8/13/2016

qué es el kirchnerismo? - ajuste neoliberal, movimientos sociales, sindicales y multisectoriales -



Está muy claro ya que el liderazgo de Cristina Kirchner desborda ampliamente las modalidades organizativas y de discurso del denominado "kirchnerismo". Interpela Cristina mucho más horizontal y profundamente al interior del conjunto social en general y de los segmentos populares particularmente que sus "representantes" y es bueno considerarlo para evitar malos entendidos , apropiaciones indebidas y , más ramplonamente, también tenerlo en cuenta para organizar, por caso, su agenda.

Desde esta perspectiva, resulta claro que Cristina no expresa tan solo el kirchnerismo realmente existente, de ahí, por ejemplo, la virulencia de los ataques a su figura por parte del sistema judicial y de medios opositores,  violencia muy desigual respecto a la que se ejerce con el resto de la oposición política, incluída buena parte del kirchnerismo residual.

No es tampoco una novedad esta circunstancia. Sucede algo parecido - o más precisamente, sucedió - con Lula en Brasil, Chávez en Venezuela e incluso Perón en nuestra historia reciente.

Siempre el líder populista mantiene un plus notable respecto a la organización y discurso que pretende representarlo y los dispositivos que giran en torno a esta disputa por la representación y esto, más allá de la voluntad de los actores, incluído el líder. 

Por caso, un gran sector del peronismo se identificó históricamente con Juan Perón pero no con las estructuras organizativas y discursivas del "peronismo" que se apropiaba formalmente de la representación  del líder - la disputa peronismo/pejotismo es una deriva historica y muy didáctica de este desborde, aunque hubo otras y menos amables -

Aún cuando el mismo Juan Perón - rompiendo una tradición en su propio ejercicio de liderazgo populista - intentó encorcetar su representación en una y solo una modalidad de organización y discurso, no lo logró en plenitud y sucedió un quiebre cuya magnitud no pudo evaluarse pues a Perón se le ocurrio morir y luego sobrevino el golpe de marzo de 1976. 

Volviendo al siglo XXI , sobre que el kirchnerismo a partir de mayo del año 2003 restauró la densidad popular- democrática que el  populismo peronista había sepultado tras la muerte de su líder fundador, ya hay pocas dudas y si las hay no interesan dilucidarlas, al menos en esta discusión. Igual debe cosniderarse que hay un elemento controversial en la evaluación de todo proceso histórico, que jamás se saldará.

Sin embargo, una vez puesto en situación de oposición al régimen neoliberal que se inaugura el 10 de diciembre, sí es bueno interrogarse sobre en qué estado de desarrollo se encuentra el así llamado "kirchnerismo".

Es una experiencia de organización y discurso populista, transversal que atraviesa diversas clases sociales y modalidades organizativas o fuera del gobierno se encapsula cada vez más como experiencia de segmentos medios en sus diversas variantes, opacando su perfil populista? 

En definitiva el kirchnerismo realmente existente, su modalidad de organización y discurso, puede replicar la amplitud y profundidad del liderazgo populista de Cristina o necesariamente expresa una parte y según la etapa, ni siquiera la más potente y productiva política y socialmente?

Caviasca ordena este debate no necesariamente orientado a responder estas preguntas, pero aún en negativo queda planteada la discusión sobre el impacto del ajuste neoliberal, los actores que pone en juego y finalmente, qué expresa hoy - según el autor- el kirchnerismo realmente existente al que denomina "cristinismo ", concediendo conceptualmente al discurso opositor , aunque creemos sin el afan habitual de utilizar este adjetivo impropio para demeritar al sujeto nominado. Nos llaman Cristinistas para bajarnos el precio, diría Néstor.

Leemos


La velocidad con que se mueven los pueblos pocas veces acompaña la velocidad de la política. La reacción ante un cambio de estructuras impuesto desde arriba, se hace esperar, se acumulan tensiones, no es una maduración individual, sino que es necesaria una “comprensión” colectiva para que una clase o grandes masas, o el pueblo en general, se lance al movimiento. Eso lo sabe el macrismo, por esta razón avanzó con sus duras medidas en forma rápida, y por eso trabaja en el plano superestructural mediante políticas destinadas a hacer más lenta y dificultosa la reacción popular a sus medidas de gobierno.

En este sentido, tres grandes movimientos se han activado esos últimos tiempos: Los llamaremos el sindical, el social y el multisectorial. Aparecen como capas tectónicas de nuestra sociedad que se mueven preanunciado un terremoto. Aunque ese tipo de movimientos geológicos terminen en cataclismos (sociales en nuestro caso, perdonen la analogía), los tiempos suelen ser impredecibles.

-Un movimiento que se expresa en los cacerolazos contra los tarifazos. Es un sector multifacético que abarca desde los más humildes trabajadores que pagan sus impuestos, hasta comerciantes, grupos vecinales, clubes, e inclusive el empresariado con menos espalda para aguantar el aumento de costos y disminución del consumo. Se expresa en multisectoriales, que son justamente el organismo donde clases distintas se pueden aglutinar por reivindicaciones amplias y sin permanencia en el tiempo.

El gobierno, contra ese sector multifacético y policlasista, opera dividiendo y actuando sobre los sectores medios con "fantasmas" y prejuicios antikirchneristas, para frenar y quitar contundencia a la movilización, desalentando a una parte de las masas afectadas mediante el recurso de que “esto es culpa del desastre kirchnerista”. Sin embargo los cacerolazos, aunque sean protagonizados por ciudadanos desafectos al PRO, son importantes, rompen el cerco mediático, que se ve obligado a levantarlos, y cuentan con un importante consenso en las más amplias masas. Se desarrollan con cientos de personas en innumerables esquinas de las diferentes ciudades del país, y poseen un notorio consenso de una porción sustancial de gente que supera el marco de la oposición. De esta forma, el gobierno no puede evitar que el duro y transparente costo social de los aumentos, desgaste su credibilidad y termine impulsando movilizaciones masivas multisectoriales. En caso del (posible) fracaso de su plan de estabilización; o la (aún más posible, sino evidente) estabilización en caso de éxito con un alto piso de pobreza y menor actividad económica en la industria y el trabajo productivo, este movimiento tiene la potencialidad de ir en ascenso.

-En los primeros días de agosto se movilizó el "pobrerío", la fracción de la clase trabajadora más castigada, la pobreza estructural a la que golpea el aumento de la canasta alimentaria. Se organiza en "movimientos sociales", aunque una porción mayoritaria se encuentra fuera de toda organización. Allí tiene presencia la iglesia, no sólo presencia, sino que desde el vaticano el Papa argentino impulsa una política de organización en función de reivindicaciones básicas, tierra techo y trabajo, las cuales en este momento histórico son contradictorias con el modelo macrista. Es importante destacar que lo hace con conciencia de que está en contradicción con el actual modelo. Como también que la Iglesia aspira a ser representación de ese sector social. Es un porcentaje de la población que se encuentra en el límite de la pobreza o por debajo de ella, a la que acecha el hambre.

Cualquier cambio del delicado equilibrio que sostiene su muy bajo nivel de vida la transforma en pobre o indigete para las estadísticas. Es la fracción del pueblo trabajador que el modelo kirchnerista no logró elevar a la categoría de trabajador formal. Son millones y aparecen como una amenaza en las grandes ciudades, en las periferias de las mismas. Lugares que la “opinión publica” que se transmite en los “medios masivos” sindica como barrios peligrosos, donde la policía incursiona como en territorio extranjero. De allí, se presume, salen “los saqueadores” de supermercados cuando hay hambre, y “la delincuencia” en todo momento. Gran parte de ese sentido común es ficción, ya que la pobreza golpea puertas mucho más sólidas que la de los ranchos de las villas, y la “delincuencia” se esconde en lugares insospechados y no en la mayoría de las casas de los más humildes trabajadores. Aunque está claro que la miseria estructural y la marginación y segmentación de la sociedad no es generadora de relaciones sociales “armoniosas”. La activación de los “movimientos sociales” es la punta de iceberg de una situación que en los barrios se puede tornar dramática. El macrismo, un grupo de gerentes, accionistas, empresarios, altos funcionarios de grandes empresas, es burdamente elitista. Pero es un elitismo posmoderno. Impulsa una sociedad de castas bien delimitada donde solo hay “igualdad para los iguales” (ellos su clase), y desigualdad para los desiguales” (cada clase con su nivel de consumo y sus posibilidades delimitadas). Tal como deducía Nietzsche de Aristóteles, aunque ni Nietzsche y mucho menos Aristóteles, hubieran basado sus ideas de igualdad y desigualdad en la premisa del dinero, y el mismo filósofo griego definía que la desigualdad oligárquica era la peor. El macrismo (oligarquía posmoderna de CEOs) opera en este sector a través del oenegeismo y los "cuidados paliativos".

Las ONGs y la responsabilidad social empresaria, sumado a un Ministerio de Desarrollo Social que canalice ayudas inmediatas en una remake de la “sociedad de beneficencia”, haciendo retroceder la idea de “ayuda social” a la de “asistencia”. La idea de ayuda social estaba basada, según lo definía Eva Peón, en un acompañamiento temporario que se debía dar a los pobres hasta que superaran su situación mediante el progreso colectivo y su ascenso a trabajadores con plenos derechos. La asistencia, busca desorganizar, conformar, hacer depender de los superiores sociales a los que la perciben. Sin embargo esta capa tectónica de la sociedad aparece como un actor que, de seguir la situación tal como se planifica desde el gobierno, será un espacio donde madurarán posibles estallidos, por más que el gobierno se preocupe en construir una red de contención. El tema será el tiempo y la organización que el pobrerío consiga, ya que eso hace la diferencia entre caos y política

-El movimiento obrero es la tercer y más poderosa fuerza en movimiento. Son los sindicatos que reciben el impacto del conjunto de medidas macristas en sus bases. Ningún dirigente deja de entender que el programa del PRO busca una clara disminución de la participación de los asalariados en la distribución de la riqueza nacional, forma directa de aumento de la tasa de ganancia empresarial. Pero sin necesidad de entender cuestiones económicas, cualquier trabajador asalariado sabe lo que significa que un mes pueda comprar un 20% menos de cosas que el mes anterior, o que aumenten la cantidad de despedidos a su alrededor. La presión ha ido subiendo desde abajo hacia arriba, en cada lugar de trabajo, en las regionales de los sindicatos, en las regionales de la confederación, y ahora se expresa en la lucha por la reorganización de la CGT. La disputa se está dando en torno al grado de combatividad que se exprese en su consejo directivo y en sus cabezas visibles. Un programa cegetista de lucha con un serie de puntos antagónicos con el proyecto macrista, que incluyeran las reivindicaciones de amplios sectores populares, podría ser un dolor de cabeza muy difícil de superar por el gobierno. Sería la confluencia de estos tres movimientos; un elemento que le daría a los movimientos generales, tectónicos como los llamamos en este artículo, la potencia necesaria para que el macrismo sienta que “la gobernabilidad” y la autonomía de su grupo de gerentes, se encuentra cuestionada.

El PRO opera allí a través de sobornos y de la fracción de dirigentes más comprometidos con el ajuste, para lograr que el nuevo secretariado frene el descontento en vez de expresarlo, lo canalice hacia un horizonte que no afecte el fondo del proyecto de reorganización de la sociedad y el estado en marcha. Sin embargo cualquier dirigente perspicaz (no necesariamente combativo) sabe que, si por abajo la cosa se agita, puede peligrar la estabilidad de las cúpulas, y esa es una razón que un burócrata tradicional entiende con claridad.-Cruzado en parte con estas tres grandes corrientes del pueblo activadas por la agresión macrista, se encuentra el cristinismo. Es una corriente que muestra presencia en la población aunque con un grado de desorganización importante; es más bien una identificación individual con la ex presidenta en la que se ven ciertos valores “nacionales y populares”. Las organizaciones que la reivindican como jefa no alcanzan a abarcar organizativamente a esa corriente de población, policlasista, aunque con mucha presencia de sectores medios. Quizás por el ataque que sufre desde el gobierno y los medios antikirchneristas, o quizás por un déficit histórico del kirchnerismo respecto de la organización popular por fuera del Estado, no se perfila como el lugar político donde se referencien estos movimientos tectónicos de las masas; el cristinismo espera que lo que está pasando sea tan malo que lo reinstale como opción óptima. La batalla “antiK” emprendida desde importantes funcionarios del gobierno y por una “banda” de jueces altamente movilizados, mantiene el cerco, sin embargo en algunos casos la confiada ofensiva de la más dura derecha se desboca y se les vuele en contra como en el caso de Hebe de Bonafini.

La izquierda visible, el FIT y su periferia, aún sigue en un proceso de esclarecida automarginación, sin dudas esperando acumular desde sus propias estructuras sin confundirse con las fuerzas sociales y políticas que aparecen con presencia en estos movimientos, por ser consideradas burguesas, burocráticas, etc. Y por la definición de no dar lugar a la rearticulación del “populismo”, al que considera como posible beneficiario de estrategias de unidad que dejen de lado las definiciones clasistas o izquierdistas precisas.

El Masismo, si se puede llamar de esa forma, es la alternativa del imperialismo y las clases dominantes locales para el caso de la debacle macrista. Opera con inteligencia tanto en el seno como en la superestructura de estos tres "movimientos": En el movimiento “multisectorial” se presenta como una aparente propuesta patronal racional, y como una oposición responsable. En el movimiento sindical, como un posible socio de los grandes dirigentes que los tenga en cuenta en el reparto de espacios de poder en el Estado, si asciende al gobierno. En el social, como es una propuesta “peronista” (o pejotista) y con viabilidad de ser gobierno, negocia el posible acuerdo con movimientos opositores de raíz popular. Es en Massa donde muchos miembros de la élite económica e intelectual del sistema esperan que recaiga el posible cambio y continuidad dentro de esta "nueva era" que creen estar inaugurando. 

La gobernabilidad y la oposición responsable son las claves de la etapa que se abrió. Es el acuerdo de garantizar la estabilidad e impedir que la crisis, si se desata, se transforme en crisis orgánica y por lo tanto rompa (o deje en condiciones de desarmar) el conjunto de transformaciones estructurales que se pretende imponer. La apuesta a la “gobernabilidad” es lo que diferencia a los que están en línea con los cambios que el poder está intentado llevar adelante, de los que buscan evitarlos. La movilización tectónica de las masas es inevitable, madura con el tiempo; las estructuras inmediatas de representación de esta movilización es donde se resuelve, en el plazo inminente, la posibilidad de que esas tendencias operen sobre la superestructura política haciendo entrar el crisis el proyecto. Y las corrientes políticas son las que pueden transformar esa crisis en cambio a través del acceso al gobierno. Es en estos tres planos donde se resuelve la cuestión actual: ¿Será o no posible que el gobierno del PRO imponga un nuevo paradigma neocolonial de mercado?

*Dr. de la UBA- Docente UBA UNLP

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