11/27/2013

somos buenos: la dinámica sindicatos y movimientos sociales



La exaltación de los denominados "movimientos sociales" como una grado superior de organización popular que propala cierto discurso folclorico progre metropolitano con un touch gorila, desconoce que estas modalidades de organización son en rigor producto de la estampida organizativa que sobre la modalidad gremial imprimió el neoliberalismo. Un retroceso político y organizativo

Por otra parte muchos de los discursos de tradición corporativa provenientes del mundo sindical, desconocen o ponen en sordina las condiciones socioeconómicas en que durante el neoliberalismo se concretó su pérdida de poder relativo. Resulta contradictorio entonces el acompañamiento por parte de sectores sindicales a propuestas que pretenden regresar al modelo socioeconómico que generó su retroceso como modalidad organizativa dominante de los sectores subalternos, en particular los asalariados. 

Leemos al respecto a Héctor Palomino: 


Del pleno empleo a la crisis del mercado de trabajo  

Durante el último cuarto del siglo XX el sindicalismo en la  Argentina registró un declive mayúsculo de su poder social, económico y político. 

Es posible que el apogeo alcanzado por el sindicalismo durante el gobierno peronista de 1973-1976, ese breve interregno civil entre dos dictaduras militares, haya acentuado sucaída posterior. 
Pero no habría que asignar el declive sindical a su desplazamiento del poder , o no principalmente al menos, ya que en la década del ochenta recobró una presencia importante en el sistema político.
 
Lo que puede identificarse en la base del declive sindical, en primera instancia, es la crisis del mercado de trabajo, cuyo origen puede situarse en la dictadura militar de 1976-1983, y su culminación y profundización inédita durante el período abierto a partir de mediados de la última década. 

El desempleo, la subocup ación y la precarización disciplinaron la conducta de los trabajadores -haciendo de la conservación del empleo el tesoro más preciado- llevándolos a olvidar sus derechos y tradiciones, fabricando el contrapiso de una nueva cultura. Para ello fue necesario que las nuevas políticas económicas estuvieran acompañadas por la instalación de un nuevo "sentido común", que generara un consenso privatizador y anti-sindical, silenciador de muchas de las protest
as que se verificaron en ese período.
 
[...] Las reformas del mercado de trabajo y del sistema previsional y la desindustrialización provocada por la competencia de las importaciones sobre la producción local generaron un considerable desempleo, que alcanzó niveles inéditos en la experiencia histórica.
 

Además, se verificó una considerable precarización laboral, derivada de la desarticulación del salario de los institutos de protección y seguridad social. 

El desempleo y la precarización incidieron notoriamente en el crecimiento de la pobreza, que alcanzó también niveles inéditos para la experiencia histórica.  Esta inédita experiencia de desocup ación y su secuela de pobreza extendida a vastos sectores de la población es traumática, pero ¿cómo afecta específicamente a los sindicatos? 

En primer lugar, disminuye considerablemente su base de reclutamiento de afiliados acotada tanto por la magnitud de desocupados como por la de trabajadores no registrados, "en negro" o clandestinos. 

En segundo lugar, disminuye la capacidad de negociación salarial de los sindicatos, que se ven obligados a morigerar sus demandas al respecto con el fin de preservar el nivel de empleo.
 
Tercero, erosiona sus recursos financieros, ya que la disminución del número de afiliados sindicales afecta directamente los ingresos vinculados con la cuota sindical y las cotizaciones y contribuciones para las obras sociales que administran. 

Por último, afecta su capacidad de representación del mundo del trabajo, que se transforma y amplía "por fuera" de los sindicatos, y sus posibilidades de intercambio político con el Estado, que debe recurrir a otros interlocutores del mundo social para obtener consenso sobre sus políticas.

Es posible que este último aspecto constituya la gran novedad de los noventa, ya que si hasta entonces los sindicatos podían concebirse a sí mismos como los representantes exclusivos del mundo del trabajo, la erosión del trabajo asalariado (y el asalariado formal particularmente) * originó la emergencia de nuevos actores, varios de ellos nucleados en torno a originales movimientos sociales.

* Agregado nuestro

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