Primicia.Escrache a Zanini.Un contacto que viajaba adelante lo filmó y me comentó que todo el viaje fué muy tenso. pic.twitter.com/04ZQKNSYz3— IgnacioGonzálezPriet (@igonzalezprieto) 26 de abril de 2016
Cuando llamaron de Radio la Ciudad para reprochar y exigir borrar un tuit que daba a conocer domicilio y telefono del patovica y escrachador a Zanini que circuló tras el atentado , al tiempo que ofrecían Radio Nacional "La radio de Todos" para que el mismo pelado Palumbo - integrante de patotas neonazis marplatenses como muestra la nota al pie - hiciera su descargo y así legitimarlo, observé sin ninguna sorpresa, que el escrache violento ( en este caso al ex Secretario) era una política de estado.
En la misma saga, (ayer como antes en Mar del Plata como se ve abajo) , tirotearon en Parque Avellaneda otra UB del FpV. En especial meten bala a las de La Cámpora, por su valor simbólico respecto a aquello que "la nueva derecha" considera el enemigo a suprimir.
En este contexto siempre es bueno leer reflexiones más profundas sobre la práctica de escrachar.
Escraches
Por Sebastián Russo "Esos segundos, minutos que dura la acción, uno se encuentra vinculado a lo más alto de la dignidad política: un cuerpo junto a otros, una comunidad, poniéndose en riesgo para expresar una injusticia".
Hace unos días participé de un escrache. A Alberto Manguel, durante su apertura de la Feria del Libro. Fue un acto hermoso (el nuestro, claro, la inauguración fue un cúmulo de lugares comunes y de cinismo de management cultural) Junto a amigxs, colegas, y una cantidad de otra gente desconocida pero que unidos por una misma motivación (dejar en evidencia pública, y de cuerpo presente, nuestro repudio al nuevo director de la BN), conformábamos una emotiva grupalidad de súbitas afinidades electivas. Participar de un escrache, por caso este, convoca a un estado de sensibilización plena, de un cuerpo que a flor de piel es parte de una causa que entiende justa, junto a otros, en este caso en una comunidad fantasma (no se sabía bien cuantos, ni donde, ni como se expresaría el resto de los escrachadores), y en un ámbito hostil. Lo dijimos durante nuestra larga espera de ingreso al evento. Corríamos más riesgos que nos bastoneen las señoras recoletas que la Policía Federal o la seguridad del lugar. Pero lo que no cabía duda era que estábamos en territorio enemigo, y esto, claro, amplifica la afectividad de la acción. Sobre todo en nuestros tiempos, de virtualidades comprometidas, pero “virtuales”. Manotee un par de veces el viejo DNI del bolsillo, preparado luego de mucho a tener que volver a mostrarlo (no vayas sin documentos me habían advertido).
El momento escrachador fue poético. Levantándose primeros unos, luego otros, finalmente nosotros, volviéndonos otros en el mismo momento de tener un cartel en mano, en un insospechado movimiento para nuestros vecinos de silla, para quienes compartieron fila con nosotros. Otros para ellos, otros para nosotros mismos (luego volví a ser el mismo de cada vez, yendo raudo a dar clases, pero no, algo de lo ocurrido perduraba, perdurará) Escrachar es estar lanzados a una acción que no tiene retorno. Pararse en medio de la solemnidad de un acto, interrumpiendo en silencio la voz de Manguel (que nunca se interrumpió, ciego-sordo-mudo al otro), la esperada y auspiciada intervención del borgiano, mover el cuerpo, mostrar el cartel, levantarlo con dignidad, la de una proclama justa, la de unos que se animan a exponerla en público, en un momento inesperado, en un ámbito no pertinente (tiempo y espacio quebrado: fundamento del escrache), fundando una enunciación, un modo del habla en acto. Todo ello, aunado, posee una potencia política del orden de lo sublime. Esos segundos, minutos que dura la acción, uno se encuentra vinculado a lo más alto de la dignidad política: un cuerpo junto a otros, una comunidad, poniéndose en riesgo para expresar una injusticia.
Algo/todo de esto mismo hemos sentido por primera vez en los escraches de HIJOS a los militares sin condena ni proceso judicial. Nuestra memoria corporal, emotiva, nos lleva a aquellas callejeadas, con murgas, bombos, petardos, carteles, hasta sus domicilios, y persistir allí, viendo las caras de vecinos, de transeúntes, descubriendo o reprobando el anoticiamiento festivo, el señalamiento de lo que pretendía esconderse, pasar desapercibido, no solo para la justicia sino para su cotidianeidad. Actos no menos riesgosos, al menos el que recuerdo haber participado, de un acompañamiento masivo, y donde cada cartel se fundía en la pequeña/gran gesta colectiva.
Repentinamente los medios vuelven a hablar de escraches (apenas y en otro sentido dieron cuenta del que se le hizo a Darío Lopérfido en el BAFICI). Esta vez a Zanini, en la Bombonera (antiguo y añoroso templo popular, devenido circo romano de emperador CEO), y en un avión. Los que recuerdan al sufrido por Axel Kicillof y familia volviendo de Uruguay. Aquí (porque no podemos permitir que el término sea igualado, perderlo) el riesgo pasa del escrachador al escrachado. Un acto que por tamaña diferencia de fuerzas deviene cobarde, al borde de la violencia física. Un límite que aquí no terminó de trasvasarse, pero que actúa bajo el mismo ciego sentimiento automatizado del linchamiento. Esos, que nos sorprendieron en nuestra módica conciencia hace unos años, y con el componente de clase descarnado. De absoluto desprecio por la vida del otro, aquellos, expresando una virulencia macerada y alentada por el coro mass mediático, repetitivo, horadador de cualquier paciencia, y que solo aguarda su chivo emisario para ser descargada. El saberse parte de la norma(lidad) permite avanzar de modos inauditos sobre el otro, incluso sin temor a ser agredido ni por otros, ni detenido por alguna “fuerza de seguridad”. Un saber, una certidumbre de propietario, de ciudadano, de consumidor, que fetichiza los módicos (fundamentales, normales) derechos que se tiene. Los que son defendidos por la(s) fuerza(s): tener o creer tener a las fuerzas de seguridad del lado de uno es la clave en todo esto. Lo que implica que no haya moderación alguna en este tipo de escarches (el linchamiento queda a un leve movimiento, gesto, malentendido), porque se asienta en la absoluta convicción (por fuera ya de toda reflexión: el juzgamiento ya fue hecho, los medios, la doxa han construido el veredicto) que se está del lado de una verdad; y que incluso, la justicia, “en este país”, de llegar, llegará tarde, o será incompleta o incluso injusta: entran-por-una-puerta-y-salen-por-la-otra”. El llamamiento a la acción está así lanzado, solo resta -de cruzarlo- darle para que tenga a ese hijo de puta, el-que-se-llevó-todo-y-nos-dejó-el-país-a-la-miseria.
Pero ¿hay escraches buenos y escraches malos? Obviamente no. Hay escrache, si no hay justicia, decía la consigna de HIJOS. Pero las formas hablan, incluso de una concepción de la justicia, de la norma, sobre todo de las formas del poder, de la autoridad, del miedo o de la tranquilidad. ¿El arte de las formas salva, justifica? Tampoco. Aunque “toda estética implique una moral” al decir de Viñas, y todo “punto de vista una ética” al de Godard.
El repudio a la orientación técnico modernizadora de la BN, pero sobre todo el silencio y aprobación tácita ante los despidos: numerosos, ideológicos, fatídicos (se habla de hecho de la muerte de un despedido), de Alberto Manguel, condujo a una acción que recupera los modos de la resistencia de antaño, las formas necesariamente creativas de eludir los controles y a su vez conservar la integridad de los que manifiestan. La salida del auditorio en fila india, en silencio, reuniéndonos afuera, aun con los cuerpos calientes, agitados, conmovidos, y el aplauso que nos dimos, como modo de expiar tanto nervio, tanta emoción, quedará como uno de esos momentos que configuran la propia politicidad, pero aun más la subjetividad, la de lo comunal (incluso, por venir). Y una seña, un modo (uno entre tantos) de incidir en la escena pública, de expresar un disenso, y no ser el/un “hombre (que) se cayó la boca”.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)
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Un local de la agrupación La Cámpora ubicado en la zona del microcentro de Mar del Plata fue baleado esta madrugada por personas desconocidas que se dieron a la fuga, en tanto la policía analiza las cámaras de seguridad de la zona para identificar a los autores, informaron fuentes policiales.
La concejal del Frente para la Victoria de Mar del Plata Marina Santoro, denunció en la comisaría primera de esta ciudad el hecho, por lo que peritos al llegar al local partidario de la calle 9 de Julio al 3500, constataron que había recibido en el frente cinco disparos de escopeta calibre 16.
"Por suerte, en el momento en que ocurrió el hecho no había nadie adentro ni afuera. Hubo gente en el interior hasta las 22 de ayer y esto fue cerca de la 1, según nos contó una vecina, que escucho las detonaciones", manifestó la edil a Télam.
"Esto es realmente un atentado contra la democracia, contra la militancia, a días de cumplirse 40 años del último golpe militar".
"No sabemos por qué pudimos haber sido agredidos de esta manera. Ya hemos sufrido pintadas, que nos tiren huevos o piedras en el frente, pero esto es muy grave. Es preocupante”, añadió.
"Esto es realmente un atentado contra la democracia, contra la militancia, a días de cumplirse 40 años del último golpe militar", aseguró Santoro, quien estuvo acompañada por distintos legisladores del Frente para la Victoria y por las Madres de Plaza de Mayo, que se hicieron presentes en el lugar, para expresarle el total repudio al hecho.
Por su parte, el intendente de Mar del Plata, Carlos Arroyo, se solidarizó con la concejal Marina Santoro y pidió que la justicia investigue y ponga punto final a esta situación.
"Queremos otro tipo de país donde reine la paz y el sentido común", señaló.
Por su parte, el fiscal Eduardo Amavet, quien tiene a cargo la investigación del atentado contra el local de La Cámpora ubicado en 9 de Julio 3575, confirmó que están analizando las cámaras de seguridad de dos comercios de la zona para intentar identificar a los agresores.
"Son hechos que tienen una connotación importante", señaló Amavet y dijo que no podía adelantar más datos sobre la investigación.
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Un neonazi “escrachó” a Zannini en su vuelo a Miami
Un integrante de los grupos fascitas que actúan en Mar del Plata con la complicidad municipal entre quienes increparon al ex Secretario Legal y Técnico.
Claudio Palumbo , un marplatense maestro de Jiu-jitsu y vinculado a grupos neonazis de Cambiemos, es uno de los pasajeros que escrachó al ex funcionario kirchnerista, Carlos Zannini, en pleno vuelo hacia Miami. Palumbo, es encargado de seguridad en boliches y fue, además, el árbitro de la pelea entre Jorge “Acero” Cali y Horacio “El Ninja”, de 2012, realizada en su ciudad natal.
El hombre viajaba en el vuelo AA900 de American Airlines , con destino a Miami, el mismo en el cual estaba el ex candidato a vicepresidente por el Frente Para la Victoria (FPV), Carlos Zanninni, y fue uno de los pasajeros que participó del “escrache” hacia el exfuncionario.
A partir de las artes marciales, Palumbo está vinculado hace tiempo con los grupos neonazis que azotan la ciudad de Mar del Plata. Se pueden observar numerosas imágenes en las redes sociales donde los integrantes de las patotas, fuerzas de choque del intendente de Cambiemos Carlos Arroyo, participan en torneos de Jiu Jitsu con el polémico guardaespaldas.
En uno de los videos sobre el hostigamiento a Zannini, se puede observar a un Palumbo gritando desaforado “¡Que lo bajen!, ¡Que lo bajen!”, “¡Vamos a tirarlo!, ¡Vamos a tirarlo!”.
Entre otras actividades, es promotor de encuentros de combate de la disciplina Vale Todo, lo que lo llevó a aparecer en distintos medios promocionando esa clase de eventos. Palumbo es conocido además en distintos ámbitos por su actuación como personal de seguridad, ya sea en recitales, encuentros políticos o en boliches. Alguna que otra vez se lo vio actuando como guardaespaldas de algunas figuras públicas.
Un local de la agrupación La Cámpora ubicado en la zona del microcentro de Mar del Plata fue baleado esta madrugada por personas desconocidas que se dieron a la fuga, en tanto la policía analiza las cámaras de seguridad de la zona para identificar a los autores, informaron fuentes policiales.
La concejal del Frente para la Victoria de Mar del Plata Marina Santoro, denunció en la comisaría primera de esta ciudad el hecho, por lo que peritos al llegar al local partidario de la calle 9 de Julio al 3500, constataron que había recibido en el frente cinco disparos de escopeta calibre 16.
"Por suerte, en el momento en que ocurrió el hecho no había nadie adentro ni afuera. Hubo gente en el interior hasta las 22 de ayer y esto fue cerca de la 1, según nos contó una vecina, que escucho las detonaciones", manifestó la edil a Télam.
"Esto es realmente un atentado contra la democracia, contra la militancia, a días de cumplirse 40 años del último golpe militar".
"No sabemos por qué pudimos haber sido agredidos de esta manera. Ya hemos sufrido pintadas, que nos tiren huevos o piedras en el frente, pero esto es muy grave. Es preocupante”, añadió.
"Esto es realmente un atentado contra la democracia, contra la militancia, a días de cumplirse 40 años del último golpe militar", aseguró Santoro, quien estuvo acompañada por distintos legisladores del Frente para la Victoria y por las Madres de Plaza de Mayo, que se hicieron presentes en el lugar, para expresarle el total repudio al hecho.
Por su parte, el intendente de Mar del Plata, Carlos Arroyo, se solidarizó con la concejal Marina Santoro y pidió que la justicia investigue y ponga punto final a esta situación.
"Queremos otro tipo de país donde reine la paz y el sentido común", señaló.
Por su parte, el fiscal Eduardo Amavet, quien tiene a cargo la investigación del atentado contra el local de La Cámpora ubicado en 9 de Julio 3575, confirmó que están analizando las cámaras de seguridad de dos comercios de la zona para intentar identificar a los agresores.
"Son hechos que tienen una connotación importante", señaló Amavet y dijo que no podía adelantar más datos sobre la investigación.
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