4/07/2013

falta de infraestructura, planificación y alertas


Leemos a Lucía Álvarez en Tiempo Argentino :


La ciudad crece, cambia, se mueve. El fenómeno de la variabilidad climática nos alcanza de a poco. Las lluvias se intensifican. Sin embargo, la infraestructura urbana sigue respondiendo a otro escenario, a un viejo modelo. Se crea obra pública, aumenta la inversión, y aún así no se logra suplir el pasivo que dejaron los últimos 40 años. 

El país gana en presencia estatal, crea nuevas viviendas populares, apuesta a medidas neodesarrollistas, pero la política de suelo sigue a merced del afán lucrativo del mercado inmobiliario. Estos son algunos de los elementos que, según especialistas consultados por Tiempo Argentino, explican las inundaciones de la semana pasada. A ellos se suman un deficiente sistema de alertas, la falta de un plan de contingencia ante catástrofes climáticas y sobre todo, la inconsciencia de la ciudadanía sobre las condiciones y la historia del lugar donde vivimos.

A pesar de las diferencias en los diagnósticos, arquitectos, ingenieros, urbanistas y especialistas en medioambiente, coinciden en que las causas que produjeron la catástrofe fueron múltiples: una concatenación de hechos naturales, sociales y de gestión pública. Sin embargo, podrían agruparse en tres conjuntos:

1. OBRA PÚBLICA:

Argentina lleva por lo menos cuatro décadas de atraso en materia de infraestructura. La última dictadura militar es, como en otros aspectos, un corte epocal: allí comienza el retiro del Estado de sus funciones básicas en materia de obra pública. La crisis de los ochenta acentuó esa tendencia y preparó el terreno para la debacle y las privatizaciones de los noventa. En los últimos diez años, la inversión pública remontó significativamente, pero con menor apego a las grandes ciudades que al resto del territorio. "Es innegable la presencia del estado en pavimentación, conexiones eléctricas, rutas, desagües. Pero falta mucho. El retraso del área metropolitana es muy grande", advierte el arquitecto urbanista Eduardo Reese, profesor del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional General Sarmiento.

Este retraso implica, por ejemplo, que los sistemas de desagües de la Ciudad de Buenos Aires, ejecutados en su mayoría durante la primera mitad del siglo XX, hoy no estén preparados para el actual régimen de precipitaciones y para la impermeabilidad de sus superficies. Y así como en La Plata, ante un aumento de las precipitaciones, el agua de lluvia no encuentre donde infiltrarse y deba escurrir, si los conductos no son suficientes, por veredas y calles.

Los especialistas coinciden en que lo más estructural en términos de obra pública es avanzar con los trabajos de entubamiento en los arroyos del Vega, Medrano en la ciudad de Buenos Aires y Gato, en La Plata. El entubamiento, en verdad, ya fue superado hace años por otros criterios y hoy se recomienda mantener las condiciones naturales de las aguas. Es decir: si se pudiese cambiar la historia, lo mejor sería contar con un Sena o un Támesis. Pero con la herencia del entubamiento, advierten, lo mejor es no buscar más soluciones con hormigón.

"Se pueden hacer obras de retención, como se hizo con el Río Reconquista. Se contienen las aguas arriba, por ejemplo con una represa, y así se puede evitar que caigan intensamente sobre las zonas urbanas. Es una opción que se podría aplicar en Matanza Riachuelo, Maldonado y Vega", recomienda Antonio Elio Brailovsky, licenciado en Economía y Política, especialista en ecología y autor de Buenos Aires, ciudad inundable.

En esta línea una estrategia central es la ampliación de áreas verdes, que permiten contener la caída de la lluvia y drenar de un modo más eficaz. Según el arquitecto Rodolfo Livingston, la superficie verde en la ciudad de Buenos Aires es de entre 1 y 2 metros cuadrados por habitante, diez veces menor a lo recomendado. "La obra más importante de contención de aguas en este país fueron los Bosques de Ezeiza, que además funcionan como un gran parque público, un lugar de recreación", recuerda Reese.

Además, las soluciones no sólo pueden venir de la mano de grandes obras. El ingeniero Ernesto Selzer, director del Centro de Estudios e Investigaciones de Ingeniería Urbana y Vivienda de la Universidad de Buenos Aires, plantea que además del diseño de un plan integral, se deben elaborar propuestas intermedias. Por ejemplo, tanques de reservorio de lluvia en los edificios, para que luego esa agua se utilice en el sistema cloacal, o en su defecto, se almacene hasta que pase el temporal. “Este tipo de propuestas afecta intereses económicos y encarece las construcciones. Pero el lucro privado no puede estar por encima del bien común”, señala.

Otro aspecto a mejorar es el acceso a la información sobre el estado de las obras, de modo tal que se puedan realizar diagnósticos certeros y corregir errores actuales y futuros. "En La Plata la autopista funcionó como dique, ese es un problema urgente. Y debemos evaluar en qué otros lugares pueden suceder inconvenientes similares, antes de que haya más muertes", indica Brailovsky.

Más allá de las propuestas de unos y otros, un punto de coincidencia entre los consultados es el error de pensar el tema acotado por las fronteras distritales: "Los fenómenos naturales atraviesan de forma transversal a las divisiones geográfico-políticas. Para una adecuada gestión en el control y manejo de inundaciones es imprescindible trabajar a nivel de cuenca hídrica articulando políticas de planeamiento urbano", advierte la ingeniera hidráulica María Eva Koutsovitis.

2. PLANIFICACIÓN URBANA: 

"Las ciudades crecieron de un modo insensible a sus características naturales y topográficas. Estamos en una llanura sin pendientes y para controlar los efectos de las lluvias, necesitás amplias superficies. Pero en cambio se invadieron esos sectores porque la fuerza del mercado especulativo fue mayor que la capacidad de dictar políticas de planificación urbana. Ese problema se mantiene hasta el día de hoy", explica Reese.

La Argentina fue un país rápida y antiguamente urbanizado. Cuando en el resto de América Latina, la población continuaba siendo en su mayoría rural, nuestro país ya contaba con un 92% de la gente viviendo en las ciudades. Sin embargo, tal vez porque la riqueza se hizo en base a la propiedad de la tierra, la oligarquía nunca permitió avanzar en una regulación de los suelos y una ley nacional de ordenamiento territorial. Y hoy, a pesar de que existe una política de vivienda más activa, los especialistas señalan que, en términos de suelo, seguimos regidos por un modelo neoliberal.

"La tragedia puso en evidencia la necesidad de modificar los códigos de planeamiento urbano. Necesitamos que sean coherentes con un modelo de desarrollo inclusivo, y adecuarlos a los requerimientos de la situación climatológica", señala Selzer, y Reese agrega: "No podemos dejar que el mercado actúe libremente porque eleva los precios y lleva a los pobres a los bordes de los arroyos. Tenemos que evitar que el mercado actúe externalizando costos e internalizando ganancias."

Brailovsky coincide en la necesidad de discutir la normativa urbanística: "La inversión privada no está condicionada por el bien común. Se vio por la tele cómo se inundaban los garages subterráneos. Ni siquiera deberían poder construirse emprendimientos de ese tipo", señala. Otro ejemplo de ese absurdo es la construcción de countries en Nordelta, Tigre, uno de los municipios más inundables en la provincia de Buenos Aires.

3. CONCIENTIZACIÓN, SISTEMA DE ALERTAS Y CONTINGENCIA: 

Más allá de la variabilidad climática, las inundaciones son un fenómeno histórico. El libro de Brailovsky refleja los cambios que fue viviendo la Capital y el modo en el que se fueron poblando las zonas bajas por impulso de las políticas y el mercado. Y sin embargo, a pesar de toda la evidencia, los habitantes de estas ciudades siguen sin comprender el problema en su real dimensión. "Es tan absurdo como que un mendocino no tenga conciencia de los sismos. 

En las ciudades no se tienen en cuenta, por ejemplo, los efectos de arrojar basura a la calle. Debemos tener una campaña educativa y empoderar a las organizaciones sociales", advierte Reese. "Es fundamental implementar un Programa de Participación y Concientización Ciudadana promovido desde los organismos gubernamentales con apoyo de las universidades que incluya talleres en escuelas, centros municipales, organismos públicos, asociaciones civiles", agrega Koutsovitis.

Además de poner en evidencia el desconocimiento de los habitantes, la tragedia expuso la ausencia de un sistema de alerta temprana que incluya información clara a la población, habilitación de centros de evacuación, números telefónicos gratuitos, portales de fácil acceso. Y sobre todo, un Servicio Meteorológico Nacional que cuente con presupuestos y equipamiento técnico adecuado, para poder advertir con anticipación sucesos de esta magnitud. "En la Ciudad ni siquiera se hizo una efectiva recolección de residuos. Los sumideros estaban tapados de hojas", advierte Selzer.

Otro aspecto central es poder contar con un adecuado plan de contingencia. "Los grandes centros urbanos deberían desarrollar modelos que simulen el comportamiento del escurrimiento en función de posibles escenarios futuros. Entonces si el fenómeno que esperamos es sumamente extraordinario sabremos, por ejemplo, que implica más de un metro de agua en alguna esquina de La Plata”, resume Koutsovitis. «

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