectiva”, con un análisis inteligente de amalgamar lo lógica de la formación de los precios, con la existencia de mercado interno y externo, y la preservación del poder adquisitivo.

[1] Celso Furtado “En busca de un nuevo modelo. Reflexiones sobre la crisis contemporánea” (Fondo de Cultura Económica – México 2003)
John M. Keynes

ELASTICIDAD-EMPLEO-PRODUCTO:

Uno de los aspectos más complejos e importantes para todas las economía es la capacidad que se tiene para generar puestos de trabajo, esto es, crecer pero con el trabajo y el esfuerzo de la gente. En las publicaciones durante la crisis de 1930 y su compilación y síntesis en “La Teoría General…”, John M. Keynes sostenía enfáticamente que la desocupación no se podía soportar por mucho tiempo, y que la historia (por la sociedad) no lo iba a permitir. En la actualidad, con la complejidad de la técnica y la presencia de la crisis de los países centrales (y en mayor o menor medida impacta en todos los países del mundo), este problema se agrava.

La relación de crecimiento y empleo se determina por la relación empleo/PIB. En nuestro país, por ejemplo, la tasa promedio de elasticidad empleo/PBI ponderada en el período 2003-2010 es de 0,36. Por cada punto que crecía el PBI, el empleo lo hacía en 0,36. Esto es, si la PEA (Población Económicamente Activa) a diciembre de 2010 se estimó en 15.600.000 personas, en el lapso indicado el crecimiento del PBI fue del 6,5% anual, la PEA se incrementa en un 2,34% (6,5x 0,36 = 2,34), por ende para ese año 2010 se generaron unos 365.000 puestos de trabajo


A su vez el crecimiento vegetativo (entre nacimientos y muertes) de la población se estima para el período analizado 2003-2010, en un 0,98% anual, y si ese porcentaje lo extrapolamos sobre la PEA significa que en el año 2010 se incorporaron 152.900 personas al mercado de trabajo aproximadamente, con lo que podemos inferir que en el 2010 la creación neta de puestos de trabajo osciló en unos 212.000 puestos.

En síntesis, la relación empleo-producto con ciertas irregularidades fruto de las estacionalidades y de la manifestación de la crisis internacional, sobre todo en la segunda parte del año 2008 y en el año 2009, es para el periodo 2003-2010 del 0,36. Y fue una de las relaciones técnicas macroeconómicas más altas de nuestra historia por haber comenzado el ciclo con una alta capacidad ociosa y por la decisión de su administración encabezada por Néstor Carlos Kirchner. Obviamente la lógica misma de la evolución, hace que la relación descienda, siendo más alta en los primeros años, y menor para los últimos, pero derrapa a partir del año 2012 (Néstor Kirchner falleció el 28/18/2010), siendo para ese año la relación entre el Producto Bruto Interno y la creación de puestos de trabajo de sólo el 0,22, para un PIB que según la nueva estimación que hizo el INDEC conducido por Jorge Todesca fue negativo en un 1%.

El fenómeno descripto depende de la Inversión que incrementa la capacidad instalada, por eso a medida que la UCI (Utilización de la capacidad instalada) aumenta, la absorción de la mano de obra desciende, y eso es más grave en los países sub desarrollados por la baja dotación de capital y la persistente fuga de capitales, lo que limitan severamente la incorporación de nuevos trabajadores al sistema. Esto es, el Estado en los mejores años del “kirchnerismo” en nuestro país, del PT en Brasil, de Correa en Ecuador, de Chávez en Venezuela y de Evo en Bolivia, logró hacerse respetar como gobierno, pero no pudo hacer que los empresarios locales y extranjeros que operan en nuestros países inviertan en forma sostenida, y ante la mayor demanda generada, en lugar de ampliar la producción lo que hicieron fue incrementar los precios (origen y base de la persistente inflación).

ASIA ORIENTAL

En el sudeste asiático, en cambio, la elaboración y exportación de productos manufacturados constituyó el motor del crecimiento económico, y lo hicieron en forma sostenida. Estos países, China incluida, se convirtieron en “la fábrica del mundo” por las ventajas comparativas asociadas al costo del trabajo y por las ventajas competitivas desarrolladas por políticas de diversos órdenes, bajo la dirección de un Estado que logró acordar con los empresarios propios y externos, apoyándolos con desgravaciones impositivas, créditos blandos, etc., pero a cambio de cumplimiento de estrictas metas de producción y exportación.

La región de Asia Oriental se convirtió en un gran polo de atracción de inversiones externas provenientes de los países desarrollados, en particular los EE.UU., y en frecuente plataforma de exportación hacia aquellos mismos países, de los productos generados por éstas inversiones. El avance más significativo, y es parte de las cadenas de valor que articulan regionalmente a las economías nacionales y que vinculan a la región con los países desarrollados, se relaciona con la producción de productos electrónicos.

Asía oriental recibió junto con los capitales la transferencia de tecnología que incluso copiaron, adaptaron y superaron en muchos casos. La transferencia tecnológica fue la que le permitió y le permite competir de igual a igual con los países desarrollados. El éxito de este proceso dependió, de manera fundamental, de que los países asiáticos mencionados reúnen una serie de condiciones para asimilar e incorporar la nueva tecnología. Entre estas condiciones, la principal es la existencia de un Estado que determinó e hizo acatar las reglas de juego, que fue y es artífice de cuanto se hace y se deja de hacer en el país, que incluyen factores como la regulación estatal del grado de apertura comercial y financiera, apuntalamiento y mejora de la calidad de la infraestructura, el desempeño de las instituciones, el nivel educativo, la organización empresarial, entre otros.

La transferencia de tecnología en el presente no subyace de manera significativa en el patrón tecnológico tradicional donde ésta se incorpora mediante la inversión en bienes de capital, equipos y maquinarias, sino que responde más a la incorporación de conocimientos, modelos organizacionales, que impactan favorablemente la productividad y la competitividad de las empresas, y también en los cambios estructurales e institucionales del sector público.

En consecuencia, el desarrollo de una mayor capacidad tecnológica, basada en la creación de un núcleo endógeno de progreso técnico, se convierte en una condición necesaria, más no suficiente, para lograr crecimiento. Exigirá la formulación estatal de políticas de mediano y largo plazo, dirigidas hacia la generación de un tipo de competitividad industrial que sea capaz de aprovechar las externalidades que ofrece la asimilación del nuevo paradigma tecno-económico, evitando la competitividad transitoria derivada del sostenimiento de bajos salarios relativos y que apela a la depreciación cambiaria. Esto significará redoblar los esfuerzos parar diversificar la oferta exportadora e incrementar la calidad y profundidad de los enlaces entre las exportaciones y el resto de los sectores productivos. La característica y consistencia macroeconómica del modelo del sudeste asiático se refleja en la búsqueda y logro de tasas de interés bajas (menores a las tasas de ganancia) y un tipo de cambio lógico y competitivo.

En cambio, si uno mira a Latinoamérica en el ciclo que comenzó con la política expansiva de la Reserva Federal de los EEUU, que al bajar las tasas de interés permitió la fuerte mejora de los precios de los bienes primarios y de servicios de baja tecnología, generando la combinación de factores externos muy positiva: altos precios de las commodities y fácil acceso al financiamiento externo. Junto a ello, el crecimiento de China aportaba el componente fundamental de demanda efectiva. El economista chileno Gabriel Palma sostiene que: “De haberse aprovechado bien estas condiciones externas, la región podría haber sustentado un proceso de transformación económica basado en un fuerte impulso a la inversión, mayor diversificación productiva y gran absorción tecnológica. En cambio, ahora que este ciclo se evapora, queda en evidencia lo mal que se aprovechó esta oportunidad que, con suerte, ocurre una vez por generación. El crecimiento promedio de América Latina entre el 2002 y el 2014 fue apenas de 3,5%, y cinco sextos de eso tenían su origen en la expansión del consumo. La inversión promedio de América Latina durante este período no llegó ni siquiera al 20% del PIB.”.

Para Gabriel Palma, si uno observa a Latinoamérica desde las reformas de los ’90, nota un boom primario-exportador, un desarrollo de servicios (finanzas, turismo, etcétera) y una gran desindustrialización. Nunca se hizo un esfuerzo de verdad por diversificar el aparato productivo, industrializar las exportaciones o dar un nuevo estímulo a las manufacturas. No hubo tendencias endógenas para diversificarse y, por lo tanto, la inversión, tanto privada como pública, fue muy baja. No hubo política comercial ni industrial, ni una macro keynesiana que apuntalara sostenidamente el crecimiento.

Finalmente, Gabriel Palma afirma que en América latina el 10 por ciento más rico se lleva el 45 por ciento del ingreso, mientras que en los países exitosos de Asia, como Corea del Sur y Taiwán, se llevan el 22-23 por ciento. Ese es un lado de la moneda, el otro lado es el comportamiento de la inversión privada. En América Latina, la inversión privada representa en promedio un 15 por ciento del PIB, mientras que en Asia es muy superior, en algunos casos llega hasta el doble. Lo fundamental no es sólo que la distribución del ingreso en nuestra región es tan desigual, sino la relación entre la inversión privada y lo que atesora el 10 por ciento más rico. En América Latina sólo un tercio de lo que retiran del circuito productivo se invierte. En Asia, no sólo se llevan menos sino que invierten más. En Corea la inversión privada equivale a todo lo que se lleva el 10 por ciento más rico. En China, India, Malasia y el resto del Asia más dinámica, la relación alcanza al 75-80 por ciento. El problema de América latina no es sólo la concentración del ingreso sino lo que las elites empresarias usan en forma muy ineficiente. El motor del desarrollo económico es la inversión privada, la acumulación de capital, y en América latina invierten muy poco, aunque se llevan la proporción del ingreso más alta del mundo.

La diferencia fundamental es el rol del Estado, en Asia las reglas del juego que ponen los Estados permiten que las elites capitalistas conserven sus lugares de privilegio mientras esos sectores inviertan, promuevan el cambio tecnológico, innoven, creen empleo e impulsen el crecimiento económico. Las elites latinoamericanas se comportan como si su posición fuera eterna, inmutable e independiente de su rendimiento y los Estados están entregados a su poder.

Se debe recuperar la capacidad del Estado para disciplinar a las elites empresarias, para lo que se debe condicionar las rentas y beneficios que el Estado entrega a las elites capitalistas. No significa que los empresarios dejen de ganar plata, sino que reinviertan sus ingresos, suban productividad e innoven tecnológicamente. El experto en el desarrollo de los países asiáticos afirma que son dos conceptos de capitalismo totalmente distintos: “…en América latina el capitalismo funciona bien sólo si los ricos están contentos, en Asia la política económica se rige por el principio de que el capitalismo funciona bien sólo si los ricos están disciplinados”.

Buenos Aires, 23 de septiembre de 2016


*Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía. Miembro de EPPA (Economía Política para la Argentina)


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